miércoles, 17 de junio de 2015

Valentino se da cuenta 
que se ha enamorado de Violante

Entrada 49


Fotografía realizada por Aquiles Torres

     Aunque, aparentemente, durante el viaje a Egipto para Valentino “el tiempo” no había transcurrido,
física y emocionalmente su organismo sí había experimentado un desgaste y un cansancio similares a cuando realizaba esos peligrosos viajes a zonas en guerra, en los cuales a veces pasaba días completos en medio de balaceras, intentando escapar de la muerte, durmiendo a trompicones y, con el añadido, que la posibilidades para alimentarse y asearse eran escasas. Quizás ésta fue la razón por la que, antes de revisar su correo y abrir el contestador automático de su teléfono fijo, prefirió ir a refrescarse a su cuarto de baño. Se desnudó, abrió el grifo al máximo, y cuando la bañera tuvo agua tibia suficiente, se sumergió por completo. Luego cerró los ojos. Permaneció largo rato así, quieto, pensando en lo afortunado que había sido por haber podido vivir esa extraordinaria experiencia en Egipto, con Akenatón, Nefertiti y toda su corte. 


     Luego, como solía hacerlo casi todos los días,  derivó sus pensamientos hacia el concepto “tiempo” que, desde niño, le intrigaba. Tanto, que desde muy joven había leído varias de las teorías postuladas por algunos de los científicos más brillantes de los siglos veinte y veintiuno que, aunque le habían ayudado a aclarar un poco sus ideas, notaba que el pez no terminaba de morder el anzuelo. Era algo similar a lo que le ocurría con el concepto “infinito”. No podía conseguir entender que algo no tuviera principio ni tuviera fin. Cuando mentalmente, como jugando, hacía ejercicios de ir más y más allá, y conseguía llegar a una frontera de una realidad donde parecía que todo terminaba y comenzaba la nada, debía volver a empezar porque no lograba imaginarse la nada. Con la idea de la nada se le complicaban más sus disquisiciones, porque si el infinito y el tiempo eran complicados, la nada lo era tanto o más difícil de entender. Lo que más lograba acercarse era a un “no algo” que podía ser el “vacío absoluto”. Poco a poco se fue quedando en un delicioso estado de duermevela. Finalmente, después de más de media hora reconfortante de agua tibia y juegos mentales maravillosos, se espabiló, salió de la bañera, secó su cuerpo, se echó varias gotas de “Joop” en sus manos y, con sus dedos abiertos, ordenó sus cabellos aún medio húmedos. Le encantaba sentir el aroma de ese perfume alemán, de color púrpura que, aunque no era excesivamente caro, era difícil de encontrar, incluso, en las perfumerías de las zonas libres de impuesto de los aeropuertos. A continuación se puso una bata y se dirigió a su sala de trabajo. Cuando se sentó frente a su ordenador a revisar su correspondencia pendiente de leer, notó que se sentía contento.

     Comenzó leyendo los correos de Violante que no sólo lo hicieron sonreír, sino que también actuaron como un interruptor que le encendió una serie de recuerdos vividos con la bella y elegante muchacha. Releyendo sus mensajes se percató que, definitivamente, no sólo la quería, deseaba y estimaba como había sucedido hasta ahora, sino que, casi sin darse cuenta, sus sentimientos habían traspasado la línea de los terrenos de la amistad profunda hasta llegar a los feraces campos del amor. Cuando leyó la frase “Te necesito; esta tarde quiero estar contigo para que hagamos el amor hasta desfallecer de felicidad” le pareció que también él podría haberla escrito, porque le ocurría algo similar. Con ella conseguía sentirse lleno de ese bien tan escaso que suelen llamar felicidad. Y, como ella, también quería empaparse de placer hasta desvanecerse dentro del cuerpo de la interesante mujer que no sólo exhalaba feminidad por sus ademanes y movimientos, sino que también la envolvía una especie de aura sensual casi mágica. Pero pensó que no sólo la necesitaba para sentir placer; se percató que también la necesitaba para sentirse completo. Advirtió que con ella a su lado no precisaba a ningún ser humano más sobre la tierra; que ella y él, solos en el mundo, podrían comenzar a generar una nueva estirpe. Y esto era una muestra inequívoca que esta mujer magnífica ya no era un simple entretenimiento para él. Era una evidencia que la fruta había madurado y que quizás fuera un error dejarla marchitarse.

     Luego, como contrapartida, leyó un largo mensaje de Michelle en el que la chica mexicana le decía que, aunque lo seguía queriendo, ella había decidido dar por terminada su relación. Algunas de las frases más importantes, decían: “Solo quisiera decirte algunas cosas para que entiendas lo que siento en este momento en que te escribo este mensaje. Primero, que has sido y eres para mí una de las personas mas importantes de mi vida. Que he reído, he llorado y he amado contigo. Que aunque, posiblemente, no le des crédito a estas palabras, esta relación contigo ha marcado mi vida”.

     En otro párrafo agregaba: “Creo firmemente que toda la vida puede cambiar en un segundo; y así me pasó a mí cuando te vi por primera vez en aquella esquina de la Gran Vía de Madrid. Aunque es probable que no nos volvamos a ver, la imagen de los momentos pasados junto a ti jamás los olvidaré, porque han sido inmensamente bellos. Quiero que todo esto permanezca dentro de mi corazón y de mi alma por siempre. Has sido un ser especial, cariñoso y lleno de generosidad. Ésta es la imagen que conservaré de ti”.

     Casi al final venía la saeta mortal: “Te confieso que he intentado seguir esta maravillosa relación como lo había hecho hasta ahora, pero no he podido olvidar que eres un hombre que no sólo vive a miles de kilómetros, sino que además estás, definitivamente, casado con tu profesión. Por otra parte la existencia de Violante que también vive en Madrid, a mí me dolía diariamente.  No podía sustraerme de esta circunstancia. Incluso recordarás que varias veces te pedí que no la nombraras estando yo presente, porque sólo el oír su nombre dicho por ti, me hacia sentir mal y me dolía. Lo entiendes ¿verdad?”

     Y agregaba: “… yo no tengo ningún derecho a pasar sobre ella, ni hacer como si no existiera, ya que no es así. Ella ya estaba en tu vida cuando yo llegué. Además, a pesar de las constantes muestras de cariño que te he dado, percibía que tu sentías que no era suficiente. No has conseguido darte cuenta que era imposible que sintiera como tu querías, porque tú estabas dentro de una relación casi estable y eso hacia imposible que pudiésemos relacionarnos tranquilamente y ser felices ya sea allá o acá”. 


     Michelle terminaba diciendo: “…vuelvo a México. Mi primer amor de adolescencia me ha encontrado en Facebook y quiere que reanudemos lo que nunca debió terminar. Aunque tendré que aprender a amarlo, aprovecharé esta oportunidad, porque así también estaré al lado de mis seres más queridos. Valentino, por el bien de los dos quiero que esto termine antes de que  a mí me cause más daño del que podría soportar. Un abrazo. Michelle”.

     Estaba terminando de leer el mensaje de Michelle cuando sonó el timbre. Valentino fue a abrir y se encontró con una Violante esplendorosa, sonriente y vestida como modelo de una portada de “Vogue”.
- Quería verte y me dije “si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”
- ¿Sucede algo?
- Sí, sucede que quiero verte, estar contigo, que nos abracemos, que tengamos sexo. Necesito tenerte dentro de mí; siento que cada vez me haces más falta. Deseo sentir tus abrazos, tus acaricias y tu calor. Quiero que durante mucho rato me beses suave en los labios, como sólo tú sabes hacerlo.
- Me has adivinado el pensamiento, yo quiero lo mismo – le confesó Valentino.

     Casi con furia comenzaron a besarse. Y así, mordiéndose los labios y entrelazados, se desplazaron hasta caer encima del kilim del salón. Luego de sacarle su vestido, mientras ella permanecía tendida de espaldas ataviada sólo con un body transparente de color negro de “La Perla”, Valentino bajó sus manos hasta su entrepierna, buscó los corchetes disimulados entre los pliegues de la delicada prenda, los desenganchó y la flor de loto rosada del sexo de Violante se abrió en todo su esplendor. 


martes, 12 de mayo de 2015

El e-mail de Violante decía: “Te necesito; esta tarde quiero estar contigo para que hagamos el amor hasta desfallecer de felicidad”


Entrada 48
Fotografía realizada por Aquiles Torres

     Valentino tenía claro que la pregunta más importante que debía hacerle a Tutankamón era la relativa a los entresijos de cómo había podido vencer a la clase sacerdotal de Amón. En casi todos los escritos en que el periodista se había documentado antes de hacer el viaje al pasado se mencionaba lo difícil que había sido para el faraón desplazar al dios Amón e imponer a Atón como Dios único, representado por un disco solar con muchos rayos con forma de brazos. Sin embargo, a pesar de la rigurosidad de las investigaciones realizadas por los egiptólogos especializados en la dinastía XVIII, aún quedaba una serie de zonas oscuras que ahora Valentino tenía la oportunidad de aclarar.

     En cambio el faraón y, sobre todo la reina Nerfertiti, lo que querían era conocer “el mensaje secreto del Dios Atón” que Valentino les había informado que les traía. Ellos lo consideraban un mensajero divino, razón por la que ardían de deseos que esa confidencia celestial se las transmitiera antes de que el aparecido de la nada se volviera a los territorios de la deidad. Su preocupación era lógica: “sin mensajero no hay mensaje”, pensaban. Estaban conscientes que en cualquier momento la comitiva sobrenatural formada por el periodista, Muchosnombres y el señor Destino desaparecería, probablemente, en medio de los mismos rayos de luz que los había traído hasta Tell el Amarna.

     Como es natural, el periodista hubiera querido haber sacado algunas fotos o grabado películas en cada una de sus entrevistas, pero Muchosnombres le había dejado claro que no perdiera el tiempo, que se olvidara de captar imágenes y sonidos, entre otras razones, porque cuando regresaran a Madrid, la cámara y la grabadora seguirían teniendo sólo las imágenes y los sonidos que tenían en el momento de la salida. Y el comunicador, respetuoso de la orden de Muchosnombres; ni siquiera lo había intentado. Por esta razón, hacía denodados esfuerzos por grabar en su cerebro no sólo las respuestas a sus preguntas, sino también hasta los más mínimos detalles de todo cuanto captaban sus sentidos, sobre todo los rostros y las voces de sus interlocutores.

     A medida que pasaron los minutos o las horas de este encuentro increíble, Tutankamón fue detallando lo difícil que había sido conseguir vencer a los poderosos sacerdotes del dios Amón, cuyo poder central estaba asentado en Tebas. Explicó en detalle el plan y la estrategia que diseñó y llevó a cabo, dando claves inéditas que la historia no había registrado, mientras Nefertiti repetía varias veces que sin el poder ancestral que les otorgaba el cargo más importante de Egipto, así como el poder mágico que los egipcios le otorgaban a los símbolos externos como la doble corona, el látigo y el cayado, hubiera sido imposible vencer a la mafia sacerdotal. El faraón pormenorizó las veces que había resultado indemne de intentos de ser quitado de la circulación, especialmente con bebidas y comidas envenenadas, y víboras y escorpiones que manos cobardes y traidoras varias veces habían dejado entre las ropas de sus lechos.

     Durante la entrevista Valentino se percató que la marea de cambios promovida por Akenatón había transformado, incluso, la concepción artística que hasta antes de él existía en Egipto. Ahora los cánticos tenían versos con contenidos más humanistas, que alababan el amor universal; y la pintura y la escultura también habían experimentado cambios bruscos. Hasta entonces, los egipcios solían representar las figuras humanas con las cabezas de perfil y el resto del cuerpo en poses un tanto afectadas y artificiales. Valentino comprobó que esto había cambiado. Incluso Akenatón y Nefertiti acostumbraban a retratarse en posturas informales, en escenas del día a día, como por ejemplo en la intimidad de una estancia jugando con sus hijos. Le llamó mucho la atención una gran pintura mural en la que aparecían Akenatón y Nefertiti con algunos de sus hijos de una manera tan distendida, que le recordó el magnífico cuadro de los Duques de Osuna con sus cuatro hijos pintado por el genial Goya a finales del siglo diecisiete y que, actualmente, se exhibe en el Museo del Prado.

     Apenas Valentino consideró que ya tenía todo el material que necesitaba para su trabajo periodístico, procedió a cerrar la entrevista transmitiéndoles al rey y a la reina el mensaje privado que, aunque inventado por él, les aseguró que se los enviaba el propio Atón. Ambos, convencidos que era un mensaje de su Dios, a medida que lo oían, fueron demudando sus rostros, sobre todo al oír palabras claves como “libertad”, “justicia”, “igualdad”, “infinito” o “eternidad” porque, aunque de alguna forma habían democratizado la sociedad de su tiempo, seguían teniendo ideas que en nuestra época serían consideradas como tiránicas. A pesar de esta circunstancia, ambos hicieron una profunda reverencia a Valentino y juntos volvieron a la gran sala donde permanecían Muchosnombres y el señor Destino festejando con el resto de la familia real y con los dignatarios más poderosos de Egipto. Fue entonces cuando los tres viajeros del tiempo fueron envueltos por una luz cegadora que refulgía más que el mismo sol, y que se los llevó en un torbellino fosforescente hacia una dimensión desconocida para los anfitriones. De nuevo, como en el momento de su aparición, todo sucedió de forma tan repentina y espectacular que dejó a todos profundamente impresionados y desconcertados, tanto, que ni siquiera alcanzaron a decir “adiós”.

     Al mismo tiempo, Valentino, Muchosnombres y el señor Destino aparecieron en Madrid, en el mismo lugar y a la misma hora a la que habían iniciado “el viaje”. En el despacho donde el comunicador solía trabajar estaba todo igual, como si nunca se hubiera marchado a viajar a través del tiempo. Al principio dudó, pero luego consultó el reloj de su ordenador y comprobó que era la misma hora de la “partida” del viaje al pasado del Egipto del faraón Akenatón. El ordenador continuaba abierto y en su pantalla había diez mensajes que esperaban ser leídos. Entre ellos uno de  Michelle y dos de Violante. Primero abrió los correos electrónicos de Violante. El mensaje de su amiga con ventaja era muy escueto y sólo decía: “Tengo ganas de ti”. Valentino sonrió y abrió el segundo. Éste era mucho más explicito: “Te necesito; esta tarde quiero estar contigo para que hagamos el amor hasta desfallecer de felicidad”.




domingo, 22 de febrero de 2015


Nefertiti parecía de una belleza tan actual que Valentino se la imaginó entrando a la tienda Hermés de la exclusiva calle Ortega y Gasset 
de Madrid, ataviada con jeans, camisa de lino celeste, y chaquetilla torera corta, 
de piel negra

Entrada 47

Fotografía de una momia egipcia realizada por Aquiles Torres 
en el Museo Arqueológico de Madrid 


     Finalmente el faraón Akenatón se incorporó, pero continuó con su cabeza gacha y con sus ojos cerrados ante la presencia de los visitantes que él creía que venían del reino del Dios Atón. Era una muestra inequívoca de sumisión. Valentino no le volvió a dar ninguna orden, porque sintió una especie de vergüenza ajena al comprobar que, incluso hasta los más poderosos, inclinan la cerviz y se humillan ante aquellos que consideran más poderosos que ellos.

     El periodista se mantuvo en silencio y aprovechó a observar detenidamente al rey de Egipto. Comprobó que casi todas las descripciones físicas que había leído acerca de él eran acertadas. Pensó que si hubiera que describirlo físicamente con dos palabras hubiera sido “poco agraciado”. Tenía un cuerpo con rasgos femeninos que, calculó, no superaría el metro y sesenta y cinco centímetros. Lucía completamente depilado y con un maquillaje hábilmente trabajado. Desde su cintura hasta sus rodillas vestía una falda blanca de lino muy fino. Sus caderas eran amplias, la cabeza alargada, los labios carnosos y la nariz prominente. Sus piernas eran tan flacas que Valentino pensó: “Cómo esas piernas, aparentemente tan débiles, pueden soportar su cuerpo; son más delgadas que mis brazos”. En su torso desnudo resaltaban unas tetillas hinchadas que parecían más bien unas tetas menudas, del tamaño que las tienen las jóvenes adolescentes cuando comienzan a ser mujeres. Valentino se imaginó que, probablemente, el faraón fuera hermafrodita. El periodista estaba envuelto en estos pensamientos cuando del grupo se alzó una hermosa voz femenina:
- ¡Sean bienvenidos al templo de Atón, nuestro señor!

     Valentino giró la cabeza hacia el lugar de donde había emergido la voz y comprobó que quien les daba la bienvenida era Nefertiti, la Gran Esposa Real de Akenatón. El periodista recordó que su nombre, que significa “Bondad de Atón, la bella ha llegado”, le hacía honor porque poseía una belleza que embriaga a quien la mirara. Aunque parecía físicamente frágil, nada más verla se adivinaba que no sólo era inteligente y sagaz, sino que también poseía un fuerte carácter con el que, probablemente, manejaba tanto política como religiosamente al gran farón y, por lo tanto a todo Egipto.

     Su rostro era mucho más hermoso que el valioso busto de piedra caliza policromada que realizó el artesano y escultor Tutmose allí, en Amarna, descubierto en 1912 y que, actualmente, se exhibe en la sala de la cúpula norte del Museo Egipcio de Berlín. Y no sólo llamaba la atención por su belleza, sino también porque era más alta y espigada que la mayoría de las personas que componían el grupo de cortesanos. Valentino, en forma descarada, la volvió a mirar atentamente. Tenía el cuello largo y elegante, pómulos abultados y un maquillaje que realzaba aún más su majestuosa femineidad. Parecía una modelo de alta costura del siglo veintiuno a punto de subir a una pasarela. Le pareció de una belleza tan actual que se la imaginó entrando a la tienda Hermés de la exclusiva calle Ortega y Gasset de Madrid, ataviada con jeans, camisa de lino celeste, y chaquetilla torera corta, de piel negra. Sus ojos eran almendrados, la nariz bien proporcionada y, a pesar de su delgadez, sus labios lucían tan sensuales que daban ganas de besarla con pasión. Le recordó a Audrey Hepburn, la actriz que Valentino consideraba la más bella e interesante de la historia del cine. Como todos, también ella llevaba vestimenta blanca. Un vestido transparente, probablemente de seda, que traslucía su cuerpo desnudo y que dejaba ver sus clavículas marcadas, sus pechos proporcionados, el contorno de sus caderas, su ombligo y hasta su pubis depilado.

     Se dice que Nefertiti era hermana de Akenatón y que fue la madre de Tutankamón, conocido como “el faraón niño”, quien también llegó a reinar Egipto después del rey llamado Smenkkhara. Probablemente en ese momento, Tutankamón, aunque de cortos años, debe haber estado allí presente. Al igual que su padre, Tutankamón se casó con su hermana llamada Anjesenpaatón, la cual, para hacer público que también era hija de Akenatón y Nefertiti, siempre a su nombre solía agregar la leyenda:"…de las entrañas del faraón, nacida de la reina Nefertiti".  

     En medio de una maraña de estímulos sensoriales, Valentino tuvo que hacer un esfuerzo para centrarse en lo que había ido a hacer: una entrevista a Akenatón. Sobre todo quería enterarse de boca del propio faraón cómo este ser humano que por caprichos del destino había sido investido el hombre más poderoso de uno de los reinos más importantes de la antigüedad, había llegado a concebir la idea de un Dios único, algo tan poco común en esa época.  Y, por supuesto, también detalles de los últimos años de su reinado, que los investigadores afirman que fueron muy enrevesados y llenos de traiciones, sobre todo por parte del cuerpo sacerdotal casi intocable, que entonces era una mezcla de casta y de mafia.

     Valentino agradeció a Nefertiti la bienvenida y le transmitió a ella y al faraón que quería hablar a solas con ambos. Para despertar un mayor interés, agregó que les entregaría un mensaje secreto del Dios Atón. El faraón ya repuesto y animado por su esposa real, invitó a Valentino a pasar a una estancia cercana, mientras los demás, con Muchosnombres y el señor Destino, se desplazaron a una gran sala donde había mesas con numerosas bandejas con pescados, carnes, dátiles y frutas frescas; también cántaros con jugos y néctares. Varios sirvientes se acercaron a Muchosnombres y al señor Destino para ofrecerles comida y bebida. Como conocían perfectamente las normas elementales del protocolo de la corte de Amarna, inmediatamente aceptaron y comenzaron a degustar los abundantes manjares, mientras la corte en pleno, sin pronunciar palabra, los miraba embobados comer. Rompiendo el embarazoso silencio, el señor Destino exclamó:
- Son los mejores dátiles que he probado en mi vida.
Esta frase rompió el hielo. Quienes los rodeaban comenzaron a mirarse entre ellos, a sonreír y a hacer movimientos de aprobación moviendo su cabeza de arriba abajo.

     Y el señor Destino no mentía, los dátiles eran soberbios. Cuando los ingirió para saborearlos, de inmediato, la pulpa de los frutos explotó en su boca. Los mezcló con una especie de cerveza turbia que generó una mixtura de sabores agridulces, que le hizo percibir una sensación gustativa que le recordó una cena que, en una ocasión, acompañado por Muchosnombres y Napoléon, disfrazado de ejecutivo agresivo, había degustado en el famoso restaurante “El Bulli” de Ferran Adrià, emplazado junto a la cala Montjoi en la Costa Brava Catalana, considerado durante varios años el mejor restaurante del mundo. Le parecieron bocados tan sobresalientes como los de esa llamada Nouvelle Cuisine creada por los mejores chefs y cocineros que, por lo general, solían presumir de estrellas Michelin.

     Mientras los demás paladeaban las exquisiteces de la cocina real del faraón, Valentino comenzó a hacerle a Akenatón las preguntas que tenía en el cuestionario mental que había preparado en días anteriores.

     Entre otros comentarios, Akenaton explicó que cuando decidió venir de Tebas, Tell el Amarna era un erial.
- Elegí este lugar por la cantidad de días con sol que tiene. Es un sitio ideal para estar en contacto con Atón, nuestro Dios – explicó el faraón.

     Cuando Valentino quiso saber por qué había decidido romper con la religión politeísta, Akenatón lo miró mansamente y le explicó que Atón, su Señor, se lo había ordenado. Comentó que éste le había explicado que era necesario, porque la corrupción religiosa había llegado a cotas tales que, incluso, ponía en peligro la supervivencia del propio Egipto. Agregó que las supercherías estaban debilitando la voluntad de sus súbditos hasta el punto que en caso de una invasión, podrían ser arrollados por los ejércitos de reinos extranjeros, aquellos que desde siempre, habían mirado con ojos ávidos las riquezas de Egipto.

- ¿Tan grave era la situación?
- Sí. La religión dejó de ser un instrumento de liberación y por la codicia de la clase sacerdotal que seguía a Amón, se había transformado en una herramienta de opresión y desigualdad. Los pícaros, y las mafias religiosas y políticas se habían enriquecido como nunca antes había sucedido en Egipto – e insistió- Fue mi Señor Atón quien me dio la orden de romper aquel nudo de iniquidad y liberar a Egipto.



miércoles, 10 de septiembre de 2014

Madrid, miércoles 10 de septiembre de 2014.

Estimados lectores:

Para facilitarle la lectura a aquellas personas que no hayan leído nunca este relato, o que hayan leído sólo algunas entregas, a continuación les transcribo las direcciones de las 46 entradas que he publicado hasta la fecha.



Les sugiero que para entender mejor la trama de este relato mágico que está tejido con hebras de amor y desamor, de sexo y de ternura, y de vida y de muerte, comiencen a leerlo por la entrega Nº 1.


Entrega 1 (comienzo).

Entrega 2.
Entrega 3.
Entrega 4.
Entrega 5.
Entrega 6.
Entrega Nº 7.
Entrega Nº 8.
Entrega Nº 9.
Entrega Nº 10.
Entrega Nº 11.
Entrega Nº 12.
Entrega Nº 13.
Entrega Nº 14.
Entrega Nº 15.
Entrega Nº 16.
Entrega Nº 17.
Entrega Nº 18.
Entrega Nº 19.
Entrega Nº 20.
Entrega Nº 21.
Entrega Nº 22.
Entrega Nº 23.
Entrega Nº 24.
Entrega Nº 25.
Entrega Nº 26.
Entrega Nº 27.
Entrega Nº 28.
Entrega Nº 29.
Entrega Nº 30.
Entrega Nº 31.
Entrega Nº 32.
Entrega Nº 33.
Entrega Nº 34.
Entrega Nº 35.
Entrega Nº 36.
Entrega Nº 37.
Entrega Nº 38.
Entrega Nº 39.
Entrega Nº 40.
Entrega Nº 41.
Entrega Nº 42,
Entrega Nº 43.
Entrega Nº 44.
Entrega Nº 45.
Entrega Nº46.


domingo, 24 de agosto de 2014


Akenatón se desmayó de la emoción al ver aparecer a Valentino, a Muchosnombres y al señor Destino 
en medio de un rayo de luz que lo encegueció

Entrada 46
Fotografía de una momia egipcia realizada por Aquiles Torres en el Museo Arqueológico Nacional(Madrid)


     Y volando, los tres siguieron el curso del río Nilo.

     Cuando Valentino vio Tebas desde el aire, recordó que el sujeto de su entrevista, Akenatón, había sido coronado en esta ciudad mítica. Y que ostentando el rango de faraón de Egipto había vivido en esta ciudad durante siete años antes de ordenar el traslado de la corte y de su gobierno a Tell El Amarna. Fue en Tebas, quizás hastiado de los excesos de la casta sacerdotal, donde comenzó a cuestionar los cimientos de la religión politeísta que hasta ese momento había dirigido la espiritualidad de los egipcios durante siglos. Y fue en esa ciudad, antes conocida como Waset, donde ordenó que el pueblo egipcio comenzara a adorar a un solo Dios: Atón.  

     Aunque Valentino físicamente no la experimentaba, los viajeros del tiempo se desplazaban a una gran velocidad, tanta, que a los pocos minutos apareció bajo sus ojos la primera catarata del Nilo. 

     Un rato después Valentino se quedó impresionado cuando el señor Destino, con el dedo índice de su mano derecha indicando hacia abajo, le señaló la ciudad mandada a construir por el faraón Akenatón, conocida como Tell El Amarna, que ahora era el corazón y el cerebro de Egipto. Aunque se había documentado bien, a Valentino le pareció una urbe más grande de lo que se había imaginado, tomando en cuenta que estaba viviendo una realidad anterior en más de 3350 años a su propio tiempo, aunque mil años después de la construcción de las grandes pirámides mandadas a construir por los faraones Keops, Kefrén y Micerino. De norte a sur, Tell El Amarna tenía 15 kilómetros de extensión. Pudo ver perfectamente el trazado de sus callejuelas, palacios y templos situados en el corazón de la población, que se destacaban de las pequeñas construcciones del pueblo llano que parecían rastrojos en un campo de cebollas.

     “Casi no puedo creer que allí, en algún lugar, ahora están Akenatón y Nefertiti”, pensó el reportero.
- ¿Qué te parece la ciudad, Valentino? – Lo interrogó Muchosnombres.
- Me parece una obra descomunal. Más aún teniendo en cuenta que ha sido construida en medio del desierto y sin  la tecnología que tenemos en el siglo veintiuno.
- Debemos bajar ¿Estás nervioso?
- Sí, lo estoy. Sobre todo pienso en cómo llegaremos hasta el faraón…en cómo conseguiremos ser recibidos por él.

     El señor Destino repitió la frase “…cómo llegaremos hasta el faraón…cómo conseguiremos ser recibidos por él” y lanzó una de sus acostumbradas sonoras carcajadas. Luego, con rostro serio, le explicó:
- No te preocupes; ya está arreglado. Hace una hora él ha recibido un mensaje de Atón. Su Dios le ha informado que tres mensajeros suyos llegarán desde el cielo. Probablemente también ya habrá informado y advertido a Nefertiti y a todo su cuerpo de sacerdotes, escribas, criados, concubinas, guardias y familiares que hoy ocurrirá un “milagro”.
- ¿Un milagro?
- ¡Hombre!…es un decir. Tú y yo sabemos que los milagros no existen. Me refiero a un hecho extraordinario, sombroso, sin explicación para ellos.

     Y fue entonces cuando de la nada, Valentino, Muchosnombres y el señor Destino, envueltos en una luz cegadora acompañada de un fortísimo estruendo y sonido de fanfarrias, se aparecieron frente a Akenatón.

     A pesar de su rango de faraón, el más alto y sagrado de Egipto, Akenatón primero sufrió un profundo golpe emocional que le produjo un desvanecimiento que, durante unos segundos, le hizo perder su verticalidad y la conciencia. Luego, aún tambaleante y casi sin poder ver, se lanzó al suelo como muestra de sumisión. 

     Los centenares de hombres y mujeres que lo acompañaban, entre los que estaban parte de la familia real, importantes cargos y otros empleados de mayores o menores rangos, sintieron más temor aún al ver a su Señor en unas circunstancias inimaginables, nunca vistas antes. De inmediato, todos, despavoridos y con sus corazones latiendo desenfrenadamente, imitando a su Señor, se lanzaron también en plancha al suelo. Lo que estaba sucediendo, probablemente, era lo más insólito que habían visto y verían mientras vivieran. Era un acontecimiento extraordinario que formaría parte de las anécdotas que transmitirían a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Y, probablemente, los hijos de los hijos de sus hijos a sus correspondientes descendientes.

- ¿No crees que te has pasado un poquito con los efectos de luz y sonido? – reclamó Valentino a Muchosnombres.
- ¿Que me he pasado? ¿Es que no sabes que de la intensidad de los primeros estímulos dependen las reacciones que vendrán después?
- Si tú lo dices.
- ¡Sí, yo lo digo! Y tú, como un comunicador profesional que eres, lo sabes muy bien. ¡Vamos Valentino, actúa!. Dirige tú el encuentro – le ordenó telepáticamente Muchosnombres a Valentino.
- ¿Qué digo?
- ¿Cómo qué digo? Estás acostumbrado a hablar en público, a hacer entrevistas a sabios y a villanos y ahora preguntas qué dices. ¡Improvisa! ¿Es que no trabajas en comunicación? Entra a matar. Están esperando que uno de nosotros les dé una orden. Si no lo hacemos pueden seguir así horas. Recuerda que para Akenatón y los suyos nosotros somos enviados de su Dios. ¿Eres capaz de imaginar la emoción que estarán sintiendo? Piensa que creen que podrán conversar con emisarios de su deidad. ¿Qué sentirías tú si en medio de la noche, se te apareciera, repentinamente, un portavoz de tu Dios?
- Miedo, yo sentiría miedo. Ya sabes que no creo en Dios. creería que es un delincuente que ha entrado a robar.
- ¡Vamos! No empieces con excusas huevonas. Colabora un poquito…no te acojones ahora  ¡Creatividad, amigo, creatividad! Aprovecha a comenzar a hacer ahora mismo tu entrevista, que es a lo que hemos venido. Lo tienes ahí a tus pies, dispuesto hasta confesar que en el futuro matará al Presidente Kennedy.

Finalmente Valentino pudo reaccionar.
- ¡Levántate! – le ordenó Valentino a Akenatón en un idioma que jamás había hablado, pero que en ese instante mágico pasó a ser como el suyo de toda la vida.

     El faraón estaba lívido, demudado, intensamente emocionado. Es normal, no todos los días uno puede tener a un metro de distancia, mirar a la cara y dialogar con tres comisionados de Dios.

     Debido a que Akenatón continuaba sin reaccionar, Valentino volvió a demandarle que se irguiera. Sólo entonces, el faraón y Señor de Egipto comenzó a dar señales de vida y, con movimientos torpes, terminó de alzarse del todo.