A
Valentino le llamó la atención
una serigrafía de Delia del Carril,
“La
Hormiguita”
Capítulo 40
Fotografía de una serigrafía de Delia del Carril, "La Hormiguita".
Cuando la puerta de la casa de Pablo Neruda de Isla Negra se terminó
de abrir apareció una chica de unos treinta años ataviada con una bata blanca excesivamente
almidonada, y que olía a colonia Barzelatto.
Valentino la saludó, le dio su nombre y el
nombre del medio que le había encargado el trabajo periodístico. A continuación
agregó: “Por teléfono nos han confirmado que el señor Neruda nos recibiría hoy,
a esta hora”. La mujer contestó el saludo y los invitó a entrar a un lugar que
parecía un recibidor. Una vez dentro les pidió que se pusieran cómodos y que
esperaran unos minutos. Antes de marcharse les confirmó la cita: “Apenas termine de
atender una llamada del Presidente estará con ustedes”.
En los muros de la
confortable sala donde esperaban había varios
marcos conteniendo grabados de artistas
importantes. A Valentino le llamaron especialmente la atención dos serigrafías,
con motivos de caballos, de la pintora y serigrafista Delia del Carril. Delia y
Neruda se conocieron el año 1934 en París y, varios años después, se casaron.
de las llamadas “familias
bien” en Argentina. Después de la Primera Guerra Mundial la joven se marchó a
vivir a París, ciudad que entonces era un crisol cultural en el que la mayoría
de los artistas de esa época querían participar. Era una mujer inteligente,
talentosa y generosa. Por su gran capacidad para relacionarse, por su energía
vital y por su actitud de servicio a los demás, el pintor chileno Isaías
Cabezón la bautizó con el apodo de “La Hormiguita”. Desde entonces, todos su
amigos y conocidos la llamaron así hasta su muerte. La inquieta y vanguardista Delia
vivió más de cien años, y siempre estuvo ligada al arte y a los artistas. En la
llamada “Ciudad Luz”, fue alumna del gran pintor francés Fernand Léger.
En 1955 el vínculo con Neruda terminó porque éste se enamoró de la chillaneja Matilde Urrutia, a la que amó hasta cuando el vate murió el 23 de septiembre de 1973.
En 1960, la inquieta y creativa Hormiguita, comenzó a participar en el Taller 99 que
lideraba el pintor chileno Nemesio Antúnez, donde produjo una valiosa obra.
que la estancia también estaba atestada de ramos y cestas con flores,
y que se oía el sonido de un teléfono que
no paraba de sonar. Al parecer todos querían demostrarle su afecto al poeta, a quien el día anterior la Academia Sueca le había otorgado el Premio Nobel de
Literatura 1971.
“Seguro que el presidente al que se
refirió la chica que nos abrió la puerta es su amigo el Presidente Allende”,
pensó Valentino. Y exclamó bajito: “Y pensar que ninguno de los dos ya no
vive”. Valentino intentó aguzar el oído, pero Muchosnombres lo reprendió con
dulzura femenina:
- Las conversaciones privadas no se deben oír; son
privadas.
Valentino le devolvió el suave tirón de orejas con una sonrisa, a la vez
que farfulló:
- Tienes razón, pero para un periodista es muy
difícil dejar escapar una oportunidad como ésta – y a continuación empezó a
emitir frases, aparentemente, sin sentido. Michelle se volvió hacia él, e
inquirió:
- ¿Estás hablando solo?
- No no, sólo estoy ensayando algunas preguntas que
quiero hacerle.
- Pregúntale de sus amores – le sugirió Michelle – Dicen
que ha amado y que lo han amado en abundancia. Comentan que, en alguna ocasión,
incluso ha llegado a conservar las bragas de alguno de sus amores.
- Por supuesto que le preguntaré sobre sus amores, pero
no sé si sería prudente preguntarle si también colecciona calzones de mujeres.
Estaban en estas disquisiciones cuando en
silencio, lleno de vida y sonriente, apareció en la estancia el gran poeta.
Nada más entrar, con esa voz galopante y nasal tan propia de él que Valentino conocía
porque solía oír grabaciones en las que Neruda recitaba sus poemas, les dio la
bienvenida a la vez que posó sus ojos pícaros en Muchosnombres, bella entre las
bellas. Y se disculpó: “Valentino,
siento haberlos hecho esperar. Casi no dispongo de tiempo por esta historia del
premio, pero ni tiempo para ti ni para mí. Sin embargo cuando me enteré que
eras periodista y que venías de España decidí conocerte y conversar contigo,
compañero”.
- Gracias señor Neruda, y enhorabuena.
- Por favor, no me digas “señor Neruda”; prefiero que
me llames Pablo. Y gracias por tus felicitaciones.
- ¿Fue importante para usted el tiempo que residió en
mi país, señor Neruda?
- Muy importante. Mi primer encuentro con España fue
en 1934.
Fui a hacerme cargo del Consulado de mi país en
Barcelona. Fue el período entre las dos guerras mundiales, dos años antes del
inicio de la Guerra Civil Española.
Nobel de Literatura, Neruda no daba
señales de euforia ni de triunfalismos. Estaba tranquilo, satisfecho y cómodo
como una tortuga encaramada en una roca tomando el sol del trópico.
Luego de las presentaciones Neruda deletreó los nombres de Muchosnombres y del señor Destino.
- Me gustan sus nombres; son originales, tienen una gran fuerza literaria. ¿Son vuestros apodos?
- No, nos llamamos así. Reconozco que son apelativos un tanto extraños, como también
lo son Juan Cortapiedras,
hijo de Wiracocha; como Juan Comefrío, hijo de estrella verde; como Juan
Piesdescalzos, nieto de la turquesa - recitó Muchosnombres, repitiendo los
últimos versos de la estrofa once de Alturas de Macchu Picchu.
- Me complace que conozcas ese poema mío, bella
Muchosnombres. Jamás había oído pronunciar esos nombres con el respeto como lo
has hecho tú; es como si los hubieras conocido.
- Naturalmente que conozco su poema “Alturas de
Macchu Picchu” y todos sus poemas. Pero además de conocer a todos sus
Cortapiedras, Comefríos y Piesdescalzos, también he conocido y conozco a José
Hacepirámides, a Lin Construyemurallaschinas, a Francisco Desincrustadiamantes,
a Diego Escarbacarbón, y hasta a combatientes muertos, como el del poema César
Vallejo que sólo se levantó después que se lo pidieron todos los hombres de la
tierra. Y también he conocido y conozco a millones y millones de hombres y
mujeres más, con nombres y sin nombres, que han sido torturados, explotados,
vejados, violados, masacrados, hechos desaparecer, despellejados y desangrados hasta
morir por la ambición de poder de otros hombres que no tienen derecho a
llamarse hombres.
Neruda se sorprendió del contenido del
breve discurso de Muchosnombres e, inmediatamente, terminó de percatarse que
aquella era una mujer especial. El impacto de las palabras de Muchosnombres generó
un silencio que permitió hasta oír los chasquidos de las olas del Pacífico que
no paraban de azotar la arena de la playa de Isla Negra.
A continuación hizo un pequeño giro y
saludó a Michelle. Valentino le aclaró que ella no era española, sino mexicana,
aunque pertenecía a una familia de exiliados españoles.
- Buena mezcla España y México. Son dos países que han marcado mi poesía. ¿De dónde vienen tus raíces españolas, Michelle?
- Mi abuela materna, que todavía vive, es española.
Y ahora que tengo oportunidad de conocerlo a usted compruebo que la vida es
como un juego de magia. Un tío mío llamado Jacinto, hermano de mi madre se
exilió en Chile. Fue uno de los que, gracias a usted, viajaron en el Winnipeg. Mi abuela española me ha contado que Jacinto, en una de sus primeras cartas enviadas desde Chile, narraba que en agosto de 1939,
el día de la partida del Winnipeg del puerto francés de Trompeloup-Pauillac, con el corazón desgarrado de dolor, permaneció en la cubierta mirando la tierra europea a la que sabía que no volvería nunca. Y le decía que le quedó
grabada su figura en el cerebro. También que usted parecía un ángel blanco salvador
agitando sus manos y su sombrero. Él agregaba que en esa danza de gestos le
pareció que usted escribía en el aire: ”No dejen de luchar jamás por la
libertad”.
Cuando el poeta terminó de oír la
narración de Michelle, exclamó:
- ¡Qué de vueltas da la vida, muchacha! Con razón
cuando os saludé tuve la sensación de que os envolvía un halo misterioso, y
presentí que habían muchas circunstancias que nos unían.
- Es verdad, probablemente por otros hombres como usted
mi abuela sobrevivió y yo puedo estar hoy aquí, conociéndolo en persona – Y a
continuación agregó - Tiene una casa hermosa y cálida, señor Neruda.
- Yo diría entretenida. Mis casas las concibo no
sólo como un lugar para vivir, sino también para trabajar, para reunirme con mis
amigos y para jugar como un niño. Para mí es muy importante que el niño que fui
no me abandone nunca. Cuando la compré era una construcción muy elemental. Poco
a poco he ido haciéndole injertos y poniéndole parches como mi Mamadre hacía
con mis calcetines de niño. Me gustan mucho su torre y el altillo donde está
nuestro dormitorio. Desde nuestra cama, Matilde y yo podemos ver el mar hasta
el horizonte. Los días que más nos gustan son los que vienen sacudidos por
temporales infernales, como los que me trajeron la madera de mi escritorio en
que suelo escribir.