domingo, 13 de abril de 2014

Valentino conoce a los Príncipes de Asturias

Entrada 44
Fotografía de La Fuente de Neptuno de Madrid, realizada por Aquiles Torres

Después de una pausada caminata, Valentino llegó hasta la plaza Cánovas del Castillo, en cuya rotonda se yergue el conjunto escultórico conocido como la Fuente de Neptuno, formado por dos caballos marinos que tiran de un carro en forma de concha, encima del cual, majestuoso, va montado

Flanqueando la plaza, en ambos lados del Paseo del Prado, se encuentran los dos hoteles con más solera de Madrid: el Ritz y el Palace; y dos museos extraordinarios: El Prado; y el Thyssen Bornemisza, que ocupa el Palacio de Villahermosa. Cuando Valentino estuvo en la acera del hotel Palace, se detuvo y miró una vez más, con deleite, esa zona de Madrid que a él le parecía una de las más bellas de la capital de España. Luego entró al VIP’s que hay junto al Starbucks y ojeó la prensa durante veinte minutos.

Sólo cuando terminó de leer los titulares y las entradillas
de las noticias más importantes que publicaba la prensa del día, retomó su camino hacia el ático de Violante. Al entrar al recibidor eran casi las nueve y media de la noche y ya todos los demás invitados habían llegado. Violante lo recibió con un sensual mordisco en los labios, de la misma forma afectuosa que lo hacía siempre. Haciéndole mimos lo acompañó hasta el gran salón. Apenas lo vieron entrar, varios de sus colegas de prensa y comunicación se acercaron a saludarlo. La pregunta común fue: “¿Dónde te has metido este último tiempo?”. Después Violante le tomó su mano y lo guió hasta donde estaban los Príncipes de Asturias para hacer las correspondientes presentaciones.

Valentino se dirigió a ellos como “señor” y “señora”, pero de inmediato Felipe le sugirió: “Estamos en casa de nuestra amiga Violante; sabemos que tú eres un amigo muy especial de ella, preferiríamos que nos llamáramos por nuestros nombres ¿Te parece bien?”. Valentino asintió. A continuación Felipe fue solicitado y engullido por un grupo formado por periodistas de los tres medios escritos más influyentes del país. Cuando quedaron solos Letizia, Violante y Valentino, la princesa de Asturias le confidenció al periodista:
- En algunas oportunidades te he leído. Tus reportajes en zonas de conflictos me parecen muy interesantes. Encontré especialmente esclarecedor lo que publicaste el año pasado sobre Siria. Entiendo que fue muy peligroso ¿Verdad?.
- Bastante. Y además, creo que es la vez que más cerca he estado de la muerte.
- Durante días nadie supo de ti; en España, incluso, se especuló acerca de tu posible muerte.
- Yo también creí que había llegado mi hora.
- Creo recordar que fue en la ciudad de Homs.
- Sí, fue en Homs; queda a unos 140 kilómetros de Damasco. Fue un verdadero infierno.
- Recuerdo que murieron varios periodistas.
- Fue un día especialmente trágico para los que nos dedicamos a esta profesión. En esa misma jornada cayeron la reportera norteamericana Marie Colvin del Sunday Times; el francés Remy Ochlick, fotógrafo de guerra de la revista Paris Match; y Rami al Sayeed, uno de los miembros más activos de la resistencia Siria.
- ¿Fue en un enfrentamiento entre dos grupos rivales?
- Sí. Fue todo muy rápido y sorpresivo. Estaba en una calle del barrio de Bab Amro haciendo fotografías, guareciéndome a duras penas de un fuego cruzado cuando, repentinamente, sentí un gran estruendo y, de inmediato, me cayeron encima trozos de metralla ardiendo en mis brazos y en mi cabeza. Perdí las fuerzas y tuve que soltar la mochila con mis cosas, entre ellas mis cámaras fotográficas y mi computador. Tuve suerte de perder totalmente la conciencia y que me creyeran muerto porque cuando los soldados del ejército de Bashar al Assad comenzaron a rematar a todos los heridos que se movían o quejaban, disparándoles o degollándolos, a mi no me lo hicieron porque pensaron que ya la vida se me había ido.
- ¿Y cómo pudiste salir de allí?
- Después de un par de horas unos vecinos se dieron cuenta que me movía y jugándose su propia vida me llevaron a su casa. En esa humilde vivienda me curaron y cuidaron. Después de varios días, cuando volví en sí del todo y me pude poner en pie, decidí irme caminando hasta Beirut.
- ¿Caminando?
- Sí, caminando. Lenta y sigilosamente. Tuve mucha suerte porque el segundo día, muy de mañana, me topé con un convoy de la Media Luna Roja Siria y de la Cruz Roja. Ellos me llevaron al aeropuerto de Beirut. Y desde allí pude contactar con España e informar de mi situación.
- Sí, de eso me acuerdo. La noticia salió en casi todos los medios. También recuerdo que contaste que habías logrado salvar un USB con fotografías terriblemente fuertes.
- Sí, eran más de mil fotografías almacenadas en un lápiz de memoria que me habían entregado algunos miembros de la resistencia y que, afortunadamente, había guardado en uno de mis bolsillos interiores; todo lo demás me lo robaron.
- ¿Sabes, Valentino? Admiro a mis colegas que trabajan cubriendo conflictos. Si no fuera por personas como tú no nos enteraríamos de los tormentos de la guerra. El año pasado, sólo en Oriente Próximo perdieron la vida 70 periodistas. De esos setenta, veintinueve de ellos cayeron en Siria.

Violante interrumpió la conversación y los invitó a que se acercaran a la mesa llena de viandas frías y bebidas de varios tipos.

Ante la insistencia de algunos colegas por saber en qué estaba trabajando, Valentino les contó con detalle su proyecto y les explicó que recién estaba comenzando con trabajo de campo. También se habló de la situación política internacional, especialmente de la crisis económica por la que estaba atravesando España. Los temas más debatidos
fueron el fallido proceso de externalización de la sanidad pública de la Comunidad de Madrid después de la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, y la elecciones de diputados para el Parlamento Europeo.

Antes de retirarse, probablemente porque le llamaran la atención por lo infrecuente del proyecto, a solas, Letizia le preguntó por qué llamaba “imaginarias” a sus entrevistas. Valentino se lo explicó, detalle que despertó aún más la curiosidad de la Princesa.

- Hay que poseer un alto nivel creativo para poder hacer un trabajo como el que estás haciendo, pero indudablemente es un excelente recurso el viajar a los lugares donde han vivido tus entrevistados para conocer y hasta acariciar los objetos que les pertenecieron e imaginarlos mejor.
- Por lo menos en esta primera entrevista me ha dado el resultado que esperaba.
- ¿Cuántas entrevistas imaginarias harás?
- Una decena.
- ¿Cuándo comenzarán a publicarse?
- Creo que dentro de tres semanas. Mi propósito es tener por lo menos terminadas tres “entrevistas imaginarias” antes de entregar a la revista la de Neruda, que es la primera. Será, probablemente, cuando haya terminado la de Frida Kahlo.
- ¿Y cuándo inicias la segunda?
- La comenzaré pronto, porque esta semana viajo a Egipto.
- ¿Quién será el entrevistado?
- El faraón Akenatón.
- ¿Akenatón? ¿El llamado “faraón herético”?
- Sí, el rey egipcio Akenatón.
- Es un personaje que a mí también siempre me ha llamado mucho la atención. Por su visión y por su fuerza. Fue capaz de cambiar la concepción religiosa del Egipto de hace más de tres mil trescientos años, desafiando y venciendo a la casta sacerdotal y a una cultura politeísta arraigada.
- También yo lo admiro por esa y otras razones. Fue un hombre muy valiente por atreverse a luchar contra la mafia que entonces era la clase sacerdotal egipcia.
- He leído mucho sobre él. En medio de una oscuridad de siglos, Akenatón consiguió romper una tela de araña de dioses y dejar que Atón, el dios sol, entrará por todos los resquicios de la vida de su sufrido pueblo.
- Aunque yo no creo en Dios, también lo admiro porque fue uno de los primeros hombres que propuso y defendió el monoteísmo, la idea de un solo Dios, aunque este Dios era nuestro sol, que ahora sabemos que es una estrella más de los billones de billones de estrellas que existen en el universo.
- Supongo que también mencionarás a Nefertiti quien, además de ser la Gran Esposa Real de Akenatón, era su prima hermana. Y, al parecer, Nefertiti habría sido la madre del también famoso faraón Tutankamón.
- ¡Mmmm! Veo que sabes bastante de la historia de Egipto.
- Es un tema que siempre me ha apasionado. Pero ¿sabes? lo que no me creo es que sólo visitando el lugar del personaje objeto de tu entrevista puedas descifrar interrogantes y claves que a veces ni siquiera los especialistas que dedican una vida entera a ello consiguen hacerlo ¿Hay truco?
- Sí, hay truco, pero los magos no suelen explicar sus artes. – respondió pensando en Muchosnombres. Y agregó: - Sólo te puedo confesar que tengo una especie de socio que colabora conmigo. Y la verdad, aunque te lo explicara no me lo creerías. Es algo tan asombroso lo que me sucede que yo aún no me lo termino de creer.

En ese momento Felipe se acercó a Letizia para sugerirle retirarse porque al otro día tenían que salir temprano en un viaje oficial a un país de América del Sur. Letizia asintió un poco a regañadientes porque la plática con Valentino había llegado a un punto en el que le había picado la curiosidad respecto al secreto de Valentino, tanto, que la próxima pregunta que pensaba hacerle sería cuál era el truco.

martes, 11 de marzo de 2014

Por petición de algunos lectores


Para facilitar la lectura de las entradas anteriores


Dentro de pocos días publicaré la entrada Nº 44. 
En ella Valentino, el periodista que vive esta historia, acompañado por Muchosnombres, retrocederá la friolera de 3360 años en el tiempo, hasta la corte del faraón Akenatón, casado con la bella Nefertiti.
Akenatón, quizás el monarca egipcio espiritualmente más importante, porque fue quien consiguió que durante un corto período 
de tiempo, tras una dura lucha contra 
la casta sacerdotal, los egipcios dejarán 
de ser politeístas y comenzarán a adorar 
a un solo dios. 

Pero antes de hacerlo he preferido entregar las direcciones de las 43 entradas anteriores, comenzando por la Nº1, para que aquellos que me han dicho que no han podido o no han sabido abrir las entradas primeras, lo hagan y puedan entender la trama de esta historia mágica de amor y desamor, de sexo 
y de ternura, y de vida y de muerte. 

Entrega 1 (comienzo).
Entrega 2.
Entrega 3.
Entrega 4.
Entrega 5.
entrega 6.
Entrega Nº 7.
Entrega Nº 8.
Entrega Nº 9.
Entrega Nº 10.
Entrega Nº 11.
Entrega Nº 12.
Entrega Nº 13.
Entrega Nº 14.
Entrega Nº 15.
Entrega Nº 16.
Entrega Nº 17.
Entrega Nº 18.
Entrega Nº 19.
Entrega Nº 20.
Entrega Nº 21.
Entrega Nº 22.
Entrega Nº 23.
Entrega Nº 24.
Entrega Nº 25.
Entrega Nº 26.
Entrega Nº 27.
Entrega Nº 28.
Entrega Nº 29.
Entrega Nº 30.
Entrega Nº 31.
Entrega Nº 32.

Entrega Nº 33.
Entrega Nº 34.
Entrega Nº 35.
Entrega Nº 36.
Entrega Nº 37.
Entrega Nº 38.
Entrega Nº 39.
Entrega Nº 40.
Entrega Nº 41.
Entrega Nº 42,
Entrega Nº 43.


Para entender mejor esta historia que, probablemente a fines de año la publique en papel, por lo menos deben leerse las cinco primeras entradas, puesto que entregan 
las claves de lo que sucede después y de lo que seguirá aconteciendo hasta el fin.
Y a propósito de fin, les aseguro que
 será totalmente inesperado.

Saludos y gracias por leerme,

Aquile Torres.

miércoles, 15 de enero de 2014


Valentino es invitado a casa de Violante
 a conocer a los Príncipes de Asturias.

Entrega 43

Fuente de Cibeles de Madrid
Fotografía realizada por Aquiles Torres

El día en que Valentino regresó a Madrid, apenas arribó a su departamento y dejó su pequeña valija en el vestidor, ataviado tal cual estaba, se tiró encima de su cama y se puso a dormir. Probablemente hubiera podido hacerlo hasta el otro día, pero unos minutos antes de las cinco de la tarde el sonido de una llamada telefónica lo despertó. Se desperezó y, aún medio dormido, contestó. Era Violante, una de sus mejores amigas. Quería saber cómo estaba y cómo iba el proyecto de entrevistas a personajes sobresalientes ya fallecidos. Cuando meses antes él le contó la idea a Violante, a ésta le encantó. Fue una de las personas que más lo animó a invertir tiempo en el proyecto. La encontró interesante y original.

- ¿Qué haces ahora? – Preguntó Violante. Y agregó – Hace cinco días que no me llamas ni sé nada de ti.
    
     Valentino le explicó que venía llegando de Santiago de Chile de trabajar en la entrevista de Neruda, que su llamado lo había despertado y que aún no se había ni duchado ni cambiado ropa. 

     Aunque tuvo la intención de hacerlo, no se atrevió a comentarle la honda emoción que le había causado el poder haber estado con el poeta entrevistándolo en vivo y en directo porque podía pensar que estaba desvariando. A pesar que Violante era una de las personas con más sentido común que conocía y con la cual se contaban casi todo, prefirió callar. ¿Cómo explicarle que tenía una especie de amigo que se llamaba Muchosnombres que había conocido en el Parque del Retiro, que aseguraba que era “todo todo lo existente” y que había existido “siempre siempre”? ¿Cómo hacerla a entender que igual Muchosnombres podía ser hombre como podía ser mujer? ¿Cómo le iba a creer que Muchosnombres tenía una especie de empleado o adjunto que se autodenominaba “el señor Destino”, quien en varias ocasiones le había demostrado que era realmente quien influía en el destino de todos los hombres que han existido y existen sobre la faz de la tierra?  Y lo peor, lo más inverosímil ¿Cómo demostrarle que, además, Muchosnombres le permitía viajar en el tiempo y el espacio?

- ¿Y qué harás el resto del día? – Interrogó Violante, ajena a lo que estaba pensando el brillante periodista.
- Descansar y preparar mi viaje a Egipto.
- ¿A Egipto? ¿A quién vas a entrevistar en Egipto?
- Al faraón Akenatón y a la reina Nefertiti.
- Valentino ¿Sigues dormido o me estás contando el sueño que acabas de tener?
- Perdona, amiga. Olvídalo. Es tan asombroso lo que este último tiempo me está sucediendo que incluso contártelo a ti me resulta difícil. Además no lo creerías.
   
     Violante, husmeando que algo grave o portentoso le sucedía a su amigo, retrucó:
- Como siempre te digo, puedes confiar plenamente en mí. Lo mejor es que me lo cuentes cuando vengas. Además has despertado mi curiosidad.
- No si podré. Y si lo hiciere, insisto, no me creerías.
- Sí que podrás y te creeré. ¡Anda!... dúchate, aféitate y te vienes a mi casa. Si quieres puedes bañarte y rasurarte aquí. Aquí tienes ropa limpia. Además en mi último viaje a Londres te he comprado un par de americanas y varias camisas, algunas de las cuales podrías ponerte esta noche. También estuve en John Lobb. Fui a retirar unos zapatos que hace seis meses te había mandado a hacer. Son del modelo Oxford, de doble suela, como te gustan a ti.
- Gracias Violante ¿Por qué me eres tan buena persona conmigo?
- Porque yo quiero serlo.
- Vale, pero creo que no merezco que además de buena amiga seas tan generosa conmigo ¿Por qué me compras cosas que yo no te pido?
- Lo hago porque me dan ganas de hacerlo. Y también porque eres mi mejor amigo. Nunca me has fallado. Y, tercero, porque sabes que me sobra el dinero. Si ayudo a varias instituciones ¿por qué privarme del placer de hacerle regalos a las personas que adoro y que forman parte de mi vida?
- También yo te adoro.
- Además ¿de qué me sirve el dinero si no me diera la libertad de hacer aquello que quiero hacer cuando siento la necesidad de hacerlo, y ayudar a quienes lo necesitan más que yo?
- Tienes razón. Coleccionar dinero es una soberana tontería. Después de todo quienes lo tienen sólo por sentir la sensación de tenrlo, cuando mueren, ni siquiera se lo pueden llevar al otro lado.
- Eso lo aprendí de mi padre cuando era adolescente. Solía decirme que el dinero sólo servía para satisfacer algunas necesidades y vivir un poco mejor. Pero dejemos de hablar de guita; sabes que no me gusta hacerlo ¿A qué hora vendrás?
- ¿A qué hora quieres que vaya?
- A la hora que quieras, aunque a todos les he sugerido las nueve de la noche.
- ¡Ah!...a todos…eso significa que hay más invitados. Y yo que me había
 hecho ilusiones de que pasaríamos la velada juntos.
- ¿Te parece bien que cuando se vayan todos juguemos al médico y a la paciente?
- ¡Mmmm! Eso cambia las cosas. ¿Has invitado a mucha gente?
- No, es un encuentro de apenas una docena de amigos.
- ¿Los conozco?
- A casi todos. La mayoría son colegas tuyos, profesionales de los medios de comunicación. Pero esta vez te encontrarás con una sorpresa.
- ¿Sabes, amiga? No lo creo, porque como te lo dije antes, por las cosas que últimamente me están pasando ya casi no me sorprendo de nada.
- Vale. Entonces no te lo digo.
- Anda, suéltalo ¿Cuál será la sorpresa?
- Que esta vez vendrán los Príncipes de Asturias.

- ¿Los Príncipes de Asturias?

- Sí. Ya sabes que a Letizia la conozco desde niña, de cuando estudiábamos en el mismo colegio en Asturias. Y nunca nos hemos perdido la pista. Conmigo ella sigue siendo la misma persona que conocí antes de que conociera a don Felipe.
- ¡Ts…ts! Entonces será todo demasiado formal. Preferiría quedarme en casa, relajadito, viendo una buena película.
- No te preocupes; no será una velada almidonada. Vienen en calidad de amigos a un encuentro de amigos.
- ¿Debo ponerme traje formal?
- ¡Qué dices! Será un encuentro informal. Con excepción de ti, todos los demás son amigos o conocidos de Letizia. No es la primera vez que nos reunimos en mi casa. Lo que pasa es que tú nunca has coincidido con ellos. Para que estés tranquilo ella misma siempre me pide que no haya protocolo.
- ¡Vale vale vale!
- ¿Qué significa ese triple vale?
- Que iré, bandarra, que iré.
- Un beso. Entonces nos vemos en algunas horas. Habrá tortilla de patatas hecha de la forma y con los condimentos que te gustan a ti.

     Valentino cortó y a duras penas caminó hasta la cocina. Se preparó un café y se fue a afeitar. Luego preparó la bañera con agua tibia y se metió en ella. 
Estuvo con su cuerpo sumergido en el agua más de media hora, 
hasta que experimentó una sensación de querer comerse el mundo.

     Como de costumbre, se fue caminando a la casa de Violante. Pero antes pasó por el VIP’s. Sentía necesidad de echarle una mirada a las portadas de los periódicos y de las revistas. Aunque había estado menos de una semana fuera, le parecía que habían sido años. Probablemente el haber compartido un par de horas con una persona que hacía muchos años había fallecido y a la que tanto admiraba le hacía experimentar la sensación de haber estado ausente de Madrid muchos años. Poco a poco, a medida que iba observando lo que cientos de veces había mirado y a volver a experimentar el placer de caminar libremente por Madrid, le fue entrando una enorme alegría en su corazón. Hasta comenzó a silbar. Solía hacerlo cuando estaba feliz; o casi feliz. 









martes, 12 de noviembre de 2013


Valentino y Michelle entraron a un cielo 
de placer que los hizo perder la razón.

Entrega 42
  

     Fotografía realizada por Aquiles Torres 
en "El Pueblito" de Los Dominicos (Santiago de Chile)

     Apenas Muchosnombres y el señor Destino desaparecieron del departamento de Michelle, porque fue así, no se fueron, se esfumaron, Valentino y Michelle se ducharon y se cambiaron la ropa que habían usado para ir a Isla Negra. Cuando terminaron, vestidos sólo con albornoces, salieron a la pequeña terraza y allí, mirando cómo el sol de la tarde teñía de rojo la nieve de la Cordillera de los Andes, comieron fruta y bebieron té a la naranja. Luego, sin decirse nada, se levantaron de sus sillones y se fueron al dormitorio.

     En el dormitorio Michelle le confesó al periodista que estaba feliz de que hubiera venido y decidido quedarse un par de días con ella. Le confidenció que estaba consciente que sus sentimientos eran mucho más profundos que los de él, pero que no le importaba. Que lo entendía, que las circunstancias eran las que eran.
- ¡Qué bien que pienses así! Aunque la vida no es perfecta creo que vale la pena vivirla – le contestó Valentino.
- Estoy de acuerdo contigo; y te aseguro que intento vivirla con intensidad cada día. Y cuando digo con intensidad me refiero a ser consciente que cada instante sólo lo vivo una vez y que no se repetirá jamás. Por ejemplo, no sabes lo afortunada que he sido mirando en silencio la cordillera contigo. Y parecerá una cursilada, pero incluso el pensar en ti y en nuestra complicidad me ponen contenta.

     A continuación, mirándolo a los ojos le reiteró que a ella le bastaba que existiera entre ellos una relación especial, casi secreta. Que pudieran hablarse por teléfono y charlar por Internet cuando quisieran, que aunque fuera de vez en cuando tuvieran la alegría de verse en Chile o en Madrid, o en algún otro lugar del mundo. “Todo eso me hace feliz”, le expresó. Y terminó platicándole: “Me gustaría invitarte a México”.
- A mí también me gustaría ir a tu país. ¿Sabes? Justamente en mi lista de entrevistas tengo a tu compatriota Frida Kahlo. Para “entrevistarla” y escribir sobre ella deberé ir a la casa donde vivió.
- Pero Valentino ¿Eres consciente que Frida murió el año cincuenta y cuatro del siglo pasado?
- Lo sé, lo sé. Pero ya sabes que la originalidad de esta serie de entrevistas radica en que son a personas revelantes que ya no existen. Por eso he comenzado por Neruda y he venido a Chile. Neruda ya no existe, pero lo he visto y lo sentido. Y mi próximo objetivo es el faraón Akenatón. Iré a Egipto tras sus huellas, a la zona donde ordenó levantar la ciudad de Tell-el-Amarna. Es muy importante para mi trabajo pisar el lugar donde estos personajes vivieron una época de su vida. Aunque de Tell-el Amarna sólo queden vestigios, estoy seguro que su energía y la de su bella mujer Nefertiti no habrán desaparecido del todo. Creo que siempre quienes han vivido en un lugar que han amado dejan señales.

- Entonces para hacer el trabajo de Frida deberás conocer la Casa Azul en Goyoacán, donde nació, vivió y murió. Así, de acuerdo a tu teoría, contestará a tus preguntas y podrás empaparte de ella.

     Mientras hablaba de Frida Kahlo Michelle se desplazó a través del cuarto hasta el aparato de música. Eligió un disco compacto y lo puso en el reproductor. La habitación se llenó de una melodía alegre, juguetona y picante de una samba brasileña. La mujer cerró sus ojos y comenzó, en forma casi imperceptible, a mover su cuerpo de manera cadenciosa al compás de la música. Poco a poco fue entrando en una especie de trance más profundo. Valentino no quiso romper el hechizo y, sigilosamente, se sentó en el suelo, en un rincón, encima de una alfombra de lana roja. Desde allí continuó presenciando el espectáculo. A medida que los movimiento de Michelle se hacían más y más armónicos se percató que nunca antes había visto bailar a una mujer con tanta gracia, pasión y sensualidad. Mientras el periodista hacía el papel de espectador único, Michelle seguía bailando con todo su cuerpo: con sus piernas, con sus brazos, con sus caderas, con su boca, con sus ojos. En medio del fragor de los armónicos movimientos comenzó a deslizar sus manos por sus piernas, por sus caderas, por su cintura y por sus pechos. Cuando llegó a su cabeza, con sus dedos desordenó su abundante cabellera ensortijada y la comenzó a mover de izquierda a derecha con furia, como si se hubiera desencadenado un vendaval sobre ella. Luego entreabrió sus ojos y lo miró desafiante, de una forma similar a como lo hacen los toreros cuando invitan a un toro a acercarse a ellos para luego esquivarlos con su capote. Con este gesto Michelle consiguió saturar hasta tal punto de energía sensual la atmósfera que Valentino experimentó una erección sin siquiera tocarla.

     La provocativa danza de Michelle le recordó a Valentino el baile de Brigitte Bardot en la película francesa “Y dios creó a la mujer”. En una escena en que Brigitte, vestida con un body negro y una ceñida falda verde, con una abertura hasta la cintura, bailaba al compás de una melodía tropical que interpretaban seis músicos con tambores, maracas y otros instrumentos, delante de los actores Curd Jürgens y Jean-Louis Trintignant. A medida que la secuencia del film avanzaba, la música se iba haciendo cada vez más intensa. La temperatura de la música subió tanto que llevó a la Bardot junto a un espejo en el cual restregó su cuerpo con ansias. Luego comenzó a acariciarse desesperadamente, dando a entender que deseaba que unas grandes manos de hombre palparan su cuerpo. Ante la orden de que dejara de bailar de esa manera tan provocativa, la Bardot respondía agitando incluso más su cabeza, como diciendo “no, ya no puedo parar, ya crucé la frontera, ahora sólo quiero sentir placer”. Repentinamente Michelle lo liberó de sus recuerdos, lo jaló y lo apretó contra ella. Así, anudados, se prepararon para la dulce contienda del sexo que ambos sabían que vendría después. Finalmente, mirándose a los ojos con deseo, terminaron de bailar juntos.

     Cuando terminaron la danza, sin romper la magia, comenzaron a besarse y a morderse los labios desesperadamente hasta terminar fundidos el uno en el otro. A los pocos segundos parecían animales destrozándose la piel de tanto acariciarse. En pocos minutos entraron en un trance amatorio profundo, en una burbuja de suspiros de la que ya no pudieron escapar. La mexicana le suplicó que le dijera al oído que la amaba. Cuando él lo hizo, Michelle, a través de un hilillo de voz que le salía a borbotones de sus labios, comenzó a exclamar sofocada: “Yo te amo, mi amor, yo te amo”,

     Las caricias precisas y profundas, bellas como arabescos, hicieron que los dos cuerpos ya desnudos parecieran repetir un juego de malabarismo mil veces ensayado. Los besos ardientes comenzaron a causar estragos en los dos. Así, temblando de ansias por devorarse, cayeron encima del lecho donde la lengua de Valentino, como la reja de un arado, fue tatuando surcos zigzagueantes en la piel de Michelle. En el fragor del deseo la muchacha sintió en su sienes la percusión ronca de un tambor mezclada con los latidos de su corazón que bombeaba sangre hasta su sexo. Cuando Valentino comenzó a penetrarla la maraña de placer que ambos experimentaron fue tan intensa que llegaron a pensar que morirían de felicidad. En ese momento, quizás por su asociación al placer que estaba experimentando, Michelle recordó “le petit morte” de la que solían hablarle sus amigas francesas, y comenzó a sollozar y a gritar “soy feliz soy feliz, quiero que este momento no acabe nunca”. En medio de la algazara Valentino le contestó con un susurro entrecortado: “Yo también”. Y así los dos, simultáneamente, entraron a un cielo que los hizo perder la razón.

     La mañana siguiente durmieron hasta tarde. Mientras desayunaban Valentino le preguntó dónde podría comprar un regalo original para su amiga Violante, la coleccionista de cosas bellas, la que siempre era generosa con él.

- Podríamos ir a “Los Dominicos”. Y además de hacer tus compras, podríamos comer allí.
- ¿Qué son Los Dominicos?
- Es un zona comercial de artesanos, con varias callejuelas y decenas de pequeñas tiendas y talleres, construidos y dispuestos de forma tal que parecen un pequeño pueblo campesino chileno. Por esta razón también lo llaman “El Pueblito”.  
- ¿Es lejos?
- De donde estamos ahora no. Incluso para no tener que conducir podemos ir en Metro. La línea uno termina justamente al final de la avenida Apoquindo, en la estación Los Dominicos. Desde donde estamos hasta allí tardaríamos menos de quince minutos en llegar.
- Es una buena idea, así tengo la oportunidad de conocer algo más de Santiago.

     A Valentino le encantó “El Pueblito”. Degustaron una ensalada de tomates y cebollas, empanadas de horno y, de postre, se sirvieron “mote con huesillos”, sabor que él experimentaba por primera vez. También compró una inmensa bandeja de madera tallada en una sola pieza, que sería el regalo para Violante. Cuando la eligió, comentó: “Me gusta porque es una obra de arte”. En otro lugar, donde vendían cajas de madera, Valentino preguntó si mientras comían podían hacerle una de pequeño tamaño pero con dos cerraduras y con dos llaves diferentes. Cuando se la entregaron y la tuvo en sus manos se la regaló a Michelle.
- Aunque la tendrás tú, esta caja será tuya y mía - le dijo. 
- Gracias Valentino, pero ¿Por qué dos cerraduras y dos llaves diferentes?
- Porque será un objeto que formará parte de nuestro juego. La pedí pequeña para que cuando viajes y nos juntemos la lleves contigo sin dificultad. Cada vez que nos despidamos cada uno escribirá algo que depositaremos en la caja. La cerraremos y cuando nos volvamos a ver, como tendremos las dos llaves, una tú y otra yo, la podremos abrir y tú leerás lo que haya escrito yo y yo lo que hayas escrito tú. ¿Te parece bien?
- ¡Me encanta la idea! – Exclamó Michelle riendo y poniendo carita de picardía.
- ¿Te das cuenta con lo poco que uno puede a veces ser feliz? – Afirmó Valentino utilizando una pregunta. 

     Al otro día Michelle lo acompañó al aeropuerto de Santiago de Chile. Su avión de la compañía Iberia salía al mediodía. Antes de darse el último beso, Valentino le comentó un tanto fastidiado, y quizás pensando en la forma en que se había acostumbrado a viajar con Muchosnombres, que le esperaban catorce horas de vuelo antes de avistar Europa. Calculó que llegaría casi de madrugada a la capital de España, a la hora en que se apagan las luminarias de las calles y muchos madrileños comienzan a levantarse para iniciar un nuevo día.