domingo, 18 de diciembre de 2011

Besos más dulces que el vino

Capítulo 28

     Después de terminar de hablar por teléfono con Michelle,
Valentino se sentó a trabajar un par de horas en una novela, sin nombre aún, que trata de un hombre que vivió tres exilios en su vida: el del jardín de su niñez, el de su Patria, y el de su amor.

     Luego de completar tres o cuatro carillas que lo dejaron relativamente satisfecho se levantó de su silla de trabajo, se arrellanó en un sillón, encendió su aparato de música, bajó la intensidad de la luz de la lámpara de pie casi al mínimo, cerró los ojos y se dispuso a oír canciones francesas. A los pocos minutos percibió que la estancia se iluminaba y se llenaba de un calor benefactor. Abrió los ojos y se le apareció Muchosnombres, tan hermosa como siempre, tatareando un trozo de la misma canción de Brel que él estaba escuchando: “Ne me quitte pas… Il faut oublier… Tout peu s’oublier…Qui s’enfuit déjà…Oublier le temps des malentendus…”. A continuación Muchosnombres repitió los mismos versos en castellano: “…No me dejes…Hay que olvidar…Todo se puede olvidar…Lo que ya se fue…Olvidar el tiempo de los malos entendidos…”

     Tras canturrear estos versos le lanzó una flecha envenenada:
- Bella canción… ¿Verdad?
- No me digas que a ti, que eres “todotodo siempresiempre”, también te gusta esta canción.
- También me gusta. Es como un grito desgarrado lleno de dolor pero es muy hermosa. Desprende poesía desde la primera hasta la última palabra. Es emoción en esta puro, por eso es gusto de personas sensibles y cultivadas.
- Creí que tú no tenías sensibilidad Muchosnombres; que estabas por encima de estas circunstancias de nosotros los humanos.
- ¿Cómo?
- Quiero decir que pensaba que no tenías sentimientos.
- Pues estás equivocado; también los tengo – y cambiando hábilmente de tema le espetó a Valentino – A propósito de emociones… ¡Qué manera de emocionarse la mexicanita contigo! Un poco más y te lleva al huerto. Y ahora te hace una llamadita telefónica con musiquita y todo. Y tú tratándola de “pequeñaja”.
     Valentino no dijo nada; prefirió contestar con una sonora carcajada.
- Veo que es una risa de evasión, amigo mío. También te gustó a ti ¿Verdad?
- ¡Mmmmmm! Es maja, inteligente y tiene sentido del humor.

     En medio de la lacónica respuesta de Valentino. Justo entre “inteligente y tiene sentido del humor”, de la nada, apareció en escena el señor Destino quien, sin que nadie se lo preguntara, expresó:
- Yo también encuentro maja e inteligente a la mexicanita. Y muy hermosa. No como esas bellezas forzadas que parecen fotos “photoshopeadas”, con rostros planos e inexpresivos, como si les hubieran pasado un rodillo por encima de su cara. Michelle, en cambio, tiene una belleza original, un rostro sonriente, lleno de aristas y detalles que la hacen inolvidable. 
- Tampoco creía que tú pudieras apreciar bellezas especiales.
- Pues ahora lo sabes, querido “pequeñajo”.
- No entiendo a qué viene tanta alharaca. Sabéis bien que no es la primera mujer con la que paso unas horas divertidas. Es una más.
- ¿Una más? Pues es posible que esa chica de la que tú dices que es tan maja, inteligente y con sentido del humor…y que es una más, por lo menos durante un tiempo, sea importante en tu vida Valentino.
- Oye… ¡Para para! ¿En qué lío me estás metiendo, señor Destino? ¿Por qué quieres hacerme esta putada? Si a Michelle apenas la conozco.
- Todavía – le endilgó a la cara – Y acercando su rostro al de Valentino le volvió a repetir con sorna - ¡Todavía!
- De verdad señor Destino, no siento nada especial por ella.
- ¿Exactamente qué me quieres decir?
- Quiero decirte que no me hace tiritar el alma. La he visto sólo dos veces en mi vida. La primera vez en las excavaciones de Atapuerca y la segunda hace poco más de una semana, cuando yo por casualidad pasaba por allí el día que le robaron el bolso en la Gran Vía.
- ¡Inocente…más que inocente! ¿Y tú crees que ese volverse a ver fue casual? Te confirmo que la coincidencia en el espacio y en el tiempo en la Gran Vía fue cosa mía, pero lo que siguió después fue cosa tuya. Y naturalmente de ella. Porque después de acompañarla a la policía la invitaste a degustar tapas al Mercado de San Miguel, y luego a caminar por un laberinto de calles de Madrid hasta… ¡Oh milagro!... aterrizar en tu departamento. ¡Vaya, que si te llega a gustar, te casas con ella el mismo día!
- Eres un exagerado, señor Destino. De verdad, apenas la conozco.
- ¡Apenas la conozco…apenas la conozco! – Repitió el señor Destino imitando la voz de Valentino. Y remató el discurso con una frase lapidaria- ¿Y entonces por qué ponías los ojos blancos cuando cantaste canciones de amor con ella?
- Por buena educación; por normas propias de un hombre bien nacido, como yo.
- ¿Y qué me dices de esos frotamientos de labios en la terraza? ¿Eran propiamente lo que se acostumbra a llamar besos o quizás a Michelle le faltó el aire, y tú, como un hidalgo español solícito, le hiciste el “boca boca”?
- Hombre, señor Destino, apenas fue un intercambio de besitos inocentes que, después de todo, no le hacen mal a nadie.
- ¿Besitos inocentes has dicho?
- ¡Vale! Fueron, como dice una canción de Jimmie Rodgers: kisses sweeter tan wine.
- ¡Lo que me faltaba por oír! ¡Besos más dulces que el vino!
¿No te fijaste cómo a ella le tiritaban sus piernas mientras bebía de tu vino, y cómo a ti se te subieron las pulsaciones a más de 130? ¡Claro! ¿Cómo te ibas a dar cuenta si en tu arrebato de pasión perdiste hasta la noción de la realidad?
- ¡Qué hocicón eres señor Destino!
- Lo que no quiero es que mires en menos a Michelle porque fui yo quien te la puso en tu camino. No olvides nunca que la vida da muchas vueltas, Valentino. Y yo conozco bien todos esos recovecos. Tú ni siquiera sabes lo que será de tu vida dentro de un mes o de un año. Ni siquiera sabes cuándo dejarás de existir.
- Te doy la razón, pero lo que sea de mi vida, al menos en parte, dependerá de mí. Por supuesto no me refiero a morir. Eso llega y no hay nada que hacer. Además creo que Michelle aún está enamorada de ese señor que conoció en el avión.
- ¡Uyuyuy pichoncito! Sabes muy bien, porque ya te ha sucedido, que el amor igual como llega se va. Vosotros los humanos tenéis una frase magistral que dice “Del amor al odio hay un solo paso”. Y ella acaba, aunque aún lentamente, de entrar en puntillas a la fase de odio que desembocará en un sentimiento totalmente neutro.
- “Del amor al odio” es sólo una frase hecha, señor Destino. En la vida cotidiana los sentimientos no suelen variar como una veleta en un día de temporal.
- Tú hablas por ti y por algunos cercanos a ti, pero yo que trato con tout le monde desde que el mundo es mundo, te aseguro que esa frase, en un alto porcentaje, es un reflejo de la realidad. La historia está llena de casos en los que el odio ha llegado a ser más fuerte que el amor.
- Como por ejemplo la historia de Sinhué y Nefernefernefer.
- No exactamente, porque en esa ligazón sólo hubo amor por parte de Sinhué el Egipcio. Recuerda que Nefernefernefer, arquetipo de mujer perversa e interesada, fingió amarlo hasta que dejó de serle útil. Si has leído la historia, recuerda que al final, al pobre Sinhué lo dejó más flaco que a un perro de alcantarilla.
- ¿Podría servir el ejemplo de Otelo y Desdémona?
- Tampoco, en ese caso no hubo odio, sino demasiado amor por parte de Otelo. Tanto, que los celos productos de ese mismo amor, hicieron que Otelo creyera las mentiras de Yago y terminara estrangulando a Desdémona. Para eso hay otra frase que dice “Hay celos que matan”. Sabes que cuando Otelo comprobó que su amada era inocente, se suicidó. Los celos, en el amor, son como una rama de espino envuelta en papel celofán.
- Querido señor Destino, te estás poniendo muy teatrero. Todo lo que explicas ocurre sólo en historias inventadas que los hombres transforman en poemas, novelas, obras de teatro, ballets, óperas y hasta películas.
- Estás equivocado. En la vida real también ocurre. ¿Sabes cuántos amores, cada día, por alguna razón, a veces sólo por una serpiente que se cruza en sus caminos, tras amarse, llegan a odiarse? Sois tan bárbaros que un poeta americano del siglo diecinueve se atrevió a escribir la siguiente frase: “Después del amor, lo más dulce es el odio”. ¿Te das cuenta?
- Esto demuestra que hay personas que al odio le encuentran un saborcillo dulce. Aunque sería más propio decir agridulce.
- Lo mismo pienso yo.

     Finalmente Valentino prefirió cortar el tema. Se quedó impasible, rumiando en silencio los comentarios del señor Destino acerca del amor y de los celos. Reconoció que, en parte, tenía razón. Fue entonces cuando Muchosnombres, que había asistido complacido al diálogo, le preguntó a Valentino dónde pasaría la Nochebuena y el día de Navidad.
- En una aldea emplazada en la Cordillera Cantábrica, donde mis padres tienen una casona del siglo diecisiete.
- ¡Fiuuu!... ¡Cuánto les habrá costado!
- No la han comprado. Es heredada de nuestros antepasados por la línea del linaje de mi madre.
- ¿lo pasaréis ellos y tú solos?
- ¡Qué va! Es una tradición que nos juntemos muchos miembros del “clan”: mis padres, mis hermanas y hermanos, mis sobrinas y sobrinos, mis abuelos maternos, y otros parientes que se apuntan o, simplemente, llegan. No es necesario ser invitado. Pero creo que este año sí que habrá unos invitados realmente excepcionales.
- ¿Quiénes?
- Quiero que tú y el señor Destino también vengáis. Nuestra casa es muy grande, muy tibia, y nos sobra el cariño. Podríais compartir con nosotros unos días maravillosos. Estaremos perdidos en medio de la nieve.

     Muchosnombres meditó un par de segundos la invitación y terminó diciendo:
- Nos va a encantar estar contigo y tu familia, pero nadie debe saber quiénes somos.
- ¡Qué bien! Lo prometo.
- ¿Qué deberemos aportar?
- Apetito, sed y ganas de pasarlo bien.
- Vale, pero debes aceptar que en Nochebuena te dé un pequeño regalo que nadie más que yo te puede dar.
- ¿Qué es?
- Es algo que a todos los hombres y mujeres de este planeta les gustaría recibir.
- ¿Qué puede ser? Viniendo de ti seguro que será especial ¿Me podrías adelantar algo?
- ¡No!
- ¿Me explicarás el secreto de la vida y de la muerte?
- ¡No!
- ¿Me permitirás entender el infinito?
- ¡No!
- ¿Llegaré a conocer el significado del concepto tiempo?
- ¡No!
- ¿Me explicarás qué es la eternidad?
- Frío frío.
- Muchosnombres ¡Anda! Dame una pista por lo menos.
- Valentino, no preguntes más ni intentes jugar a las adivinanzas conmigo porque no te diré qué es. No hagas que me arrepienta; recuerda que la curiosidad mató al ratón.