viernes, 8 de abril de 2011

Viaje a Valencia (tercera parte)

Capítulo Nº 11.
Jardín Tropical de la Estación de Atocha de Madrid
Antes de salir de mi departamento, Muchosnombres miró de nuevo a través de los ventanales del salón que dan al Real Jardín Botánico y se quedó unos segundos en silencio. Luego bajamos por el ascensor. En la calle nos esperaba un taxi que habíamos pedido por teléfono. Cuando llegamos a la Estación de Atocha eran las nueve y diez minutos de la mañana. El taxi nos dejó junto a las puertas de arriba, las que están al lado del parking público. 


     Cuando el taxista abrió el maletero para entregarnos nuestros trolleys, no aguantó su curiosidad y, sin disimular, le hizo un recorrido visual completo al cuerpo de Muchosnombres, que ese día no llevaba ninguna joya encima. Yo me sonreí, porque entendí que es muy difícil abstenerse de mirar de arriba a abajo y de lado a lado a esta mujer que, por lo menos para mí, es la más hermosa que he visto en la vida real e, incluso en los medios de comunicación. Y ella, que debe estar acostumbrada a ser el centro de atracción allí donde va, en vez de enfadarse por esa mirada lasciva, se despidió del chófer con una sonrisa amplia y con un "Que tenga usted un buen día, amigo".


     El primer edificio de la Estación de Atocha, que fue inaugurada el 9 de febrero de 1851, fue la primera estación de ferrocarril de Madrid. Entonces se le llamó Estación del Mediodía. Posteriormente, debido a un incendio, tuvo que ser reconstruida bajo la dirección de Alberto de Palacio, colaborador de gran Gustave Eiffel. Básicamente es el edificio que conocemos ahora.   
   
     Como hago cada vez que visitó este lugar, antes de bajar por las escaleras mecánicas me quedé mirando el llamado "Invernadero de Atocha", que es un jardín exótico, con plantas tropicales y subtropicales que situaron en medio del antiguo apeadero, e hice unas cuantas fotos. Es realmente hermoso este jardín, y los chorros de vapor de agua que el sistema de irrigación suelta intermitentemente, produce una sensación aún más real de estar junto a una selva tropical.


     Cuando bajamos hasta los pequeños lagos artificiales, comprobé que las pequeñas tortugas que pusieron allí hace algunos años atrás, ahora ya han alcanzado el tamaño de un gato pequeño. Y hay tantas, que las que no están en el agua escondidas entre las plantas acuáticas, tienen que estar, prácticamente, unas encima de otras en las terrazas que les han instalado para que tomen el aire y descansen.


     Íbamos a sentarnos en una de las terrazas del restaurante que está junto a la escultura "El Viajero" del gran artista Eduardo Urculo a tomarnos un café, pero finalmente decidimos irnos directamente a pasar los controles de pasajeros que son similares a los de los aeropuertos. 


     A las nueve y treinta y cinco minutos subimos al aerodinámico tren. Estaba previsto que el convoy saliera a las 09:40. Y a esa hora, ni un minuto antes ni un minuto después, partimos hacia la ciudad de Valencia. 


     Nada más subir nos recibieron con una copa de cava de bienvenida, nos entregaron la prensa del día y la revista "Paisajes". Ambos hojeamos por encima los periódicos. Cuando terminamos de hacerlo, hicimos breves comentarios sobre las principales noticias de actualidad: las repercusiones de la decisión del presidente Rodríguez Zapatero de no presentarse como candidato a una nueva elección, los acontecimientos en libia y, por supuesto, al nuevo terremoto de 7,1 grados que ha estremecido de nuevo al Japón, casi en la misma zona del gran sismo de 9,1 del 11 de marzo recién pasado.


     Aunque teníamos auriculares para escuchar música o seguir la banda sonora de la película, con Muchosnombres preferimos conversar.
- Valencia está junto al Mediterráneo a 352 kilómetros de Madrid. Por lo tanto, como este tren irá a una velocidad media de unos 300 kilómetros por hora, tardará menos de 100 minutos en llegar a la también llamada "Capital del Turia" - le comenté yo a Muchosnombres.
- ¿Y 300 kilómetros por hora te parece rápido, Valentino?
- Sí, para ser un vehículo terrestre me parece rápido; incluso estos trenes pueden llegar a velocidades cercanas a los 400 kilómetros por hora. ¡Imagínate!
- Quizás debíamos haber viajado por el sistema que suelo viajar yo.
- ¿A qué velocidad te puedes desplazar?
- A una velocidad, digamos "instantánea", porque te recuerdo que yo soy todo.
Es como si fuera un viaje a mí misma.
- ¿Y por qué no lo hacemos ahora?
- ¡Bah!... no tiene gracia para mí. Ya lo haremos otro día. Viajar en un Tren de Alta Velocidad, y más encima en clase Club, mirando el horizonte y cómo se suceden los paisajes, es algo digno de saborear. Como este cava Codorníu brut que está en su punto - dijo levantando la copa y mirando a contraluz las burbujas del vino blanco espumoso procedente de Cataluña, de los viñedos de Sant Sadurní D'Anoia.


     Yo me sentía feliz porque Muchosnombres de verdad parecía estar relajada y cómoda. Sentía que realmente estaba allí, sólo para mí, aparentemente sin importarle nada más, aunque su extensión fuera infinita y no tuviera fronteras ni siquiera más allá de un millón de un millón de universos similares al nuestro. Algo en lo que desde que la conocí me había dado en pensar y no había caso, siempre llegaba a un límite donde me decía a mí mismo que allí terminaba todo y empezaba la nada. Y en dos o tres ocasiones en que le confesé lo que pensaba se echó a reír mientras me decía: "Sigue, sigue más allá porque la nada no existe". Y yo le intentaba sonsacar que me descubriera la clave del infinito, pero siempre terminaba riéndose todavía más. Luego me cogía de las orejas, me rozaba mis labios con los suyos y me decía: "¿Por qué quiere saber tanto este cachorro mío?". Y yo, sólo porque me hiciera este mimo, cada vez que la veía le preguntaba de nuevo sobre el infinito. En esta ocasión intenté desviar hacia ese tema nuestra conversación y pensé: "Voy en este tren fabuloso cruzando España, bebiendo una copa de un excelente cava, el que más encima esta hermosura me tire las orejas y a la vez me dé un beso suave, es casi como morir de felicidad". Por esta razón volví a la carga.


- ¿Qué velocidad consideras tú respetable? - le espeté intentando meterla en mi corral.
- A partir de 299.792.458 kilómetros por segundo.
- ¡Fiuuuu!...o sea la velocidad de la luz en el vacío.
- Sí, porque todo lo que baje de esa cifra, digamos que a efectos cosmológicos es baladí. Por ejemplo ¿Sabes cuál es la velocidad mayor alcanzada por una máquina creada por vosotros los humanos?
- No lo sé.
- La sonda "Voyager 1", lanzada al espacio en 1977, se aleja de la tierra a una velocidad de un poco más de 61.000 kilómetros por hora. Junto con su compañera la "Voyager 2" son los ingenios creados por vosotros que están más lejos de vuestro planeta. Pero digamos, aunque existiera sólo un universo, en estas inmensidades mías, decir "más lejos" es casi una broma.
- ¡Vale! ...pero algo es algo.
- Sí, tienes razón que es algo. Lo habeís conseguido gracias a los 17 kilómetros por segundo a los que se desplaza la "Voyager 1". La verdad es que no está mal para una especie de apenas unos tres millones de años de evolución.


(Continuará)