domingo, 26 de febrero de 2012

Regalos extraordinarios

     Capítulo 31
(Fotografía realizada por Aquiles Torres)


     Cuando el suelo de la casa empezó a vibrar y el aire se hizo irrespirable por la densa mixtura de olores fuertes y desagradables que despedía el ambiente de la sabana africana, Valentino le hizo una seña a Muchosnombres para sugerirle que hiciera regresar todo a la normalidad. De inmediato todo volvió a ser como era tres minutos antes y, aparte del sonido del traqueteo de unas copas de cristal, se hizo un silencio ancho como un horizonte. 


     Sólo quedaron, durante unos segundos, tres plumas de buitres flotando en el aire, hasta que finalmente cayeron sobre el delicado mantel. Lentamente los comensales comenzaron a reaccionar y empezaron a oírse murmullos y luego risas nerviosas. Por último, entre sonoros aplausos,  todos prorrumpieron en prolongados y estentóreos “vivas y bravos” en honor a Muchosnombres y al señor Destino por el magnífico truco que acababan de hacer en su honor.  


     Al finalizar de ingerir las viandas de la cena, comenzaron a degustar turrones, mazapanes, polvorones y sidra dulce “a asgaya”. Algunos habían comido tanto que apenas probaron los postres; se excusaron diciendo que estaban “refalfiaos” de tanto comer y, en cambio, prefirieron servirse un sabroso licor de cerezas del Valle del Jerte y Ratafía Catalana.


     Antes de tomar el café, la madre de Valentino les informó a sus seres queridos que ya podían leer los mensajes que les había preparado. Al instante, entusiasmados, comenzaron a levantar las lengüetas de los sobres que contenían los vaticinios escritos por Elvira. Algunos leyeron su carta en forma circunspecta, otros sonreían, y a varios se les llenaron los ojos de lágrimas y se levantaron a besar a Elvira. 


     Debido a que la “ecribidora” de vaticinios no conocía a Muchosnombres ni al señor Destino, se disculpó por no haberles también dejado a ellos sus correspondientes sobres con sus predicciones. Sin embargo, quiso ser gentil y les propuso que, si querían, cuando terminaran la cena les podría leer las líneas de sus manos.
- ¡Qué buena idea! – Exclamó guasón el señor Destino. Y agregó - ¡Hace siglos que quiero saber lo que me depara el destino! Desde que un nigromante de la corte de Cleopatra me descifró los códigos de las palmas de mis manos, nadie más lo ha hecho.


     Estaban todos entusiasmados leyendo sus predicciones 
cuando sonó varias veces el teléfono de Valentino. Como no lo contestaba, el señor Destino lo instó a hacerlo:
- Valentino, por favor, contesta tu teléfono.
- ¿Es el mío? – Preguntó Valentino haciéndose el cándido.
- Sí, es el tuyo. Sabes que es el tuyo.
     Finalmente, sonriendo, Valentino se disculpó:
- Como no teníamos conexión por la tormenta, me había olvidado del teléfono – Y a continuación contestó la llamada. 


     Se produjo un silencio transparente. Alguien entonces comentó: “Ha pasado un ángel”. Sin embargo nadie rompió la tregua porque todos querían escuchar lo que contestaría Valentino. A los pocos segundos le dijo a su interlocutora telefónica:
- Gracias, también yo te deseo lo mejor…. ¡Vale! Confírmame la fecha de tu llegada por e-mail. Sí, mi invitación sigue en pie. Lo siento, pero en el restaurante “La Flor de Montera” no hacen reservas, pero sé a qué hora ir para conseguir mesa. ¿El programa?...Lo mejor es que lo improvisemos 
¿Te parece?...También yo te mando un beso. Nos veremos dentro de unos días. Sería mala suerte que tu estancia en Madrid coincidiera con un reportaje periodístico que debo ir a hacer a Siria.


     Ante la mirada inquisitiva de los presentes, Valentino les confidenció:
- Era una amiga mexicana.
- Que se llama Michelle – agregó el señor Destino. 
- Sí, era Michelle.
- ¿Y quién es Michelle? ¿Una amiga periodista?– le preguntó su madre.
- No madre, es una chica mexicana que vive en Chile y que conocí hace algunas semanas mientras visitaba las excavaciones de Atapuerca en Burgos. 
- Y que luego, por esas cosas del destino, la reencontró en Madrid – Exclamó con sorna el señor Destino.
- ¿Es verdad que fue una casualidad? – Le consultó una de sus hermanas. 
- Sí, es verdad – Admitió Valentino.
- ¡Vaya casualidad! ¿Y cómo es ella? - Quiso saber su hermano mayor.
- Es una chica normal.
- ¿Cómo de normal? – Insistió el hermano. Y dejó caer otra pregunta - ¿Tienes una foto de ella para que la conozcamos?
- No, la verdad es que apenas la conozco; ni siquiera tengo fotos de ella.
- Sí tiene; en su billetero tiene una foto – Aseguró el señor Destino sonriendo en forma maliciosa.
- No, verdad señor Destino, no tengo fotos de Michelle.
- Sí señor Valentino, tienes una, abre tu billetero.
     A regañadientes Valentino lo hizo y, efectivamente, en uno de los compartimentos había una fotografía de la mexicana que el señor Destino, valiéndose de sus poderes había puesto allí. De inmediato la foto pasó de mano en mano y todos empezaron a hacer comentarios. Hasta los sobrinos de Valentino le preguntaban a coro “¿Será nuestra tía?”. Al finalizar la ronda, durante varios minutos, la conversación giró en torno a la hermosa chica sonriente de la fotografía que el señor Destino había hecho aparecer en la cartera de Valentino.
La última en opinar fue su madre, quien sentenció:
- Tiene cara de buena persona, hijo; sus ojos dejan ver un interior más hermoso aún que su rostro.  
- Y las madres suelen no equivocarse – Argulló en medio de una sonora carcajada el señor Destino.


     Cuando terminaron la cena se levantaron y dividieron en pequeños grupos en los amplios salones de la vivienda.
Fue sólo entonces, cuando Muchosnombres, aprovechando que estaba a solas con Valentino, extendió su brazo y le entregó  una pequeña caja.
- Te he traído un pequeño obsequio, querido amigo.
- ¿A mí? ¿Por qué?
- Porque nunca me has pedido nada para ti.
- Me lo advertiste cuando te conocí en el Parque del Retiro ¿Recuerdas?
- No sólo lo recuerdo, lo tengo siempre presente. Te vuelvo a recordar que para mí siempre es presente. 
- Lo sé, lo sé.
- ¡Anda, abre la caja! – le susurró al oído.


     Valentino desató la cuerda, cuando abrió la tapa de la pequeña arca un aroma embriagador, como una serpiente sigilosa, se deslizó de ella. Miró al interior y descubrió que contenía un simple papel con la frase “Vale por un diez por ciento más” con caracteres manuscritos. Aunque se sorprendió, lo disimuló bien, y le dijo a Muchosnombres:
- No lo entiendo. Sólo percibo un olor muy agradable que no había sentido nunca, y a la frase no le encuentro sentido. ¿A qué te refieres con un diez por ciento más?
- ¿No adivinas qué significa?
- Lo lamento, pero no.
- Es algo por lo que muchos hombres y mujeres matarían.
- ¿Está relacionado con el dinero?
- ¡Frío frío!
- ¿Tiene relación con el poder?
- ¡Frío frío!
- ¿Con las relaciones humanas?
- ¡Tibio tibio!
- ¿Con la edad talvez?
- Caliente caliente.
- Sigo sin entenderlo del todo.
- Significa que te regalo algo muy especial: tiempo. 
- ¿Tiempo? ¿Se puede regalar el tiempo?
- Yo puedo. Vivirás un diez por ciento más de lo que te hubiera correspondido vivir. 
- Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida; no sé qué decir – Confesó Valentino.
- Pues no digas nada. Me alegro que te guste – contestó Muchosnombres.


     De inmediato el señor Destino le entregó también un pequeño estuche.
- Querido Valentino, también yo te he traído un presente.
- ¿Otro obsequio más?
- Sí, ábrelo, te será útil en tu vida.


     Valentino rasgó el papel, abrió la pequeña caja rectangular y dentro había tres cartas correspondientes a tres “jokers”.
- Son tres comodines.
- Efectivamente son tres comodines. Como sabes, en algunos juegos los comodines son cartas que, al combinarlas con otras, toman el valor que el jugador que los posee les quiera dar. Sirven para completar una mano y ganar un juego.
- ¿Quieres decir que en el juego de la vida pueden servir para cambiar el destino?
- Efectivamente.
- ¿Y en caso de una dificultad las podré usar? ¿Surtirán efecto?
- Te las regalo para que las uses. Si alguna jugarreta mía puede hacerte daño y quisieres cambiar el resultado del juego, me puedes devolver una carta y yo te daré una segunda oportunidad. 


     Apenas Valentino cerró las dos cajas todos se acercaron a ver qué contenían. Y al comprobar que sólo eran dos papeles con frases que no pudieron relacionar con nada volvieron a lo que estaban haciendo. Mientras, Valentino con el corazón latiéndole a cien por hora de felicidad por la suerte que tenía, les gritó a sus seres queridos:
- Son bromas de estos dos, son bromas de estos dos – y emocionado, les dio un abrazo a ambos.