sábado, 7 de mayo de 2011

Viaje a Valencia (sexta parte)

Capítulo Nº 14


     El botones, con el rostro rojo como un tomate y sin quitarme la vista de encima, se agachó para recoger la nota que se había caído y entregármela.
Cuando estiré mi brazo para darle unas monedas, me dijo:
- Con haberla visto a usted me doy por pagado, mademoiselle.
     Y se fue como flotando, con su cabeza girada para no perderme de su campo de visión.
- ¿Qué ha dicho? ¿Por qué me ha llamado mademoiselle? - consulté a Muchosnombres que no paraba de reír.
- Lo que has oído, querida Valentina.
- ¿"Querida Valentina"? ¿Por qué me llamas "querida Valentina"?
- ¡Jajajá! ...mírate al espejo y lo entenderás.


     Inmediatamente corrí a mirarme al espejo que me devolvió una imagen mía que nunca había visto. Intrigado me miré hacia abajo y comprobé que lo que reflejaba el espejo era el cuerpo que en ese momento tenía. Y lo que veía era yo pero embutido en un cuerpo de mujer, con unas generosas y bamboleantes tetas que quitaban el hipo; un vientre plano; unas caderas que parecían de "conejita Playboy"; y un pubis coronado por un sexo de mujer primorosamente depilado con formato de corazón, atravesado por un "piercing" con forma de flecha.


- ¡Coño, Muchosnombres! ¿Qué significa esto?
- Tranquilo Valentino, tranquilo. Es sólo una pequeña broma para que te sirva de lección y compruebes cómo nos sentimos las mujeres cuando, a veces, vosotros los hombres nos devoráis con los ojos.
- Yo no soy de esa clase de hombres - le aclaré.
- "Menos lobos Caperucita" ¿Es que no me estabas esperando en pelota picada para que al verte, loca de pasión, me lanzara a tus brazos?
- Y que me dijeras "hazme tuya, Valentino" - añadí yo con humor al ver que tenía la partida perdida. Y agregué - No sabía que también podías leer el pensamiento a distancia.
- Ahora ya lo sabes. Aunque te confieso que me halagaba tu plan. También a veces a mí me gusta darme un banquete de caricias y de besos. Y si se me antoja, de postre, zamparme un flan con nata.
- ¡Fiuuuu! ¿Y cuánto tiempo vas a dejarme así?
- ¿Cómo así?
- Como chica de calendario de camionero.
- Creo que ya ha sido suficiente el escarmiento. ¡Vuelve a mirarte!


     Y en un abrir y cerrar de ojos me vi reflejado de nuevo como me había visto siempre, aunque como no tenía encima la toalla, todo lo que de acuerdo a la ley de la gravedad me tenía que colgar, lo hacía con un suave y elegante movimiento pendular.


     Cuando por fin estuve medio vestido, me dispuse a leer el papel que me había traído el botones y entendí por qué el angelito de dios me había mirado de la forma en que lo hizo. Bueno, después de todo, el pobre jovenzuelo que tenía cara de hambre carnal, por lo menos se dio un festín mirándome. El mensaje decía: "Querido Valentino, deseo volver a verte de nuevo. A partir de las dos de la tarde estaré en la Plaza del Ayuntamiento. No me busques; yo te encontraré". Aunque no firmaba nadie, me imaginé que era de Venus. Luego pensé "¿Cómo habrá sabido que estoy en Valencia en el mismo hotel que nos conocimos y amamos?".


     Mientras leía, Muchosnombres me miraba con cara de saberlo todo. Pero en vez de hacerle preguntas preferí callar. Ya me había dado una buena lección. No quería recibir una segunda amonestación y menos que me sacara tarjeta roja. Total si podía leer el pensamiento, se lo dijera o no, si quería podía conocer hasta los pliegues más íntimos de mis sueños y mis deseos. A una persona así es imposible esconderle nada porque siempre sabrá con qué cartas juega el contrincante.


     Cuando salimos del Reina Victoria el cielo se había despejado casi por completo. Sólo quedaban unas nubes blancas que parecían todavía más blancas bajo el cielo levantino que casi siempre es de un azul intenso. El vientecillo seguía siendo tibio y la gente que deambulaba por las calles se veía contenta, sonriente, dicharachera, con ganas de vivir intensamente. Al mirarlos recordé algunos documentales en blanco y negro que había visto en la televisión, que mostraban la alegría y el entusiasmo desbordados con que la población de París se echó a las calles el Día de la Liberación, en agosto de 1944.


     Aunque la plaza estaba llena, una vez más Muchosnombres hizo uno de sus  acostumbrados malabares y me encontré junto a ella instalado en primera fila, en un lugar privilegiado. De inmediato yo comencé a estirar el cuello para intentar encontrar a Venus. Aunque no la veía presentía que estaba allí, entre la multitud.


     A las dos en punto empezaron a encender los petardos y todo se llenó de ruido, humo y de un intenso olor a pólvora que me trajo recuerdos de mi niñez, de las fiestas de la primavera que celebraban en mi pueblo, en las que cada año elegían reina a la que consideraban la muchacha más bella. Luego, por la noche, la reina, ataviada con una corona brillante ceñida en su frente, acompañada por sus damas de honor, desfilaba subida en una elegante carroza, seguida por una caravana de vehículos. Toda esta parafernalia tenía lugar en medio de unos fuegos artificiales que, aunque modestos, impregnaban el ambiente del mismo aroma que yo percibía ahora.


- Fuego y ruido infernal - me dijo Muchosnombres - así empieza siempre lo que llamáis un big-bang.


     En el momento culminante de la mascletá, cuando ya había perdido la esperanza de encontrar a Venus, alguien que estaba detrás de nosotros me tocó el hombro. Me di vuelta y allí estaba, encantado de la vida, el señor Destino tomándose un helado de fresa y chocolate.
- ¡Hola! - me dijo con cierta ironía - ¿Recibiste mi notita?
- ¡Ah!... el mensaje era tuyo.
- ¿Y de quién pensabas tú que podía ser? - me preguntó riéndose en mi cara -
¿Quizás de aquella belleza que está allí con esos dos niños de cabellos rubios?


     Miré hacia donde me indicaba el señor Destino y vi a quien parecía ser Venus. Al verla, confieso que a pesar del fuerte ruido que nos envolvía, sentí cómo la sangré hacia palpitar mis sienes. En ese momento, aparte de ella, todo desapareció para mí. No sé cuánto rato estuve embobado, observándola, recordando aquellas noches maravillosas que, desde entonces, volvían y volvían a mis pensamientos cada vez que me sentía solo.
- Es Venus ¿Verdad? - le grité al señor Destino acercando mi boca a su oreja, para asegurarme que no me fuera a hacer una trastada.
- Sí, es Venus - musitó Muchosnombres con una cara que me decía "Te acompaño en el dolor, pero es por tu bien".
- ¿Sabes por qué te he preparado este encuentro? - me preguntó el señor Destino. 
- Me lo imagino - dije nervioso.
- No, no te lo imaginas, es para que te cures de ese amor. Porque ya no existe, es sólo un recuerdo, ella ahora es feliz. Y tú también podrás serlo cuando pongas algo de tu parte.
- ¿Quieres decir que ella no siente por mí lo que yo siento por ella?
- No. Para ella sólo eres un recuerdo hermoso.
- ¿Nada más?
- Nada más. Anda, aproxímate y salúdala. Va a estar encantada de volver a verte, te besará en las mejillas, te dirá que aunque han pasado varios años estás igual, que te recuerda con cariño. ¡Ah!...y también te contará que esos dos niños son hijos suyos.


     Yo dudé. No sabía si ir hacia donde ella estaba o no. Pero Muchosnombres me animó:
- Ve, acércate a Venus, haz caso al señor Destino. Te está haciendo un favor que no suele hacer a todo el mundo. Enfréntate a ella y verás cómo se romperá el hechizo y volverás a sentirte libre. Es la única manera que vuelvas a enamorarte de nuevo y que sea feliz.


     Y así lo hice. Apenas estuve junto a la hermosa Venus, como había sucedido en otras ocasiones que había compartido con Muchosnombres, todo se detuvo. Sólo quedamos con movimiento ella, Muchosnombres, el señor Destino y yo. Todo, todo lo demás, la muchedumbre y hasta la brisa quedaron suspendidas en el espacio y en el tiempo. Incluso las chispas y la humareda de las tracas permanecían inmóviles, casi al alcance de mi mano, capturadas como en una foto instantánea. Hasta la amalgama de sonidos se fue y comencé a "oír" un silencio que nunca antes había percibido. Ocurrió todo como el señor Destino y Muchosnombres me dijeron que ocurriría. Cuando me despedí de Venus la vida recobró su ritmo. Luego mi corazón se desaceleró y en mi cerebro comencé a sentir una melodía nueva que me llenó de paz.


(Continuará)