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sábado, 29 de enero de 2011

Conversación en el restaurante "La Terraza del Casino".

Entrada nº 2 (primera parte)
Enero de 2011.


Cuando llegué al restaurante "La Terraza del Casino", aunque el cielo amenazaba lluvia y hacía frío, Muchosnombres estaba al aire libre bebiendo un aperitivo, mientras miraba desde la terraza los tejados de los edificios de la calle Alcalá. Después de saludarme de manera afectuosa me preguntó qué aperitivo quería beber.
- Un pisco sour - le contesté yo.
- ¡Mmm!, a mí también me agrada el pisco sour. ¿Su origen es chileno o peruano?
- Da igual cual sea su origen, lo importante es que lo preparen bien. Los he tomado bien  hechos en Chile, en Perú e, incluso, en Francia. 

Muchosnombres llamó al barman, pidió mi pisco sour y volvió a mirar hacia la calle.
- Me gusta mirar los tejados de las ciudades - me dijo en tono melancólico.
- He leído que a Neruda también le gustaba. Cuando vivió en la calle Maruri, allá por el año 1921, en un barrio de Santiago llamado Recoleta, desde la ventana de su habitación solía mirar absorto los atardeceres y los tejados. Allí terminó de escribir su primer libro de poemas. De esa época data una poesía titulada "La tarde sobre los tejados" - le conté yo.  
- Lo sé, lo he leído - me dijo. Y agregó - Me gusta Neruda. Me agrada su poesía. Vivió una vida interesante y amó mucho. Me gusta la gente que ama de verdad.

Yo también me asomé a mirar hacia la calle, porque la verdad es que la vista desde la terraza del Casino de Madrid es hermosa. Es una zona de la ciudad que siempre está llena de vida, de viandantes y vehículos que se entrecruzan como hormigas. Parece hervir la vida por doquier.
- Mira, enfrente, allí a tu izquierda está "El Círculo de Bellas Artes" - le indiqué mostrando el edificio del Círculo.
- Sí, allí está. ¿Has visto la hermosa lámpara que está instalada en el restaurante que llaman "La Pecera"?
- La he visto. Es una lámpara muy original. Aunque yo prefiero sentarme afuera, en la terraza que da a la calle Alcalá. 

En ese momento nos avisaron que nuestra mesa estaba lista. Entramos al salón. Probablemente Muchosnombres había influido para que nos dieran una mesa situada en un lugar privilegiado. Me percaté que desde ella podíamos ver a todos los demás sin que ellos nos vieran. Incluso podíamos escrutar a quienes entraban.
- Hay tres parejas de enamorados - me confidenció Muchosnombres.
- ¿Cómo sabes que hay tres? - inquirí.
- Mira - me dijo. E instantáneamente, en tres lugares diferentes del restaurante, tres parejas comenzaron a llenarse de un halo de luz maravilloso.
- ¡Qué hermosas se ven! - exclamé impresionado.
- Es que el amor es lo más hermoso que existe en mí.
- ¿Cómo que en ti? ¿Qué tienes que ver tú con esos seres afortunados?
- ¿Has olvidado que soy todo todo? Esas parejas también son yo. Y yo también soy el amor.

Aunque me dieron ganas preferí no discutir porque en ese momento nos trajeron la carta del menú y a esas alturas del mediodía yo ya tenía apetito.
- Gracias, vamos a tomar el menú de degustación - 
le demandó Muchosnombres al jefe del comedor.  
- Buena elección - le contestó obsequioso el maître.

A los pocos minutos se acercó el sumiller con la intención de ayudarnos a elegir un vino.
- Gracias señor - le dijo Muchosnombres - pero ya tengo hecha mi elección. Por favor, tráiganos un "Herencia" de Viña Santa Carolina - y agregó dirigiéndose a mí - te va a gustar, es un tinto chileno muy bien conseguido; una mezcla de cepas Carmenere, Malbec y Cabernet Sauvignon.

Apenas nos empezaron a servir los deliciosos aperitivos yo volví a la carga con la pregunta que Muchosnombres no me contestó en nuestra primera conversación. Ya me sentía más en confianza con él y, directamente, mientras probaba las "Nueces de Macadonia al Azafrán", le pregunté si él era realmente Dios.
- Digamos que soy algo parecido a lo que algunas personas llaman vulgarmente Dios. Aunque debes saber que a lo largo de la historia me han llamado con muchos otros nombres, como por ejemplo El Altísimo, Allah, Jeovah, Señor, El Eyón, Divinidad, Elohim, El Olam, El-Roi, El Shaddai, Jah y, en fin, de decenas de maneras más. 
- En realidad el nombre es lo de menos, yo lo que quiero saber es si eres Dios con mayúscula.
- De alguna manera sí, pero no lo que la mayoría de los seres que pueblan este minúsculo planeta entienden por Dios.
- Es difícil para mí creerte - exclamé moviendo negativamente la cabeza.
- ¡Jajajá!. Es probable que te falte fe, como dicen quienes no pueden explicar lo inexplicable.
- ¿Sabes Muchosnombres? aunque he visto cosas increíbles, sobre todo a magos que me han dejado con la boca abierta, nunca he visto a Dios. Tienes que reconocer que es muy difícil para mí aceptar que eres Dios.
- Entiendo que para ti sea difícil creerlo. Pero te repito, no soy lo que la mayoría de los seres humanos entienden por Dios.

"Sí estos es verdad o no es un sueño, es muy fuerte lo que me está pasando; quizás esté realmente conversando con Dios", me dije a mí mismo.

- ¡Mmmm! estos "Tuétanos con caviar" están soberbios - exclamó eufórico Muchosnombres mientras degustaba una tapa - E inmediatamente me soltó -  
Oye, si te sientes incómodo conmigo dímelo ¿Quieres que todo esto no te haya sucedido nunca? ¿O prefieres que hablemos de otra cosa? ¿Te gusta el fútbol?
- No se trata de eso Muchosnombres; tampoco hay que ser tan absoluto.
- Vale vale. Come, se te va a enfriar la comida y está deliciosa.
- Perdona que insista Muchosnombres, pero a ver si me aclaro. ¿Por qué tengo que creerle a un fulano que se me acerca en un parque y que de buenas a primeras me dice que es Dios o algo semejante a Dios?
- Te dije, para que entraras en calor,  que sólo soy algo, digamos, parecido a lo que tú entiendes por Dios. Pero que conste que yo no lo voy contando por ahí, por cada esquina o cada mercado. Te di esa respuesta porque tú me lo preguntaste.
- Es verdad. Además no entiendo por qué acepté hablarte. Recuerdo que el día del parque, incluso, andabas con muy mala pinta.
- Sí, mi traje estaba desplanchado y con la ropa arrugada todos perdemos mucho. Pero si no quieres creer no creas. Si quieres conocer mi opinión, yo en tu lugar tampoco creería de buenas a primeras.
- ¿Sabes Muchosnombres? Te voy a seguir el juego, hazme una demostración de tu poder.
- ¿Cómo qué, por ejemplo?
- ¿Podrías hacer que este restaurante, con toda la gente que está en él, se traslade a la Antártica?
- Vale. Pero que conste que tú me lo has pedido.

Y no había terminado de decir "tú me lo has pedido" cuando me vi en medio de la Antártica, con varios grados de temperatura bajo cero, con un viento de mil pares de narices, en una planicie mitad nieve y mitad hielo, con decenas de miles de pingüinos junto a nosotros. Y un poco más lejos, varios lobos marinos descansando panza arriba.

- ¡Coño! ¡Vale! Es suficiente. Por favor volvamos a Madrid, que de lo contrario nos vamos a congelar. Además mira, se han subido a nuestra mesa tres pingüinos de ojo blanco y están picoteando el pan.


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