lunes, 18 de abril de 2011

Viaje a Valencia (cuarta parte)

Capítulo Nº 12.
Trenes de alta velocidad en la estación de Atocha


     Mientras conversaba con Muchosnombres, el tren de alta velocidad seguía devorando kilómetros. Casi sin darme cuenta me percaté que ya nos encontrábamos en la mitad del trayecto, a poco más de media hora de Valencia, porque ya habíamos dejado atrás Cuenca y nos acercábamos a Requena.


     Me satisfizo que Muchosnombres dijera respecto a nosotros los humanos: "La verdad es que no está mal para una especie de apenas unos tres millones de años de evolución". Preferí callarme durante un rato y pensar en ello. Esa frase de Muchosnombres era una forma de reconocer el esfuerzo de todos los individuos que hemos conformado la cadena de homínidos, cuyo último eslabón somos ahora nosotros los homo sapiens sapiens, en pleno despegue, aunque prácticamente comenzando a entender el mundo y a domar la naturaleza.


     Es una realidad que, desde que aparecieron nuestros primeros antepasados sobre la faz de la tierra, apenas han transcurrido un par de millones de años.
Aunque a nosotros los humanos nos parece un espacio de tiempo que da para mucho, bien pensado es un suspiro en escala cosmológica. Así y todo, en este "breve período" temporal, mientras las decenas de miles de especies que han compartido y comparten el planeta con nosotros han dedicado todo su tiempo a sobrevivir, a mirar a su exterior y a propagarse, nosotros, además de todo eso, hemos mirado hacia nuestro interior y hemos sentido la curiosidad de preguntarnos de dónde venimos, en que lugar vivimos, qué hay más allá, por qué estamos aquí, y hacia donde vamos.


     Pese a todas nuestras limitaciones, que son muchas, en este corto espacio de tiempo, hemos podido inventar herramientas, máquinas, artilugios y métodos prodigiosos para crear una "cáscara" de sobrenaturaleza que, para bien o para mal, ha cambiado el planeta. Todo esto gracias a que nuestro cerebro se ha transformado en el más evolucionado de todos los seres vivos que poblamos la tierra. El tener un cerebro más desarrollado que los demás inquilinos de esta nave común, nos ha dado ventajas añadidas muy importantes. Por ejemplo nos permitió darnos cuenta que trabajando en equipo
podíamos satisfacer mejor nuestras necesidades básicas, como la seguridad y la alimentación. Fue gracias a que nos empezamos a alimentar mejor que conseguimos un mayor desarrollo cerebral. A su vez el trabajar en equipo nos obligó a crear una forma de entendernos con los demás, a comunicarnos entre nosotros. Puede que por esta razón, hace unos doscientos mil años, emitimos los primeros sonidos que, más tarde, conformarían el lenguaje. Es posible que esta necesidad forzara a nuestro organismo a generar una proteína denominada "FOXP2" situada en el cromosoma 7. En la actualidad está científicamente demostrado que la capacidad de hablar de nuestra especie fue posible debido a que los neandertales tenían en su organismo esta proteína. 


     Todas estas circunstancias y factores a nuestro favor, nos permitieron conseguir algo que ningún otro ser vivo, por lo menos en este planeta, ha conseguido: comunicarnos, hacer públicas nuestras ideas, representarlas y compartirlas. Primero fue con un lenguaje primario, después con ideogramas elementales, luego creando y utilizando códigos más complejos. Inventamos la escritura cuneiforme hace apenas unos siete mil años. Lo hicimos utilizando estiletes sobre tablillas de barro blando. Con este invento extraordinario que es la escritura, pudimos comenzar a entregar a la generación siguiente todo un caudal de conocimientos y experiencias que, de este modo, podían quedar registradas en un soporte físico. El conseguir "imprimir" nuestras ideas fue decisivo para progresar.


     Tal como se han desarrollado las cosas, probablemente en el futuro, mediante la ingeniería genética, podamos modificarnos a nosotros mismos y dar un salto cualitativo en la capacidad de comprender ciertos arcanos de la realidad, que ahora mismo, tal como somos, es imposible dilucidar. Sería algo así como que a nuestro "hardware", que es nuestro cuerpo, le agregáramos un "software" con un sistema operativo diez, cien o mil veces mayor que el que traemos de origen. Quizás esta sería la forma de entender algo más a Muchosnombres, averiguar por qué estamos aquí, y enterarnos de dónde venimos y hacia dónde vamos.


     A pesar de toda esta lucha intensa y dolorosa por sobrevivir, muchos niños del siglo XXI, e incluso algunos adultos, creen que todos los adelantos que ahora nos rodean han existido siempre, que venían con la naturaleza. Entrar a una habitación a oscuras, apretar un botón y hacer que la estancia se ilumine lo consideran como lo más natural del mundo. Y, sin embargo, sólo hace ciento ochenta años, en 1831, un científico llamado Faraday consiguió producir corrientes eléctricas. Y cuarenta y ocho años más tarde, en 1879, otro hombre de ciencia, Thomas Alva Edison, inventó la primera bombilla eléctrica. La electricidad pareciera ser un invento más, pero gracias a la electricidad, en mayor o menor medida, otros muchos inventos han podido ser fabricados y pueden funcionar, como por ejemplo el telégrafo, la radio, la televisión, el láser, los computadores, la Tomografía Axial Computarizada (TAC) e, incluso, el Acelerador de Partículas. También utilizamos la electricidad para hacer subir y bajar los ascensores, para conservar los alimentos, iluminar los quirófanos, hacer funcionar las incubadoras...en fin, no se concibe el mundo actual sin la electricidad.


     Y todo se debe a la "máquina" más perfecta que poseemos los hombres: nuestro cerebro. Si no ¿Cómo se puede explicar que Eratóstenes, hace unos veintitrés siglos atrás, sin más herramientas que su cerebro, pudiera calcular la circunferencia de la tierra en 250 estadios, equivalentes más o menos a 40.000 kilómetros, tomando en cuenta que ahora sabemos que la cifra exacta es 40.070 kilómetros? 


     Estaba pensando en todo esto cuando Muchosnombres, dulcemente me dijo:
- He estado oyéndote en silencio, Valentino.
- Pero si yo no he hablado. Sólo he estado pensando en un montón de cosas diversas: en la relatividad del tiempo, en nuestra especie, en lo que el hombre ha conseguido crear, en que tienes razón cuando a veces me dices "Esto sucedió hace apenas un instante".
- Lo sé.
- Quizás no me haya dado cuenta y hablara mientras pensaba.
- Mon ami ¿Te tengo que recordar que no necesito que me hables para entender lo que piensas?
- ¿Verdad que puedes leer el pensamiento Muchosnombres?
- Sí, si lo quieres llamar así.
- ¿Es algo así como la telepatía?
- Sí, algo así como lo que llamas telepatía.
- ¿Y yo podría hacerlo?
- Si te empeñas ¿Por qué no?


     Muchosnombres se quedó en silencio mirándome a los ojos y a los pocos minutos me preguntó:
- ¿Me has entendido lo que te he dicho?
- Sí.
- Demuéstramelo, resume lo que te he dicho.
- Has pensado en algo así como "Si estás tan interesado en saber de dónde vienes, te puedo decir que los átomos de tu cuerpo, antes de formar parte de ti, desde la eternidad, han conformado otros organismos inteligentes y no inteligentes, de todas las constelaciones de todos los universos que existen y que han existido".
- Sí, me has entendido relativamente bien.
- ¿Y cuando muera qué me sucederá?
- ¿Cuando mueras?
- Sí, cuando deje de ser yo y desaparezca.
- Nunca desaparecerás del todo. Cuando se desorganice tu cuerpo actual ni yo sé qué ocurrirá con tus partículas, porque es un juego en el que no quiero influir.
- No te entiendo del todo.
- Digamos que eres como un caleidoscopio. Los trocitos de vidrio transparente son los mismos, pero cada vez que lo mueves y vuelves a mirar, ves una figura diferente.
- Ahora lo entiendo - le dije, y agregué - aprovechando que hoy estás más generosa que otras veces ¿Podríamos ahora hablar telepaticamente del concepto tiempo?
- Me parece que tú quieres saber demasiado, my dear. Mejor dejémoslo para otra vez... ¿Vale?
- ¡Vale! - gruñí yo un tanto desencantado.


     Justo en ese momento comenzamos a entrar a la estación Joaquín Sorolla de Valencia.


Continuará.