miércoles, 17 de agosto de 2011

Encuentro de Valentino con sus primos lejanos

Capítulo 22
Reproducción de Miguelón en el Museo de la Evolución Humana de Burgos     

     Efectivamente, casi junto a nosotros, había una oquedad tapada por matojos y por algunas piedras desde donde salían sonidos aparentemente humanos que me provocaron tal sorpresa que el corazón casi se me salió del pecho. No era para menos, iba a conocer parientes remotos.

- Muchosnombres ¿Tienen fuego dentro de la caverna?
- Valentino, aún no han aprendido a hacerlo por ellos mismos. Pero a veces, cuando cae un rayo y provoca un incendio consiguen mantenerlo encendido durante algunos días. Sin embargo sabes bien que con el tiempo aprenderán a hacerlo por sí mismos. Ésa es la grandeza de tu especie Valentino: el haber podido solucionar problemas para satisfacer necesidades que ningún otro ser vivo de este planeta ha podido resolver. 
- Muchosnombres ¿Podría quedarme? – exclamé yo casi sin pensar en lo que decía.
- ¿Prefieres quedarte afuera? ¿No quieres entrar?
- No, quiero decir si me puedo quedar viviendo con esta gente.
- ¿Estás loco? Imposible Valentino, tú perteneces a otro nudo espacio- temporal.
- Yo les podría a ayudar a hacer cuchillos, lanzas, escudos…en fin les explicaría cómo hacer los ingenios maravillosos de  nuestro tiempo para que pudieran alimentarse mejor y su masa cerebral aumentara.
- No me hagas reír Valentino. En esta época y en este ambiente tú no permanecerías vivo ni siquiera una semana. Aunque vienes del futuro donde hay, según tú, inventos maravillosos creados por vosotros,  aquí y en estas condiciones, en todo lo que te queda de vida no serías capaz ni de hacer una tetera de aluminio. Primero necesitarías sobrevivir, luego hacer fuego, después encontrar metales adecuados, más tarde hacer una fragua, a continuación crear herramientas…¡mejor no continúo mencionándote problemas que tú conoces bien!
- ¿Y si les dejamos una rueda, un arco y flechas o un computador?
- ¿Sabes lo que estás diciendo?
- Lo digo porque la rueda es algo tan común en mi época. Luego con el arco y las flechas podrían cazar con mayor facilidad. Y con el computador podrían acelerar su progreso.
- ¡Jajajá… un computador!  Pero, desgraciado, si acabáis de salir del ábaco. El computador es de hace un nanosegundo. Recién en la década de los cuarenta del siglo pasado, en Gran Bretaña, creasteis el Colossus, un artilugio que puede considerarse el primer ordenador digital.
- Este…pero…
- Vale… ¡Adelante sabelotodo!... yo puedo esperar aquí contigo todo el tiempo que quieras, porque no olvides que también yo soy todo absolutamente todo esto y estoy aquí desde siempre. Anda, prueba a inventar y crear un computador. Ya puedes empezar, majete.
- Es que necesito herramientas.
- Ya empezamos a pedir. Vale…ahí las tienes… ¡empieza! - dijo Muchosnombres un tanto enfadadilla. Y de la nada hizo aparecer una caja llena de herramientas, la mayoría de ellas desconocidas para mí, razón por la que ni las toqué.
     Disimulé mi ignorancia y repliqué:
- Ahora necesito encontrar minerales especiales y otros elementos.
- Es tú problema… ¡Dime tú dónde los encontrarás! Recuerda que deberás fabricar carcasas, circuitos integrados, microprocesadores,  discos duros, cables especiales, pantallas de cristal líquido, programas informáticos, baterías y un sinfín de componentes más. También crear electricidad. Y claro, no vas a hacer sólo un ordenador. Tendrás que fabricar muchos para crear una red. Porque uno solo, aparte de servirte de almohada ¿De qué más te iba a servir?
- ¡Mmmmmmm!
- ¿Conoces lenguajes de programación?
- No.
- Angelito, si ni siquiera conoces lenguajes de programación ¿para qué quieres crear un computador?
- ¿…?
- Pero ¿sabes qué? Te voy a facilitar las cosas… aquí tienes un computador de última generación – me dijo Muchosnombres entregándome un ordenador flamante. E, inmediatamente, me preguntó - ¿Qué harías con él en el tiempo en que estamos? ¿Para ver la saga de las películas “El Padrino”? ¡Si todavía tampoco se ha inventado el cine! ¿A quién mandarías e-mails? Si ni siquiera existe Google, ni periódicos digitales… ¡nada!... ¡Nada de nada…de nada!
- ¿Les dejamos entonces una rueda?
- ¡Anda…anda…Spielberg! ¡Mejor tira de una vez p’adentro de la  caverna!
- Vale…tienes razón, ha sido un golpe de exaltación emocional.
     Y una vez que recuperé la calma, Muchosnombres, con una paciencia infinita, me indicó el boquerón que nos permitiría entrar a la galería.  
- Entremos de una vez. Esta es la entrada a la llamada Sima de los Huesos de la que nos habló la guía – me señaló Muchosnombres.
     Entramos con sigilo y avanzamos lentamente. A pesar de que pasaron algunos minutos mis ojos no consiguieron acostumbrarse a la oscuridad, por lo que Muchosnombres me tomó la mano y me comenzó a guiar. Repentinamente sentí un ruido como un castañetear de dientes.
- Oigo, pero no puedo ver nada – dije con un poco de temor.
- Ahora podrás ver – me dijo Muchosnombres  y de inmediato pude ver en la oscuridad.

- Muchosnombres, parece que allí hay un grupo de hombres. Por favor, déjame 
también poder oler y sentir la temperatura de las cosas y del ambiente para vivir la experiencia completa de este encuentro en tercera fase.
- Aunque no sea agradable para ti, es una buena idea que lo experimentes.
       Y de inmediato sentí un frío intenso como sólo lo había experimentado en una ocasión, cuando era muy niño, en una madrugada en una estación de trenes comarcales. Me enfrié a tal extremo que empecé a tiritar; y un olor nauseabundo que se coló por mi nariz, me llenó el cerebro de un estímulo fortísimo que casi me hace vomitar. Entonces, en un ángulo del túnel, agazapados para pasar desapercibidos y apretujados para darse calor, pude ver a un grupo de varios adultos y niños temblando, quizás por hambre, quizás por frío, quizás por miedo, con una tortuga a medio despedazar y un par de pájaros negros destripados en el suelo.

- Son un grupo de Homo Heidelbergensis – me instruyó Muchosnombres.
     A pesar de que no podían vernos, al parecer sí presentían nuestra presencia, porque el que parecía de más edad comenzó a girar su cabeza de izquierda a derecha, mientras resoplaba y emitía un sonido bronco: “¡Uaf…uaf!”, abriendo a la vez desmesuradamente las aletas de su nariz. Mientras el resto del grupo repetía algo así como “¡Tititití…tititití” yo me quedé como hipnotizado, mirándolos emocionado porque tenía delante de mí antepasados que nunca me hubiera imaginado conocer. Un poco más alejado del grupo había un adulto más alto y robusto que el resto, todavía joven, con un bulto en el lado izquierdo de su rostro, chillando aparentemente de dolor, y azotando su cabeza contra la pared de la sima.  
- Debe ser Miguelón – exclamé yo.
- Es Miguelón - me confirmó Muchosnombres.  
- ¿Puedes aliviarle el dolor?
- Ya sabes que no suelo intervenir en el fluir de la vida.
- ¡Vamos mujer!
- Como desde que te lo advertí no has pedido nada para ti ni has sacado partido de nuestra amistad… ¡sea!... pero sólo el dolor. La infección y la hinchazón continuarán. Para tu tranquilidad Miguelón y los suyos tienen un grado de resiliencia muy superior al tuyo.
- Gracias – y no había terminado de decir gracias cuando vi a Miguelón quieto, perplejo, tocándose el moflete, quizás comprobando si lo que le sucedía era real. Luego empezó a dar saltos de alegría y los chillidos de dolor se transformaron en unos sonidos destemplados que no había escuchado jamás, pero que deduje eran de alegría.
- En honor a ti les voy a hacer un regalo que recordarán todas sus cortas vidas: un estímulo sensorial múltiple que no han experimentado antes ni lo volverán a vivir nunca más – me confidenció Muchosnombres.
     Y al instante la caverna oscura, fría y maloliente empezó a entibiarse y de la nada comenzaron a aparecer unas bolas de luz que explotaban contra los muros y de cada una de las explosiones nacían decenas de otras bolas de luz que hacían que la claridad fuera en aumento. A la vez un aroma a lavandas y a incienso invadió el ambiente y resonaron las notas y los cantos que conforman “Cármina Burana”.


     A mí también me pilló desprevenido el golpe de efecto. Fue tal mi impresión que me sentí como borracho en medio de un torbellino de música, aromas y luces doradas que me envolvían, me hacían girar como un trompo y me transportaban por la caverna como si hubiera estado montado en una montaña rusa.
- ¡Já!… sólo falta el señor Destino, porque “Cármina Burana” exalta al destino y a la suerte– musité muy bajito – Y dicho y hecho, al instante vi al señor Destino girando junto a mí y riéndose como un niño pequeño dentro de un almacén de juguetes.

     Estaba mirándolo a él cuando de la nada aparecieron centenares de mariposas de colores cyan, magenta y amarillas. Fue entonces cuando volví a mirar al grupo de mis primos lejanos que ahora, dando unas muestras de una felicidad intensa, daban saltos y alaridos de alegría.
- Ya es suficiente. Debemos dejarlos; despídete de tus parientes – me ordenó Muchosnombres.
     Y los tres: Muchosnombres, el señor Destino y yo comenzamos a abandonar la caverna que continuaba llena de una luz radiante, un aroma delicioso y una música que me henchía el corazón de felicidad. Miré hacia atrás por última vez y los vi tan contentos, que a mí de júbilo se me llenaron de lágrimas los ojos.

     Cuando salimos al exterior sentí más frío aún y un latigazo de viento gélido me azotó el rostro y secó mis lágrimas.

     Mientras la tormenta implacable caía sobre la tierra y el jolgorio continuaba en la caverna volvimos a aparecer en el mismo nanosegundo en que nos habíamos marchado a ese viaje dentro del viaje. Allí, en la Trinchera del ferrocarril seguían todos: los amigos del Club Internacional de la Prensa, un poco más allá las azafatas de Lan, y también la guía que continuaba hablando de Miguelón. Entonces me giré hacia Muchosombres y, bajito, le dije “gracias”.





4 comentarios:

  1. Querido amigo

    Tu viaje en el tiempo nos ha hecho reflexionar
    " de la brevedad de la vida". ¿ Te imaginas ahora lo que son las Grandes conquistas de la Humanidad
    comparado con los miles de eones que tiene el universo y no me refiero a este planeta solo en una galaxia de ùultima categorìa.
    Ojalà estos viajes nos ayuden a ser menos orgullosos de nuestros adelantos tècnicos, primitivos en la misma forma que lo era "Miguelòn"
    Felicitaciones y sigue en el camino

    Paco

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  2. Querido Paco:
    Creo que a medida que vamos descubriendo nuestra realidad y vamos destripando "misterios", la mayoría de quienes poblamos este planeta, aprendemos a ser más modestos. Por desgracia hay una minoría que, simplemente, no ha aprendido nada de este viaje maravilloso en que, como especie, estamos inmersos. Son las ovejas negras de esta familia humana, pero como siempre las ha habido y siempre las habrá, tenemos que aprender a convivir con ellas.
    ¿Miguelón?...de alguna manera todos somos Miguelón...¿Verdad?
    Gracias por tus felicitaciones.
    Sólo el hecho de comprobar que ya han abierto este blog lectores de 29 países me anima a seguir escribiendo.
    Un abrazo.

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  3. Recomiendo como lectura (aparte, obviamente, de este blog ) los libros de "Los hijos de la tierra" de Jean M. Auel,cuya primera novela se llama "El clan del oso cavernario"; también me hizo reflexionar sobre unas cuantas cosas.

    Un besito.

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  4. Querida Marisa:

    Aún no he leído "Los hijos de la tierra", pero sí hace algunos años devoré "El clan del oso cavernario".

    Recuerdo que una de las cosas que más me impactó fue el castigo que el clan le daba a algunos miembros del grupo, que consistía en dejar de "verlos" y hablarles. Me parece un castigo increíblemente cruel, porque para el que lo sufría era como morir en vida.

    ¿Sabes Marisa? Podríamos hacer lo mismo con algunos de nuestros políticos, especialmente con aquellos que sólo critican y no dan soluciones ni ayudan a sacar adelante al país. Me refiero quienes todo su afán es conseguir el poder.
    Un buen castigo sería también ignorarlos como si no existieran. Y por supuesto no votarlos nunca más.
    Y lo mismo podríamos hacer con los seudo periodistas de algunos lamentables programas televisivos, que se creen fiscales y jueces de medio mundo. Bastaría con dejar de verlos para que bajaran sus audiencias y pudiéramos tener programas positivos y de calidad.
    Saludos querida amiga,

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