lunes, 20 de abril de 2020

Valentino conoce a Gutenberg


(Fotografía realizada por Aquiles Torres)

Entrada 56. 


Valentino se acercó al hombre que permanecía a contraluz de las llamas de la gran chimenea. Cuando la lumbre le iluminó el rostro lo reconoció: era Gutenberg. A pesar de tener sólo 55 años parecía un anciano.

Fue en ese momento cuando  Muchosnombres permitió que todos los que estaban en el taller pudieran ver a Valentino. Por suerte para él, a ninguno le pareció un extraño venido del futuro porque, en esos años, en plena Edad Media, por los caminos, callejuelas, plazas, mercados, palacios, templos, casas de meretrices y tabernas se veía una amplia tipología humana. Aunque era el corazón de Europa, por todas partes pululaban hombres venidos de distintos puntos del mundo conocido de entonces, de oriente, del norte de África, de otros países de Europa. Era una fauna ataviada de las más extravagantes formas, con calzados, ropajes y sombreros diversos. A veces, hablando lenguas desconocidas y entendiéndose por señas.

En esa sopa carnavalesca danzaba una amplia muestra de la sociedad de la época: santones, titiriteros, comerciantes, curas, príncipes, nobles, tahúres, delincuentes de toda calaña, niños abandonados, artesanos, mercaderes, artistas, prostitutas, pícaros, alquimistas, enfermos, tullidos, soldados, artistas, sacerdotes, curanderos, pordioseros y, quizás, hasta extraterrestres.

Lo que no sabía entonces ni el propio Gutenberg es que los inventos y descubrimientos medievales, especialmente su ingenio para imprimir, iban a ser claves en un cambio de la actitud del hombre ante la vida. Su imprenta abriría caminos, puertas y ventanas para que la cultura llegara a todas partes y sería un factor importante en el inicio de un mundo nuevo.

Aunque ya en el siglo once, y en los posteriores, en Europa se crearon las primeras universidades que comenzaron a profundizar en la búsqueda de respuestas a todas las incógnitas para entender al hombre, al mundo y al universo, todavía la cultura era como una mesa llena de manjares junto a la cual se sentaban a comer sólo unos poquísimos afortunados. En esta efervescencia cultural también comenzaron a generarse corrientes de pensamiento que rescataron la cultura clásica, especialmente la filosofía, para intentar entender, de forma racional, tanto las religiones como las ciencias, es decir la búsqueda de la verdad.

Cuando Gutenberg vio a la desconocida visita, le preguntó:
- ¿Quién eres, visitante?
- Me llamo Valentino, vengo del reino de Castilla; estoy de paso por Maguncia.
- ¿Quién es tu rey?
- Enrique IV.
- ¿Al que llaman “El Impotente”?
- Sí, ese es su sobrenombre.
- ¡Bienvenido a mi taller, Valentino! ¿A qué te dedicas?
- Relato lo que veo, lo que hace el ser humano.
- ¿Qué?
- Cuento lo que sucede en el mundo.
- ¿Lo bueno y lo malo?
- Sí, maestro, por desgracia también he estado varias veces en el infierno, en medio de guerras donde he visto la cara más sangrienta, perversa y cruel de los seres humanos.
- Entiendo. Eres como un cuentahistorias que vas por los vericuetos del mundo contando lo que sucede en cada pueblo que visitas.
- Sí, algo así. Aunque yo a las historias las llamo noticias y, antes de divulgarlas, compruebo que sean reales, porque no sólo informo acerca de lo que veo, también de lo que oigo y de lo que me cuentan. Y como me han llegado rumores de que has inventado algo extraordinario he venido a conocer tu invento y, por supuesto, a ti.
- ¿Te refieres a esto? – Le preguntó Gutenberg mostrándole una imprenta magnífica, tal como él se la había imaginado y que ya la había visto detenidamente varias veces en Internet.
- Sí, me refiero a tu máquina de impresión. Aunque me han dicho que lo realmente original ha sido que has inventado esto, los tipos móviles metálicos - le respondió tomando en sus manos una pieza compuesta de una aleación de antimonio, estaño y plomo que correspondía a la letra uve de Valentino.
Gutenberg lo quedó mirando con expresión incrédula, y le soltó:
- ¿Cómo sabes tú de tipos móviles metálicos si tu tiempo lo dedicas a ir de aquí para allá?
- Justamente porque voy de aquí para allá, sé más de lo que usted se imagina, maestro.
- Ya me había percatado que no eres un simple cuentacuentos; perdón…cuentanoticias.
- Así es, maestro Gutenberg.
- Me imagino todo lo que habrás podido ver y oír viajando de un lado a otro del mundo.
- Mucho, maestro, mucho. También sé que usted no siempre se ha dedicado a la impresión. Me han relatado que antes pulía espejos.
- Veo que sabes más de mí que muchos de mis empleados y clientes.
- Pero lo de los espejos ¿es verdad o no?
- Sí. Fabricar espejos no era un mal negocio.
- Maestro ¿y qué otras cosas ha hecho antes de llegar a su imprenta?
- Muchas cosas, Cuentanoticias. Desde mi pubertad no he parado de laborar. Mi padre fue mi maestro. He trabajado como herrero, he sido orfebre y hasta he dedicado tiempo al oficio de la acuñación de moneda. Incluso aprendí a tallar gemas.
- ¿En Estrasburgo?
- Sí. En Estrasburgo. Cuando era muy joven también mi padre me inició en la confección de matrices y en la fundición de la plata y del oro.
- Ahora entiendo cómo llegó a los moldes de sus tipos. Y como estos le han permitido desembocar en la impresión mecánica con ellos.
- Metálicos, Valentino, tipos móviles metálicos. Ellos han sido mi gran aporte al proceso de impresión mecánico. La verdad, es que durante toda mi vida no he parado de trabajar, pero 
aunque la mayor parte de mi tiempo lo paso ocupado en este taller, también estoy al tanto que en el mundo están sucediendo hechos extraordinarios. - El mundo está cambiando, maestro Gutenberg.
- Lo sé, lo sé. A pesar que todos estos últimos años he estado sumido en impresiones, en libros y en mi imprenta, soy consciente de lo que nuestro mundo está cambiando, cuentanoticias.

Mientras lo oía, Valentino lo miraba como hipnotizado. La frase “soy consciente de lo que nuestro mundo está cambiando, cuentanoticias” fue como un bofetón para el periodista, que le ayudó a centrarse en esa coyuntura histórica de la Europa de mediados del siglo quince. En realidad ese mundo no sólo estaba en plena transformación gracias a nuevos inventos, a nuevas técnicas y a nuevas doctrinas y teorías, sino que pronto también se ampliaría y sus confines llegarían más allá del horizonte hasta entonces conocido. Pero el periodista tenía claro que en medio de ese remolino de acontecimientos, ni Gutenberg ni el más avezado vidente, podían imaginar que apenas 37 años después, el 12 de octubre de 1492, un marino llamado Cristóbal Colón, acompañado por 87 hombres que navegaron por el Océano Atlántico en tres endebles naves, descubriría un nuevo continente. Fue un sueño o una visión de Cristóbal Colón que, gracias a sus dotes de persuasión, consiguió hacerla realidad. Fue mérito suyo el conseguir convencer a los reyes católicos, Isabel y Fernando, para que aceptaran financiar tan magna aventura. De este modo los reyes de Castilla y de Aragón, deslumbrados por el oro y los tesoros que Colón les aseguró que allí estaban al alcance de las manos, se “asociaron” a él, quien, finalmente, terminó descubriendo vastas tierras hasta entonces ignotas.

Aunque Muchosnombres le había dejado claro a Valentino que no diera información sobre hechos venideros, el periodista no pudo controlar su afán de informar y le comentó al gran Gutenberg, a quien consideraba su colega:
- Maestro, ni se imagina lo que nos traerá el futuro: nuevas tierras, nuevos mundos, nuevas formas de comunicación.