martes, 12 de mayo de 2015

El e-mail de Violante decía: “Te necesito; esta tarde quiero estar contigo para que hagamos el amor hasta desfallecer de felicidad”


Entrada 48
Fotografía realizada por Aquiles Torres

     Valentino tenía claro que la pregunta más importante que debía hacerle a Tutankamón era la relativa a los entresijos de cómo había podido vencer a la clase sacerdotal de Amón. En casi todos los escritos en que el periodista se había documentado antes de hacer el viaje al pasado se mencionaba lo difícil que había sido para el faraón desplazar al dios Amón e imponer a Atón como Dios único, representado por un disco solar con muchos rayos con forma de brazos. Sin embargo, a pesar de la rigurosidad de las investigaciones realizadas por los egiptólogos especializados en la dinastía XVIII, aún quedaba una serie de zonas oscuras que ahora Valentino tenía la oportunidad de aclarar.

     En cambio el faraón y, sobre todo la reina Nerfertiti, lo que querían era conocer “el mensaje secreto del Dios Atón” que Valentino les había informado que les traía. Ellos lo consideraban un mensajero divino, razón por la que ardían de deseos que esa confidencia celestial se las transmitiera antes de que el aparecido de la nada se volviera a los territorios de la deidad. Su preocupación era lógica: “sin mensajero no hay mensaje”, pensaban. Estaban conscientes que en cualquier momento la comitiva sobrenatural formada por el periodista, Muchosnombres y el señor Destino desaparecería, probablemente, en medio de los mismos rayos de luz que los había traído hasta Tell el Amarna.

     Como es natural, el periodista hubiera querido haber sacado algunas fotos o grabado películas en cada una de sus entrevistas, pero Muchosnombres le había dejado claro que no perdiera el tiempo, que se olvidara de captar imágenes y sonidos, entre otras razones, porque cuando regresaran a Madrid, la cámara y la grabadora seguirían teniendo sólo las imágenes y los sonidos que tenían en el momento de la salida. Y el comunicador, respetuoso de la orden de Muchosnombres; ni siquiera lo había intentado. Por esta razón, hacía denodados esfuerzos por grabar en su cerebro no sólo las respuestas a sus preguntas, sino también hasta los más mínimos detalles de todo cuanto captaban sus sentidos, sobre todo los rostros y las voces de sus interlocutores.

     A medida que pasaron los minutos o las horas de este encuentro increíble, Tutankamón fue detallando lo difícil que había sido conseguir vencer a los poderosos sacerdotes del dios Amón, cuyo poder central estaba asentado en Tebas. Explicó en detalle el plan y la estrategia que diseñó y llevó a cabo, dando claves inéditas que la historia no había registrado, mientras Nefertiti repetía varias veces que sin el poder ancestral que les otorgaba el cargo más importante de Egipto, así como el poder mágico que los egipcios le otorgaban a los símbolos externos como la doble corona, el látigo y el cayado, hubiera sido imposible vencer a la mafia sacerdotal. El faraón pormenorizó las veces que había resultado indemne de intentos de ser quitado de la circulación, especialmente con bebidas y comidas envenenadas, y víboras y escorpiones que manos cobardes y traidoras varias veces habían dejado entre las ropas de sus lechos.

     Durante la entrevista Valentino se percató que la marea de cambios promovida por Akenatón había transformado, incluso, la concepción artística que hasta antes de él existía en Egipto. Ahora los cánticos tenían versos con contenidos más humanistas, que alababan el amor universal; y la pintura y la escultura también habían experimentado cambios bruscos. Hasta entonces, los egipcios solían representar las figuras humanas con las cabezas de perfil y el resto del cuerpo en poses un tanto afectadas y artificiales. Valentino comprobó que esto había cambiado. Incluso Akenatón y Nefertiti acostumbraban a retratarse en posturas informales, en escenas del día a día, como por ejemplo en la intimidad de una estancia jugando con sus hijos. Le llamó mucho la atención una gran pintura mural en la que aparecían Akenatón y Nefertiti con algunos de sus hijos de una manera tan distendida, que le recordó el magnífico cuadro de los Duques de Osuna con sus cuatro hijos pintado por el genial Goya a finales del siglo diecisiete y que, actualmente, se exhibe en el Museo del Prado.

     Apenas Valentino consideró que ya tenía todo el material que necesitaba para su trabajo periodístico, procedió a cerrar la entrevista transmitiéndoles al rey y a la reina el mensaje privado que, aunque inventado por él, les aseguró que se los enviaba el propio Atón. Ambos, convencidos que era un mensaje de su Dios, a medida que lo oían, fueron demudando sus rostros, sobre todo al oír palabras claves como “libertad”, “justicia”, “igualdad”, “infinito” o “eternidad” porque, aunque de alguna forma habían democratizado la sociedad de su tiempo, seguían teniendo ideas que en nuestra época serían consideradas como tiránicas. A pesar de esta circunstancia, ambos hicieron una profunda reverencia a Valentino y juntos volvieron a la gran sala donde permanecían Muchosnombres y el señor Destino festejando con el resto de la familia real y con los dignatarios más poderosos de Egipto. Fue entonces cuando los tres viajeros del tiempo fueron envueltos por una luz cegadora que refulgía más que el mismo sol, y que se los llevó en un torbellino fosforescente hacia una dimensión desconocida para los anfitriones. De nuevo, como en el momento de su aparición, todo sucedió de forma tan repentina y espectacular que dejó a todos profundamente impresionados y desconcertados, tanto, que ni siquiera alcanzaron a decir “adiós”.

     Al mismo tiempo, Valentino, Muchosnombres y el señor Destino aparecieron en Madrid, en el mismo lugar y a la misma hora a la que habían iniciado “el viaje”. En el despacho donde el comunicador solía trabajar estaba todo igual, como si nunca se hubiera marchado a viajar a través del tiempo. Al principio dudó, pero luego consultó el reloj de su ordenador y comprobó que era la misma hora de la “partida” del viaje al pasado del Egipto del faraón Akenatón. El ordenador continuaba abierto y en su pantalla había diez mensajes que esperaban ser leídos. Entre ellos uno de  Michelle y dos de Violante. Primero abrió los correos electrónicos de Violante. El mensaje de su amiga con ventaja era muy escueto y sólo decía: “Tengo ganas de ti”. Valentino sonrió y abrió el segundo. Éste era mucho más explicito: “Te necesito; esta tarde quiero estar contigo para que hagamos el amor hasta desfallecer de felicidad”.