miércoles, 7 de noviembre de 2012

Un sueño imposible
Capítulo 37
Fotografía realizada en el Mercado de san Miguel de Madrid 
por Aquiles Torres.

     Después de rogarle a Muchosnombres que hiciera volver a la vida a Michelle, Valentino quedó durante unos momentos paralizado. Al ver a Michelle muerta, pensó en su hermano mayor que había fallecido muchos años atrás. Recordó que cuando estaban velándolo en la iglesia, en medio de un silencio sepulcral, por lo altavoces del templo comenzó a sonar la que había sido su canción favorita: “El Sueño Imposible”. Fue muy impactante para él y para casi todos los que conocían lo que la canción había significado para ese joven que acababa de morir. Desde entonces, cada día había mantenido a ese hermano cerca de él, en el primer círculo de sus pensamientos. Muchas veces, cuando necesitaba contar algo muy íntimo que no se atrevía a compartir con nadie, sobre todo cuando se trataba de penas de amores, o de las masacres e injusticias que veía en los escenarios de países en guerra, reconstruía su imagen y se las comentaba a él. Cuando esto sucedía, siempre ponía la canción que ese día lo estremeció hasta la médula. A veces lo hacía mientras conducía su coche. Imaginaba que su hermano iba a sentado a su lado y, en silencio, iniciaba un diálogo imaginario con él. En otras ocasiones, cuando volvía de un duro viaje de trabajo de esos que le hacían sangrar el alma, se recluía en su salita de música, encendía su reproductor de discos compactos y dejaba que “El Sueño Imposible” lo envolviera. Así, en medio de la bruma de la música, conseguía regresar a su niñez, cuando con su hermano jugaban en el pueblo de montaña donde la familia tenía esa gran casona varias veces centenaria. Casi siempre, al principio lo embargaba una pena inmensa y amarga, pero a continuación, poco a poco, iba llenándose de una energía desconocida que lo animaba y le duplicaba las ganas de vivir. Luego se levantaba lleno de optimismo y deseos de seguir viviendo y luchando por los valores que más apreciaba: la justicia y la amistad. Aunque aún era joven, el amor lo dejaba a un lado porque dudaba que algún día volviera a experimentarlo de nuevo.

     Repentinamente, como un látigo lanzado al aire, Muchosnombres lo hizo volver a la realidad, sugiriéndole:
Mira el cuerpo de Michelle.

     Lentamente Valentino bajó la cabeza hasta el rostro pálido, sin vida de la bella joven, y comprobó que ese cuerpo que hasta entonces había permanecido inerte y opaco, empezaba a llenarse de una suave luz dorada. A los pocos segundos una cinta luminosa comenzó a centellear alrededor de ella.

       - Tranquilízate Valentino, Michelle ya está en este lado de nuevo.

     Valentino se abalanzó sobre ella, acarició sus cabellos y la miró a los ojos.
       -  ¿Estás bien? – La urgió a que le respondiera. Michelle lo miró con
atención, pero tardó varios segundos en contestar. Parecía no entender lo que estaba sucediendo.
       -  Sí, estoy bien ¿Por qué me lo preguntas de este modo?
        -  Pero ¿Te sientes bien del todo?
         -  Sí, mejor que nunca. ¿Pero qué te sucede? ¿Por qué estás
tan nervioso? Tienes una cara como si hubieras visto la muerte de frente - Comentó la muchacha en un tono inocente, ignorante que durante unos segundos había dejado de vivir.
        -  No digas tonterías, Michelle. No me sucede nada, sólo que por un momento me pareció que no te sentías bien.
      -  Debe ser que tengo un exceso de felicidad – Rio Michelle.
       -  Eso debe ser – Retrucó Valentino y a continuación se hizo un breve silencio que pareció más largo de lo que en realidad fue.

             De inmediato el periodista aprovechó ese vacío de palabras para cambiar de tema. Mirando a Muchosnombres y al señor Destino comentó:
       -  Había invitado a Michelle a comer ¿Queréis venir con nosotros?
        -  Vale, pero pago yo – Propuso Muchosnombres.
        -  Creo que me toca a mí. La última vez me invitaste tú – Contestó Valentino.
       -  ¡No!...Tú nos invitaste a cenar a tu casa de Asturias ¿Recuerdas?
         -  Sí, tienes razón, fue la pasada Navidad. Pero eso no cuenta porque  
         se trataba de una reunión familiar.
       -  Sí cuenta – Intervino el señor Destino – Por lo tanto para que no os   
      discutáis, invitaré yo… ¿Vale?
         -  ¡Vale! – Exclamaron todos sonriendo.
        - ¿Y adónde podemos ir? – Consultó Michelle.
        - Conozco un lugar nuevo. Se llama taberna Marcano – Contestó Valentino. Y agregó – Es un pequeño restaurante donde trabaja Iria, la hija de una amiga mía. La han abierto hace poco. Queda cerca de aquí, en la calle Menorca, al otro lado del Parque del Retiro. Podemos ir caminando. Será un paseo agradable.
         -  ¿Qué tipo de comida ofrecen?
         -  Cocina casera. Platos de cuchara y tapas creativas y sabrosas. No tiene estrellas de la Guía Michelin, pero os aseguro que la comida os va a gustar. Dispone de pocas mesas, pero ahora mismo llamo a Iria para que nos reserve una.

     Una vez estuvieron todos de acuerdo y Valentino hubo llamado a Iria, salieron del departamento. Enfilaron por la calle Espalter hacia Alfonso XII, y entraron al Parque del Retiro por la puerta que da a la plaza del Parterre. Bordearon el lago por el Paseo de Venezuela hasta el Paseo del Duque Fernán Núñez. Giraron a la izquierda hasta llegar al Florida Park, y por el Paseo Panamá salieron hasta la avenida Menéndez Pelayo, justo junto a la parada del Metro Ibiza. Caminaron dos calles más y entraron a Marcano.

     Nada más llegar Iria los invitó a bajar las escaleras y los situó en una mesa que les había reservado. Después de las presentaciones, Valentino le pidió a la joven que les recomendara algunas tapas. Aconsejados por ella se decantaron por anchoas en salazón casero con sopa de tomate, tartar de atún rojo, y tarrina de foie con frutas a la plancha y confitura de limón.

     De plato de fondo Muchosnombres y el señor Destino degustaron alubias al aceite con morcilla de puerro y butifarra, Michelle un delicioso risotto de boletus, y Valentino demandó una merluza braseada con salsa de mejillones y erizos fresco.   

     Para beber, aconsejados por Iria, eligieron un tinto “Amaral Roble” de cepa tempranillo. Y de postre, todos pidieron un tiramisú que encontraron excelente.

     Cuando al terminar el postre, el señor Destino les preguntó si alguno quería café, Michelle propuso:
- Sugiero que vayamos a tomarlo a la terraza del Círculo de Bellas Artes. 

     Todos aplaudieron la idea de la chica mexicana. El señor Destino pagó la cuenta, salieron de Marcano, y en la misma calle Menorca tomaron un taxi que los llevó hasta el Círculo, emplazado donde se encuentran la calle Alcalá con la Gran Vía.

     Michelle quiso ir al Círculo porque había oído hablar mucho de él y porque sabía que era una institución muy respetada en España. Un centro que durante años era un faro de cultura y que, además, tenía una de las mejores terrazas de Madrid.

     Mientras tomaban el café, el señor Destino, a pesar de que era el causante de casi todos los hechos importantes de todos los hombres y mujeres que pueblan y habían poblado la tierra, haciéndose el niño bueno, le preguntó a Michelle sobre su vida. La chica, ignorante de la verdadera naturaleza del embaucador y encantador hombre, contó algunas de las historias fantásticas que le había contado su abuela española durante su niñez. De esta manera indirecta, Valentino se enteró de una serie de detalles de la vida de esta mujer. Con cierta inquietud se percató que la empezaba a admirar.

     Cuando la tarde empezó a empinarse, Muchosnombres y el señor Destino se despidieron. Se excusaron diciendo que tenían que asistir a una reunión programada con semanas de antelación. Mientras Michelle decía “¡Qué lástima que se tengan que ir; son encantadores!”, Valentino sonrió levemente mientras pensaba “Vayan donde vayan, seguirán con nosotros igual como siguen estando con todos los hombres del planeta”.

     Una vez se quedaron solos, sin la presencia física de Muchosnombres y del señor Destino, Valentino le propuso a Michelle que volvieran al departamento a visionar alguna de las películas de su interesante colección de neorrealismo italiano. La chica le comentó que le encantaba el plan, pero le rogó que antes volvieran a ir al Mercado de san Miguel, aquel maravilloso lugar donde la mayoría de los clientes tapean y beben vino, cava y sidra de pie.
- ¿De verdad te apetece volver? – Le consultó Valentino.
- Sí, tengo un antojo, quiero beber una caipiriña. Luego me gustaría que volviéramos a tu casa caminando, tomados de la mano. Y antes que veamos la película quiero que hagamos el amor.



jueves, 9 de agosto de 2012


Hasta los gatos, que dicen 
que tienen siete vidas, mueren.

 Capítulo 36
 Fotografía realizada por Aquiles Torres


-       ¿Un viaje adónde? – Preguntó Valentino.
-       ¡Ah!....Sorpresa sorpresa. Digamos que será como nuestro regalo de cumpleaños.
-       ¡Gracias por acordaros!
-       ¿Tienes un lugar especial donde te gustaría ir?
-       Me da igual; de ti puedo esperarme cualquier cosa, pero me fío – Comentó Valentino dirigiéndose a la bella Muchosnombres. Y agregó – Ya viajamos en el tiempo cuando estuvimos en Atapuerca, y salí indemne.
-       Y también hicimos un pequeño paseíto por el espacio cuando fuimos en busca de las puestas de sol ¿Recuerdas?
-       ¡Cómo olvidarlo! Salimos desde Valencia, durante las Fallas del año pasado.
-       Todavía recuerdo la cara que pusiste cuando comenzamos a entrar en la estratósfera – Se mofó el señor Destino.
-       Mi reacción fue la de cualquier ser humano en esas circunstancias totalmente inusuales para nosotros; nadie de mi especie hasta entonces había salido a la estratósfera a cuerpo gentil.
-       Este viajecito también será insólito para ti. Incluso quizás te sorprenda más, porque no es un lugar – Dijo el señor Destino.
-       ¿No es un lugar? No entiendo ¿Se puede ir a un lugar que no es un lugar?
-       Si yo te invito sí puedes ir a un lugar que no existe. ¿Quieres que invitemos a  Michelle? – Le consultó Muchosnombres. Y agregó – Que aproveche porque tendréis la oportunidad de conocer algo por lo que varias veces me has preguntado.
-       ¿Seguro que ella no se morirá de la impresión?
-       ¡Valentino! ¿Cómo se te ocurre mencionar la palabra 
muerte cuando hablas conmigo? – Masculló sus palabras con tono malicioso.
- La menciono porque por desgracia, para mí la muerte es una realidad inevitable. A través de los tiempos para todos los humanos ha sido y sigue siendo una gran incógnita.
-       Por la misma razón ya debieras haberte acostumbrado, Valentino. Hasta los gatos, que vosotros decís que tienen siete vidas, al final mueren. Y te puedo asegurar que hasta ahora yo no he conocido ningún gato que se queje.
-       Ya me conformaría yo con tener siete vidas como un minino.
-       ¿Por qué tanto temor? Si convivís permanentemente con la muerte.
-       Incluso así, aunque convivamos con ella, es difícil acostumbrarnos a su presencia. Probablemente por lo desconocida que es esta dama para nosotros. Quizás si me explicaras qué es morir lo vería de otro modo.
-       Oye…oye…¿Me estás leyendo el pensamiento?
-       No puedo leer tu pensamiento si tú no quieres. ¿Por qué no eres generosa e intentas explicarme lo que te he preguntado?
-       ¡La muerte y dale con la muerte! Valentino, la muerte es sólo un cambio brusco.
-       ¿Un cambio brusco de qué? No me basta tu escueta respuesta; quiero saber algo más. Siempre esquivas mis preguntas contundentes. ¿Qué sucede después de esa incógnita? ¿Qué se ve? ¿Qué se siente?
-       Creo que ya te lo expliqué en otra ocasión en que me preguntaste por lo mismo. Es una desorganización total de todas las células de la unidad que ahora eres tú, es repartirse por el universo y pasar a formar parte de muchas otras “organizaciones celulares”, es disolverse en la totalidad de lo existente, es volver a ser de una manera distinta, es encadenarse a toda la realidad de una manera diferente, es dejar de tener recuerdos y conciencia de lo que se es hasta ese momento, porque quien atraviese la frontera ya no será más lo que era. Recuerda Valentino que ser y existir es, esencialmente, tener conciencia que se es y, también tener recuerdos de lo que se ha sido. 

-       Yo no le temo a la muerte – Intervino Michelle. Y agregó – En México convivimos con ella. Desde pequeños la vemos como algo natural. Incluso en nuestro folclore existe una figura que llamamos “santa Muerte”. La representamos como un esqueleto que, se supone, es femenino. Solemos adorarla poniéndole flores e, incluso, comida y objetos de nuestra rica artesanía.
-       Y tengo entendido que a cambio le hacéis peticiones – Replicó Valentino.
-       Así es; a cambio le pedimos de todo: que nos vaya bien en el amor, y que tengamos suerte y fortuna. Incluso hay algunos que sólo le piden tener poder y más poder. ¡Ah!...también a veces le pedimos que joda a nuestros enemigos. O a aquellas personas que creemos que nos han hecho mal. Incluso a antiguos amores que nos hayan engañado o dejado de querer. 
    - Recuerdo que en una ocasión, hace varios años, una revista me encargó un reportaje sobre el concepto de la muerte en México – Comentó Valentino. 
-    Entonces estás informado de la importancia que el tema tiene para nosotros. Nosotros creemos que, cada año, nuestros difuntos regresan para pasar un día con nosotros. Para revivir todos los momentos felices que compartieron con los vivos que seguimos viviendo en la tierra.
-       Sí, recuerdo que lo que más me sorprendió es la minuciosidad en la confección de altares.
-       ¡Ah nuestros altares! En los altares depositamos ofrendas magníficas y ponemos las fotos de nuestros difuntos.
-       También me llamaron mucho la atención unos panes con apariencia de esqueletos y, sobre todo, dulces con formas de calaveras y ataúdes que, por cierto, son muy sabrosos. 
-    Chicos – Dijo Muchosnombres, mientras el señor Destino fruncía la boca para intentar que no notaran que quería soltar una carcajada - ¿Nos podemos ir ya de viaje?
-       Si es por mí, todo bien, mi comandante – Contestó la mexicana.
-       ¿Significa eso que tenemos la pista libre para despegar, querida Michelle?
-      Afirmativo, mi comandante…¡Pista libre!
-      ¿Qué vamos sentir? – Preguntó Valentino.
-      Creo que lo mejor es que tú mismo te contestes esa pregunta cuando regresemos del viajecito…¿Te parece?
-      ¡Vale!
-      Tres, dos, uno…
     Lo último que oyeron Valentino y Michelle fue la palabra “tres”. Y lo último que vieron fueron los ojos de  Muchosnombres clavados en los suyos. 
Después de un hora, Muchosnombres los hizo volver y les preguntó:      
- ¿Y qué tal? ¿Os ha gustado?
-       Ni sí ni no porque creo no hemos ido a ninguna parte – Reclamó Michelle.
-       ¿Cómo que a ninguna parte? Probablemente habéis hecho el viaje más importante de vuestras vidas. Habéis atravesado la frontera.
- ¿Qué frontera 
- La de la vida y de la muerte.
- ¡No puede ser! Pero si no hemos visto, ni oído ni percibido   nada. 
-  ¿Por qué no puede ser? ¿Porque no percibisteis una luz al final de un túnel? ¿O porque no había nadie al otro lado esperándolos? ¿O porque no visteis el infierno, el purgatorio y el cielo que describe Dante en su “Divina Comedia”? 
-       No es sólo eso, es que no nos hemos dado cuenta de nada. Creo que nos estás tomando el pelo – Reclamó Valentino bastante mosca. 
-      ¿Quieres que te demuestre que no?
-       ¿Cómo me lo vas a demostrar?
-       Michelle volverá a morir delante de ti.

     Al instante, Michelle, que estaba atenta, participando en la pequeña discusión, cayó como pollo al suelo, encima de un kilim turco de nudos simétricos.
-       ¿Qué le ha sucedido a Michelle? – inquirió Valentino sorprendido de ver a Michelle tendida, sin señales de vida.
-       Está muerta, Valentino, está muerta.
-       ¿Quéeeeeeeeeee? 
-        Está muerta, sin vida – Intervino el señor Destino.
-       No puede ser. Recién estaba bien – Entonces se abalanzó sobre ella, le presionó la arteria carótida y comprobó que no latía. Sólo entonces agregó - ¡Coño, es verdad!...pero si estaba bien, no puede morir.
-       Recién también tú estabas igual de muerto que ella.

           De inmediato Valentino dijo "Sí creo, sí creo" y comenzó a intentar revivirla haciéndole respiración boca a boca y compresiones rítmicas en el tórax, pero no consiguió nada.
-       Tranquilízate hombre, tranquilízate. Antes habéis estado exactamente una hora “al otro lado” y os he hecho volver. 
-   Por favor Muchosnombres, hazla volver - Rogó Valentino - Si quieres hazme morir a mí, pero no a ella. Michelle no conoce nuestro juego.


domingo, 10 de junio de 2012

Valentino y Michelle cayeron rendidos de placer

Capítulo 35

Fotografía realizada por Aquiles Torres

      La confesión de Michelle fue tan franca y directa que desconcertó a Valentino. Durante unos segundos éste se quedó en vilo, con cara de ajedrecista en actitud de espera, pensando si debía seguir adelante o no. Estaba consciente que la muchacha era una mujer especial a la que le había tomado cariño y a la que no quería joderle la vida. Pensó que si Michelle quería algo más que satisfacer una necesidad sexual con él, no debía engañarla y dejar claras las reglas del delicioso juego que estaban empezando a jugar. Decidió ser franco y confesarle que, por lo menos por ahora, no podría corresponderle con amor, porque íntimamente sabía que todavía no estaba lo suficientemente descontaminado de su anterior relación emocional profunda. Sentía que aún quedaban dentro de él vestigios de ese último naufragio sentimental que había sido doloroso. Aunque para él no era un problema acostarse con una mujer simplemente por sexo, como acostumbraba hacerlo con alguna de sus amigas con las que solía pasar algunos fines de semana, cuando detectaba que alguna deseaba algo más profundo prefería aclararlo, porque nunca le había gustado causar daños emocionales a ninguna de su amigas especiales.

     En este caso con mayor razón quería ser formal porque se daba cuenta que, al parecer, en Michelle estaban naciendo pequeños brotes de sentimientos que podían quedar sin control para la bella mexicana y él no quería que ella sufriera por su culpa. También pensaba que en el futuro quizás podría llegar a sentir lo mismo que ella, pero por ahora prefería evitar que aquello creciera antes de tiempo porque, simplemente, estaba seguro que todavía no era capaz de entregar el corazón. No porque él no quisiera, sino porque una burbuja de emociones de esa última relación de amor aún seguía palpitando en su cerebro. Incluso en alguna ocasión había llegado a pensar que, probablemente, le quedaba aún un largo período de tiempo para erradicar de sus días y de sus noches, de sus vigilias y de sus sueños, la imagen de aquella mujer que todavía, aunque cada vez más desdibujada, se le aparecía como un fantasma del pasado.    

     Aquella ligazón había durado sólo unos meses, pero cuando esa mujer irrumpió en su vida lo hizo con tanta fuerza que lo llenó de una luz  que casi lo enceguece. Entonces, incluso, llegó a imaginarse que podía ser la compañera ideal para recorrer juntos el resto de sus vidas. Pero había sido una percepción errónea. Algo había salido mal, y en poco tiempo la transparente copa de cristal se rompió en mil pedazos. Aunque él estaba seguro de no haber sido el causante principal de esa ruptura envenenada, igual había quedado tan maltrecho que prefería no detenerse a analizarlo. Creía que ya no valía la pena. Por esta misma razón ni siquiera se lo había comentado a sus mejores amigos. Para no volver a abrir la herida que aún dolía, tampoco había querido releer los cientos de mensajes electrónicos en que ambos se habían hecho mil promesas y se habían gritado sus sentimientos más profundos, ni había vuelto a mirar las decenas de fotografías donde aparecían juntos, aparentemente felices. Sin embargo, lo que no podía era arrancar de cuajo el recuerdo de aquellos besos y de aquellos abrazos a la luz de la luna junto al mar, que lo habían llevado hasta el séptimo cielo. Y cuando esto sucedía, aunque cada vez menos, la cicatriz volvía a latir. Estaba claro que, por lo menos por parte de él, había sido una relación amorosa en la que había entregado casi todo lo que podía entregar en ese momento. Pero las circunstancias y, probablemente, el señor Destino habían metido la cola, y lo que al principio él pensaba que era un amor correspondido, poco a poco se transformó en una ventolera de desencuentros, luego en un huracán de puntos de vista distintos, hasta terminar todo transformado en una ristra de promesas rotas.  

     No obstante reconocía que también había jugado en su contra el factor distancia, sabía que había sido una variable que no había tenido un peso importante. Ahora, con el paso del tiempo, se daba cuenta que quizás había idealizado más de la cuenta a aquella mujer. Poco a poco comprobaba que el tiempo le iba dando la razón. Venían a su memoria claves y actitudes equívocas que en su momento, obnubilado por sus sentimientos, no supo descodificar. Sin embargo, al ir juntando ahora las piezas del rompecabezas, descubría que ella no era quien él se imaginó que era. Además, como no se habían vuelto a ver, ni a escribir, ni a hablar por teléfono, ni le había preguntado a nadie por ella, difícilmente lo que ahora era un páramo estéril podría volver a ser un paraíso. Por todo esto Valentino sabía que era una cuestión de tiempo para que el desencanto fuera completo, y ese nombre y ese rostro finalmente se quedaran arrumbados en el baúl de los recuerdos, como ya le había sucedido un par de veces antes con otras relaciones en las que había entregado el corazón sin pedir nada a cambio.

     En una ocasión en que el señor Destino, quien había sido el causante que se unieran las dos puntas de sus caminos, le preguntó: “¿Por qué no inviertes uno de los comodines mágicos que te di y lo arreglas todo?”, Valentino le respondió: “No vale la pena; sería como disimular con maquillaje la realidad. Prefiero vivir en paz antes que volver a lidiar con personas que creen que siempre tienen la razón y que han hecho de la egolatría su altar. Sabes mejor que yo que los humanos, a nuestra edad, ya no cambiamos; sólo fingimos que lo hacemos. Esos comodines que me regalaste sí que los usaré, pero para ayudar a otras personas que los necesiten más que yo”.

     Cuando volvió de su corto viaje interior, Valentino aclaró:
- Querida Michelle, quiero que sepas que por ahora sólo te puedo dar cariño y sexo, pero no amor.

     Al oírlo ella se incorporó en la cama y mirándolo a los ojos le espetó:
- Amigo, no te preocupes, no soy tan niña como te imaginas. Te entiendo. Me pongo en tu lugar. Estoy de acuerdo en que por ahora intercambiemos solamente ternura y sexo. Es verdad que estoy comenzando a sentir algo más que cariño por ti, pero también te deseo y necesito tus mimos y tus caricias. Dejemos que el tiempo  decida como continuará esto ¿Te parece?
- Me parece – contestó Valentino un tanto turbado, y volvió a abrazarla.

     Libres de remordimientos, se entrelazaron con fuerza, como los troncos de las enredaderas viejas. A continuación comenzaron a restregarse cual serpientes de fuego. Valentino, sigilosamente, sin prisa, con un compás de movimientos melodiosos, la empezó a acariciar con la yema de sus dedos y a lamerla, como si se la fuera a tragar. Primero fueron los lóbulos de las orejas y el cuello. A continuación deslizó sus labios y su lengua hacia los pechos de la muchacha quien, a medida que sentía el calor de la boca de Valentino sobre su piel, se retorcía, gemía y se quejaba con sordina. Mientras continuaba recorriendo con sus besos el sinuoso territorio del cuerpo de Michelle, lleno de curvas, de pendientes, de praderas, y de volcanes a punto de estallar, Valentino le musitaba: “Sólo quiero que seas feliz, pequeña, sólo quiero que seas feliz”. Sin detener el ritmo de su marcha, pasó por sus caderas y por su vientre hasta llegar a la hondonada de su pubis. “Más… más, no te detengas, continúa”, le pedía Michelle con una voz ahogada por el deseo que ya se había desbocado e inundaba la atmósfera de la habitación. Al final del recorrido, cuando Valentino comenzó a penetrar en el cuerpo de la mujer, Michelle sintió que un cinturón de placer dividía su cuerpo en dos y se percató que “la petite mort” estaba cerca. Cuando comenzaron a ser un solo cuerpo, ambos, con el corazón latiéndoles de forma acelerada, se buscaron los ojos hasta quedar como en trance, penetrándose también con sus miradas hasta llegar a la cima de la euforia carnal. Después, los dos, todavía temblando, como mariposas de hielo se derritieron de placer.

     Después de hacer sexo Michelle y Valentino permanecieron desnudos encima del lecho, en ese período de tiempo en que se permanece en el limbo, todavía ingrávidos, saboreando los deliciosos estímulos que habían experimentado, cuando golpearon la puerta del dormitorio. Ambos dieron un brinco de sorpresa. Michelle interrogó:
- ¿Esperabas a otra?
- ¡Qué tonterías dices! ¡No!...No entiendo cómo alguien pudo haber entrado en casa. Aparte de la chica de la limpieza, a quien hoy no le toca venir, nadie tiene llave.
     Pero nuevamente golpearon la puerta. Esta vez con un ritmo de tambores africanos. Valentino se irguió, se puso un pantalón de chándal que tenía en su galán de noche y abrió. Eran la bella Muchosnombres y el señor Destino sonrientes como granadas maduras. Apenas le vieron el rostro a Valentino, en medio de sonoras carcajadas, empezaron a cantarle a dúo “Love is a many splendor thing”.
- Bienvenidos…¿Qué hacéis aquí?
     Y ambos, dejando de cantar, le contestaron:
- ¡Oh Romeo…oh Romeo! Aunque sabemos que acabas de hacer un viaje gozoso muy bien acompañado por Julieta ¿No recuerdas que te habíamos invitado a hacer un viaje sorpresa?


http://www.youtube.com/watch?v=GnDtxiNwDS8