miércoles, 7 de noviembre de 2012

Un sueño imposible
Capítulo 37
Fotografía realizada en el Mercado de san Miguel de Madrid 
por Aquiles Torres.

     Después de rogarle a Muchosnombres que hiciera volver a la vida a Michelle, Valentino quedó durante unos momentos paralizado. Al ver a Michelle muerta, pensó en su hermano mayor que había fallecido muchos años atrás. Recordó que cuando estaban velándolo en la iglesia, en medio de un silencio sepulcral, por lo altavoces del templo comenzó a sonar la que había sido su canción favorita: “El Sueño Imposible”. Fue muy impactante para él y para casi todos los que conocían lo que la canción había significado para ese joven que acababa de morir. Desde entonces, cada día había mantenido a ese hermano cerca de él, en el primer círculo de sus pensamientos. Muchas veces, cuando necesitaba contar algo muy íntimo que no se atrevía a compartir con nadie, sobre todo cuando se trataba de penas de amores, o de las masacres e injusticias que veía en los escenarios de países en guerra, reconstruía su imagen y se las comentaba a él. Cuando esto sucedía, siempre ponía la canción que ese día lo estremeció hasta la médula. A veces lo hacía mientras conducía su coche. Imaginaba que su hermano iba a sentado a su lado y, en silencio, iniciaba un diálogo imaginario con él. En otras ocasiones, cuando volvía de un duro viaje de trabajo de esos que le hacían sangrar el alma, se recluía en su salita de música, encendía su reproductor de discos compactos y dejaba que “El Sueño Imposible” lo envolviera. Así, en medio de la bruma de la música, conseguía regresar a su niñez, cuando con su hermano jugaban en el pueblo de montaña donde la familia tenía esa gran casona varias veces centenaria. Casi siempre, al principio lo embargaba una pena inmensa y amarga, pero a continuación, poco a poco, iba llenándose de una energía desconocida que lo animaba y le duplicaba las ganas de vivir. Luego se levantaba lleno de optimismo y deseos de seguir viviendo y luchando por los valores que más apreciaba: la justicia y la amistad. Aunque aún era joven, el amor lo dejaba a un lado porque dudaba que algún día volviera a experimentarlo de nuevo.

     Repentinamente, como un látigo lanzado al aire, Muchosnombres lo hizo volver a la realidad, sugiriéndole:
Mira el cuerpo de Michelle.

     Lentamente Valentino bajó la cabeza hasta el rostro pálido, sin vida de la bella joven, y comprobó que ese cuerpo que hasta entonces había permanecido inerte y opaco, empezaba a llenarse de una suave luz dorada. A los pocos segundos una cinta luminosa comenzó a centellear alrededor de ella.

       - Tranquilízate Valentino, Michelle ya está en este lado de nuevo.

     Valentino se abalanzó sobre ella, acarició sus cabellos y la miró a los ojos.
       -  ¿Estás bien? – La urgió a que le respondiera. Michelle lo miró con
atención, pero tardó varios segundos en contestar. Parecía no entender lo que estaba sucediendo.
       -  Sí, estoy bien ¿Por qué me lo preguntas de este modo?
        -  Pero ¿Te sientes bien del todo?
         -  Sí, mejor que nunca. ¿Pero qué te sucede? ¿Por qué estás
tan nervioso? Tienes una cara como si hubieras visto la muerte de frente - Comentó la muchacha en un tono inocente, ignorante que durante unos segundos había dejado de vivir.
        -  No digas tonterías, Michelle. No me sucede nada, sólo que por un momento me pareció que no te sentías bien.
      -  Debe ser que tengo un exceso de felicidad – Rio Michelle.
       -  Eso debe ser – Retrucó Valentino y a continuación se hizo un breve silencio que pareció más largo de lo que en realidad fue.

             De inmediato el periodista aprovechó ese vacío de palabras para cambiar de tema. Mirando a Muchosnombres y al señor Destino comentó:
       -  Había invitado a Michelle a comer ¿Queréis venir con nosotros?
        -  Vale, pero pago yo – Propuso Muchosnombres.
        -  Creo que me toca a mí. La última vez me invitaste tú – Contestó Valentino.
       -  ¡No!...Tú nos invitaste a cenar a tu casa de Asturias ¿Recuerdas?
         -  Sí, tienes razón, fue la pasada Navidad. Pero eso no cuenta porque  
         se trataba de una reunión familiar.
       -  Sí cuenta – Intervino el señor Destino – Por lo tanto para que no os   
      discutáis, invitaré yo… ¿Vale?
         -  ¡Vale! – Exclamaron todos sonriendo.
        - ¿Y adónde podemos ir? – Consultó Michelle.
        - Conozco un lugar nuevo. Se llama taberna Marcano – Contestó Valentino. Y agregó – Es un pequeño restaurante donde trabaja Iria, la hija de una amiga mía. La han abierto hace poco. Queda cerca de aquí, en la calle Menorca, al otro lado del Parque del Retiro. Podemos ir caminando. Será un paseo agradable.
         -  ¿Qué tipo de comida ofrecen?
         -  Cocina casera. Platos de cuchara y tapas creativas y sabrosas. No tiene estrellas de la Guía Michelin, pero os aseguro que la comida os va a gustar. Dispone de pocas mesas, pero ahora mismo llamo a Iria para que nos reserve una.

     Una vez estuvieron todos de acuerdo y Valentino hubo llamado a Iria, salieron del departamento. Enfilaron por la calle Espalter hacia Alfonso XII, y entraron al Parque del Retiro por la puerta que da a la plaza del Parterre. Bordearon el lago por el Paseo de Venezuela hasta el Paseo del Duque Fernán Núñez. Giraron a la izquierda hasta llegar al Florida Park, y por el Paseo Panamá salieron hasta la avenida Menéndez Pelayo, justo junto a la parada del Metro Ibiza. Caminaron dos calles más y entraron a Marcano.

     Nada más llegar Iria los invitó a bajar las escaleras y los situó en una mesa que les había reservado. Después de las presentaciones, Valentino le pidió a la joven que les recomendara algunas tapas. Aconsejados por ella se decantaron por anchoas en salazón casero con sopa de tomate, tartar de atún rojo, y tarrina de foie con frutas a la plancha y confitura de limón.

     De plato de fondo Muchosnombres y el señor Destino degustaron alubias al aceite con morcilla de puerro y butifarra, Michelle un delicioso risotto de boletus, y Valentino demandó una merluza braseada con salsa de mejillones y erizos fresco.   

     Para beber, aconsejados por Iria, eligieron un tinto “Amaral Roble” de cepa tempranillo. Y de postre, todos pidieron un tiramisú que encontraron excelente.

     Cuando al terminar el postre, el señor Destino les preguntó si alguno quería café, Michelle propuso:
- Sugiero que vayamos a tomarlo a la terraza del Círculo de Bellas Artes. 

     Todos aplaudieron la idea de la chica mexicana. El señor Destino pagó la cuenta, salieron de Marcano, y en la misma calle Menorca tomaron un taxi que los llevó hasta el Círculo, emplazado donde se encuentran la calle Alcalá con la Gran Vía.

     Michelle quiso ir al Círculo porque había oído hablar mucho de él y porque sabía que era una institución muy respetada en España. Un centro que durante años era un faro de cultura y que, además, tenía una de las mejores terrazas de Madrid.

     Mientras tomaban el café, el señor Destino, a pesar de que era el causante de casi todos los hechos importantes de todos los hombres y mujeres que pueblan y habían poblado la tierra, haciéndose el niño bueno, le preguntó a Michelle sobre su vida. La chica, ignorante de la verdadera naturaleza del embaucador y encantador hombre, contó algunas de las historias fantásticas que le había contado su abuela española durante su niñez. De esta manera indirecta, Valentino se enteró de una serie de detalles de la vida de esta mujer. Con cierta inquietud se percató que la empezaba a admirar.

     Cuando la tarde empezó a empinarse, Muchosnombres y el señor Destino se despidieron. Se excusaron diciendo que tenían que asistir a una reunión programada con semanas de antelación. Mientras Michelle decía “¡Qué lástima que se tengan que ir; son encantadores!”, Valentino sonrió levemente mientras pensaba “Vayan donde vayan, seguirán con nosotros igual como siguen estando con todos los hombres del planeta”.

     Una vez se quedaron solos, sin la presencia física de Muchosnombres y del señor Destino, Valentino le propuso a Michelle que volvieran al departamento a visionar alguna de las películas de su interesante colección de neorrealismo italiano. La chica le comentó que le encantaba el plan, pero le rogó que antes volvieran a ir al Mercado de san Miguel, aquel maravilloso lugar donde la mayoría de los clientes tapean y beben vino, cava y sidra de pie.
- ¿De verdad te apetece volver? – Le consultó Valentino.
- Sí, tengo un antojo, quiero beber una caipiriña. Luego me gustaría que volviéramos a tu casa caminando, tomados de la mano. Y antes que veamos la película quiero que hagamos el amor.