martes, 11 de marzo de 2014

Por petición de algunos lectores


Para facilitar la lectura de las entradas anteriores


Dentro de pocos días publicaré la entrada Nº 44. 
En ella Valentino, el periodista que vive esta historia, acompañado por Muchosnombres, retrocederá la friolera de 3360 años en el tiempo, hasta la corte del faraón Akenatón, casado con la bella Nefertiti.
Akenatón, quizás el monarca egipcio espiritualmente más importante, porque fue quien consiguió que durante un corto período 
de tiempo, tras una dura lucha contra 
la casta sacerdotal, los egipcios dejarán 
de ser politeístas y comenzarán a adorar 
a un solo dios. 

Pero antes de hacerlo he preferido entregar las direcciones de las 43 entradas anteriores, comenzando por la Nº1, para que aquellos que me han dicho que no han podido o no han sabido abrir las entradas primeras, lo hagan y puedan entender la trama de esta historia mágica de amor y desamor, de sexo 
y de ternura, y de vida y de muerte. 

Entrega 1 (comienzo).
Entrega 2.
Entrega 3.
Entrega 4.
Entrega 5.
entrega 6.
Entrega Nº 7.
Entrega Nº 8.
Entrega Nº 9.
Entrega Nº 10.
Entrega Nº 11.
Entrega Nº 12.
Entrega Nº 13.
Entrega Nº 14.
Entrega Nº 15.
Entrega Nº 16.
Entrega Nº 17.
Entrega Nº 18.
Entrega Nº 19.
Entrega Nº 20.
Entrega Nº 21.
Entrega Nº 22.
Entrega Nº 23.
Entrega Nº 24.
Entrega Nº 25.
Entrega Nº 26.
Entrega Nº 27.
Entrega Nº 28.
Entrega Nº 29.
Entrega Nº 30.
Entrega Nº 31.
Entrega Nº 32.

Entrega Nº 33.
Entrega Nº 34.
Entrega Nº 35.
Entrega Nº 36.
Entrega Nº 37.
Entrega Nº 38.
Entrega Nº 39.
Entrega Nº 40.
Entrega Nº 41.
Entrega Nº 42,
Entrega Nº 43.


Para entender mejor esta historia que, probablemente a fines de año la publique en papel, por lo menos deben leerse las cinco primeras entradas, puesto que entregan 
las claves de lo que sucede después y de lo que seguirá aconteciendo hasta el fin.
Y a propósito de fin, les aseguro que
 será totalmente inesperado.

Saludos y gracias por leerme,

Aquile Torres.

miércoles, 15 de enero de 2014


Valentino es invitado a casa de Violante
 a conocer a los Príncipes de Asturias.

Entrega 43

Fuente de Cibeles de Madrid
Fotografía realizada por Aquiles Torres

El día en que Valentino regresó a Madrid, apenas arribó a su departamento y dejó su pequeña valija en el vestidor, ataviado tal cual estaba, se tiró encima de su cama y se puso a dormir. Probablemente hubiera podido hacerlo hasta el otro día, pero unos minutos antes de las cinco de la tarde el sonido de una llamada telefónica lo despertó. Se desperezó y, aún medio dormido, contestó. Era Violante, una de sus mejores amigas. Quería saber cómo estaba y cómo iba el proyecto de entrevistas a personajes sobresalientes ya fallecidos. Cuando meses antes él le contó la idea a Violante, a ésta le encantó. Fue una de las personas que más lo animó a invertir tiempo en el proyecto. La encontró interesante y original.

- ¿Qué haces ahora? – Preguntó Violante. Y agregó – Hace cinco días que no me llamas ni sé nada de ti.
    
     Valentino le explicó que venía llegando de Santiago de Chile de trabajar en la entrevista de Neruda, que su llamado lo había despertado y que aún no se había ni duchado ni cambiado ropa. 

     Aunque tuvo la intención de hacerlo, no se atrevió a comentarle la honda emoción que le había causado el poder haber estado con el poeta entrevistándolo en vivo y en directo porque podía pensar que estaba desvariando. A pesar que Violante era una de las personas con más sentido común que conocía y con la cual se contaban casi todo, prefirió callar. ¿Cómo explicarle que tenía una especie de amigo que se llamaba Muchosnombres que había conocido en el Parque del Retiro, que aseguraba que era “todo todo lo existente” y que había existido “siempre siempre”? ¿Cómo hacerla a entender que igual Muchosnombres podía ser hombre como podía ser mujer? ¿Cómo le iba a creer que Muchosnombres tenía una especie de empleado o adjunto que se autodenominaba “el señor Destino”, quien en varias ocasiones le había demostrado que era realmente quien influía en el destino de todos los hombres que han existido y existen sobre la faz de la tierra?  Y lo peor, lo más inverosímil ¿Cómo demostrarle que, además, Muchosnombres le permitía viajar en el tiempo y el espacio?

- ¿Y qué harás el resto del día? – Interrogó Violante, ajena a lo que estaba pensando el brillante periodista.
- Descansar y preparar mi viaje a Egipto.
- ¿A Egipto? ¿A quién vas a entrevistar en Egipto?
- Al faraón Akenatón y a la reina Nefertiti.
- Valentino ¿Sigues dormido o me estás contando el sueño que acabas de tener?
- Perdona, amiga. Olvídalo. Es tan asombroso lo que este último tiempo me está sucediendo que incluso contártelo a ti me resulta difícil. Además no lo creerías.
   
     Violante, husmeando que algo grave o portentoso le sucedía a su amigo, retrucó:
- Como siempre te digo, puedes confiar plenamente en mí. Lo mejor es que me lo cuentes cuando vengas. Además has despertado mi curiosidad.
- No si podré. Y si lo hiciere, insisto, no me creerías.
- Sí que podrás y te creeré. ¡Anda!... dúchate, aféitate y te vienes a mi casa. Si quieres puedes bañarte y rasurarte aquí. Aquí tienes ropa limpia. Además en mi último viaje a Londres te he comprado un par de americanas y varias camisas, algunas de las cuales podrías ponerte esta noche. También estuve en John Lobb. Fui a retirar unos zapatos que hace seis meses te había mandado a hacer. Son del modelo Oxford, de doble suela, como te gustan a ti.
- Gracias Violante ¿Por qué me eres tan buena persona conmigo?
- Porque yo quiero serlo.
- Vale, pero creo que no merezco que además de buena amiga seas tan generosa conmigo ¿Por qué me compras cosas que yo no te pido?
- Lo hago porque me dan ganas de hacerlo. Y también porque eres mi mejor amigo. Nunca me has fallado. Y, tercero, porque sabes que me sobra el dinero. Si ayudo a varias instituciones ¿por qué privarme del placer de hacerle regalos a las personas que adoro y que forman parte de mi vida?
- También yo te adoro.
- Además ¿de qué me sirve el dinero si no me diera la libertad de hacer aquello que quiero hacer cuando siento la necesidad de hacerlo, y ayudar a quienes lo necesitan más que yo?
- Tienes razón. Coleccionar dinero es una soberana tontería. Después de todo quienes lo tienen sólo por sentir la sensación de tenrlo, cuando mueren, ni siquiera se lo pueden llevar al otro lado.
- Eso lo aprendí de mi padre cuando era adolescente. Solía decirme que el dinero sólo servía para satisfacer algunas necesidades y vivir un poco mejor. Pero dejemos de hablar de guita; sabes que no me gusta hacerlo ¿A qué hora vendrás?
- ¿A qué hora quieres que vaya?
- A la hora que quieras, aunque a todos les he sugerido las nueve de la noche.
- ¡Ah!...a todos…eso significa que hay más invitados. Y yo que me había
 hecho ilusiones de que pasaríamos la velada juntos.
- ¿Te parece bien que cuando se vayan todos juguemos al médico y a la paciente?
- ¡Mmmm! Eso cambia las cosas. ¿Has invitado a mucha gente?
- No, es un encuentro de apenas una docena de amigos.
- ¿Los conozco?
- A casi todos. La mayoría son colegas tuyos, profesionales de los medios de comunicación. Pero esta vez te encontrarás con una sorpresa.
- ¿Sabes, amiga? No lo creo, porque como te lo dije antes, por las cosas que últimamente me están pasando ya casi no me sorprendo de nada.
- Vale. Entonces no te lo digo.
- Anda, suéltalo ¿Cuál será la sorpresa?
- Que esta vez vendrán los Príncipes de Asturias.

- ¿Los Príncipes de Asturias?

- Sí. Ya sabes que a Letizia la conozco desde niña, de cuando estudiábamos en el mismo colegio en Asturias. Y nunca nos hemos perdido la pista. Conmigo ella sigue siendo la misma persona que conocí antes de que conociera a don Felipe.
- ¡Ts…ts! Entonces será todo demasiado formal. Preferiría quedarme en casa, relajadito, viendo una buena película.
- No te preocupes; no será una velada almidonada. Vienen en calidad de amigos a un encuentro de amigos.
- ¿Debo ponerme traje formal?
- ¡Qué dices! Será un encuentro informal. Con excepción de ti, todos los demás son amigos o conocidos de Letizia. No es la primera vez que nos reunimos en mi casa. Lo que pasa es que tú nunca has coincidido con ellos. Para que estés tranquilo ella misma siempre me pide que no haya protocolo.
- ¡Vale vale vale!
- ¿Qué significa ese triple vale?
- Que iré, bandarra, que iré.
- Un beso. Entonces nos vemos en algunas horas. Habrá tortilla de patatas hecha de la forma y con los condimentos que te gustan a ti.

     Valentino cortó y a duras penas caminó hasta la cocina. Se preparó un café y se fue a afeitar. Luego preparó la bañera con agua tibia y se metió en ella. 
Estuvo con su cuerpo sumergido en el agua más de media hora, 
hasta que experimentó una sensación de querer comerse el mundo.

     Como de costumbre, se fue caminando a la casa de Violante. Pero antes pasó por el VIP’s. Sentía necesidad de echarle una mirada a las portadas de los periódicos y de las revistas. Aunque había estado menos de una semana fuera, le parecía que habían sido años. Probablemente el haber compartido un par de horas con una persona que hacía muchos años había fallecido y a la que tanto admiraba le hacía experimentar la sensación de haber estado ausente de Madrid muchos años. Poco a poco, a medida que iba observando lo que cientos de veces había mirado y a volver a experimentar el placer de caminar libremente por Madrid, le fue entrando una enorme alegría en su corazón. Hasta comenzó a silbar. Solía hacerlo cuando estaba feliz; o casi feliz. 









martes, 12 de noviembre de 2013


Valentino y Michelle entraron a un cielo 
de placer que los hizo perder la razón.

Entrega 42
  

     Fotografía realizada por Aquiles Torres 
en "El Pueblito" de Los Dominicos (Santiago de Chile)

     Apenas Muchosnombres y el señor Destino desaparecieron del departamento de Michelle, porque fue así, no se fueron, se esfumaron, Valentino y Michelle se ducharon y se cambiaron la ropa que habían usado para ir a Isla Negra. Cuando terminaron, vestidos sólo con albornoces, salieron a la pequeña terraza y allí, mirando cómo el sol de la tarde teñía de rojo la nieve de la Cordillera de los Andes, comieron fruta y bebieron té a la naranja. Luego, sin decirse nada, se levantaron de sus sillones y se fueron al dormitorio.

     En el dormitorio Michelle le confesó al periodista que estaba feliz de que hubiera venido y decidido quedarse un par de días con ella. Le confidenció que estaba consciente que sus sentimientos eran mucho más profundos que los de él, pero que no le importaba. Que lo entendía, que las circunstancias eran las que eran.
- ¡Qué bien que pienses así! Aunque la vida no es perfecta creo que vale la pena vivirla – le contestó Valentino.
- Estoy de acuerdo contigo; y te aseguro que intento vivirla con intensidad cada día. Y cuando digo con intensidad me refiero a ser consciente que cada instante sólo lo vivo una vez y que no se repetirá jamás. Por ejemplo, no sabes lo afortunada que he sido mirando en silencio la cordillera contigo. Y parecerá una cursilada, pero incluso el pensar en ti y en nuestra complicidad me ponen contenta.

     A continuación, mirándolo a los ojos le reiteró que a ella le bastaba que existiera entre ellos una relación especial, casi secreta. Que pudieran hablarse por teléfono y charlar por Internet cuando quisieran, que aunque fuera de vez en cuando tuvieran la alegría de verse en Chile o en Madrid, o en algún otro lugar del mundo. “Todo eso me hace feliz”, le expresó. Y terminó platicándole: “Me gustaría invitarte a México”.
- A mí también me gustaría ir a tu país. ¿Sabes? Justamente en mi lista de entrevistas tengo a tu compatriota Frida Kahlo. Para “entrevistarla” y escribir sobre ella deberé ir a la casa donde vivió.
- Pero Valentino ¿Eres consciente que Frida murió el año cincuenta y cuatro del siglo pasado?
- Lo sé, lo sé. Pero ya sabes que la originalidad de esta serie de entrevistas radica en que son a personas revelantes que ya no existen. Por eso he comenzado por Neruda y he venido a Chile. Neruda ya no existe, pero lo he visto y lo sentido. Y mi próximo objetivo es el faraón Akenatón. Iré a Egipto tras sus huellas, a la zona donde ordenó levantar la ciudad de Tell-el-Amarna. Es muy importante para mi trabajo pisar el lugar donde estos personajes vivieron una época de su vida. Aunque de Tell-el Amarna sólo queden vestigios, estoy seguro que su energía y la de su bella mujer Nefertiti no habrán desaparecido del todo. Creo que siempre quienes han vivido en un lugar que han amado dejan señales.

- Entonces para hacer el trabajo de Frida deberás conocer la Casa Azul en Goyoacán, donde nació, vivió y murió. Así, de acuerdo a tu teoría, contestará a tus preguntas y podrás empaparte de ella.

     Mientras hablaba de Frida Kahlo Michelle se desplazó a través del cuarto hasta el aparato de música. Eligió un disco compacto y lo puso en el reproductor. La habitación se llenó de una melodía alegre, juguetona y picante de una samba brasileña. La mujer cerró sus ojos y comenzó, en forma casi imperceptible, a mover su cuerpo de manera cadenciosa al compás de la música. Poco a poco fue entrando en una especie de trance más profundo. Valentino no quiso romper el hechizo y, sigilosamente, se sentó en el suelo, en un rincón, encima de una alfombra de lana roja. Desde allí continuó presenciando el espectáculo. A medida que los movimiento de Michelle se hacían más y más armónicos se percató que nunca antes había visto bailar a una mujer con tanta gracia, pasión y sensualidad. Mientras el periodista hacía el papel de espectador único, Michelle seguía bailando con todo su cuerpo: con sus piernas, con sus brazos, con sus caderas, con su boca, con sus ojos. En medio del fragor de los armónicos movimientos comenzó a deslizar sus manos por sus piernas, por sus caderas, por su cintura y por sus pechos. Cuando llegó a su cabeza, con sus dedos desordenó su abundante cabellera ensortijada y la comenzó a mover de izquierda a derecha con furia, como si se hubiera desencadenado un vendaval sobre ella. Luego entreabrió sus ojos y lo miró desafiante, de una forma similar a como lo hacen los toreros cuando invitan a un toro a acercarse a ellos para luego esquivarlos con su capote. Con este gesto Michelle consiguió saturar hasta tal punto de energía sensual la atmósfera que Valentino experimentó una erección sin siquiera tocarla.

     La provocativa danza de Michelle le recordó a Valentino el baile de Brigitte Bardot en la película francesa “Y dios creó a la mujer”. En una escena en que Brigitte, vestida con un body negro y una ceñida falda verde, con una abertura hasta la cintura, bailaba al compás de una melodía tropical que interpretaban seis músicos con tambores, maracas y otros instrumentos, delante de los actores Curd Jürgens y Jean-Louis Trintignant. A medida que la secuencia del film avanzaba, la música se iba haciendo cada vez más intensa. La temperatura de la música subió tanto que llevó a la Bardot junto a un espejo en el cual restregó su cuerpo con ansias. Luego comenzó a acariciarse desesperadamente, dando a entender que deseaba que unas grandes manos de hombre palparan su cuerpo. Ante la orden de que dejara de bailar de esa manera tan provocativa, la Bardot respondía agitando incluso más su cabeza, como diciendo “no, ya no puedo parar, ya crucé la frontera, ahora sólo quiero sentir placer”. Repentinamente Michelle lo liberó de sus recuerdos, lo jaló y lo apretó contra ella. Así, anudados, se prepararon para la dulce contienda del sexo que ambos sabían que vendría después. Finalmente, mirándose a los ojos con deseo, terminaron de bailar juntos.

     Cuando terminaron la danza, sin romper la magia, comenzaron a besarse y a morderse los labios desesperadamente hasta terminar fundidos el uno en el otro. A los pocos segundos parecían animales destrozándose la piel de tanto acariciarse. En pocos minutos entraron en un trance amatorio profundo, en una burbuja de suspiros de la que ya no pudieron escapar. La mexicana le suplicó que le dijera al oído que la amaba. Cuando él lo hizo, Michelle, a través de un hilillo de voz que le salía a borbotones de sus labios, comenzó a exclamar sofocada: “Yo te amo, mi amor, yo te amo”,

     Las caricias precisas y profundas, bellas como arabescos, hicieron que los dos cuerpos ya desnudos parecieran repetir un juego de malabarismo mil veces ensayado. Los besos ardientes comenzaron a causar estragos en los dos. Así, temblando de ansias por devorarse, cayeron encima del lecho donde la lengua de Valentino, como la reja de un arado, fue tatuando surcos zigzagueantes en la piel de Michelle. En el fragor del deseo la muchacha sintió en su sienes la percusión ronca de un tambor mezclada con los latidos de su corazón que bombeaba sangre hasta su sexo. Cuando Valentino comenzó a penetrarla la maraña de placer que ambos experimentaron fue tan intensa que llegaron a pensar que morirían de felicidad. En ese momento, quizás por su asociación al placer que estaba experimentando, Michelle recordó “le petit morte” de la que solían hablarle sus amigas francesas, y comenzó a sollozar y a gritar “soy feliz soy feliz, quiero que este momento no acabe nunca”. En medio de la algazara Valentino le contestó con un susurro entrecortado: “Yo también”. Y así los dos, simultáneamente, entraron a un cielo que los hizo perder la razón.

     La mañana siguiente durmieron hasta tarde. Mientras desayunaban Valentino le preguntó dónde podría comprar un regalo original para su amiga Violante, la coleccionista de cosas bellas, la que siempre era generosa con él.

- Podríamos ir a “Los Dominicos”. Y además de hacer tus compras, podríamos comer allí.
- ¿Qué son Los Dominicos?
- Es un zona comercial de artesanos, con varias callejuelas y decenas de pequeñas tiendas y talleres, construidos y dispuestos de forma tal que parecen un pequeño pueblo campesino chileno. Por esta razón también lo llaman “El Pueblito”.  
- ¿Es lejos?
- De donde estamos ahora no. Incluso para no tener que conducir podemos ir en Metro. La línea uno termina justamente al final de la avenida Apoquindo, en la estación Los Dominicos. Desde donde estamos hasta allí tardaríamos menos de quince minutos en llegar.
- Es una buena idea, así tengo la oportunidad de conocer algo más de Santiago.

     A Valentino le encantó “El Pueblito”. Degustaron una ensalada de tomates y cebollas, empanadas de horno y, de postre, se sirvieron “mote con huesillos”, sabor que él experimentaba por primera vez. También compró una inmensa bandeja de madera tallada en una sola pieza, que sería el regalo para Violante. Cuando la eligió, comentó: “Me gusta porque es una obra de arte”. En otro lugar, donde vendían cajas de madera, Valentino preguntó si mientras comían podían hacerle una de pequeño tamaño pero con dos cerraduras y con dos llaves diferentes. Cuando se la entregaron y la tuvo en sus manos se la regaló a Michelle.
- Aunque la tendrás tú, esta caja será tuya y mía - le dijo. 
- Gracias Valentino, pero ¿Por qué dos cerraduras y dos llaves diferentes?
- Porque será un objeto que formará parte de nuestro juego. La pedí pequeña para que cuando viajes y nos juntemos la lleves contigo sin dificultad. Cada vez que nos despidamos cada uno escribirá algo que depositaremos en la caja. La cerraremos y cuando nos volvamos a ver, como tendremos las dos llaves, una tú y otra yo, la podremos abrir y tú leerás lo que haya escrito yo y yo lo que hayas escrito tú. ¿Te parece bien?
- ¡Me encanta la idea! – Exclamó Michelle riendo y poniendo carita de picardía.
- ¿Te das cuenta con lo poco que uno puede a veces ser feliz? – Afirmó Valentino utilizando una pregunta. 

     Al otro día Michelle lo acompañó al aeropuerto de Santiago de Chile. Su avión de la compañía Iberia salía al mediodía. Antes de darse el último beso, Valentino le comentó un tanto fastidiado, y quizás pensando en la forma en que se había acostumbrado a viajar con Muchosnombres, que le esperaban catorce horas de vuelo antes de avistar Europa. Calculó que llegaría casi de madrugada a la capital de España, a la hora en que se apagan las luminarias de las calles y muchos madrileños comienzan a levantarse para iniciar un nuevo día.


miércoles, 9 de octubre de 2013



 Los mascarones de proa de Neruda
 Entrega 41

Fotografía realizada por Aquiles Torres.


     Nadie interrumpió a Neruda mientras narraba su fascinación por el mar. Sólo cuando terminó, Valentino le hizo una propuesta:
- Don Pablo, sé que especialmente hoy usted dispone de muy poco tiempo y no queremos estropearle la velada hurtándoselo  ¿Puede ahora sentarse conmigo veinte minutos y luego mostrarnos algo más de su casa para poder hacer algunas fotografías?  Sólo le pido veinte minutos y nos marchamos.

- Adelante, aprovechemos el tiempo – contestó el poeta.
- El tiempo, el tiempo, la maldita celeridad del tiempo – exclamó la espectacular Muchosnombres con un suave matiz de ironía.

     Valentino la miró y sonrió. Después de todo ella o él era o eran también el mismísimo tiempo. Pensó las veces en que también él en su vida se había encadenado a esta especie de bruma sin sabor a nada que llamamos tiempo y que todos quieren degustar por una eternidad. Aunque ella le había insistido en que el tiempo sólo es una ilusión humana y que en realidad todo sucede a la vez, el periodista, continuaba sin entenderlo. Porque él, como la mayoría de los seres humanos, cuando se trataba de tiempo, vivía aferrado al antes, al ahora y al después.

      Mientras Valentino hacía la entrevista al flamante Premio Nobel de Literatura, los demás aprovecharon para curiosear objetos que estaban diseminados por todas partes. Cuando Pablo y Valentino regresaron y se unieron al grupo, juntos comenzaron a desplazarse por pasillos y estancias, entre botellas, caracolas, silbatos, maquetas de barcos, tallas en marfil, juguetes, sofás tapizados en piel de vaca, una olla gigantesca de hierro fundido, estribos, bolas de cristal con escorpiones en su interior, telescopios, mapas, insectos, figuras africanas, un pez volador, caleidoscopios, matasuegras, la figura de un mago, un retrato de Federico García Lorca, un colmillo de marfil tallado, globos terráqueos, brújulas, relojes de pared, vajillas azules y copas de colores. En esa especie de museo Nerudiano también había varios letreros antiguos, uno de ellos decía “Pedicuro” y otro “Don Pablo est ici”. Valentino fotografiaba con minuciosidad nuevas cosas dispersas por doquier : huevos gigantescos de piedras transparentes, barcos de velas cautivos en botellas, un unicornio de narval, escafandras, bitácoras, y otras muchas cosas; algunas que se las habían regalado, y otros tantos objetos que había traído el poeta desde todos los rincones del mundo por donde había pasado.

     Enseguida llegaron hasta una sala más alta que las demás, conocida como “pieza del caballo”. La llamaban así porque casi todo lo dominaba un inmenso caballo disecado. Este corpóreo publicitario había permanecido decenas y decenas de años junto a la puerta de una antiquísima talabartería de Temuco, en la misma ruta que, cuando niño, Pablo solía hacer desde su casa a la escuela y desde la escuela a su casa. Recordó que cuando vio el equino por primera vez le causó una impresión tan profunda, que aunque habían pasado tantos años desde entonces, esa evocación había permanecido imborrable en los pliegues de su infancia hasta ahora. Había sido uno de los temas de sus sueños de niño. Confesó que en esos años, alguien le contó que el equino de la talabartería había sido el caballo alado de un ángel. Pero que por haber perdido sus alas, el querubín se tuvo que regresar a la corte celestial sin montura, porque un caballo de ángel sin alas, por muy caballo de ángel que sea, aunque lo intente, no puede volar.

- Y yo lo creí. Pensaba que si los ángeles tenían alas, los caballos de los ángeles también las debían tener – comentó sonriente.

     Les confidenció que esa mezcla de ideas preconcebidas que abundaban entonces en la llamada Frontera, muchas noches, cuando la lluvia y el viento arreciaban y no lo dejaban dormir, él aprovechaba para soñar con los ojos abiertos. Por esta razón, cuando unos amigos le informaron que la talabartería cerraría sus puertas y que rematarían todo lo que en ella había, no cejó hasta que adquirió el caballo. De inmediato lo hizo trasladar hasta Isla Negra. Pero cuando llegó comprobaron que por su altura no cabía en ninguna habitación. Como estaba decidido a tenerlo en su casa, este obstáculo Pablo lo solucionó haciendo adaptar un habitáculo a la medida del corcel de su niñez. Cuando estuvieron junto al animal momificado, Neruda les contó sonriendo que debido a los años, la destartalada figura había llegado a Isla Negra sin cola y sin crines. Pero que de inmediato, conscientes de la importancia que él le daba al bicho, algunos de sus amigos le trajeron ambos elementos. Como eran generosos, le trajeron no una sino tres colas. De este modo, como si se tratara de un juego, en una ceremonia festiva de esas que tanto le gustaban al poeta, procedieron a prenderle una mata de crines en la cerviz y las tres coletas en el lugar adecuado. Desde entonces, es el único caballo del mundo que, al menos en las praderas de los versos de Neruda, cabalga con tres colas.

     Finalmente se detuvieron en el salón de los mascarones de proa, donde catorce originales figuras danzaban en el aire, luchando por llamar la atención para ser las más bellas y las más queridas. La mayoría de proa, aunque también había un par de las que se situaban en la popa de los barcos.

- ¿Todas tienen nombre?
- Todas, Valentino.
- ¿Usted las bautizó?
- A todas no. Varias llegaron a mí con apelativos y motes, pero a las que no lo tenían las he bautizado yo. Y a todas las conozco por su nombre, porque de alguna manera, de todas me he enamorado.
- ¿Entonces también recuerda el nombre de todas las mujeres que ha amado? – inquirió Michelle.
- De todas, incluso de las que no me amaron a mí ¿Es que acaso tu no recuerdas el nombre de tus amores? – contestó riendo socarronamente.

     Michelle se puso roja como una fresa. Entonces Neruda, con intención evidente, desvío su mirada hacia los ojos de Valentino y exclamó sonriendo:
- ¡Oh…oh! ¡Creo que he pisado terreno pantanoso!
- ¡Naturalmente que sí! – replicó el señor Destino.
- ¿Sabes Michelle?  Aquellas mozas que no me han llegado a amar también han sido importantes para mí, porque el desafecto es un condimento esencial para escribir poemas. En algunas ocasiones el desamor contiene especias con un sabor más intenso que el amor. No te olvides que los viejos solían decir “del amor al odio hay un solo paso”. Son misterios de la vida. Gracias a eso los poetas podemos tallar versos que a veces hacen sangrar el corazón.
- Tiene razón – aportó el señor Destino – Incluso hay sentimientos que algunos confunden con el odio y con la indiferencia, pero sólo son amores camuflados por la pátina del rencor.

     Cuando aún rumiaban la afirmación del señor Destino, Valentino rompió el velo del silencio preguntando cómo se llamaba un bello mascarón de proa que tenía el busto desnudo.

- Ésta que tiene sus generosos pechos al aire se llama Guillermina; aquella es Jenny Lind, dicen que fue una actriz y cantante sueca, amante del gran cuentista Hans Christian Andersen; y allí están mi sirena de Glasgow, mi Medusa, mi Venus Cabalgante, mi Gran Jefe Comanche, y la Sin Nombre.
Un poco más a la derecha está María Celeste, mi favorita, vestida con un ceñido corpiño, encima del cual lleva un hermoso broche que protege su generoso escote e impide que su pechos exploten como volcanes. Por mi parte fue un amor a primera vista. La encontré en El Mercado de las Pulgas de París un día que husmeaba por allí con mi amigo Alain. Creo que es la única que no me debe amar de la misma forma que la amo yo. Lo pienso porque suele llorar. No sé si de pena o de melancolía. Especialmente en los días grises del invierno de Isla Negra, de sus ojos de cristal caen lágrimas transparentes. Quizás sea porque no le gusta mi casa, quizás sea porque añora un amor lejano.

- Es por amor – intervino tajante el señor Destino. Y a continuación cerró su aseveración -  Llora por un marinero que, aunque fue un romance de unos pocos días, además de besos y caricias le dejó muchas promesas de amor. Pero el marinero no regresó jamás.

- Es una teoría acertada – agregó Neruda – porque probablemente no hay lágrimas más lastimeras que las que produce el mal de amores.

- ¿Quién habrá sido la modelo? – preguntó Michelle.
- Fue una muchacha gallega que trabajaba en una taberna en Villagarcía de Arosa – explicó el señor Destino.
- ¿Y qué sucedió con el marinero? - Insistió Michelle.
   
     Entonces, el señor Destino, mirando a Neruda a los ojos, cerró la historia:
- Como los marineros del poema “Farewell” del señor Neruda, una noche, abrazado a un tifón, este navegante se acostó con la muerte en el lecho del mar de la China y no despertó jamás.

- ¡Qué triste! No me gusta que los amores terminen así – reclamó Michelle.
- Es la vida, muchacha. Cuando el destino mete la cola no hay nada que hacer – Comentó el señor Destino con un soniquete cargado de picardía.

     Neruda, con unos ojos que se habían perdido en medio de los pliegues de sus párpados de koala, le clavó los ojos al señor Destino y con intención, intuyendo quién era ese personaje, recitó: “Destino…nudo de caminos, mezclador de amores, creador de dolor”. 

     Luego se dirigió a Michelle y la animó recitándole: “México mágico… apasionado…. siestero…colorido como un arcoiris… desgarrado… Frida…Diego…David y tantos más que ya no están”.
- Me siento halagada por sus palabras – manifestó Michelle. Y le confesó - ¿Sabe que en mi cuarto tengo una fotografía del cuadro de dos cabezas que Diego Rivera le pintó a su mujer? La he traído ¿Accedería usted a firmarla?
- Es un magnífico retrato de Matilde - afirmó Pablo tomando la foto entre sus manos. Y con tinta de color verde, con su característica caligrafía, escribió dos o tres líneas.

     Al despedirse Valentino aprovechó para consultarle si había pensado qué diría en Suecia, en su discurso del Nobel.

- Amigo ¿Cómo voy a hacerlo si el teléfono no para de sonar? Demasiados periodistas quieren entrevistarme; y que conste que no lo digo por vosotros, que me habéis traído un extraño sosiego. ¿De qué hablaré? Sin lugar a dudas deberé hablar de mi país que queda en el fin del mundo. También de mi exilio. Quizás desmitifique el oficio del poeta, porque andan algunos por ahí que se creen “pequeños dioses” luego de enhebrar  cuatro versos. Por supuesto que deberé mencionar las gestas y la esperanza de los hombres de América Latina; pero también hablaré de la lucha que tarde o temprano traerá “la luz, la justicia y la dignidad a todos los hombres”.

     Al salir de la casa de Isla Negra, una bocanada de aire marino con olor a yodo los envolvió. Sin hacer ningún comentario se subieron al automóvil y emprendieron el regreso a Santiago. Cuando los cuatro personajes llegaron al departamento de Michelle, Muchosnombres le recordó a Valentino que debían regresar de inmediato a Madrid, pero el periodista se disculpó diciendo que se quedaría un par de días con Michelle.

     Tras desaparecer Muchosnombres y el señor Destino de la escena, Michelle ya no recordaba nada de lo que había sucedido. Ni del viaje que habían realizado, ni del señor Destino, ni de Muchosnombres, ni de su poeta favorito que había fallecido muchos años antes. Aunque feliz, incluso se extrañó de ver a Valentino junto a ella y de tener en sus manos una fotografía que le pertenecía, pero que ahora aparecía con una dedicatoria que decía: “Para Michelle, la mexicana que se sonroja cuando le hablan de amor”. Y debajo la firma inconfundible de Pablo Neruda.