Valentino se da cuenta
que se ha enamorado de Violante
Entrada 49
Fotografía realizada por Aquiles Torres
Aunque, aparentemente, durante el viaje a Egipto para Valentino “el
tiempo” no había transcurrido,
física y emocionalmente su organismo sí había
experimentado un desgaste y un cansancio similares a cuando realizaba esos
peligrosos viajes a zonas en guerra, en los cuales a veces pasaba días
completos en medio de balaceras, intentando escapar de la muerte, durmiendo a
trompicones y, con el añadido, que la posibilidades para alimentarse y asearse
eran escasas. Quizás ésta fue la razón por la que, antes de revisar su correo y
abrir el contestador automático de su teléfono fijo, prefirió ir a refrescarse
a su cuarto de baño. Se desnudó, abrió el grifo al máximo, y cuando la bañera tuvo
agua tibia suficiente, se sumergió por completo. Luego cerró los ojos. Permaneció
largo rato así, quieto, pensando en lo afortunado que había sido por haber podido
vivir esa extraordinaria experiencia en Egipto, con Akenatón, Nefertiti y toda
su corte. Luego, como solía hacerlo casi todos los días, derivó sus pensamientos hacia el concepto “tiempo” que, desde niño, le intrigaba. Tanto, que desde muy joven había leído varias de las teorías postuladas por algunos de los científicos más brillantes de los siglos veinte y veintiuno que, aunque le habían ayudado a aclarar un poco sus ideas, notaba que el pez no terminaba de morder el anzuelo. Era algo similar a lo que le ocurría con el concepto “infinito”. No podía conseguir entender que algo no tuviera principio ni tuviera fin. Cuando mentalmente, como jugando, hacía ejercicios de ir más y más allá, y conseguía llegar a una frontera de una realidad donde parecía que todo terminaba y comenzaba la nada, debía volver a empezar porque no lograba imaginarse la nada. Con la idea de la nada se le complicaban más sus disquisiciones, porque si el infinito y el tiempo eran complicados, la nada lo era tanto o más difícil de entender. Lo que más lograba acercarse era a un “no algo” que podía ser el “vacío absoluto”. Poco a poco se fue quedando en un delicioso estado de duermevela. Finalmente, después de más de media hora reconfortante de agua tibia y juegos mentales maravillosos, se espabiló, salió de la bañera, secó su cuerpo, se echó varias gotas de “Joop” en sus manos y, con sus dedos abiertos, ordenó sus cabellos aún medio húmedos. Le encantaba sentir el aroma de ese perfume alemán, de color púrpura que, aunque no era excesivamente caro, era difícil de encontrar, incluso, en las perfumerías de las zonas libres de impuesto de los aeropuertos. A continuación se puso una bata y se dirigió a su sala de trabajo. Cuando se sentó frente a su ordenador a revisar su correspondencia pendiente de leer, notó que se sentía contento.
Comenzó leyendo los correos de Violante que no sólo lo hicieron sonreír,
sino que también actuaron como un interruptor que le encendió una serie de
recuerdos vividos con la bella y elegante muchacha. Releyendo sus mensajes se percató
que, definitivamente, no sólo la quería, deseaba y estimaba como había sucedido
hasta ahora, sino que, casi sin darse cuenta, sus sentimientos habían
traspasado la línea de los terrenos de la amistad profunda hasta llegar a los feraces
campos del amor. Cuando leyó la frase “Te necesito; esta tarde quiero estar
contigo para que hagamos el amor hasta desfallecer de felicidad” le pareció que
también él podría haberla escrito, porque le ocurría algo similar. Con ella
conseguía sentirse lleno de ese bien tan escaso que suelen llamar felicidad. Y,
como ella, también quería empaparse de placer hasta desvanecerse dentro del cuerpo
de la interesante mujer que no sólo exhalaba feminidad por sus ademanes y
movimientos, sino que también la envolvía una especie de aura sensual casi
mágica. Pero pensó que no sólo la necesitaba para sentir placer; se percató que
también la necesitaba para sentirse completo. Advirtió que con ella a su lado
no precisaba a ningún ser humano más sobre la tierra; que ella y él, solos en
el mundo, podrían comenzar a generar una nueva estirpe. Y esto era una muestra
inequívoca que esta mujer magnífica ya no era un simple entretenimiento para
él. Era una evidencia que la fruta había madurado y que quizás fuera un error
dejarla marchitarse.
Luego, como
contrapartida, leyó un largo mensaje de Michelle en el que la chica mexicana le
decía que, aunque lo seguía queriendo, ella había decidido dar por terminada su
relación. Algunas de las frases más importantes, decían: “Solo quisiera decirte
algunas cosas para que entiendas lo que siento en este momento en que te
escribo este mensaje. Primero, que has sido y eres para mí una de las
personas mas importantes de mi vida. Que he reído, he llorado y he amado
contigo. Que aunque, posiblemente, no le des crédito a estas palabras, esta
relación contigo ha marcado mi vida”.
En
otro párrafo agregaba: “Creo firmemente que toda la vida puede cambiar en
un segundo; y así me pasó a mí cuando te vi por primera vez en aquella esquina
de la Gran Vía de Madrid. Aunque es probable que no nos volvamos a ver, la
imagen de los momentos pasados junto a ti jamás los olvidaré, porque han
sido inmensamente bellos. Quiero que todo esto permanezca dentro de mi corazón
y de mi alma por siempre. Has sido un ser especial, cariñoso y lleno de
generosidad. Ésta es la imagen que conservaré de ti”.
Casi
al final venía la saeta mortal: “Te confieso que he intentado seguir esta
maravillosa relación como lo había hecho hasta ahora, pero no he podido olvidar
que eres un hombre que no sólo vive a miles de kilómetros, sino que además
estás, definitivamente, casado con tu profesión. Por otra parte la existencia
de Violante que también vive en Madrid, a mí me dolía diariamente. No podía sustraerme de esta
circunstancia. Incluso recordarás que varias veces te pedí que no la nombraras estando
yo presente, porque sólo el oír su nombre dicho por ti, me hacia sentir mal y
me dolía. Lo entiendes ¿verdad?”
Michelle terminaba diciendo: “…vuelvo a México. Mi primer amor de adolescencia me ha encontrado en Facebook y quiere que reanudemos lo que nunca debió terminar. Aunque tendré que aprender a amarlo, aprovecharé esta oportunidad, porque así también estaré al lado de mis seres más queridos. Valentino, por el bien de los dos quiero que esto termine antes de que a mí me cause más daño del que podría soportar. Un abrazo. Michelle”.
Estaba terminando de leer el mensaje de
Michelle cuando sonó el timbre. Valentino fue a abrir y se encontró con una
Violante esplendorosa, sonriente y vestida como modelo de una portada de
“Vogue”.
- Quería verte y me dije “si
la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”
- ¿Sucede algo?
- Sí, sucede que quiero
verte, estar contigo, que nos abracemos, que tengamos sexo. Necesito tenerte
dentro de mí; siento que cada vez me haces más falta. Deseo sentir tus abrazos,
tus acaricias y tu calor. Quiero que durante mucho rato me beses suave en los
labios, como sólo tú sabes hacerlo.
- Me has adivinado el
pensamiento, yo quiero lo mismo – le confesó Valentino.
Casi con furia comenzaron a besarse. Y
así, mordiéndose los labios y entrelazados, se desplazaron hasta caer encima del
kilim del salón. Luego de sacarle su vestido, mientras ella permanecía tendida
de espaldas ataviada sólo con un body transparente de color negro de “La
Perla”, Valentino bajó sus manos hasta su entrepierna, buscó los corchetes
disimulados entre los pliegues de la delicada prenda, los desenganchó y la flor
de loto rosada del sexo de Violante se abrió en todo su esplendor.