miércoles, 17 de junio de 2015

Valentino se da cuenta 
que se ha enamorado de Violante

Entrada 49


Fotografía realizada por Aquiles Torres

     Aunque, aparentemente, durante el viaje a Egipto para Valentino “el tiempo” no había transcurrido,
física y emocionalmente su organismo sí había experimentado un desgaste y un cansancio similares a cuando realizaba esos peligrosos viajes a zonas en guerra, en los cuales a veces pasaba días completos en medio de balaceras, intentando escapar de la muerte, durmiendo a trompicones y, con el añadido, que la posibilidades para alimentarse y asearse eran escasas. Quizás ésta fue la razón por la que, antes de revisar su correo y abrir el contestador automático de su teléfono fijo, prefirió ir a refrescarse a su cuarto de baño. Se desnudó, abrió el grifo al máximo, y cuando la bañera tuvo agua tibia suficiente, se sumergió por completo. Luego cerró los ojos. Permaneció largo rato así, quieto, pensando en lo afortunado que había sido por haber podido vivir esa extraordinaria experiencia en Egipto, con Akenatón, Nefertiti y toda su corte. 


     Luego, como solía hacerlo casi todos los días,  derivó sus pensamientos hacia el concepto “tiempo” que, desde niño, le intrigaba. Tanto, que desde muy joven había leído varias de las teorías postuladas por algunos de los científicos más brillantes de los siglos veinte y veintiuno que, aunque le habían ayudado a aclarar un poco sus ideas, notaba que el pez no terminaba de morder el anzuelo. Era algo similar a lo que le ocurría con el concepto “infinito”. No podía conseguir entender que algo no tuviera principio ni tuviera fin. Cuando mentalmente, como jugando, hacía ejercicios de ir más y más allá, y conseguía llegar a una frontera de una realidad donde parecía que todo terminaba y comenzaba la nada, debía volver a empezar porque no lograba imaginarse la nada. Con la idea de la nada se le complicaban más sus disquisiciones, porque si el infinito y el tiempo eran complicados, la nada lo era tanto o más difícil de entender. Lo que más lograba acercarse era a un “no algo” que podía ser el “vacío absoluto”. Poco a poco se fue quedando en un delicioso estado de duermevela. Finalmente, después de más de media hora reconfortante de agua tibia y juegos mentales maravillosos, se espabiló, salió de la bañera, secó su cuerpo, se echó varias gotas de “Joop” en sus manos y, con sus dedos abiertos, ordenó sus cabellos aún medio húmedos. Le encantaba sentir el aroma de ese perfume alemán, de color púrpura que, aunque no era excesivamente caro, era difícil de encontrar, incluso, en las perfumerías de las zonas libres de impuesto de los aeropuertos. A continuación se puso una bata y se dirigió a su sala de trabajo. Cuando se sentó frente a su ordenador a revisar su correspondencia pendiente de leer, notó que se sentía contento.

     Comenzó leyendo los correos de Violante que no sólo lo hicieron sonreír, sino que también actuaron como un interruptor que le encendió una serie de recuerdos vividos con la bella y elegante muchacha. Releyendo sus mensajes se percató que, definitivamente, no sólo la quería, deseaba y estimaba como había sucedido hasta ahora, sino que, casi sin darse cuenta, sus sentimientos habían traspasado la línea de los terrenos de la amistad profunda hasta llegar a los feraces campos del amor. Cuando leyó la frase “Te necesito; esta tarde quiero estar contigo para que hagamos el amor hasta desfallecer de felicidad” le pareció que también él podría haberla escrito, porque le ocurría algo similar. Con ella conseguía sentirse lleno de ese bien tan escaso que suelen llamar felicidad. Y, como ella, también quería empaparse de placer hasta desvanecerse dentro del cuerpo de la interesante mujer que no sólo exhalaba feminidad por sus ademanes y movimientos, sino que también la envolvía una especie de aura sensual casi mágica. Pero pensó que no sólo la necesitaba para sentir placer; se percató que también la necesitaba para sentirse completo. Advirtió que con ella a su lado no precisaba a ningún ser humano más sobre la tierra; que ella y él, solos en el mundo, podrían comenzar a generar una nueva estirpe. Y esto era una muestra inequívoca que esta mujer magnífica ya no era un simple entretenimiento para él. Era una evidencia que la fruta había madurado y que quizás fuera un error dejarla marchitarse.

     Luego, como contrapartida, leyó un largo mensaje de Michelle en el que la chica mexicana le decía que, aunque lo seguía queriendo, ella había decidido dar por terminada su relación. Algunas de las frases más importantes, decían: “Solo quisiera decirte algunas cosas para que entiendas lo que siento en este momento en que te escribo este mensaje. Primero, que has sido y eres para mí una de las personas mas importantes de mi vida. Que he reído, he llorado y he amado contigo. Que aunque, posiblemente, no le des crédito a estas palabras, esta relación contigo ha marcado mi vida”.

     En otro párrafo agregaba: “Creo firmemente que toda la vida puede cambiar en un segundo; y así me pasó a mí cuando te vi por primera vez en aquella esquina de la Gran Vía de Madrid. Aunque es probable que no nos volvamos a ver, la imagen de los momentos pasados junto a ti jamás los olvidaré, porque han sido inmensamente bellos. Quiero que todo esto permanezca dentro de mi corazón y de mi alma por siempre. Has sido un ser especial, cariñoso y lleno de generosidad. Ésta es la imagen que conservaré de ti”.

     Casi al final venía la saeta mortal: “Te confieso que he intentado seguir esta maravillosa relación como lo había hecho hasta ahora, pero no he podido olvidar que eres un hombre que no sólo vive a miles de kilómetros, sino que además estás, definitivamente, casado con tu profesión. Por otra parte la existencia de Violante que también vive en Madrid, a mí me dolía diariamente.  No podía sustraerme de esta circunstancia. Incluso recordarás que varias veces te pedí que no la nombraras estando yo presente, porque sólo el oír su nombre dicho por ti, me hacia sentir mal y me dolía. Lo entiendes ¿verdad?”

     Y agregaba: “… yo no tengo ningún derecho a pasar sobre ella, ni hacer como si no existiera, ya que no es así. Ella ya estaba en tu vida cuando yo llegué. Además, a pesar de las constantes muestras de cariño que te he dado, percibía que tu sentías que no era suficiente. No has conseguido darte cuenta que era imposible que sintiera como tu querías, porque tú estabas dentro de una relación casi estable y eso hacia imposible que pudiésemos relacionarnos tranquilamente y ser felices ya sea allá o acá”. 


     Michelle terminaba diciendo: “…vuelvo a México. Mi primer amor de adolescencia me ha encontrado en Facebook y quiere que reanudemos lo que nunca debió terminar. Aunque tendré que aprender a amarlo, aprovecharé esta oportunidad, porque así también estaré al lado de mis seres más queridos. Valentino, por el bien de los dos quiero que esto termine antes de que  a mí me cause más daño del que podría soportar. Un abrazo. Michelle”.

     Estaba terminando de leer el mensaje de Michelle cuando sonó el timbre. Valentino fue a abrir y se encontró con una Violante esplendorosa, sonriente y vestida como modelo de una portada de “Vogue”.
- Quería verte y me dije “si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”
- ¿Sucede algo?
- Sí, sucede que quiero verte, estar contigo, que nos abracemos, que tengamos sexo. Necesito tenerte dentro de mí; siento que cada vez me haces más falta. Deseo sentir tus abrazos, tus acaricias y tu calor. Quiero que durante mucho rato me beses suave en los labios, como sólo tú sabes hacerlo.
- Me has adivinado el pensamiento, yo quiero lo mismo – le confesó Valentino.

     Casi con furia comenzaron a besarse. Y así, mordiéndose los labios y entrelazados, se desplazaron hasta caer encima del kilim del salón. Luego de sacarle su vestido, mientras ella permanecía tendida de espaldas ataviada sólo con un body transparente de color negro de “La Perla”, Valentino bajó sus manos hasta su entrepierna, buscó los corchetes disimulados entre los pliegues de la delicada prenda, los desenganchó y la flor de loto rosada del sexo de Violante se abrió en todo su esplendor.