lunes, 20 de abril de 2020

Valentino conoce a Gutenberg


(Fotografía realizada por Aquiles Torres)

Entrada 56. 


Valentino se acercó al hombre que permanecía a contraluz de las llamas de la gran chimenea. Cuando la lumbre le iluminó el rostro lo reconoció: era Gutenberg. A pesar de tener sólo 55 años parecía un anciano.

Fue en ese momento cuando  Muchosnombres permitió que todos los que estaban en el taller pudieran ver a Valentino. Por suerte para él, a ninguno le pareció un extraño venido del futuro porque, en esos años, en plena Edad Media, por los caminos, callejuelas, plazas, mercados, palacios, templos, casas de meretrices y tabernas se veía una amplia tipología humana. Aunque era el corazón de Europa, por todas partes pululaban hombres venidos de distintos puntos del mundo conocido de entonces, de oriente, del norte de África, de otros países de Europa. Era una fauna ataviada de las más extravagantes formas, con calzados, ropajes y sombreros diversos. A veces, hablando lenguas desconocidas y entendiéndose por señas.

En esa sopa carnavalesca danzaba una amplia muestra de la sociedad de la época: santones, titiriteros, comerciantes, curas, príncipes, nobles, tahúres, delincuentes de toda calaña, niños abandonados, artesanos, mercaderes, artistas, prostitutas, pícaros, alquimistas, enfermos, tullidos, soldados, artistas, sacerdotes, curanderos, pordioseros y, quizás, hasta extraterrestres.

Lo que no sabía entonces ni el propio Gutenberg es que los inventos y descubrimientos medievales, especialmente su ingenio para imprimir, iban a ser claves en un cambio de la actitud del hombre ante la vida. Su imprenta abriría caminos, puertas y ventanas para que la cultura llegara a todas partes y sería un factor importante en el inicio de un mundo nuevo.

Aunque ya en el siglo once, y en los posteriores, en Europa se crearon las primeras universidades que comenzaron a profundizar en la búsqueda de respuestas a todas las incógnitas para entender al hombre, al mundo y al universo, todavía la cultura era como una mesa llena de manjares junto a la cual se sentaban a comer sólo unos poquísimos afortunados. En esta efervescencia cultural también comenzaron a generarse corrientes de pensamiento que rescataron la cultura clásica, especialmente la filosofía, para intentar entender, de forma racional, tanto las religiones como las ciencias, es decir la búsqueda de la verdad.

Cuando Gutenberg vio a la desconocida visita, le preguntó:
- ¿Quién eres, visitante?
- Me llamo Valentino, vengo del reino de Castilla; estoy de paso por Maguncia.
- ¿Quién es tu rey?
- Enrique IV.
- ¿Al que llaman “El Impotente”?
- Sí, ese es su sobrenombre.
- ¡Bienvenido a mi taller, Valentino! ¿A qué te dedicas?
- Relato lo que veo, lo que hace el ser humano.
- ¿Qué?
- Cuento lo que sucede en el mundo.
- ¿Lo bueno y lo malo?
- Sí, maestro, por desgracia también he estado varias veces en el infierno, en medio de guerras donde he visto la cara más sangrienta, perversa y cruel de los seres humanos.
- Entiendo. Eres como un cuentahistorias que vas por los vericuetos del mundo contando lo que sucede en cada pueblo que visitas.
- Sí, algo así. Aunque yo a las historias las llamo noticias y, antes de divulgarlas, compruebo que sean reales, porque no sólo informo acerca de lo que veo, también de lo que oigo y de lo que me cuentan. Y como me han llegado rumores de que has inventado algo extraordinario he venido a conocer tu invento y, por supuesto, a ti.
- ¿Te refieres a esto? – Le preguntó Gutenberg mostrándole una imprenta magnífica, tal como él se la había imaginado y que ya la había visto detenidamente varias veces en Internet.
- Sí, me refiero a tu máquina de impresión. Aunque me han dicho que lo realmente original ha sido que has inventado esto, los tipos móviles metálicos - le respondió tomando en sus manos una pieza compuesta de una aleación de antimonio, estaño y plomo que correspondía a la letra uve de Valentino.
Gutenberg lo quedó mirando con expresión incrédula, y le soltó:
- ¿Cómo sabes tú de tipos móviles metálicos si tu tiempo lo dedicas a ir de aquí para allá?
- Justamente porque voy de aquí para allá, sé más de lo que usted se imagina, maestro.
- Ya me había percatado que no eres un simple cuentacuentos; perdón…cuentanoticias.
- Así es, maestro Gutenberg.
- Me imagino todo lo que habrás podido ver y oír viajando de un lado a otro del mundo.
- Mucho, maestro, mucho. También sé que usted no siempre se ha dedicado a la impresión. Me han relatado que antes pulía espejos.
- Veo que sabes más de mí que muchos de mis empleados y clientes.
- Pero lo de los espejos ¿es verdad o no?
- Sí. Fabricar espejos no era un mal negocio.
- Maestro ¿y qué otras cosas ha hecho antes de llegar a su imprenta?
- Muchas cosas, Cuentanoticias. Desde mi pubertad no he parado de laborar. Mi padre fue mi maestro. He trabajado como herrero, he sido orfebre y hasta he dedicado tiempo al oficio de la acuñación de moneda. Incluso aprendí a tallar gemas.
- ¿En Estrasburgo?
- Sí. En Estrasburgo. Cuando era muy joven también mi padre me inició en la confección de matrices y en la fundición de la plata y del oro.
- Ahora entiendo cómo llegó a los moldes de sus tipos. Y como estos le han permitido desembocar en la impresión mecánica con ellos.
- Metálicos, Valentino, tipos móviles metálicos. Ellos han sido mi gran aporte al proceso de impresión mecánico. La verdad, es que durante toda mi vida no he parado de trabajar, pero 
aunque la mayor parte de mi tiempo lo paso ocupado en este taller, también estoy al tanto que en el mundo están sucediendo hechos extraordinarios. - El mundo está cambiando, maestro Gutenberg.
- Lo sé, lo sé. A pesar que todos estos últimos años he estado sumido en impresiones, en libros y en mi imprenta, soy consciente de lo que nuestro mundo está cambiando, cuentanoticias.

Mientras lo oía, Valentino lo miraba como hipnotizado. La frase “soy consciente de lo que nuestro mundo está cambiando, cuentanoticias” fue como un bofetón para el periodista, que le ayudó a centrarse en esa coyuntura histórica de la Europa de mediados del siglo quince. En realidad ese mundo no sólo estaba en plena transformación gracias a nuevos inventos, a nuevas técnicas y a nuevas doctrinas y teorías, sino que pronto también se ampliaría y sus confines llegarían más allá del horizonte hasta entonces conocido. Pero el periodista tenía claro que en medio de ese remolino de acontecimientos, ni Gutenberg ni el más avezado vidente, podían imaginar que apenas 37 años después, el 12 de octubre de 1492, un marino llamado Cristóbal Colón, acompañado por 87 hombres que navegaron por el Océano Atlántico en tres endebles naves, descubriría un nuevo continente. Fue un sueño o una visión de Cristóbal Colón que, gracias a sus dotes de persuasión, consiguió hacerla realidad. Fue mérito suyo el conseguir convencer a los reyes católicos, Isabel y Fernando, para que aceptaran financiar tan magna aventura. De este modo los reyes de Castilla y de Aragón, deslumbrados por el oro y los tesoros que Colón les aseguró que allí estaban al alcance de las manos, se “asociaron” a él, quien, finalmente, terminó descubriendo vastas tierras hasta entonces ignotas.

Aunque Muchosnombres le había dejado claro a Valentino que no diera información sobre hechos venideros, el periodista no pudo controlar su afán de informar y le comentó al gran Gutenberg, a quien consideraba su colega:
- Maestro, ni se imagina lo que nos traerá el futuro: nuevas tierras, nuevos mundos, nuevas formas de comunicación.


viernes, 3 de abril de 2020

Viaje a Maguncia a entrevistar a Gutenberg


(Fotografía realizada por Aquiles Torres)



En el plan de entrevistas de Valentino a personajes que ya no existían en este  mundo, la próxima interviú prevista era a Johannes Gutenberg, un hombre al que el periodista admiraba por haber sido, oficialmente, el creador de la imprenta de tipos móviles, un ingenio que permitió acelerar la impresión de libros, democratizar la cultura y aumentar la divulgación de ideas. Además estaba directamente ligada al desarrollo posterior de la prensa escrita y, por ende, de los periodistas. 

Consideraba que Gutenberg y otros inventores como él, algunos cuyos nombres no ha registrado de la misma forma la Historia, habían permitido realizar un salto cultural cualitativo a la Humanidad. Como antes lo hicieron los que crearon la escritura; o quienes, ya en el siglo veinte, inventaron el computador e Internet, la red de redes.

Al igual como suelen trabajar algunos de los grandes profesionales del periodismo, antes de realizar una entrevista, Valentino solía informarse de manera  rigurosa y abundante acerca del personaje a entrevistar y de la época en la que a éste le había tocado vivir. Lo hacía con pasión, hasta encontrar galerías que le permitían llegar hasta vetas que nadie había descubierto antes. A veces le bastaba un pequeño detalle, un hecho aislado que los demás habían dejado pasar, pero que era la causa de sucesos que después se transformarían en extraordinarios. Luego se ponía en la piel del personaje e intentaba ver su interior, entenderlo, percibir sus luces y sus sombras. Consideraba que esta era la mejor forma para conseguir resultados originales y didácticos que llamaran la atención y el interés de sus lectores y, sobre todo, que les permitiera conocer mejor al ser humano y la trascendencia de su obra. Y la verdad es que le daba excelentes resultados.

A Gutenberg le había dedicado un par de horas cada mañana durante varios días, leyendo todo lo que consideraba que le podía aportar algo interesante. Luego lo dejaba, seguía trabajando en otros proyectos, comunicándose con medio mundo, saliendo a comprar y viviendo su día a día. Algunas mañanas salía a correr por el Parque del Retiro y a veces, cuando llegaba la noche, salía a cenar con Violante y algunos amigos, o iban a ver una obra de teatro. Luego regresaban a su departamento o iban al de ella a regalarse amor. Al día siguiente regresaba al inventor de la imprenta en una especie de cita invisible con un hombre a quien cada día creía conocer un poco más. Cuando consideró que tenía información suficiente, viajó a la ciudad de Valencia para visitar el Museo de la Imprenta y de las Artes Gráficas, con el objeto de chequear detalles que en Internet no le habían quedado claros.
Como todo estudiante de Periodismo, Valentino sabía desde sus tiempos de alumno en la Facultad de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense lo que Gutenberg había significado en el progreso humano. Asimismo tenía claro que antes de Gutenberg muchos hombres geniales también habían inventado artefactos con los que consiguieron reproducir imágenes y textos sobre papel, telas, pieles y otros materiales. En China, dos siglos antes del nacimiento de Cristo, algunos artífices ya lo hacían. Cientos de años después, en Europa, artistas como aquellos orientales, ayudados de un buril y otras herramientas similares, con gran maestría, hacían grabados sobre planchas de madera o metal creando una matriz que luego, por presión, imprimían varias veces sobre diferentes soportes, especialmente papel. Eran copias iguales de una misma matriz, que la usaban hasta que ésta se desgastaba. Para diferenciarlas y hacerlas únicas, algunas copias las enriquecían agregándoles dibujos y pinturas hechas a mano. Incluso introducían frases manuscritas como dedicatorias que las transformaba en especiales.  

Pero el invento de Gutenberg, que pasó a la historia con el nombre de imprenta, fue realmente un salto cualitativo importante porque marcó una diferencia sustancial en la técnica de impresión. La imprenta era una máquina, mediante la cual muchos reproducían ilustraciones y textos sobre papel o pergamino, pero el gran aporte de Gutenberg, lo que lo diferenció de las demás, consistió en inventar los tipos móviles individuales, fabricados tras fundir en un molde una mezcla de plomo, antimonio y estaño. Eran alargados y en un extremo llevaban una letra, un signo de puntuación o, simplemente un pequeño icono en relieve. Los maestros ordenaban los tipos en una caja o galera, disponiéndolos uno junto a otro. Con gran habilidad, iban formando sílabas y frases hasta completar una página. Cuando tenían una página lista, le aplicaban tinta y, por presión de una prensa, transferían la página completa al papel o al pergamino.


-¿Podemos irnos ya? – pregunto Muchosnombres.
-¿Por qué me lo preguntas si tú vas y vienes libremente sin pedirle el parecer a nadie, menos a mí?
- Me refiero si podemos partir ya hacia la ciudad de Maguncia.
- Por supuesto, cuando tú quieras. Me gustaría que fuéramos al año 1455.
- ¡Vamos allá! – gritó el señor Destino. Y agregó – Por esas regiones soy muy conocido porque cien años antes, en el siglo catorce, a medio mundo les di un barrido con la peste negra y me cargué nada menos que la tercera parte de los habitantes que entonces poblaban la tierra. Casi no dejé títere con cabeza.
- ¡Qué malvado eres! – le enrrostró Valentino mirándolo con rabia contenida.

Y de esa manera, sin tener conciencia de tiempo ni de espacio, los viajeros se encontraron en la Maguncia medieval en un día con un temporal de lluvia, nieve y vientos desatados que enfriaban el ambiente y hacían más oscura la ciudad ya de por sí oscura. En medio del frío y de un atardecer gris aparecieron Valentino, Muchosnombres y el señor Destino en el taller medieval del inventor de la imprenta.

Antes de que Muchosnombres permitiera que quienes estaban en el taller pudieran ver al periodista, Valentino recorrió lenta y cuidadosamente la estancia, observando con curiosidad cada objeto, cada máquina, cada artilugio, cada prensa, cada hoja recién impresa, cada libro, cada mueble, cada candil, en fin todo, porque todo le llamaba la atención en ese tibio, aunque mal iluminado taller, con el aire impregnado de una mezcla de aromas a tintas, a metal fundido y a humedad. Se acercó a una columna donde había decenas de libros apilados, impresos con técnica xilográfica, que eran el resultado de la encuadernación de una serie de páginas ordenadas y cosidas a mano, protegidas por bellas cubiertas de piel. Algunos probablemente habían sido realizados por el propio Gutenberg. Y en una estantería de madera que ocupaba un murallón, encontró preciosos manuscritos realizados a mano por algunos copistas cuyos nombres la historia no registró y que, probablemente, tardaron años en realizarlos. Eran artesanos que solían dedicar toda su vida a copiar letra a letra y dibujo a dibujo una obra, cuyo resultado, por lo general, era magnífico.
Cuando 
Valentino vio aquellos recordó algunos códices importantes que, en ocasiones especiales, había visto en algunos museos: el Códice del Beato de Liébana, que data del año 776; el Códex Emilianense, del siglo décimo; y uno de sus favoritos: “El Cantar de Mio Cid”, del siglo once, una de las obras más importantes de la literatura castellana que, en una ocasión, había tenido a un metro de sus ojos en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Bajo una alargada ventana vio a un cajista que, sobre una amplia mesa, ordenaba letras sobre una tabla rectangular llamada galera. Siguió desplazándose e, inesperadamente, en un anaquel polvoriento, vio un libro diferente a los que había visto antes. Lo tomó entre sus manos y revisó la portada. Era “El misal de Constanza”, un libro religioso, llamado así porque reproducía textos utilizados en la celebración de los oficios religiosos. Era una pieza muy especial porque fue el primer libro de la historia impreso por Gutenberg en su imprenta de tipos móviles, en colaboración con su equipo de artesanos y artistas. Fue realizado en 1449, cinco años antes que la Biblia. Una vez que Gutenberg terminó “El Misal de Constanza”, comenzó a trabajar en su primera Biblia que, dicen, la hizo tomando como modelo una de 1.300 páginas manuscritas, realizada completamente a mano, conocida como “Biblia gigante de Maguncia”.

Fue entonces cuando, cerca de una gran chimenea, a contraluz de las llamas, Valentino divisó a un hombre de cabellos grises y con larga barba, ataviado con un gorro de tela y piel. Vestía una bata amplia, de gruesa tela y daba instrucciones a quienes parecían ser dos aprendices.
¿Será él? – se preguntó emocionado el periodista.


viernes, 13 de marzo de 2020

Preparando la entrevista a Gutenberg



(Foto: Aquiles Torres Retamal)

Entrada 54.
 

La mañana siguiente, exhaustos del festín de amor que se habían dado durante la noche, los amantes se despertaron pasadas las nueve y media de la mañana. Probablemente, si no hubiera sido por la luz del sol que dejaba pasar el estor transparente del dormitorio, hubieran seguido durmiendo hasta mediodía.

Cuando Violante fue consciente de la hora dio un brinco y, tal como estaba, desnuda, se fue directo a la ducha y exclamó:
- ¡Mierda! No oí la alarma del despertador; llegaré tarde a la reunión.

Mientras, Valentino aún medio dormido, sonriente, divertido por la situación, acariciaba la almohada y se arrellanaba en las sábanas que aún exhalaban el aroma de la bella mujer.
- El tiempo no transcurre, como afirma Muchosnombres, todo sucede en un mismo instante, en un nudo del espacio-tiempo. Entonces ¿para qué preocuparnos? - repetía en sordina, entre risas templadas por la buena educación.

Cuando recobró completamente la conciencia y dejó de murmurar dislates, el periodista se puso de pie y se dirigió a la cocina a intentar preparar el desayuno. Estaba en ese menester cuando apareció Violante vestida en forma impecable, como una modelo de alta costura. Caminando a gran velocidad, era como un cometa luminoso surcando el espacio de la estancia.

Bella como siempre, sus cabellos parecían danzar en el aire, y varios detalles de la simetría del óvalo de su rostro, de sus ojos, de su nariz respingona, de sus labios naturales, de unas cuantas pecas tan bien dispuestas que lucían como si alguien las hubiera tatuado para mayor gracia de la muchacha, evidenciaban que la naturaleza había sido generosa con ella.

Se detuvo un momento, tomó el vaso de jugo de naranjas que le había exprimido su amor y se lo bebió de una vez. Luego le dio un beso en la mejilla, agregando un “te llamo más tarde y te cuento si hemos cerrado el acuerdo”. Pero Valentino intento retenerla más tiempo.
- ¿Por qué no te quedas todo el día conmigo? Después de todo eres la propietaria de la empresa y la jefa de todo.
- ¿Quedarme? Claro que que querría quedarme pero porque soy la propietaria de la empresa debo dar el ejemplo. Además ¿Quién haría por mí todo lo que yo he programado para hoy?. Hay argumentos que otros no conocen. Vendrán clientes de la Unión Europea, y hasta rusos, árabes y chinos. Tengo que estar, mi chico guapo. Sabes que he invertido varias semanas en preparar este encuentro. Incluso he pasado varias noches en vela. Debo presentarles yo el nuevo proyecto. Soy yo quien ha dirigido el equipo. Soy yo quien ha repartido los roles. Todos queremos cerrarlo cuanto antes para empezar la fase de ejecución.

Le dio un último beso, le mordió los labios, le guiñó un ojo y le dijo: “lo de anoche fue espectacular; creo que los dos tocamos el cielo. Deberíamos repetirlo esta noche”. Cerró la puerta y se fue.

Pasaron apenas unos segundos, y cuando Valentino se estaba llevando a la boca la taza con café, de la nada, aparecieron Muchosnombres y el señor Destino.

- Nosotros sí que queremos desayunar contigo – le dijeron a dúo imitando la voz de Violante, entre risitas que parecían significar “¡está enamorado…está enamorado!”.
- Vale, exprimiré más jugo de naranjas.
- Y también queremos café con leche muy caliente y ensaimadas de Mallorca, rellenas de cabello de ángel.
- Veo que las señorías vienen con el apetito “amplio”.
- Sí sí, extremadamente amplio.
- Lo lamento pero van a tener que contentarse con cruasanes a la plancha, untados con mantequilla y mermelada de melocotón.
- No vamos a decir que no. Pero a mi cruasán dale el doble de tiempo en la plancha – comentó Muchosnombres
- Y a mí me gustan tostaditos – hizo público el señor Destino.

Mientras desayunaban, los tres rieron. Valentino lo hacía como si ellos  fueran sus iguales y hubieran sido amigos suyos de toda la vida; apreciación que, por supuesto, era falsa. Las diferencias entre los tres eran inmensas. Del trío, el único realmente importante era Muchosnombres. El señor Destino era apenas un “empleaducho”, un mandado de él. Y Valentino ni siquiera terminaba de entender qué era él para Muchosnombres. Realmente no estaba convencido si era de carne y hueso o quizás era sólo un producto de la imaginación, o un sueño de quien se definía como el poderoso “todotodo siempresiempre” quien, además, desde que lo conoció en un banco del Parque del Retiro de Madrid, le había demostrado con hechos que no era un mago de tres al cuarto, ni un pícaro nigromante medieval, ni un engañabobos de poca monta.   

Apenas Muchosnombres percibió lo que Valentino solía a veces pensar, replicó con un trueno de voz:
- ¿Sigues creyendo que tú y todas tus circunstancias son un sueño? Lo entiendo. Es bastante posible. Es natural. Después de todo los seres humanos no paráis nunca de soñar. Y ahora, para que me entiendas, te voy a repetir una vez más que esos conceptos que llamáis pasado, presente y futuro no son tales. Debido a esta deformación cerebral, gastáis más tiempo en rehacer el pasado y en imaginaros el futuro. En cambio, casi no invertís tiempo en vivir el presente. Y que conste que no te estoy riñendo. Simplemente sois así. Este punto débil es consustancial a tu especie, lo tenéis todos, sin excepción: los mejores y los peores, los soñadores y los pragmáticos, los que creéis en Dios y los ateos, los muy inteligentes y aquellos cuyo coeficiente intelectual llega apenas a la frontera de la normalidad.

- ¿Crees que los hombres somos tan soñadores como tú afirmas?
- Jajá. ¿Que si sois soñadores? Profundamente soñadores, lo cual no es malo. A veces os sirve como un placebo de la realidad. Después de todo ¿acaso "El Lago de los Cisnes" no fue un sueño que tuvo Tchaikovsky antes de ser un ballet excelso?, ¿Y "Romeo y Julieta" no fue un sueño del dramaturgo William Shakespeare antes de ser la tragedia más famosa del mundo?, ¿Y la cúpula del edificio de la gran palmera, construido en la isla de Saadiyat, no fue un sueño del arquitecto Jean Nouvel antes de ser el maravilloso "paraguas de luz" del museo Louvre de Abu Dhabi?, ¿Y el tríptico "El Jardín de las Delicias" no fue un sueño de El Bosco antes de pintarlo?
- Más bien fue una pesadilla - acotó Valentino.
- Según como se mire, sí - apostilló el señor Destino.
- Valentino, dime ¿Visionas tus entrevistas antes de hacerlas? ¿Las sueñas?
- Sí, acostumbro imaginármelas.
- A propósito de entrevistas, me parece muy interesante la que ahora estas "imaginando".
- ¿A cuál te refieres?
- A la que harás al humano Johann Gutenberg, inventor de la imprenta.
- ¿Cómo lo sabes? - preguntó Valentino a Muchosnombres.

Al hacer esta pregunta Valentino pecó de ingenuo. A pesar de los maduro y reflexivo que era, hacerle esta pregunta a Muchosnombres era como preguntarle a un humano "¿De qué color es el caballo blanco de Napoléon"?

Como Muchosnombres, además de ser quien decía ser, era magnánimo, para no ofender al periodista, se disculpó:
- Perdona, he visto el esquema de la entrevista al inventor de la imprenta en tu computador; lo has dejado abierto. Es una idea magnífica. La imprenta cambió el mundo.

Para cambiar de tercio, el señor Destino volvió a hablar de la comida que estaban degustando y, hábilmente, le dio las gracias a Valentino: "Gracias, nunca antes había comido cruasanes tan deliciosos como estos que nos has servido; ojalá este desayuno se repita más seguido". 

domingo, 17 de marzo de 2019

Para entender mejor la historia.


Amigos:


Esta no es una entrada.
Es una ayuda para que puedan leer mejor la historia.

He comprobado que, en general, los lectores no saben entrar a la primera entrega, porque quienes editan el blog publican en primer lugar lo último que uno escribe. Por esta razón, la entrada Nº 1 está al final de todo.
Para animarlos a leer desde el comienzo, a continuación, voy a escribir la relación de los 10 primeros links.

De todos modos, aclaro que esta "novela", lo digo porque en el futuro será una novela impresa en papel, (por supuesto con sus correspondientes correcciones) aún no ha terminado. Falta bastante narración todavía, pero el final ya lo tengo escrito y, os aseguro, os dejará asombrados.

Si no pueden entrar pinchándola, copien la dirección y la pegan en la ventanita superior de vuestros computadores y podrán entrar sin dificultades.

1- Entrada 1.
https://conversacionesconmuchosnombres.blogspot.com/2011/01/conversaciones-con-muchosnombres.html?fbclid=IwAR1o3QpSXVrNLdq98iX4hiRazLCzaQ4zbBbjS2oIl2zK_Q_yXUIMsViSzjk

2- Entrada 2.

https://conversacionesconmuchosnombres.blogspot.com/2011/01/conversacion-en-el-restaurante-la.html

3- Entrada 3 (segunda parte)


https://conversacionesconmuchosnombres.blogspot.com/2011/02/conversacion-en-el-restaurante-la.html

4- Entrada 4.

https://conversacionesconmuchosnombres.blogspot.com/2011/02/encuentro-en-el-cafe-gijon.html

5- Entrada 5.

https://conversacionesconmuchosnombres.blogspot.com/2011/02/desayuno-en-la-plaza-mayor-de-madrid.html

6- Entrada 6.

https://conversacionesconmuchosnombres.blogspot.com/2011/03/desayuno-en-la-plaza-mayor-de-madrid.html


7- Entrada 7.

https://conversacionesconmuchosnombres.blogspot.com/2011/03/desayuno-en-la-plaza-mayor-de-madrid_6553.html

8- Entrada 8.

https://conversacionesconmuchosnombres.blogspot.com/2011/03/desayuno-en-la-plaza-mayor-de-madrid_14.html

9- Entrada 9.

https://conversacionesconmuchosnombres.blogspot.com/2011/03/viaje-valencia.html

10- Entrada 10.

https://conversacionesconmuchosnombres.blogspot.com/2011/03/viaje-valencia-segunda-parte.html

Saludos a todos y gracias por leerme.

viernes, 8 de marzo de 2019

Valentino y Violante se miraron el alma



"Vitral", fotografía realizada por Aquiles Torres.

Entrada 53

Apenas Valentino se percató que nuevamente estaba en su piso de Madrid de regreso a la visita y entrevista que le había hecho a la artista mexicana Frida Kahlo en su Casa Azul, en Coyoacán, invitado por Muchosnombres, tomó el teléfono móvil que estaba encima de su mesita de trabajo y miró la pantalla iluminada. Sorprendido, descubrió que los últimos whatsapps contenían un entretenido diálogo que había mantenido con Violante apenas unos segundos antes, lo que demostraba que, para él, durante su viaje a ver a Frida, no había transcurrido el tiempo.

Se quedó pensativo. Después de cavilar durante unos minutos acerca de la relatividad de la realidad, se acomodó junto a su escritorio. Sacó su computador de modo "reposo" y, de inmediato, comenzó a escribir el boceto de la entrevista basada en la vivencia extraordinaria que Muchosnombres le había permitido experimentar con la célebre pintora mexicana. No se detuvo hasta finiquitarla.

Cuando terminó abrió su correo electrónico y le envío un mensaje a Violante. Aunque, en realidad, el tiempo no había transcurrido mientras estuvo en México, estos "viajes" secretos a él le parecían que duraban semanas y que, mientras estaba "afuera", en "su mundo" habían continuado sucediendo acontecimientos, la mayoría comunes y corrientes, pero también unos pocos  extraordinarios. Tanto es así, que siempre "volvía" con deseos de charlar con sus seres más queridos y con algunos amigos, especialmente con Violante. Se preguntó "dónde estaría". Y le escribió.

Violante, sorprendida, le contestó casi de inmediato.
- ¿Cómo que dónde estoy? Sigo en la Fundación tal como te lo dije esta tarde por teléfono.
- Quiero verte.
- Yo también - le contestó Violante.
- Quiero abrazarte.
- Yo también.
- Quiero acariciarte.
- Yo también.
- Quiero besarte.
- Yo también.
- Quiero que hagamos el amor.
- Yo también; ahora salgo hacia tu casa.

Mientras esperaba, Valentino preparó dos Martinis y cortó daditos del queso curado de cabra, con aroma a boletus, que a ambos les fascinaba.

Cuando Violante arribó al departamento de Valentino, se encontró con el salón iluminado con luz tenue, tres varitas de sándalo encendidas, de las que nacían unos hilillos de humo aromatizado que invadían el ambiente de un perfume dulzón. Sobre la mesa, cubierta con un mantel blanco, había dispuesto un candelabro con velas azules en homenaje a la casa de Frida. También había galletitas saladas. Y en una palangana de plata que ella le había regalado, había fuagrás. Y, destacando sobre lo demás, dos cócteles servidos en copas cuyo cristal permitía transparentar el maravilloso color ámbar del vermú y las aceitunas de color verde que suelen ir de acompañante por el sabor especial que le aportan a este tipo de vino blanco macerado en hierbas.

Tras contarle que había terminado de escribir la primera prueba de la entrevista a Frida Kahlo, le pidió que se sentara frente a la pantalla del computador y que la leyera delante de él.

- ¿Ahora? ¿Tiene que ser ahora?
- Sí, necesito que la leas ahora y que me des tu opinión.


La muchacha comenzó a deshilvanar voces, verbos, vocablos, frases, preguntas y respuestas, descripciones y hechos, y no paró hasta terminar de leer la última palabra. Se devoró el texto. Y algunas frases las repitió en voz alta con lágrimas en sus ojos.

- Es magnífica ¿de dónde sacas tanta imaginación? Contiene magia. Es como si estuviera viendo a Frida, aquí, a mi lado. Hasta he sentido su aroma. Sé que tienes mucho talento, pero en estas últimos trabajos que has hecho, hay otros ingredientes que, aunque no sé cuáles son, transforman tus entrevistas periodísticas en algo parecido a obras de arte. Parecen vivas, llenas de latidos profundos que hacen que el lector quede en estado hipnótico, tanto, que yo he llegado a sentir que formaba parte de la vida de Frida. Has conseguido que haya estado con ella en su Casa Azul, repleta de pequeños recovecos y de primorosos objetos, acariciados por sus manos maravillosas, llenas de misterio.

El periodista la oía en silencio. No quería zalamerías. Sólo buscaba su aprobación, acompañada de una crítica franca, objetiva y sin engaños.

- Me alegro que te guste; la terminaré de pulir.
- Yo la dejaría tal cual.

- Gracias por tu opinión; vale, si te parece bien, la dejaré como está.
- Y ahora ¿podemos brindar por tu trabajo bien hecho?
- Prefiero brindar por ti, por la suerte de tenerte cerca.
- ¡Tonto!
- Es verdad, Violante, soy un hombre con eso que muchos llaman "suerte", entre otras cosas por tenerte en mi vida.

- También yo soy afortunada de tenerte a ti.

Alzaron las copas y brindaron.
- Por ti.
- Por nosotros - contestó Valentino.
- ¿Sabes, Valentino? No te lo había comentado nunca: cuando estoy contigo el resto de mi realidad se transforma en accesoria. Recuerdo que cuando te conocí experimenté algo extraño. Sentí que me estaba sucediendo algo importante que me cambiaría la vida. Y así ha sido.
- Mejor di: "que nos cambiaría la vida".
- Sí, que nos cambiaría la vida. Son esas pequeñas coincidencias que ocurren a veces, en un par de segundos de tiempo y en un par de metros de espacio, en las que somos conscientes que la vida nos llevará por un camino distinto por el que habíamos transitado hasta ese momento.
- ¿Quieres decir como encontrarse con derroteros desconocidos e inesperados que permiten vislumbrar otras realidades?

- Sí, algo así he querido significarte.
- Yo más bien creo que debe ser el señor Destino quien a veces mete las narices donde no debe meterlas.
- ¿El señor qué?
- El señor Destino, Violante, el señor Destino. Eso dicen algunos.
- Valentino, ¿cómo un hombre racional como tú puede creer en esas supersticiones?

Y Valentino prefirió callar. Llegó a pensar que el señor Destino estaba allí, en la habitación, observando todo cagado de la risa. Quizás por este pequeño gran detalle sólo le contestó con una sonrisa pícara, que parecía significar que él ya venía de vuelta de casi todo. Por esta misma razón jamás se había atrevido hablarle de Muchosnombres. A continuación se acercaron, se miraron y comenzaron a besarse suavemente con los ojos abiertos, mirándose el alma.

domingo, 27 de mayo de 2018

Adiós, Frida, adiós.

Entrada 52

Valentino, de pie, no dejaba de mirar a esa mujer extraordinaria, de un metro y sesenta centímetro de estatura y que, durante su existencia, sufrió más de 30 operaciones importantes. Incluso, en un momento de su vida, en 1953, debido a una gangrena, tuvieron que amputarle una de sus piernas. El periodista sabía, entre otras muchas cosas cosas, que Frida había vivido 47 años. Estaba informado que había nacido en 1907 y, también, que fallecería en 1954, en su casa de Coyoacán, supuestamente debido a una embolia pulmonar. Pero todo eso Valentino no se lo podía revelar. No podía contarle ni prevenirla de acontecimientos que le sucederían a la pintora a lo largo de su vida. Era una petición que Muchosnombres le había exigido cada vez que emprendían un viaje en el tiempo, y que el periodista había cumplido a rajatabla. Pero, extrañamente, en esta ocasión, Valentino presentía que Frida podía leerle o, probablemente, visionar su propio futuro y, acaso, hasta sabía que viviría menos de cincuenta años, razón por la que, a pesar de sus limitaciones, intentaba acelerar la velocidad de sus quehaceres.

Esta circunstancia llevó a Valentino a pensar: "¡Qué lástima que una mujer con tanto talento como ella haya vivido tan pocos años!".  Para consolarse, remató su divagación razonando que la mayoría de los seres humanos que nacieron hasta el siglo diecinueve habían vivido menos de 47 años.

A Frida le tocó vivir en el siglo veinte, una centuria convulsa, en el que habían sucedido hechos extraordinarios. En 1903, una mujer conocida por madame Curie, recibió el Premio Nobel de Física junto a su marido y al físico francés Becquerel. Ocho años más tarde, en 1911, madame Curie obtuvo un segundo Premio Nobel, esta vez el de química, por el descubrimiento del Polonio y el Radio. Además, junto con su marido, inventó el primer aparato de radiografías. También estallaron dos guerras mundiales que, aparte de los millones de heridos, causaron la muerte de casi cien millones de seres humanos. En 1928 Alexander Fleming descubrió la penicilina. La ciudad de París albergó movimientos pictóricos como el cubismo, que hicieron que la llamada "Ciudad Luz" se transformara en el centro artístico del mundo. En los años treinta inventaron las primeras computadoras de la historia, precursoras de lo que más tarde serían artefactos analógicos y digitales, concebidos para crear, almacenar y transmitir contenidos. En la década de los cuarenta el hombre creó la bomba atómica, y los días 6 y 9 de agosto de 1945 lanzaron los primeros dispositivos nucleares sobre las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki. El 24 de octubre de 1945, representantes de 50 países fundaron las Naciones Unidas. En 1956, Fidel Castro y 81 hombres más desembarcaron en cuba y comenzaron una guerrilla que, años más tarde, cambiaría la historia de Cuba e influiría en gran parte de América Latina. En Alemania irguieron el llamado "Muro de Berlín". En octubre de 1957 los soviéticos lanzaron al espacio el Sputnik, el primer satélite artificial. En 1960 se realizó la primera conexión entre computadoras, que luego daría origen a Internet, una red de redes, mediante la cual miles de millones de seres humanos en la actualidad pueden comunicarse entre sí al instante. En mayo y junio de 1968 tuvo lugar una larga concatenación de protestas que se denominaron "el mayo francés". El 21 de julio de 1969 los astronautas Armstrong y Aldrin fueron los primeros hombres en caminar sobre la superficie lunar. En noviembre de 1989 comienzan a derribar el Muro de Berlín. En Europa, en noviembre de 1993, Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo e Italia, crearon la  Unión Europea. En la década de los ochenta los biólogos comenzaron a trabajar en la decodificación del genoma humano, que fue conseguida en abril de 2003. Y, con muchos otros hecho importantes, se cerró el siglo.

Los años vividos por Frida fueron apenas 47, la mayoría de los cuales los vivió con mucho dolor, sufriendo y sorteando muchos contratiempos y desdichas. Tenía sólo seis años cuando una poliomelitis que la tuvo al borde de la muerte le dejó importantes daños físicos que la tuvieron maltraer; entre otros estragos le dejó una pierna defectuosa. Tras varias operaciones y gracias a las técnicas y aparatos ortopédicos propios de esa época, superó parte de sus minusvalías y logró salir adelante.

Pero si la poliomelitis fue un golpe desgarrador, un día aciago de 1925, cuando estaba en lo que algunos llaman "la flor de la edad", el malvado señor Destino la esperó agazapado en una calle de la ciudad de México, y el autobús en que viajaba colisionó contra un tranvía. Ese terrible accidente la dejó en coma y le produjo múltiples lesiones secundarias, como las fracturas de la columna vertebral, de la pelvis, de varias costillas y de la clavícula. Y le dejó la pierna y el pie derecho hechos puré. Estuvo meses internada, tiempo durante el cual le practicaron numerosas operaciones. Ese desastre la mantuvo semiparalizada durante mucho tiempo y, las secuelas, las sufrió hasta el final de sus días. Pero también por esta razón, para poder superar el aburrimiento que le causaba estar prisionera en su propio cuerpo lacerado, cubierta de corsés de, fue que empezó a pintar.  

Fue en 1926 cuando realizó su primer cuadro: un autorretrato que dedicó a su novio Alejandro Gómez Arias quien, además la acompañaba en el grave accidente. Desde entonces pintó alrededor de 200 obras, y en cada uno de sus cuadros volcó todos sus sentimientos, sus ilusiones y sus sueños.

Inesperadamente Muchosnombres interrumpió el silencio de Valentino. telepáticamente le informó que se trasladarían a comienzos de julio de 1954, a pocos días de la muerte de la singular artista.
- De este modo Frida podrá contarte algunas de las cosas que ha hecho en su vida y que pueden ser interesantes para tus lectores.

Fue en estas circunstancias que ella abrió su corazón al periodista y le narró detalles realmente interesantes para el tipo de lectores del medio para el que Valentino hacía estas entrevistas de personajes que ya no existían.

En la entrevista que mantuvo Valentino con Frida, que más que una entrevista fue un diálogo, ésta le habló de su madre, llamada Matilde Calderón, y de su padre Guillermo Kahlo, inmigrante alemán; y de sus hermanas Cristina y María Luisa.    

También recordó algunos de sus amores importantes, y hasta algunos de sus amoríos. Aunque Frida tuvo muchos amores, los más significativos fueron León Trotsky; el médico Diego Eloesser; el fotógrafo Nickolas Murray; el pintor catalán Josep Bartolí, a quien Frida llamaba "Sonja" para despistar a Rivera; el escultor Isamu Noguchi; el coleccionista de arte judío alemán Heinz Berggruen; y hasta la fotógrafa Tina Modotti.

A pesar de ser como era en cuestiones del corazón, su gran amor fue el muralista Diego Rivera. Quizás por eso se casó dos veces con él. La primera vez fue en 1929, cuando apenas tenía 22 años, pero tras descubrir Frida la relación de Diego con su hermana Cristina, en noviembre de 1939 se divorciaron. Sin embargo, un año después, se casaron por segunda vez. Es posible que la toxicidad de esta relación los hiciera felices. Fuera o no así, lo cierto es que Rivera fue un hombre que marcó su vida y con quien vivió una relación de dulce y agraz, que ahora podríamos denominar "abierta". Probablemente al muralista le sucediera otro tanto. Cuando la pintora murió, al parecer Diego se dio cuenta de lo mucho que había perdido, y que su amor con Frida había sido lo más importante que le había sucedido en su existencia.

Una tarde, mientras charlaban, Frida le pidió a Valentino que le mostrara las palmas de sus manos. A regañadientes el periodista se las acercó. La artista las acarició y las observó atentamente. Deslizó sus ojos y sus dedos por los surcos y por las colinas de esas manos grandes y algo toscas; especialmente por las líneas de la cabeza, de la vida, y del corazón. Finalmente con su dedo índice llegó hasta el Monte de Venus y lo acarició. Al hacerlo, Frida lo miró profundamente a los ojos y le sonrió como se hace con un cómplice con el que se comparten secretos. Quizás pensó, que en otras circunstancias, el periodista podría haber sido un buen amante.

Fue entonces cuando Valentino comprendió que la visita llegaba a su fin. Repentinamente, Frida, su habitación, todo, hasta las propias manos de Valentino comenzaron a disolverse y, en un abrir y cerrar de ojos, el periodista apareció en el salón de su casa de Madrid. Se acercó a un espejo y vio cómo, de la nada, su propia figura comenzaba a aparecer en el cristal plateado.

Pocos días después del encuentro con Muchosnombres y Valentino, el 13 de julio de 1954 , en Coyoacán, el señor Destino le ponía la zancadilla final a la vida de la extraordinaria Frida. Tenía 47 años cuando expiró. Sus restos fueron incinerados y permanecen en su "Casa Azul".

sábado, 29 de octubre de 2016

Encuentro con Frida Kahlo

Entrada 51

Fotografía realizada por Aquiles Torres


- Valentino ¿quieres que el viaje sea instantáneo o prefieres tener conciencia, aunque sólo sea durante algunos minutos, que estás viajando en esa entelequia que tú llamas tiempo? - preguntó Muchosnombres al periodista.

- Preferiría experimentar la sensación de viajar en el tiempo, igual como hicimos cuando visitamos Egipto para reunirnos con al faraón Akenatón y la reina Nefertiti - le contestó Valentino.
- Entendido. Pero ¿sabes?, te lo voy a hacer más divertido aún; a tu experiencia le voy agregar algunas vivencias de tu vida que me consta que no recuerdas.

Nada más responder que "sí", Valentino percibió algo parecido a un agradable y suave zumbido. Su departamento y todo lo que había dentro, desde el mobiliario y hasta un mango maduro que estaba a medio pelar, casi a punto de ser zampado, comenzaron a diluirse en la nada. 

Como Muchosnombres se lo había advertido, Valentino comenzó a visionar instantes de su propia existencia que, en algún momento de su vida, se habían disuelto en su memoria. A continuación percibió una intensa mezcla de sensaciones táctiles, imágenes, colores, sonidos, aromas y hasta sabores que no recordaba, pero que le ayudaron a entender muchas de las incógnitas que lo habían envuelto, sobre todo, en los últimos años.

También, en tropel, aparecieron personas a la que jamás había visto, vestidas con atuendos extrañísimos, pero que sintió que eran parte de él. Probablemente eran antepasados suyos quienes, aunque no conocía, formaban parte de su cadena genética. Asimismo afloró a su consciencia una secuencia de relámpagos sensoriales: sonrisas, lágrimas, muecas, y latidos del corazón. Supuso que todos estos episodios siempre habían estado allí, medio encendidos como las cenizas de los braseros. Había bastado un suave soplo de Muchosnombres sobre esas vivencias para que se esparcieran como fuegos artificiales por su cerebro y lo hicieran reír y llorar.

Valentino no fue capaz de calcular cuánto duró toda esa extraordinaria síntesis de estímulos, pero le pareció que había sido toda una vida. Quizás había tenido la suerte de volver a vivir una parte importante de su propia existencia. Porque ¿cuánto dura una vida? ¿Sólo la suma de lo importante que nos ha sucedido que, por serlo, somos capaces de recordar? Naturalmente una vida es mucho más que esa simple adición de muescas en nuestra corteza cerebral. Y esta era la circunstancia que Valentino, gracias a Muchosnombres, había tenido la suerte de experimentar.

Finalmente, cuando se extinguió ese regalo de vivencias, Valentino se encontró en México, en Coyoacán, de pie en la esquina de la Casa Azul, acompañado de Muchosnombres y del señor Destino. Sin pensárselo dos veces entró como un autómata por la puerta, dirigiéndose hacia el Sancta Sanctorum, la recámara donde Frida descansaba y soñaba. Allí, a un costado de la habitación, estaba el catre antiguo, con dosel, que el informado periodista conocía por fotografías en blanco y negro que había visto en libros y en Internet. Aunque se lo había imaginado más grande, el impacto fue igual. Le pareció un altar de una divinidad. Cuando la divisó a ella vestida sobre la cama, con un vestido blanco bordado con figuras de pájaros de colores, casi le estalló el corazón de emoción. Se fijó que en la madera superior del dosel, encima del lecho, un espejo repetía su enigmática figura. Extrañamente, en el espejo su imagen parecía flotar ingrávida en un espacio en el que ella era el centro del universo. Frida era tal cual Valentino la había imaginado. No bella, pero sí intensamente atractiva. Quiso decirle algo, pero antes de abrir su boca Frida lo miró con sus ojos oscuros, enmarcados por las originales cejas que había visto decenas de veces en sus fotografías y en sus autorretratos. Se sintió saeteado hasta el punto de quedar unos segundos sin reaccionar. Para escapar de esos ojos hipnotizantes se centró en sus labios pintados con un carmín de un tono rojo marrasquino. Lo cautivaron tanto, que deseó besarla.

- Sabía que vendrías - le dijo Frida con un mohín de coquetería.

En ese instante se acercó el señor Destino quien, con una sonrisa enigmática dibujada en su cara le urgió: "Pregúntale ¿cómo podía saber ella que vendrías?". El periodista lo hizo, y la respuesta de Frida fue misteriosa:

- Estaba escrito en mi destino. Recibo señales que pocos seres humanos solemos percibir. Dicen que es un don que tengo. La mayoría de las veces advierto con días de anticipación lo que me sucederá. Vienes del futuro ¿verdad?

Su afirmación y su pregunta lo dejaron estupefacto. Se sintió atrapado, como si hubiera estado cometiendo una falta. De inmediato miró al señor Destino a quien la sonrisa se le había transformado en una mueca de vanidad. Le costó varios segundos rehacerse. No sabía qué contestarle a la mujer. Al final prefirió no mentirle y asintió con la cabeza. Frida se sonrío y exclamó:
- ¡Pocas veces me equivoco!

Al percatarse que el espejo le había llamado la atención al visitante del futuro, le contó que su madre lo había hecho instalar allí tras el terrible accidente que sufrió en el autobús que la traía de regreso de la Escuela Nacional Preparatoria. El percance fue devastador. La dejó postrada, casi sin movimiento, durante varios meses. Y con secuelas importantes para toda la vida. Al ver su imagen reflejada, Valentino pensó que, probablemente, el espejo lo utilizaba como una especie de pantalla de cine que no sólo le mostraba su propia imagen, a veces más triste a veces más contenta, sino que talvez a través de él podía percibir otras dimensiones.

Y como si hubiera adivinado lo que Valentino estaba pensando, le comentó:
- Muchas veces, utilizando este espejo, me escapo hacia otros mundos. Mundos en los que puedo correr, volar y amar hasta quedar saciada de aventuras y caricias. ¿Sabes, amigo del futuro? ¡Me encanta sentir una mano recorriendo mi piel! ¿Hay algo más humano que una caricia?

Como no podía hacer fotografías ni grabar vídeos, Valentino siguió escudriñando la habitación para no olvidar los pequeños detalles. Quería llevarse la mayor cantidad de imágenes para poder hacer más interesante para sus lectores su encuentro con Frida. Se detuvo en la cabecera de la cama donde había varios retratos, entre los que destacaban los de Lenin, Stalin y Mao Tse Tung, a quienes, comentó, admiraba. También había una interesante colección de muñecas con sus cabezas, sus brazos y sus piernas descoyuntadas,
 sueltas sin concierto, unidas al cuerpo apenas por unas pocas puntadas de hilo.
- Son hermosas ¿verdad? - le platicó la artista con los ojos muy abiertos, y agregó - Las tengo desde niña. Me gustan porque las encuentro parecidas a mí. Ellas están apenas unidas a sus torsos por unas cuantas hilachas, como yo por este corsé y estos hierros que me ayudan a mantener mi cuerpo en su lugar.  

lunes, 11 de enero de 2016

Valentino y Violante se confiesan su amor

Entrada 50


Fotografía realizada por Aquiles Torres


     Aunque Valentino conocía casi de memoria el cuerpo desnudo de Violante, una vez más, al ver el horizonte de sus caderas y la colina de su pubis que lindaba con el maravilloso sexo de la muchacha, experimentó un sorprendente estremecimiento de placer que le recorrió la columna vertebral y que se quedó anidado, latiendo, en su cerebro. Entonces rompió el silencio y en un tono muy bajito, le dijo a la guapa mujer:
- Princesa, tu sexo me recuerda a unos pastelillos que solía comer a escondidas en mi infancia.
- ¿Te gustaban esos pastelitos de tu niñez?
- Me encantaban. Y más aún cuando estaban coronados con nata y con una tentadora cereza al marrasquino equilibrándose encima de la crema. En la casa de mis padres siguen haciéndolos para las fiestas familiares especiales, y yo sigo yendo a la cocina, a escondidas, a hurtar alguno, como lo hacía cuando era pequeño.
- ¿Qué sabor tienen?
- Tienen una mezcla de sabores. Es el resultado de la combinación de la masa de hojaldre, de la canela, del azúcar, de unas gotas de aguardiente, de una pizca de miel, de la crema y de la cereza al marrasquino.
- ¿Y si te dijera que mi pastelito es mejor? – lo desafió Violante guiñándole sus grandes ojos, como de un hipnotizador oriental, que lo invitaban a degustar una especia secreta.

La sutil insinuación de la mujer hizo que Valentino se sintiera más atrapado y seducido aún en la tela sensual que minutos antes había comenzado a tejer con ella. Ambos sabían que en las contiendas amorosas, lo que más les seducía era el juego previo que antecedía a los maravillosos estertores finales que, casi siempre, los hacían perder el sentido.

- ¡Mmm! Estoy seguro que el tuyo es mejor.
- Debes probarlo una vez más para que puedas comparar.
- Naturalmente que lo voy a hacer. Tengo muchas ganas de jugar con ese botón rosado que se asoma en esa golosina – dijo Valentino, y ambos se rieron en forma cómplice.
- Hazlo, pero muy suave, porque es el punto donde se concentra más placer.
- Descuida, así lo haré. Iré poco a poco hasta llegar a la cereza al marrasquino, que suelo siempre dejarla para el final.
- Hazlo como quieras, pero por favor, comienza ya porque estoy ardiendo.

Valentino continuó recorriendo con sus manos el cuerpo de la bella mujer. Mientras reptaba sobre las colinas de sus pechos y la pradera de su vientre, pensó en lo afortunado que era y, lo más importante, que esta vez estaba seguro que lo que sentía por ella era amor de verdad; no sólo deseo. Luego exclamó: 
 
- Dios mío ¡qué bella eres!
- Y también soy sabrosa. ¡Ah! y no olvides la frutita – le recordó ella con un mohín de picardía en sus ojos.
- Princesa, por nada del mundo dejaría de saborearla.
- Es lo que ahora mismo más deseo que hagas, mi capitán. Aunque también quiero que este preámbulo maravilloso sea eterno. Ahora mismo me siento ingrávida. Estoy flotando. Me siento feliz. No necesito nada ni a nadie más que a ti.
- También yo estoy volando, pequeña.
- Anda, apriétame fuerte. Aplasta tu pecho contra los míos.
- ¡Qué deliciosos son!
- Y ahora restriega mi piel con tu cuerpo y acaricia mi cuello con tus labios.

Pero la frase se quedó suspendida en el aire porque Valentino le cubrió, suavemente, sus labios con los suyos.
- Mientras me besas me gusta percibir tu olor.
- ¿Mi olor?
- Sí, tu olor ¿Sabes que cuando pienso en ti lo primero que me viene a la memoria es tu olor?
- ¿Por qué mi olor?
- Porque tienes un olor especial, único. Es como si en tu piel se hubieran anidado las esencias de tus viajes, de tus experiencias en guerras, de tus entrevistas imposibles, de tus relatos maravillosos, de tus sueños, de tus dolores y también de tus alegrías. Por eso, cuando estás lejos y quiero traerte a mi lado, pienso en el aroma de tu cuerpo. Sólo después de percibir tu olor se me aparece tu imagen, tus ojos, tu sonrisa, tus músculos; luego oigo tu voz ronca. Una voz, que cuando hacemos el amor y me susurras al oído palabras y frases tibias y tiernas, me hace desfallecer de placer.
- ¡Qué casualidad! a mí también siempre me ha gustado tu olor, Violante.
- Probablemente sea el perfume que suelo llevar siempre, el mismo desde que era adolescente. Valentino, quiero que sepas que para mí tú eres un ser humano singular y que me gusta casi todo de ti.
- ¿A pesar de ser tan diferentes?
- Talvez te amo porque somos tan diferentes. Aunque quizás lo que más me enardece son tus manos grandes, más oscuras que las mías, surcadas de venas, como raíces que terminan entrelazadas en tus dedos.
- Mis manos son muy toscas, princesa. Me han dicho que tengo las manos típicas de un hombre brusco.
- Yo no las noto toscas ni bruscas; las percibo vigorosas, llenas de fuerza. Cuando me acarician, siento que toco el cielo y todos los vellos de mi cuerpo se me erizan.
- Eres muy generosa conmigo, pequeña.
- No es generosidad, es sólo la verdad. Puede que sea  culpa del amor que siento por ti.

Valentino no recordaba que antes se hubieran sincerado de ese modo. Algunas de las cosas que Violante le estaba expresando, las intuía. Pero oírlas enunciadas por ella en una ceremonia tan íntima era otra cosa. Era la confirmación de que la muchacha también lo amaba y lo necesitaba tanto como él a ella.

Valentino era un hombre que quizás la vida, como a muchas otras personas, lo había transformado en un ser humano especial. Era hijo de una familia relativamente acomodada. Nada más llegar a su adolescencia se inclinó por una opción política y comenzó a apoyar causas sociales a favor de minorías desvalidas. Pero sólo después de sus viajes como reportero en zonas en conflicto, tras ver y vivir los estragos de la guerra, fue cuando se convenció que debía luchar por un mundo más justo. No fue necesario que nadie le hablara de desigualdad, de abusos y de tropelías, porque en medio de las catástrofes y calamidades causadas por los hombres le había tocado vivir días y semanas en situaciones límites con los más pobres y desvalidos. Fue testigo de lo peor que los seres humanos son capaces de hacer cuando se transforman en bestias. Sus primeros viajes fueron muy duros. Tanto, que cuando regresaba a España, durante el día volvía a su normalidad, pero durante las noches los infiernos en la tierra regresaban a él y no le daban respiro. En sueños volvía a ver mujeres, niños y ancianos mancillados y masacrados gritando piedad. Poco a poco entendió que debía hacer algo más que denunciar esos avernos. Fue entonces cuando, entre otras cosas, comenzó a cooperar activamente con una organización no gubernamental creada por Violante. Así fue como, después de muchos años, se reencontraron.

Violante, en cambio, era una mujer que había nacido en “cuna de oro de 18 kilates”. Sin embargo, a pesar de pertenecer a una minoría privilegiada que le permitió recibir una educación en los mejores centros de enseñanza de diferentes países; que había heredado y acrecentado un gran patrimonio formado por bienes inmuebles, acciones, empresas, y obras de arte; y que sus amigos más íntimos formaban parte de los grupos más influyentes, no se sintió feliz del todo hasta que comenzó la relación con Valentino, a quien ella, a veces, llamaba “capitán”. Desde el comienzo Valentino percibió que la “princesa” se sentía sola, que necesitaba un hombre que fuera su cómplice, no sólo para hacer el amor en citas secretas, sino también para sentir que tenía a su lado una persona capaz de dar hasta su vida por ella. Y el periodista había acertado. Ella, la importante mujer que solía moverse en los saraos sociales y culturales más importantes y que, además, aparecía en los medios de comunicación como un ejemplo a seguir, lo que más necesitaba eran unas simples caricias, que le dijeran cosas hermosas en la intimidad y que le expresaran con convicción: “daría mi vida por ti”. También necesitaba sentir abrazos auténticos y latidos de otro corazón que retumbaran en su pecho, sobre todo en las noches en que se sentía vulnerable.

Valentino acercó aún más su cuerpo al de ella y continuó acariciándola con sus hábiles dedos. Sin urgencia fue recorriendo su cuerpo, y con delicadeza extrema fue acercándose a la zona de la boca del volcán que contenía en su interior de fuego un pequeño rubí tornasolado.

- Sigue…sigue – suplicaba ella bajito mientras Valentino continuaba haciendo arabescos con sus labios en su piel. De este modo, pasó la frontera de su vientre y, sin detenerse, llegó al pubis de la hermosa muchacha.
- Ahí…ahí, quédate un rato ahí, por favor. Tatúame una mariposa con tu boca.

Pocos minutos después, empapados de palabras de amor, con un intervalo de segundos, temblando, llegaron al “país de nunca jamás”.

Los amantes estaban volviendo en sí cuando comenzaron a oír las notas de “La Adelita”. Violante se sobresaltó. Pensó que había entrado alguien al departamento y que, sin percatarse que estaban ellos en el dormitorio, había puesto música en la salita donde Valentino solía trabajar.

- Tranquila, princesa, es sólo mi equipo de música que me avisa que tengo que llamar a México por el reportaje a Frida Kahlo.
- ¿Irás?
- Sí. Ya sabes que necesito estar el lugar en que ha vivido mi entrevistado para poder inspirarme.

Valentino y Violante continuaron jugando y haciéndose caricias durante media hora más. Después, juntos, se fueron a la ducha. Luego la bella mujer secó su cuerpo, se perfumó, repasó el carmín de sus labios, se arregló su abundante cabellera y se vistió.

- ¿Qué te apetece comer? – preguntó el anfitrión.
- Nada, mi amor; debo irme. Tengo una reunión importante. Es por el tema de la ayuda destinada a los refugiados; y tú debes llamar a México.

Apenas la princesa encantada se marchó aparecieron en el departamento Muchosnombres y el señor Destino. Esta vez Muchosnombres tenía la apariencia de un muchacho de unos veinte años.
 
- ¿Eres tú Muchosnombres? – inquirió Valentino.
- Si, es él – aseguró el señor Destino- Se ha cansado de su imagen de chica guapa y ahora su aspecto es casi el de un imberbe.

- Malvado, me preferías como “tía buena” ¿verdad? – le espetó Muchosnombres.
- No es eso, es que me desconciertas. Si todos tuviéramos ese atributo tuyo que cuando quieres te permite ser un día una persona y otro día otra, imagínate la que se armaría en la tierra. Cuando cambias de aspecto, de voz y de personalidad, para mí es como comenzar a conocerte de nuevo ¿Quién eres realmente, Muchosnombres?
- Vamos, déjate de zarandajas y concentrémonos en el “viaje” a la Casa Azul de Frida Kahlo.



miércoles, 17 de junio de 2015

Valentino se da cuenta 
que se ha enamorado de Violante

Entrada 49


Fotografía realizada por Aquiles Torres

     Aunque, aparentemente, durante el viaje a Egipto para Valentino “el tiempo” no había transcurrido,
física y emocionalmente su organismo sí había experimentado un desgaste y un cansancio similares a cuando realizaba esos peligrosos viajes a zonas en guerra, en los cuales a veces pasaba días completos en medio de balaceras, intentando escapar de la muerte, durmiendo a trompicones y, con el añadido, que la posibilidades para alimentarse y asearse eran escasas. Quizás ésta fue la razón por la que, antes de revisar su correo y abrir el contestador automático de su teléfono fijo, prefirió ir a refrescarse a su cuarto de baño. Se desnudó, abrió el grifo al máximo, y cuando la bañera tuvo agua tibia suficiente, se sumergió por completo. Luego cerró los ojos. Permaneció largo rato así, quieto, pensando en lo afortunado que había sido por haber podido vivir esa extraordinaria experiencia en Egipto, con Akenatón, Nefertiti y toda su corte. 


     Luego, como solía hacerlo casi todos los días,  derivó sus pensamientos hacia el concepto “tiempo” que, desde niño, le intrigaba. Tanto, que desde muy joven había leído varias de las teorías postuladas por algunos de los científicos más brillantes de los siglos veinte y veintiuno que, aunque le habían ayudado a aclarar un poco sus ideas, notaba que el pez no terminaba de morder el anzuelo. Era algo similar a lo que le ocurría con el concepto “infinito”. No podía conseguir entender que algo no tuviera principio ni tuviera fin. Cuando mentalmente, como jugando, hacía ejercicios de ir más y más allá, y conseguía llegar a una frontera de una realidad donde parecía que todo terminaba y comenzaba la nada, debía volver a empezar porque no lograba imaginarse la nada. Con la idea de la nada se le complicaban más sus disquisiciones, porque si el infinito y el tiempo eran complicados, la nada lo era tanto o más difícil de entender. Lo que más lograba acercarse era a un “no algo” que podía ser el “vacío absoluto”. Poco a poco se fue quedando en un delicioso estado de duermevela. Finalmente, después de más de media hora reconfortante de agua tibia y juegos mentales maravillosos, se espabiló, salió de la bañera, secó su cuerpo, se echó varias gotas de “Joop” en sus manos y, con sus dedos abiertos, ordenó sus cabellos aún medio húmedos. Le encantaba sentir el aroma de ese perfume alemán, de color púrpura que, aunque no era excesivamente caro, era difícil de encontrar, incluso, en las perfumerías de las zonas libres de impuesto de los aeropuertos. A continuación se puso una bata y se dirigió a su sala de trabajo. Cuando se sentó frente a su ordenador a revisar su correspondencia pendiente de leer, notó que se sentía contento.

     Comenzó leyendo los correos de Violante que no sólo lo hicieron sonreír, sino que también actuaron como un interruptor que le encendió una serie de recuerdos vividos con la bella y elegante muchacha. Releyendo sus mensajes se percató que, definitivamente, no sólo la quería, deseaba y estimaba como había sucedido hasta ahora, sino que, casi sin darse cuenta, sus sentimientos habían traspasado la línea de los terrenos de la amistad profunda hasta llegar a los feraces campos del amor. Cuando leyó la frase “Te necesito; esta tarde quiero estar contigo para que hagamos el amor hasta desfallecer de felicidad” le pareció que también él podría haberla escrito, porque le ocurría algo similar. Con ella conseguía sentirse lleno de ese bien tan escaso que suelen llamar felicidad. Y, como ella, también quería empaparse de placer hasta desvanecerse dentro del cuerpo de la interesante mujer que no sólo exhalaba feminidad por sus ademanes y movimientos, sino que también la envolvía una especie de aura sensual casi mágica. Pero pensó que no sólo la necesitaba para sentir placer; se percató que también la necesitaba para sentirse completo. Advirtió que con ella a su lado no precisaba a ningún ser humano más sobre la tierra; que ella y él, solos en el mundo, podrían comenzar a generar una nueva estirpe. Y esto era una muestra inequívoca que esta mujer magnífica ya no era un simple entretenimiento para él. Era una evidencia que la fruta había madurado y que quizás fuera un error dejarla marchitarse.

     Luego, como contrapartida, leyó un largo mensaje de Michelle en el que la chica mexicana le decía que, aunque lo seguía queriendo, ella había decidido dar por terminada su relación. Algunas de las frases más importantes, decían: “Solo quisiera decirte algunas cosas para que entiendas lo que siento en este momento en que te escribo este mensaje. Primero, que has sido y eres para mí una de las personas mas importantes de mi vida. Que he reído, he llorado y he amado contigo. Que aunque, posiblemente, no le des crédito a estas palabras, esta relación contigo ha marcado mi vida”.

     En otro párrafo agregaba: “Creo firmemente que toda la vida puede cambiar en un segundo; y así me pasó a mí cuando te vi por primera vez en aquella esquina de la Gran Vía de Madrid. Aunque es probable que no nos volvamos a ver, la imagen de los momentos pasados junto a ti jamás los olvidaré, porque han sido inmensamente bellos. Quiero que todo esto permanezca dentro de mi corazón y de mi alma por siempre. Has sido un ser especial, cariñoso y lleno de generosidad. Ésta es la imagen que conservaré de ti”.

     Casi al final venía la saeta mortal: “Te confieso que he intentado seguir esta maravillosa relación como lo había hecho hasta ahora, pero no he podido olvidar que eres un hombre que no sólo vive a miles de kilómetros, sino que además estás, definitivamente, casado con tu profesión. Por otra parte la existencia de Violante que también vive en Madrid, a mí me dolía diariamente.  No podía sustraerme de esta circunstancia. Incluso recordarás que varias veces te pedí que no la nombraras estando yo presente, porque sólo el oír su nombre dicho por ti, me hacia sentir mal y me dolía. Lo entiendes ¿verdad?”

     Y agregaba: “… yo no tengo ningún derecho a pasar sobre ella, ni hacer como si no existiera, ya que no es así. Ella ya estaba en tu vida cuando yo llegué. Además, a pesar de las constantes muestras de cariño que te he dado, percibía que tu sentías que no era suficiente. No has conseguido darte cuenta que era imposible que sintiera como tu querías, porque tú estabas dentro de una relación casi estable y eso hacia imposible que pudiésemos relacionarnos tranquilamente y ser felices ya sea allá o acá”. 


     Michelle terminaba diciendo: “…vuelvo a México. Mi primer amor de adolescencia me ha encontrado en Facebook y quiere que reanudemos lo que nunca debió terminar. Aunque tendré que aprender a amarlo, aprovecharé esta oportunidad, porque así también estaré al lado de mis seres más queridos. Valentino, por el bien de los dos quiero que esto termine antes de que  a mí me cause más daño del que podría soportar. Un abrazo. Michelle”.

     Estaba terminando de leer el mensaje de Michelle cuando sonó el timbre. Valentino fue a abrir y se encontró con una Violante esplendorosa, sonriente y vestida como modelo de una portada de “Vogue”.
- Quería verte y me dije “si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”
- ¿Sucede algo?
- Sí, sucede que quiero verte, estar contigo, que nos abracemos, que tengamos sexo. Necesito tenerte dentro de mí; siento que cada vez me haces más falta. Deseo sentir tus abrazos, tus acaricias y tu calor. Quiero que durante mucho rato me beses suave en los labios, como sólo tú sabes hacerlo.
- Me has adivinado el pensamiento, yo quiero lo mismo – le confesó Valentino.

     Casi con furia comenzaron a besarse. Y así, mordiéndose los labios y entrelazados, se desplazaron hasta caer encima del kilim del salón. Luego de sacarle su vestido, mientras ella permanecía tendida de espaldas ataviada sólo con un body transparente de color negro de “La Perla”, Valentino bajó sus manos hasta su entrepierna, buscó los corchetes disimulados entre los pliegues de la delicada prenda, los desenganchó y la flor de loto rosada del sexo de Violante se abrió en todo su esplendor.