jueves, 20 de agosto de 2020

Valentino regresa a Madrid.

 


(Fotografía realizada por Aquiles Torres)


Entrada 58. 

 

Apenas Valentino regresó de su viaje al pasado a su departamento de Madrid, antes de abrir su computador y su IPhone, se dirigió a la cocina, eligió una botella de vino blanco pescador, escanció una copa y se la llevó al salón.

Primero invirtió unos cuantos segundos en percibir el aroma del caldo y luego lo degustó  con deleite. Mentalmente, lo comparó con el vino especiado que le habían servido en el taller de Johannes Gutenberg, varios cientos de años atrás en el tiempo. ¡Qué diferentes le parecieron!

Se sentó en un sillón y comenzó a pensar cómo había cambiado, para bien y para mal, el mundo desde ese 1455 que acababa de dejar atrás. Y cómo el hombre, un ser vivo, aparentemente, tan vulnerable comparado con varios otros animales con los que ha compartido el planeta, había sido capaz de sobrevivir y progresar como especie. Centrado en la imprenta de Gutenberg pensó en algunos de los ingenios creados por el ser humano, desde la rueda a la sonda Voyager 1, que es el objeto fabricado por el hombre que más alejado está de la tierra, y que ahora, casi medio siglo después de ser lanzada, continúa navegando en el espacio interestelar.

 

Cuando dejó de lado sus pensamientos sobre el progreso humano, tomó el mando de su equipo de música, eligió un disco compacto y lo instaló en la ranura del aparato. Apretó el botón y, como el sol entre las nubes de un amanecer, comenzó a emerger la voz de Tania Libertad interpretando “Concierto para una sola voz”. El periodista apoyó la cabeza en el respaldo de su butaca. Comenzaron a caerle unas cuantas lágrimas por las mejillas y pensó: “¡Qué feliz soy! ¡Tengo miedo de ser tan feliz!”.

 

Terminó de beber y cerró los ojos. Dejó la copa vacía sobre una mesita, se relajó y, con placer, comenzó a quedarse dormido. De no haber sido por una llamada a su teléfono móvil, probablemente, hubiera continuado así por horas. Valentino, aún medio dormido, contestó. Era su madre.

– Hola, hijo querido, sólo quiero saber cómo estás.
- Hola, madre. Estoy bien. Por tu voz percibo que estás preocupada. ¿Es por mí?
- Sí, es por ti. ¡Ingrato! Te pierdes por semanas, hijo. Hace diez día que no sabemos nada de ti. Entendemos que tienes mucho trabajo y eso es bueno para ti, pero aunque no pueda verte tanto como quisiera, por lo menos quiero oír tu voz.
- Tienes razón, madre. Prometo comenzar a llamaros más seguido. No tengo ninguna justificación para no hacerlo. Pero aunque os llamo poco, te prometo que cada día pienso en vosotros.
- Pero ¿estás bien?
- Sí, madre. Pocas veces me he sentido mejor. Acabo de llorar un poco mientras oía a Tania Libertad cantar “Concierto para una sola voz”.
- ¿Llorar un poco? ¿Es que estás triste, hijo?

- He llorado de emoción, de felicidad, mamá, de oír algo tan bello que me ha llenado el espíritu y el corazón de guirnaldas de flores. A veces las lágrimas endulzan, equilibran y temperan el espíritu. Nos hacen más humanos.
- ¿Seguro que estás bien, hijo?
- Sí, madre, sí.

- Me habías preocupado, hijo.

 

Luego hablaron de asuntos familiares y quedaron que en un par de semanas iría a visitarlos, a pasar un par de días con ellos.
- Cuando vaya iré con Violante. También ella quiere veros.
- ¡Qué bien que vengas con ella, hijo!. Hace mucho que no la vemos.
- ¿Sabes? Cuando vayamos me encantaría degustar esa tortilla de patatas que a ti te queda tan sabrosa.
- Te gusta porque la preparo con un componente secreto: cariño – y se puso a reír.

- Pues esta vez ponle el doble de ese componente secreto.
- Lo haré, Valentino, lo haré. También prepararé el postre que tanto os gustaba a ti y a tus hermanos cuando erais pequeños.

- ¡Mmm! Eso sería rizar el rizo.

Cuando cortó se quedó con un pequeño remordimiento en el corazón. Tras reponerse encendió la televisión justo en el momento en que comenzaba el telediario de la noche. La mayoría de las noticias eran pésimas: pandemias, huracanes, incendios, sequía en un lugar e inundaciones en otros, homicidios, robos, violaciones, drogadicción, guerras.
- ¡Qué mierda de mundo! Todavía el maestro Gutenberg no debe volver. Sus soñados tiempos de oro aún no han llegado – musitó Valentino y se volvió a dormitar.

 

Repentinamente se desperezó y abrió los ojos. Frente a él, mirándolo con amor, estaba Violante.

- Hola dormilón. Te he estado observando durante un par de minutos. ¡Con qué placidez dormías! – le dijo con cariño.
- Hola, mi Dulcinea. ¡Qué bella estás!
- Eres un adulador. Sé que no estoy bella. Estoy cansada. He tenido un día muy ajetreado y necesito darme un baño tibio. Y luego quiero mimos de una persona a la que estoy mirando.
- No creo que hayas tenido un día más movido que el mío - 
Le contestó Valentino con sorna.

- Cariño, pero si hoy ni siquiera has salido de casa.
- Eso es lo que tú crees. Espera, traeré la botella de vino blanco que dejé sobre la mesa de la cocina y brindaremos.
- ¿Por algo especial, mi periodista favorito? 
- Porque estamos vivos, porque estamos juntos y porque nos amamos ¿Existen razones más importantes?.

 

2 comentarios:

  1. Hermosa fotografía que inicia la entrada de este entretenido texto que relata muy bien el estado de ánimo de Valentino tras su viaje a la época del maestro Gutemberg. Con la maestría de la que son capaces únicamente quienes llevan años desarrollando el oficio de escribir nos sumerges en un relato lleno de matices que primero nos haces imaginar los placeres que producen en Valentino la copa de vino que degusta mientras escucha la pieza musical en su equipo de música y luego nos llevas a lo cotidiano de una llamada telefónica con su mamá, describiendo su pastel de patatas tan bien que resulta imposible no ponernos en el lugar de Valentino cuando almorzamos junto a nuestras madres platos igual de exquisitos que el que describes. El capítulo tiene un broche de oro con el brindis que Valentino propone cuando está junto a su amada, pues describe muy bien lo agradecido que está de la vida. Buen capítulo amigo mío, Felicitaciones.

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  2. Gracias por tu opinión, querido, Héctor.
    Como también tú trabajas en un proyecto parecido, que es editar la revista del Liceo 6 "Presente Señor", sabes lo difícil que es este oficio. Aunque lo mío no es un oficio, es apenas una afición.
    Te informo que me falta poco para terminar este relato que, espero, sea un tiempo prudencial una novela en soporte papel, además de la edición digital.
    Ahora mismo estoy pasando a Word las 59 entradas que ya he publicado y estoy pasando a la fase de correcciones. Por ahora me salen 270 páginas y más de 80 mil palabras publicadas. Estoy a punto de publicar la entrada 60. Y, te cuento, que el capítulo final, el epílogo de esta futura novela, ya lo he escrito.
    Un abrazo.
    Aquiles.

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