martes, 25 de octubre de 2011

Suspiros de España

Capítulo 25
Atardecer en Madrid

      A Michelle la invadió una pena inmensa al contar circunstancias de su desamor. Sin embargo se sobrepuso, suspiró, sonrió y volvió a centrarse.

- ¿Podemos seguir oyendo música?
- Por supuesto ¿Qué te apetece oír?
- ¿Te parece bien que oigamos boleros y pasodobles?
- ¿Boleros y pasodobles?... ¡Vaya mezcla! Eres muy joven aún para que te guste este tipo de música.
- Sí, soy joven, tengo menos de treinta, pero me gustan.
- ¿Por algo en especial?
- Mis abuelos paternos son mexicanos. De ellos heredé el gusto por los boleros. Siempre me cuentan que se conocieron bailando un bolero. Al principio no me gustaban porque cuentan historias como muy rebuscadas, pero de tanto oírlos y de escuchar tantas historias familiares relacionados con ellos, terminé también haciéndolos míos. Forman parte de mi vida.
- Ahora entiendo.
- Aún hoy, cuando con los padres de mi padre hacemos un viaje en automóvil, abrimos las ventanas del vehículo y cantamos boleros. Estoy tan acostumbrada a ello que cuando viajamos y no lo hacemos, lo reclamo. Son momentos en que soy muy feliz porque ellos intercambian recuerdos en voz alta, como para que yo los oiga. También se hacen preguntas, como “¿te acuerdas cómo iba vestida cuando me viste por primera vez?” o “¿Y qué sentiste cuando te pedí salir a bailar?...¿Te latió el corazón?”. El verlos contentos a los dos me llena el espíritu de alegría. A veces soy tan feliz junto a ellos que, mientras canto, lloro.

- ¿Y los padres de tu madre también son mexicanos?
- Españoles. Mi abuela materna nació en Andalucía.
- Andalucía es una tierra hermosa, de gente con donaire, salero y alegría de vivir. Además, sus mujeres son muy bellas y llenas de gracia.
- Debe ser verdad lo que dices, porque mi abuela es muy guapa y siempre está alegre y cantando. Y eso que le ha tocado sufrir lo suyo. Tiene 89 años muy bien llevados. Salió de España con 14 años de edad. Por la guerra civil. Ella, dos hermanos más, sus padres y dos tíos tuvieron que exiliarse. Primero fueron a Francia y desde allí vinieron a México, con la excepción de un tío de mi abuela.
- ¿Y qué fue de ese tío que no fue a México? ¿Regresó a España?
- No regresó. Se llamaba Jacinto. Se fue a Chile; en el Winnipeg. El Winnipeg se llamaba un barco que contrató el poeta Pablo Neruda para trasladar exiliados españoles desde Francia a Chile. Se embarcaron en el puerto francés de Trompeloup-Pauillac, que queda cerca de Burdeos. Salieron en agosto de 1939. Mi abuela me platicaba que su tío Jacinto le había contado por carta que cuando el barco levó sus anclas y empezaron a despegarse del suelo europeo, casi todos, de pie en la cubierta,  comenzaron a cantar mientras Pablo Neruda, enteramente vestido de blanco, los despedía agitando su sombrero.     
- Me puedo imaginar la escena. Debe haber sido desgarrador porque la mayoría sabrían que no iban a volver nunca más a ver su país.
- Él y más de dos mil españoles llegaron a Valparaíso en 1939. Por eso ahora elegí Chile para estudiar y trabajar. Aunque ese tío de mi abuela falleció hace muchos años, su semilla lleva también mi sangre. Sus descendientes forman parte de mi familia.
- ¿Y cómo se conocieron tus padres?
- Fue a los pocos años de haber llegado a México. Se conocieron en la casa de unos amigos también españoles, de Cataluña. Mi abuelo era catalán. Se llamaba Joan y tenía los ojos color turquesa, como la tonalidad del agua del mar de la Costa Brava. Murió hace cinco años.
- ¿Cómo se llama tu abuela?
- Elvira, se llama Elvira. Es ahora la jefa de la familia. Es una mujer muy fuerte, activa y extrovertida. Todavía canta y baila pasodobles y a veces hasta se pone su peineta de carey en su cabello y sobre sus hombros un mantón maravilloso, de seda bordada. Tanto la peineta como el mantón son muy antiguos; pertenecieron a la madre de su abuela. Su pasodoble favorito se llama “Suspiros de España” ¿Lo conoces?
- Claro que lo conozco. Además es muy hermoso. Cuentan que los exiliados y los emigrantes españoles decían que contenía el espíritu de España y que destilaba la nostalgia por el país lejano. Pocos españoles no lo deben conocer. Es casi un himno. Lo han cantado los mejores intérpretes españoles y muchos extranjeros. Hasta Plácido Domingo ha grabado una versión.
- Siempre que mi abuela Elvira oye ese primer verso que dice:  “Quiso dios, con su poder, fundir cuatro rayitos de sol y hacer con ellos una mujer” llora como una niña pequeña y exclama “Este pasodoble tiene toda la magia de mi tierra; nosotras las mujeres de España estamos hechas de rayitos de sol”.
- ¿Ha venido a España?
- A pesar que dice que le duele su recuerdo, nunca ha vuelto. A veces cuando yo le digo: “Anda abuela, anímate a ir conmigo a España, yo te invito”, me contesta: “Cuando salí de mi Andalucía sentí que me rasgaban el alma. Los primeros años sólo soñaba con regresar. Pero cuando tuve mi primer hijo juré no volver nunca. Además ahora ya no me queda nadie querido allí. Mis raíces ya no existen. Aquí está ahora mi gente, los que me van a enterrar”.
- Hermosa historia la de tu familia, Michelle.
- Sí, es hermosa. Pero tú me has hecho sólo hablar a mí. De ti no sé casi nada, Valentino. ¿Eres casado o soltero?
- Soltero.
- Pero habrán habido mujeres en tu vida.
- Sí, algunas. Pero más bien han sido amoríos.
- ¿Algunas muchas?
- Dígamos, algunas.
- No me contestes en forma evasiva. No vale contestar así. Yo te he jugado limpio. ¿Te has enamorado alguna vez, Valentino?

     Valentino se quedó mudo durante un instante, probablemente porque no esperaba esa pregunta, pero al final respondió:
- Un par de veces.
- ¿Fueron amores a primera vista como me sucedió a mí en el avión?
- Sólo en parte. En ambas ocasiones necesité algo más que una primera impresión.
- ¿Necesitaste una mezcla de sexo y sentimientos?
- No me refiero a sexo. El amor es mucho más que sexo. El sexo es sólo una necesidad física, una sensación parcial, pasajera. El amor en cambio es una mezcla de sensualidad y de emociones que invaden hasta el último poro de nuestro cuerpo y hasta la más recóndita neurona de nuestro cerebro. El amor es un ramillete de sentimientos. Cuando uno está enamorado y es correspondido, además de sentir una plenitud física, se siente infinito y eterno. Por lo menos es lo que a mí me ha sucedido en dos ocasiones.
- Tienes razón, es distinto, es un arcano que no tiene explicación racional. El amor es como el fuego, lo purifica todo. Es un remolino que nos trastorna de felicidad.
- Aunque no ha sido a primera vista, cuando me he enamorado, me he dado cuenta casi de inmediato que allí había un rescoldo que era una mezcla de fuego y de hielo. En los dos casos me bastó un primer abrazo para sentir junto a mí el sonido de un corazón palpitando. Era apenas un murmullo de un corazón latiendo, pero  repentinamente, como por arte de magia, se transformó en una sinfonía maravillosa, como si junto al mar, en medio de la noche, un coro cantara sólo para dos el “Va Pensiero” del “Nabbuco” de Verdi.
- Y no se necesita nada más y a nadie más ¿Verdad?
- Así es. En esas dos ocasiones sentí que allí lo tenía todo.