lunes, 9 de septiembre de 2013


A Valentino le llamó la atención 
una serigrafía de Delia del Carril, 
“La Hormiguita”

Capítulo 40


Fotografía de una serigrafía de Delia del Carril, "La Hormiguita".


     Cuando la puerta de la casa de Pablo Neruda de Isla Negra se terminó de abrir apareció una chica de unos treinta años ataviada con una bata blanca excesivamente almidonada, y que olía a colonia Barzelatto.

     Valentino la saludó, le dio su nombre y el nombre del medio que le había encargado el trabajo periodístico. A continuación agregó: “Por teléfono nos han confirmado que el señor Neruda nos recibiría hoy, a esta hora”. La mujer contestó el saludo y los invitó a entrar a un lugar que parecía un recibidor. Una vez dentro les pidió que se pusieran cómodos y que esperaran unos minutos. Antes de marcharse les confirmó la cita: “Apenas termine de atender una llamada del Presidente estará con ustedes”.
     En los muros de la confortable sala donde esperaban había varios 

marcos conteniendo grabados de artistas importantes. A Valentino le llamaron especialmente la atención dos serigrafías, con motivos de caballos, de la pintora y serigrafista Delia del Carril. Delia y Neruda se conocieron el año 1934 en París y, varios años después, se casaron. 

     Delia había nacido en 1894 en Buenos Aires. Era, por lo tanto, 20 años mayor que el poeta. Fue la quinta hija de un total de 18 vástagos, de una
de las llamadas “familias bien” en Argentina. Después de la Primera Guerra Mundial la joven se marchó a vivir a París, ciudad que entonces era un crisol cultural en el que la mayoría de los artistas de esa época querían participar. Era una mujer inteligente, talentosa y generosa. Por su gran capacidad para relacionarse, por su energía vital y por su actitud de servicio a los demás, el pintor chileno Isaías Cabezón la bautizó con el apodo de “La Hormiguita”. Desde entonces, todos su amigos y conocidos la llamaron así hasta su muerte. La inquieta y vanguardista Delia vivió más de cien años, y siempre estuvo ligada al arte y a los artistas. En la llamada “Ciudad Luz”, fue alumna del gran pintor francés Fernand Léger. 
En 1955 el vínculo con Neruda terminó porque éste se enamoró de la chillaneja Matilde Urrutia, a la que amó hasta cuando el vate murió el 23 de septiembre de 1973. 
En 1960, la inquieta y creativa Hormiguita, comenzó a participar en el Taller 99 que lideraba el pintor chileno Nemesio Antúnez, donde produjo una valiosa obra. 

     Valentino, Muchosnombres, el señor Destino y Michelle observaron 
que la estancia también estaba atestada de ramos y cestas con flores, 
y que se oía el sonido de un teléfono que no paraba de sonar. Al parecer todos querían demostrarle su afecto al poeta, a quien el día anterior la Academia Sueca le había otorgado el Premio Nobel de Literatura 1971.

      “Seguro que el presidente al que se refirió la chica que nos abrió la puerta es su amigo el Presidente Allende”, pensó Valentino. Y exclamó bajito: “Y pensar que ninguno de los dos ya no vive”. Valentino intentó aguzar el oído, pero Muchosnombres lo reprendió con dulzura femenina:
- Las conversaciones privadas no se deben oír; son privadas.


     Valentino le devolvió el suave tirón de orejas con una sonrisa, a la vez 
que farfulló:
- Tienes razón, pero para un periodista es muy difícil dejar escapar una oportunidad como ésta – y a continuación empezó a emitir frases, aparentemente, sin sentido. Michelle se volvió hacia él, e inquirió:
- ¿Estás hablando solo?
 No no, sólo estoy ensayando algunas preguntas que quiero hacerle.
- Pregúntale de sus amores – le sugirió Michelle – Dicen que ha amado y que lo han amado en abundancia. Comentan que, en alguna ocasión, incluso ha llegado a conservar las bragas de alguno de sus amores.
- Por supuesto que le preguntaré sobre sus amores, pero no sé si sería prudente preguntarle si también colecciona calzones de mujeres.

     Estaban en estas disquisiciones cuando en silencio, lleno de vida y sonriente, apareció en la estancia el gran poeta. Nada más entrar, con esa voz galopante y nasal tan propia de él que Valentino conocía porque solía oír grabaciones en las que Neruda recitaba sus poemas, les dio la bienvenida a la vez que posó sus ojos pícaros en Muchosnombres, bella entre las bellas.  Y se disculpó: “Valentino, siento haberlos hecho esperar. Casi no dispongo de tiempo por esta historia del premio, pero ni tiempo para ti ni para mí. Sin embargo cuando me enteré que eras periodista y que venías de España decidí conocerte y conversar contigo, compañero”.

- Gracias señor Neruda, y enhorabuena.
- Por favor, no me digas “señor Neruda”; prefiero que me llames Pablo. Y gracias por tus felicitaciones.
- ¿Fue importante para usted el tiempo que residió en mi país, señor Neruda?
- Muy importante. Mi primer encuentro con España fue en 1934.
Fui a hacerme cargo del Consulado de mi país en Barcelona. Fue el período entre las dos guerras mundiales, dos años antes del inicio de la Guerra Civil Española.

     Aunque desde hacía algunas horas era el flamante nuevo Premio 
Nobel de Literatura, Neruda no daba señales de euforia ni de triunfalismos. Estaba tranquilo, satisfecho y cómodo como una tortuga encaramada en una roca tomando el sol del trópico. 

Luego de las presentaciones Neruda deletreó los nombres de Muchosnombres y del señor Destino.
- Me gustan sus nombres; son originales, tienen una gran fuerza literaria. ¿Son vuestros apodos? 
- No, nos llamamos así. Reconozco que son apelativos un tanto extraños, como también lo son Juan Cortapiedras, hijo de Wiracocha; como Juan Comefrío, hijo de estrella verde; como Juan Piesdescalzos, nieto de la turquesa - recitó Muchosnombres, repitiendo los últimos versos de la estrofa once de Alturas de Macchu Picchu.
- Me complace que conozcas ese poema mío, bella Muchosnombres. Jamás había oído pronunciar esos nombres con el respeto como lo has hecho tú; es como si los hubieras conocido.
- Naturalmente que conozco su poema “Alturas de Macchu Picchu” y todos sus poemas. Pero además de conocer a todos sus Cortapiedras, Comefríos y Piesdescalzos, también he conocido y conozco a José Hacepirámides, a Lin Construyemurallaschinas, a Francisco Desincrustadiamantes, a Diego Escarbacarbón, y hasta a combatientes muertos, como el del poema César Vallejo que sólo se levantó después que se lo pidieron todos los hombres de la tierra. Y también he conocido y conozco a millones y millones de hombres y mujeres más, con nombres y sin nombres, que han sido torturados, explotados, vejados, violados, masacrados, hechos desaparecer, despellejados y desangrados hasta morir por la ambición de poder de otros hombres que no tienen derecho a llamarse hombres.


     Neruda se sorprendió del contenido del breve discurso de Muchosnombres e, inmediatamente, terminó de percatarse que aquella era una mujer especial. El impacto de las palabras de Muchosnombres generó un silencio que permitió hasta oír los chasquidos de las olas del Pacífico que no paraban de azotar la arena de la playa de Isla Negra.


     A continuación hizo un pequeño giro y saludó a Michelle. Valentino le aclaró que ella no era española, sino mexicana, aunque pertenecía a una familia de exiliados españoles.
- Buena mezcla España y México. Son dos países que han marcado mi poesía. ¿De dónde vienen tus raíces españolas, Michelle?

- Mi abuela materna, que todavía vive, es española. Y ahora que tengo oportunidad de conocerlo a usted compruebo que la vida es como un juego de magia. Un tío mío llamado Jacinto, hermano de mi madre se exilió en Chile. Fue uno de los que, gracias a usted, viajaron en el Winnipeg. Mi abuela española me ha contado que Jacinto, en una de sus primeras cartas enviadas desde Chile, narraba que en agosto de 1939, 
el día de la partida del Winnipeg del puerto francés de Trompeloup-Pauillac, con el corazón desgarrado de dolor, permaneció en la cubierta mirando la tierra europea a la que sabía que no volvería nunca. Y le decía que le quedó grabada su figura en el cerebro. También que usted parecía un ángel blanco salvador agitando sus manos y su sombrero. Él agregaba que en esa danza de gestos le pareció que usted escribía en el aire: ”No dejen de luchar jamás por la libertad”.  

     Cuando el poeta terminó de oír la narración de Michelle, exclamó:
- ¡Qué de vueltas da la vida, muchacha! Con razón cuando os saludé tuve la sensación de que os envolvía un halo misterioso, y presentí que habían muchas circunstancias que nos unían.
- Es verdad, probablemente por otros hombres como usted mi abuela sobrevivió y yo puedo estar hoy aquí, conociéndolo en persona – Y a continuación agregó - Tiene una casa hermosa y cálida, señor Neruda.
- Yo diría entretenida. Mis casas las concibo no sólo como un lugar para vivir, sino también para trabajar, para reunirme con mis amigos y para jugar como un niño. Para mí es muy importante que el niño que fui no me abandone nunca. Cuando la compré era una construcción muy elemental. Poco a poco he ido haciéndole injertos y poniéndole parches como mi Mamadre hacía con mis calcetines de niño. Me gustan mucho su torre y el altillo donde está nuestro dormitorio. Desde nuestra cama, Matilde y yo podemos ver el mar hasta el horizonte. Los días que más nos gustan son los que vienen sacudidos por temporales infernales, como los que me trajeron la madera de mi escritorio en que suelo escribir.