sábado, 25 de junio de 2011

Una velada con Violante

Capítulo 18

     Me gusta ir a las tertulias que organiza Violante. Siempre invita a personas diversas e interesantes: intelectuales, deportistas, toreros, artistas y, sobre todo, buenos amigos. Es una mujer tan altruista que apenas entras en su territorio notas que su generosidad no es fingida, sino natural. Hace muchos años creó una Fundación muy importante en la que invierte gran parte de su tiempo. Parte de su fortuna la destina a varias ONG’s, a promocionar a artistas poco conocidos pero con talento, y también a echarles una mano a amigos en dificultades. 

     Su ático mira hacia el Parque del Retiro. Desde su terraza se puede ver a la gente tendida en el césped, a la sombra de los árboles. La vivienda es hermosa, llena de vegetación, e inmensa. Cuando voy allí pienso en El Jardín del Edén. Ella ama el arte. De hecho, parte de su fortuna la ha hecho comprando y vendiendo arte. En su salón principal tiene dos Úrculos maravillosos. Ambos representan a dos de los hombres que solía pintar este artista, de espaldas y con sombreros, mirando hacia Nueva York. Siempre tiene obras de arte nuevas. Esta vez mi amiga me sorprendió, porque en su biblioteca encontré dos huacos peruanos impecables de la cultura Mochica. Y obras de tres artistas chilenos: un muñeco de papel y masking tape de una talentosa joven que que se llama Cristina Arancibia; un óleo magistral titulado “Flor y botella” de una pintora expresionista llamada Ivonne Berney; y dos piezas soberbias de la serie “Tangos” del grabador Enrique Muñoz.
- Todo lo compré en el último viaje que hice a Iberoamérica; luego te mostraré también unos amates mexicanos llenos colorido – me explicó agregando detalles de las obras que yo devoraba con los ojos.

     La verdad es que mi fin de semana fue redondo. Tan redondo como los pechos de Violante. Lo que me propuso por teléfono, cuando me cursó la invitación, se cumplió con creces. Cerca de la una de la madrugada, y después de despedirnos de la última pareja de rezagados, yo me fui al baño a cepillarme los dientes. Estaba en eso cuando Violante entró como su madre la había traído al mundo. En sus manos portaba una docena de varitas de sándalo encendidas. Apagó la luz y el recinto quedó iluminado sólo por la tenue luz que generaban las finas varas aromáticas y una pequeña lámpara de aceite. Entonces me invitó a que me metiera al jacuzzi con ella. Así, entre penumbras, percibiendo un aroma a maderas orientales y entre el sonido de centenares de burbujas nos metimos al agua a relajarnos y a conversar de nosotros. Siempre que nos vemos comienza haciéndome preguntas acerca de mí. Tiene esa virtud de interesarse en conocer detalles de las vidas de sus amigos. No para coleccionar chismes, sino porque siempre intenta que su interlocutor sea el centro de atención y no ella.  En esta oportunidad me preguntó sobre mi primer amor. Cuando lo hizo mi cerebro se llenó con visiones del verano en que experimenté mi primera ilusión romántica. Le conté que había sucedido en la línea entre mi niñez y mi adolescencia.
- ¿Cómo era ella?
- Era una jovencísima muchacha que cuando la vi me pareció la imagen más hermosa que había visto hasta entonces en mi vida. Ambos nos quedamos como hipnotizados.
- ¿Os besasteis?
- Sólo en una ocasión rozamos nuestros labios, pero no fue necesario, porque nos saciamos de tanto mirarnos a los ojos.

     Después de terminar de contarle más detalles de esa vivencia maravillosa, Violante me abrazó y me dijo. "Quiero que esta noche me mires como lo hiciste con tu primer amor". Mientras nos acariciábamos me contó detalles de su último viaje a la India. Cuando terminó de narrarme sus peripecias le comenté al oído:
- Me voy a secar; te espero en el dormitorio.
- Vale, yo me quedaré unos minutos más – me contestó sin abrir los ojos. Y agregó -  Espérame en la cama, por favor no te duermas. En el cajón del lado izquierdo de mi tocador está el frasco de tu perfume favorito.

        Me sequé y me fui a su dormitorio. Cogí el perfume, me eché una pequeña cantidad en las palmas de mis manos y me lo esparcí por el cuello. Encendí el equipo de música y sus pequeñas luces de color azulado bastaron para darle una atmósfera especial a la habitación. Elegí el CD de la banda sonora de la película “The Eddy Duchin Story”. La estancia se llenó de la melodía de “Manhattan” interpretada por Cavallaro. Luego, flotando entre las notas del piano, me dejé caer a la cama y cerré los ojos. 

     Casi de inmediato Violante entró al dormitorio vestida con el fabuloso baby-doll del que me había hablado el día anterior y la lámpara de aceite en su mano. Mientras la miraba embobado, se acercó a su velador y sacó un objeto.

- Te he traído dos regalos. Primero quiero que abras éste – me dijo entregándome una pequeña caja. A continuación, en un susurro y sonriendo, agregó: “El segundo regalo soy yo”.

     El primer regalo era una hermosa caja de piel de avestruz, envuelta en una tela de seda amarilla.
- Las cuerdas también son de piel de avestruz; pedí que me las trenzaran especialmente para atar tu regalo.

     La desenvolví lentamente, con curiosidad. Era un arca de líneas rectas con una pequeña llave. La abrí. Dentro había un reloj que hacía tiempo quería tener. En realidad no era nada importante; era sólo un capricho mío: un “Hamilton” de acero inoxidable con números arábigos muy grandes. Violante lo había hecho decorar para hacerlo único. En el centro de la esfera había una figura del Micky Mouse de los primeros tiempos de Disney. En la tapa de atrás, junto al número de serie, aparecía mi nombre. Me quedé mirando el reloj con detenimiento y me lo puse en mi muñeca izquierda. Me pareció que Violante me observaba con más atención que el que yo le prestaba a mi regalo.
- No debiste haber gastado tanto dinero en un antojo mío. Es una edición limitada, quizás cuánto te habrá costado.
- ¿Sabes que con tu capricho, como lo llamas tú, indirectamente has ayudado a una ONG? Cada vez que hago una compra con tarjeta, en mi cuenta me carguen un diez por ciento más destinado a favorecer a niños desvalidos.
- Conozco tu generosidad, Violante.
-¿Crees que no me doy cuenta que al cementerio no me podré llevar mi dinero?
- Hay muchos que sí lo creen porque sólo viven para amasar más y más dinero. ¡Pobrecitos, no se dan cuenta que lo corta que es la vida!
- ¿Sabes valentino? Una de las cosas que más me gustan de ti es que sigues teniendo dentro de ti el niño que fuiste. Cuando mirabas el reloj lo hacías como miran los niños un juguete nuevo. Eres un afortunado. A la mayoría de la gente, sobre todo a los hombres, los rasgos y sueños de su niñez los abandonan en la pubertad.

- ¿Cómo sabías que me gusta el ratón Mickey?
- Recordaba que en una ocasión me contaste que cuando eras niño tu camiseta favorita era de color blanco con el dibujo del ratón Mikey pintado en el pecho.
- Es verdad que te lo conté. Tienes buena memoria.
- Pero ¿Cómo conseguiste precisamente un reloj con esta ilustración?
- Primero compré el reloj y luego un artista extraordinario lo pintó de acuerdo a una fotografía que saqué de Internet.
- Gracias – le dije acercándome a ella y le di un beso.

     Pasamos una noche maravillosa. No fue sexo en cantidad, sino de   calidad, sin preocuparnos del tiempo, que es como a ambos nos gusta. Disfrutando de cada segundo y de cada minuto que yacimos juntos.

     Por la mañana me levanté temprano a escribirle a Violante un poema que llamé “Oda a la sensualidad”. Se lo dejé en el primer cajón de su mesita de noche, que es el lugar donde guarda sus documentos importantes. De este modo, me aseguré que lo encontraría una vez que me hubiera marchado.

     Cuando ella se levantó yo ya tenía preparado el desayuno en la terraza. Los dos estábamos contentos hablando de la noche anterior, cuando recibí una llamada telefónica muy dolorosa. Me avisaban que Floren, un amigo mío, había muerto de un infarto. Era su segundo infarto. Cinco años atrás había sobrevivido al primero. Esto aceleró su jubilación. Era un gran artesano. Uno de los mejores tapiceros que quedaban en Madrid. No sólo sentí una gran pena, sino que también una rabia inmensa. Me acordé de la historia de Lázaro e intenté hablar con Muchosnombres pensando profundamente en ella. Casi de inmediato contestó mi llamada telepática.
- ¡Eres una mierda; has matado a Floren! – Le grité sin gritar, sólo pensando lo que le decía.
- Te comprendo Valentino, pero esta historia es así. Debes entenderlo, la vida no es perfecta.
- ¿Por qué has permitido que muriera? – dije yo.
- Valentino, no es como tú crees. La muerte es algo normal. Ocurre permanentemente – Me contestó con unas vibraciones nuevas, que no había experimentado nunca y que me comenzaron a tranquilizar.
- Tu amigo Floren, al igual que tú y que todos los demás seres vivos, fue muchas “cosas” antes de ser el Floren que tú conociste. Ahora era una organización biológica complejísima dotada de un cerebro superior. La evolución es así. Ya sabes que también yo soy evolución. Yo estoy cambiando continuamente. Será así eternamente.
- Sí sí, como eso que llaman “el eterno retorno”.
- No, los que piensan así creen que cada cierto tiempo todo vuelve a ocurrir de la misma forma, que la realidad se repite de manera cíclica. Y no es así, yo soy siempre distinta, soy nuevas combinaciones, nuevos sucesos, mi realidad, o sea el todo, es siempre diferente.
- Lo entiendo, perdona, es que para un humano, la pérdida de un amigo causa muchos estragos emocionales.
- Lo sé. Pero míralo como te he explicado yo más de una vez. Todo en la naturaleza fluye de una forma regular. Aunque yo soy todo, no planifico cada cambio de una célula o de una organización de células. O de una partícula. O de un conjunto de partículas. El cambio constante natural es un atributo que tengo, que tiene el todo, incluyéndote a ti. La materia y la energía están constantemente cambiando. Lo que pasa es que a veces no os dais cuenta. Tú sabes que hay insectos que tienen unos ciclos vitales que duran sólo horas. O sea, en menos de un día nacen, se desarrollan, procrean y mueren. Pero también hay ciclos vitales  temporalmente tan largos que, a veces, para vosotros, son tiempos casi imposibles de entender. ¿Sabes lo que tarda en formarse una galaxia?  Son conjuntos de materia que, aparentemente, permanecen eternamente con la forma que ahora las veis a través de vuestros telescopios. Pero no es así. Incluso las galaxias también nacen y mueren. Se desintegran y pasan a formar otras estrellas. O son engullidas por un agujero negro; incluso parte de esas galaxias que parecen ser eternas, ahora eres tú.
- Te entiendo Muchosnombres. Como solemos decir: “la vida tiene que seguir”.

      Antes de “desconectarse” de mí, Muchosnombres me preguntó:
- Valentino, sé que mañana irás a visitar las excavaciones de Atapuerca y el museo de la Evolución Humana de Burgos. Creo que voy a acompañarte.
- Es verdad, la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera ha
cursado una invitación a los socios del Club Internacional de Prensa. Y yo estoy en el grupo que irá.
- Aunque no me han invitado iré contigo.
- Me encantaría que vinieras ¿Me espera alguna sorpresa?
- ¡Mmmmm! Creo que haremos un largo viaje dentro del viaje.
    
     Y así, con esta frase misteriosa y críptica terminamos nuestro diálogo telepático.

     Cuando la mañana siguiente estaba preparándome para ir a tomar el autobús que saldría desde la Plaza España hacia Burgos, recibí una llamada de “Violante”. Sólo me dijo: “Gracias, tu poema me ha hecho llorar de emoción”.-