Un sueño imposible
Capítulo 37
Fotografía
realizada en el Mercado de san Miguel de Madrid
por Aquiles Torres.
Después de rogarle a
Muchosnombres que hiciera volver a la vida a Michelle, Valentino quedó durante
unos momentos paralizado. Al ver a Michelle muerta, pensó en su hermano mayor
que había fallecido muchos años atrás. Recordó que cuando estaban velándolo en
la iglesia, en medio de un silencio sepulcral, por lo altavoces del templo comenzó
a sonar la que había sido su canción favorita: “El Sueño Imposible”. Fue muy impactante
para él y para casi todos los que conocían lo que la canción había significado
para ese joven que acababa de morir. Desde entonces, cada día había mantenido a
ese hermano cerca de él, en el primer círculo de sus pensamientos. Muchas
veces, cuando necesitaba contar algo muy íntimo que no se atrevía a compartir
con nadie, sobre todo cuando se trataba de penas de amores, o de las masacres e
injusticias que veía en los escenarios de países en guerra, reconstruía su
imagen y se las comentaba a él. Cuando esto sucedía, siempre ponía la canción
que ese día lo estremeció hasta la médula. A veces lo hacía mientras conducía
su coche. Imaginaba que su hermano iba a sentado a su lado y, en silencio,
iniciaba un diálogo imaginario con él. En otras ocasiones, cuando volvía de un
duro viaje de trabajo de esos que le hacían sangrar el alma, se recluía en su
salita de música, encendía su reproductor de discos compactos y dejaba que “El Sueño
Imposible” lo envolviera. Así, en medio de la bruma de la música, conseguía
regresar a su niñez, cuando con su hermano jugaban en el pueblo de montaña
donde la familia tenía esa gran casona varias veces centenaria. Casi siempre,
al principio lo embargaba una pena inmensa y amarga, pero a continuación, poco
a poco, iba llenándose de una energía desconocida que lo animaba y le duplicaba
las ganas de vivir. Luego se levantaba lleno de optimismo y deseos de seguir
viviendo y luchando por los valores que más apreciaba: la justicia y la
amistad. Aunque aún era joven, el amor lo dejaba a un lado porque dudaba que
algún día volviera a experimentarlo de nuevo.
Repentinamente, como un látigo lanzado al aire, Muchosnombres lo hizo volver a
la realidad, sugiriéndole:
- Mira
el cuerpo de Michelle.
Lentamente Valentino bajó la cabeza hasta el rostro pálido, sin vida de la
bella joven, y comprobó que ese cuerpo que hasta entonces había permanecido
inerte y opaco, empezaba a llenarse de una suave luz dorada. A los pocos
segundos una cinta luminosa comenzó a centellear alrededor de ella.
- Tranquilízate Valentino,
Michelle ya está en este lado de nuevo.
Valentino se abalanzó sobre ella, acarició sus cabellos y la miró a los ojos.
- ¿Estás bien? – La urgió a que
le respondiera. Michelle lo miró con
atención, pero
tardó varios segundos en contestar. Parecía no entender lo que estaba
sucediendo.
- Sí,
estoy bien ¿Por qué me lo preguntas de este modo?
- Pero ¿Te sientes bien del
todo?
- Sí, mejor que nunca. ¿Pero
qué te sucede? ¿Por qué estás
tan nervioso? Tienes
una cara como si hubieras visto la muerte de frente - Comentó la muchacha en un
tono inocente, ignorante que durante unos segundos había dejado de vivir.
- No digas tonterías, Michelle.
No me sucede nada, sólo que por un momento me pareció que no te sentías
bien.
- Debe
ser que tengo un exceso de felicidad – Rio Michelle.
-
Eso debe ser – Retrucó Valentino y a continuación
se hizo un breve silencio que pareció más largo de lo que en realidad fue.
De inmediato el
periodista aprovechó ese vacío de palabras para cambiar de tema. Mirando a
Muchosnombres y al señor Destino comentó:
- Había
invitado a Michelle a comer ¿Queréis venir con nosotros?
- Vale,
pero pago yo – Propuso Muchosnombres.
- Creo que me toca a mí. La
última vez me invitaste tú – Contestó Valentino.
- ¡No!...Tú nos invitaste a cenar a tu casa
de Asturias ¿Recuerdas?
-
Sí, tienes razón, fue la pasada Navidad. Pero eso
no cuenta porque
se trataba de una reunión familiar.
- Sí
cuenta – Intervino el señor Destino – Por lo tanto para que no os
discutáis, invitaré yo… ¿Vale?
- ¡Vale! – Exclamaron todos
sonriendo.
- ¿Y
adónde podemos ir? – Consultó Michelle.
- Conozco
un lugar nuevo. Se llama taberna Marcano – Contestó Valentino. Y agregó – Es un
pequeño restaurante donde trabaja Iria, la hija de una amiga mía. La han abierto
hace poco. Queda cerca de aquí, en la calle Menorca, al otro lado del Parque
del Retiro. Podemos ir caminando. Será un paseo agradable.
- ¿Qué
tipo de comida ofrecen?
- Cocina casera. Platos
de cuchara y tapas creativas y sabrosas. No tiene estrellas de la Guía
Michelin, pero os aseguro que la comida os va a gustar. Dispone de pocas mesas, pero ahora mismo llamo a Iria para que nos reserve una.
Una vez estuvieron todos de acuerdo y Valentino hubo llamado a Iria, salieron del
departamento. Enfilaron por la calle Espalter hacia Alfonso XII, y entraron al
Parque del Retiro por la puerta que da a la plaza del Parterre. Bordearon el
lago por el Paseo de Venezuela hasta el Paseo del Duque Fernán Núñez. Giraron a
la izquierda hasta llegar al Florida Park, y por el Paseo Panamá salieron hasta
la avenida Menéndez Pelayo, justo junto a la parada del Metro Ibiza. Caminaron
dos calles más y entraron a Marcano.
Nada más llegar Iria los invitó a bajar las escaleras y los situó en una mesa
que les había reservado. Después de las presentaciones, Valentino le pidió a la
joven que les recomendara algunas tapas. Aconsejados por ella se decantaron por
anchoas en salazón casero con sopa de tomate, tartar de atún rojo, y tarrina de
foie con frutas a la plancha y confitura de limón.
De
plato de fondo Muchosnombres y el señor Destino degustaron alubias al aceite
con morcilla de puerro y butifarra, Michelle un delicioso risotto de boletus, y
Valentino demandó una merluza braseada con salsa de mejillones y erizos
fresco.
Para beber, aconsejados por Iria, eligieron un tinto “Amaral Roble” de
cepa tempranillo. Y de postre, todos pidieron un tiramisú que encontraron
excelente.
Cuando al terminar el postre, el señor Destino les preguntó si alguno
quería café, Michelle propuso:
- Sugiero que vayamos
a tomarlo a la terraza del Círculo de Bellas Artes.
Todos aplaudieron la idea de la chica mexicana. El señor Destino pagó la
cuenta, salieron de Marcano, y en la misma calle Menorca tomaron un taxi que
los llevó hasta el Círculo, emplazado donde se encuentran la calle Alcalá con
la Gran Vía.
Michelle quiso ir al Círculo porque había oído hablar mucho de él y porque
sabía que era una institución muy respetada en España. Un centro que durante
años era un faro de cultura y que, además, tenía una de las mejores terrazas de
Madrid.
Mientras tomaban el café, el señor Destino, a pesar de que era el causante de
casi todos los hechos importantes de todos los hombres y mujeres que pueblan y
habían poblado la tierra, haciéndose el niño bueno, le preguntó a Michelle
sobre su vida. La chica, ignorante de la verdadera naturaleza del embaucador y
encantador hombre, contó algunas de las historias fantásticas que le había
contado su abuela española durante su niñez. De esta manera indirecta,
Valentino se enteró de una serie de detalles de la vida de esta mujer. Con
cierta inquietud se percató que la empezaba a admirar.
Cuando la tarde empezó a empinarse, Muchosnombres y el señor Destino se
despidieron. Se excusaron diciendo que tenían que asistir a una reunión
programada con semanas de antelación. Mientras Michelle decía “¡Qué lástima que
se tengan que ir; son encantadores!”, Valentino sonrió levemente mientras
pensaba “Vayan donde vayan, seguirán con nosotros igual como siguen estando con
todos los hombres del planeta”.
Una vez se quedaron solos, sin la presencia física de Muchosnombres y del señor
Destino, Valentino le propuso a Michelle que volvieran al departamento a
visionar alguna de las películas de su interesante colección de neorrealismo
italiano. La chica le comentó que le encantaba el plan, pero le rogó que antes
volvieran a ir al Mercado de san Miguel, aquel maravilloso lugar donde la
mayoría de los clientes tapean y beben vino, cava y sidra de pie.
- ¿De verdad te
apetece volver? – Le consultó Valentino.
- Sí, tengo un antojo,
quiero beber una caipiriña. Luego me gustaría que volviéramos a tu casa
caminando, tomados de la mano. Y antes que veamos la película quiero que
hagamos el amor.