Entrada 48
Fotografía realizada por Aquiles Torres
Valentino tenía claro que la pregunta más
importante que debía hacerle a Tutankamón era la relativa a los entresijos de
cómo había podido vencer a la clase sacerdotal de Amón. En casi todos los escritos
en que el periodista se había documentado antes de hacer el viaje al pasado se
mencionaba lo difícil que había sido para el faraón desplazar al dios Amón e imponer
a Atón como Dios único, representado por un disco solar con muchos rayos con
forma de brazos. Sin embargo, a pesar de la rigurosidad de las investigaciones realizadas
por los egiptólogos especializados en la dinastía XVIII, aún quedaba una serie
de zonas oscuras que ahora Valentino tenía la oportunidad de aclarar.
En cambio el faraón y, sobre todo la reina
Nerfertiti, lo que querían era conocer “el mensaje secreto del Dios Atón” que
Valentino les había informado que les traía. Ellos lo consideraban un mensajero
divino, razón por la que ardían de deseos que esa confidencia celestial se las
transmitiera antes de que el aparecido de la nada se volviera a los territorios
de la deidad. Su preocupación era lógica: “sin mensajero no hay mensaje”, pensaban.
Estaban conscientes que en cualquier momento la comitiva sobrenatural formada
por el periodista, Muchosnombres y el señor Destino desaparecería,
probablemente, en medio de los mismos rayos de luz que los había traído hasta
Tell el Amarna.
Como es natural, el periodista hubiera
querido haber sacado algunas fotos o grabado películas en cada una de sus
entrevistas, pero Muchosnombres le había dejado claro que no perdiera el
tiempo, que se olvidara de captar imágenes y sonidos, entre otras razones, porque
cuando regresaran a Madrid, la cámara y la grabadora seguirían teniendo sólo
las imágenes y los sonidos que tenían en el momento de la salida. Y el comunicador,
respetuoso de la orden de Muchosnombres; ni siquiera lo había intentado. Por
esta razón, hacía denodados esfuerzos por grabar en su cerebro no sólo las
respuestas a sus preguntas, sino también hasta los más mínimos detalles de todo
cuanto captaban sus sentidos, sobre todo los rostros y las voces de sus
interlocutores.
A medida que pasaron los minutos o las
horas de este encuentro increíble, Tutankamón fue detallando lo difícil que
había sido conseguir vencer a los poderosos sacerdotes del dios Amón, cuyo
poder central estaba asentado en Tebas. Explicó en detalle el plan y la
estrategia que diseñó y llevó a cabo, dando claves inéditas que la historia no
había registrado, mientras Nefertiti repetía varias veces que sin el poder ancestral
que les otorgaba el cargo más importante de Egipto, así como el poder mágico
que los egipcios le otorgaban a los símbolos externos como la doble corona, el
látigo y el cayado, hubiera sido imposible vencer a la mafia sacerdotal. El
faraón pormenorizó las veces que había resultado indemne de intentos de ser
quitado de la circulación, especialmente con bebidas y comidas envenenadas, y
víboras y escorpiones que manos cobardes y traidoras varias veces habían dejado
entre las ropas de sus lechos.
Durante la entrevista Valentino se percató
que la marea de cambios promovida por Akenatón había transformado, incluso, la
concepción artística que hasta antes de él existía en Egipto. Ahora los cánticos
tenían versos con contenidos más humanistas, que alababan el amor universal; y
la pintura y la escultura también habían experimentado cambios bruscos. Hasta
entonces, los egipcios solían representar las figuras humanas con las cabezas
de perfil y el resto del cuerpo en poses un tanto afectadas y artificiales. Valentino
comprobó que esto había cambiado. Incluso Akenatón y Nefertiti acostumbraban a
retratarse en posturas informales, en escenas del día a día, como por ejemplo
en la intimidad de una estancia jugando con sus hijos. Le llamó mucho la
atención una gran pintura mural en la que aparecían Akenatón y Nefertiti con
algunos de sus hijos de una manera tan distendida, que le recordó el magnífico
cuadro de los Duques de Osuna con sus cuatro hijos pintado por el genial Goya a
finales del siglo diecisiete y que, actualmente, se exhibe en el Museo del Prado.
Apenas Valentino
consideró que ya tenía todo el material que necesitaba para su trabajo
periodístico, procedió a cerrar la entrevista transmitiéndoles al rey y a la
reina el mensaje privado que, aunque inventado por él, les aseguró que se los
enviaba el propio Atón. Ambos, convencidos que era un mensaje de su Dios, a
medida que lo oían, fueron demudando sus rostros, sobre todo al oír palabras
claves como “libertad”, “justicia”, “igualdad”, “infinito” o “eternidad”
porque, aunque de alguna forma habían democratizado la sociedad de su tiempo, seguían
teniendo ideas que en nuestra época serían consideradas como tiránicas. A pesar
de esta circunstancia, ambos hicieron una profunda reverencia a Valentino y
juntos volvieron a la gran sala donde permanecían Muchosnombres y el señor
Destino festejando con el resto de la familia real y con los dignatarios más
poderosos de Egipto. Fue entonces cuando los tres viajeros del tiempo fueron
envueltos por una luz cegadora que refulgía más que el mismo sol, y que se los
llevó en un torbellino fosforescente hacia una dimensión desconocida para los
anfitriones. De nuevo, como en el momento de su aparición, todo sucedió de
forma tan repentina y espectacular que dejó a todos profundamente impresionados y
desconcertados, tanto, que ni siquiera alcanzaron a decir “adiós”.
Al mismo tiempo, Valentino, Muchosnombres y el señor Destino aparecieron en Madrid, en el mismo lugar y a la misma hora a la que habían iniciado “el viaje”. En el despacho donde el comunicador solía trabajar estaba todo igual, como si nunca se hubiera marchado a viajar a través del tiempo. Al principio dudó, pero luego consultó el reloj de su ordenador y comprobó que era la misma hora de la “partida” del viaje al pasado del Egipto del faraón Akenatón. El ordenador continuaba abierto y en su pantalla había diez mensajes que esperaban ser leídos. Entre ellos uno de Michelle y dos de Violante. Primero abrió los correos electrónicos de Violante. El mensaje de su amiga con ventaja era muy escueto y sólo decía: “Tengo ganas de ti”. Valentino sonrió y abrió el segundo. Éste era mucho más explicito: “Te necesito; esta tarde quiero estar contigo para que hagamos el amor hasta desfallecer de felicidad”.
Al mismo tiempo, Valentino, Muchosnombres y el señor Destino aparecieron en Madrid, en el mismo lugar y a la misma hora a la que habían iniciado “el viaje”. En el despacho donde el comunicador solía trabajar estaba todo igual, como si nunca se hubiera marchado a viajar a través del tiempo. Al principio dudó, pero luego consultó el reloj de su ordenador y comprobó que era la misma hora de la “partida” del viaje al pasado del Egipto del faraón Akenatón. El ordenador continuaba abierto y en su pantalla había diez mensajes que esperaban ser leídos. Entre ellos uno de Michelle y dos de Violante. Primero abrió los correos electrónicos de Violante. El mensaje de su amiga con ventaja era muy escueto y sólo decía: “Tengo ganas de ti”. Valentino sonrió y abrió el segundo. Éste era mucho más explicito: “Te necesito; esta tarde quiero estar contigo para que hagamos el amor hasta desfallecer de felicidad”.
VEAMOS SI SALE
ResponderEliminarExcelente, mis más sinceras felicitaciones Aquiles. El siguiente episodio quedó, como se dice en Chile, con la bala pasada jaja. Saludos
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