sábado, 6 de agosto de 2011

En medio de la desolación oyeron sonidos guturales de seres humanos

Capítulo 21
Nuestra guía en las excavaciones de Atapuerca

     Aunque sentía terror por los animales que se nos acercaban, a la vez estaba feliz de vivir una experiencia que, probablemente, ningún otro ser humano había vivido. Porque esto de viajar en el tiempo no es como viajar desde Nueva York a Lima, o como ir en el Metro de París desde la estación Odeón hasta Porte d’Orléans, ni hay una línea aérea que nos pueda llevar ni siquiera cinco minutos hacia atrás o cinco minutos hacia adelante. Intento imaginarme la cara que pondría un empleado del Tren de Alta Velocidad si yo, en la Estación de Atocha de Madrid, le dijera:
- Deme un pasaje, por favor.
- Sí… ¿Para dónde lo quiere?
- Para retroceder 3.360 años años en el tiempo porque ¿sabe usted? tengo una cita con la reina Nefertiti.

     En cambio, sin comprar pasajes ni nada parecido, sólo gracias a que Muchosnombres me había invitado, en un pispás yo había retrocedido la friolera de 400.000 años. Esto hacía que estuviera cada vez más convencido que ser amigo de Muchosnombres era un chollo. Así y todo, aunque estaba contento, tenía muy presente que ella, él o lo que sea Muchosnombres, me había advertido que si pedía algo para mí me diría “ni hablar del peluquín”. Pero también sabía que cada vez que Muchosnombres me invitaba me lo pasaba bien. Incluso, gracias a Muchosnombres, creo que el señor Destino se estaba portando generoso conmigo. Después de todo es algo así como su jefa.

     Todo lo anterior lo pensé con la celeridad que un rayo rompe la noche, porque la verdad es que lo que más me preocupaba en ese momento es que estábamos en esa desapacible colina, cuatrocientos mil años separados del tiempo real que me había tocado vivir mi vida para lo bueno y para lo malo, y que venían unas manadas de lobos y osos gigantescos  precisamente hacia donde estábamos nosotros, mientras en el cielo revoloteaban bandadas de pájaros negros muy grandes que hacían que todo pareciera más tétrico y que no hacían presagiar nada bueno.

     Así y todo volví a pensar: “Aunque Muchosnombres me ha explicado que lo que estoy viviendo es como un bucle en el tiempo, que se inició mientras visitábamos la Trinchera del Ferrocarril, en el mismo momento en que nuestra guía, que sostenía en sus manos dos reproducciones de calaveras, una de un hombre actual y otro de uno prehistórico, nos hablaba de “Miguelón”, a la vez que yo intentaba llamar la atención de alguna de las guapas chicas de LAN, todavía no me creo que hayamos retrocedido 400.000 años o quince minutos como intenta explicarme ella. Por la sencilla razón que 400.000 años no pueden ser igual a quince minutos ¿Quién coño entiende esto?” 

     Apenas terminé de pensar lo anterior, como Muchosnombres está en todas partes tanto para adelante como para atrás, y más encima lee el pensamiento a todo bicho viviente, y tiene un montón de poderes más, de inmediato saltó diciéndome:
- Todavía no lo entiendes querido Valentino ¿Verdad?
- La verdad es que del todo no - Contesté yo con cara de circunstancias y disculpándome con un gesto teatral que hice con mis manos, como suelen hacerlo los italianos.
- Valentino, en el fondo da igual que lo entiendas o no. Pero como soléis decir “el saber no ocupa lugar”, para que te resulte más fácil y termines entendiéndolo del todo, piensa por un momento en que si los trece mil setecientos millones de años de edad que tiene el único universo conocido por vosotros los condensamos en un año, y como un año tiene 365 días, cada día equivaldrá a 37.534.246 años; cada hora a 1.563.927 años; cada minuto a 26.065 años y cada segundo a 436 años.
- ¿Significa que si retrocedo un minuto en el tiempo, digamos normal, es como si hubiera viajado 26.065 años en ese año concentrado del que hablas tú?
- Sí. Veo que por fin empiezas a entender.
- Lo empiezo a entender. Por favor continúa, pero ahora más lentito, como me gusta a mí bailar los boleros.
- Bien, seguiré lentito como bailas tú los boleros románticos. Ahora bien, si convenimos que 2011, que es el año en que vives, es la última mil milésima parte del último segundo del último minuto de la última hora del último día de este súper año cósmico que concentra los trece mil setecientos millones de años que tiene el universo, entonces bastaría con retroceder apenas quince minutos de este año cósmico supuesto para vivir lo que estamos viviendo ahora mismito, aquí, en esta colina gris y verde.
- ¿Cuánto dices que hemos retrocedido exactamente nosotros en ese año cósmico del que hablas?
- ¡Vaya paciencia tengo que tener contigo!... hemos retrocedido unos 15 minutos de los 525.600 minutos que tiene el año cósmico. Como convinimos que cada minuto equivale a 26.065 años, 400.000 años son unos quince minutos y 20 segundos. O sea… ¡una mierdecilla!
- Ahora sí que lo entiendo Muchosnombres.
- ¿De verdad?
- ¡De verdad!
- ¡Ya iba siendo hora Valentino…ya iba siendo hora!
- Entonces, y sólo por curiosidad, amiga mía ¿En cuál de esos 525.600 minutos que tiene ese súper año comprimido inventamos la escritura?
- ¿Horas?...Amigo, sigues más perdido que una patata en una cazuela de un pobre, la escritura la inventasteis cuando faltaban sólo 12 segundos para que os comierais las uvas o las lentejas y os abrazarais deseándoos un feliz año nuevo.
- ¿Y la rueda?
- Menos aún… Casi cuando este año que te he puesto de ejemplo ya estaba terminando. A nueve segundos de estas doce campanadas imaginarias inventasteis esa maravilla que se llama rueda.
- ¿Sólo hace 9 segundos inventamos la rueda? ¡No somos nada! – resoplé yo.
- Tanto como nada…tanto como nada…más bien yo diría que no sois gran cosa, pero no es justo decir nada nada.
- Lo digo porque a pesar de que hemos evolucionado e inventado tantos artilugios maravillosos seguimos sin ser inmortales.
- ¡Ya empezamos!… ya empezamos de nuevo con el dichoso tema de la  inmortalidad.
- Pero es que me cuesta aceptarlo ¿Por qué tenemos que morir?
- Ya te lo he dicho en varias ocasiones, la muerte no es precisamente como la ves tú. Todo en mí, o sea en todo lo que existe incluido el universo que ves y los infinitos universos que no ves, el cambio es constante y eterno. Se está naciendo y se está muriendo. Se está pasando de un estado a otro para que, como dicen los artistas, continúe la función.
- Vaaaaaale, lo acepto. Pero dime ¿Qué sentiré cuando esté muerto?
- No sentirás nada, porque ya no serás lo que ahora eres. Te desconectarás de tu realidad actual. Te quedarás sin batería, sin software y todo ello, más tu hardware, se transformarán en otra cosa, probablemente en polvo, en gas, en fin… ¡chatarra cósmica!

      Enzarzados en esas disquisiciones volví a la realidad de ese momento en que ya sentía las dentelladas de esos animales hambrientos que, para no transformarse en “chatarra cósmica”  buscaban desesperadamente algo que echarse a la boca. Aunque seguíamos sin ver rastros de seres humanos los lobos y los osos ya estaban junto a nosotros con sus fauces llenas de babas y mostrando a todo el que lo quisiera ver unos colmillos inmensos como cuchillos. Sin embargo al final respiré aliviado y me calmé porque, aunque nos rozaron, pasaron de largo como si no hubiéramos estado allí.

- ¿Ves como los animales no te han hecho nada? En cuanto a tus congéneres, como hace tanto frío, probablemente estarán refugiados en algunas cavernas cercanas – me dijo al instante Muchosnombres.

     Después de comprobar que no había acabado en las fauces de las fieras, con el alma nuevamente en el cuerpo, seguimos caminando sobre una colina cubierta de arbustos que, por efectos del viento, parecían un mar embravecido con tsunami incluido.

- Aunque menos, sigo con miedo – le expresé a Muchosnombres.
- ¡Hombre, Valentino! A menos que yo lo permita nadie te puede ver ni oler, ni nada que se le parezca. Incluso el frío que sientes es sicológico porque mi invitación es como “un todo incluido” que contempla el mantenerte tan confortable como si estuvieras en el jacuzzi con Venus – y cuando dijo “Venus” se puso a reír en forma pícara. Luego, señalando un lugar que estaría a unos tres metros de nosotros pero que yo no había visto, agregó:
- Mira, allí hay una cueva, vamos a inspeccionarla.
- Yo no veo nada parecido a una cueva – le comenté.
- Sí la hay. Allí está el agujero que debe ser la entrada. ¿No sientes los sonidos guturales humanos que vienen desde dentro?
- ¡Es verdad… es verdad! ¡Son sonidos de gargantas humanas!




jueves, 28 de julio de 2011

Un viaje a cuatrocientos mil años atrás

Capítulo 20
Excavaciones de Atapuerca: La Trinchera del Ferrocarril.

     El autobús que nos llevaba se detuvo a pocos metros de la entrada de las excavaciones de Atapuerca, junto a la zona de trabajo de los arqueólogos, paleontólogos y geólogos. Inmediatamente después que nuestra guía nos dio las instrucciones y advertencias pertinentes comenzamos a bajar. Allí coincidimos con otro grupo formado sólo por hermosas mujeres que portaban en sus blusas unas insignias de una línea aérea. Algunas las llevaban de LAN Perú, otras de LAN Ecuador y otro grupo lucía las de LAN Chile. A mí casi se me descoyuntó el pescuezo de tanto mirar y sonreírles. Como varias contestaron mi sonrisa, pensé en acercarme a saludarlas, pero de inmediato nuestra guía nos llamó al orden y nuestro grupo se adentró hacia la llamada “Trinchera del Ferrocarril”, que es una zanja inmensa, en algunos tramos hasta de 20 metros de profundidad, hecha por la mano del hombre hace más de un siglo. Fue a fines del siglo XIX cuando, debido a que las siderurgias vascas requirieron mucho carbón y hierro, la compañía The Sierra Company Limited comenzó a construir en ese preciso lugar, una vía férrea de vía estrecha para transportar los minerales, que fue inaugurada en 1901.

     Aunque desde el punto de vista arqueológico el lugar era conocido desde hace varios cientos de años, a medida que los obreros profundizaron en la tierra fueron quedando al descubierto diferentes estratos y también varias cuevas rellenas de material, donde se  encontraron herramientas prehistóricas de piedra, huesos de animales y también de homínidos.

     Actualmente en la Sierra de Atapuerca hay catalogadas más de 40 cuevas o simas. Las primeras quedaron expuestas a la luz con la construcción del ferrocarril, pero posteriormente se han ido descubriendo otras. Los principales lugares en que han trabajado estos últimos años los paleontólogos son La Gran Dolina, la Galería-Covacha de los Zarpazos, El Yacimiento Penal, la Sima de los Elefantes, la Sima de los Huesos y la Cueva del Mirador.

     A medida que avanzábamos por el acantilado la guía nos explicaba en forma detallada lo que era y representaba ese lugar que, a mí, me pareció un museo al aire libre donde había ocurrido gran parte de la evolución de mi especie. Especialmente me impactó la historia de “Miguelón”, un homo heildelbergensis que vivió allí hace unos 400.000 años. Según los científicos tenía una capacidad craneal de apenas 1.100 centímetros cúbicos, lo que demostró que no era precisamente el más listo del clan. Sin embargo es, por ahora, a nivel  mundial uno de los más famosos, porque cuando en 1992 se descubrieron las piezas de su cráneo, científicamente llamado “Cráneo 5”, los  paleoantropólogos comprobaron que en su maxilar superior izquierdo había una alteración ósea severa. Concluyeron que uno de sus dientes, por alguna razón, se le había roto causándole una gran infección que le originó un flemón y mucho dolor. Poco después los científicos encontraron una pieza dental que encajaba perfectamente en la mandíbula del cráneo de Miguelón y completaron el rompecabezas. Ahora todos los que visitan el Museo de la Evolución del Hombre de Burgos, pueden ver el cráneo, la mandíbula y el diente de este antepasado nuestro que debe haber pasado días, y quizás hasta semanas, sufriendo un dolor terrible debido a un desgraciado accidente.

     Mientras la guía nos hablaba de “Miguelón” y yo miraba al grupo de las chicas LAN que estaba a unos cincuenta metros de nosotros, Muchosnombres me preguntó:
- Valentino ¿Quieres ver cómo era esto hace cuatrocientos mil años atrás?
- Naturalmente que me gustaría verlo. Pero eso es imposible. Además podría ser peligroso.
- Confía en mí y acompáñame - me espetó Muchosnombres. Tomó mi mano e, instantáneamente, sin ver luces extrañas ni sentir zumbidos como los de las películas de ciencia ficción, me vi a la intemperie de una colina medio nevada, bajo un cielo gris amenazador y un fuerte viento que, aunque yo no lo sentía, imaginé que debe haber calado los huesos de todo bicho viviente que anduviera por allí.
- Muchosnombres ¿Dónde se metió la gente que nos acompañaba?
- Están a cuatrocientos mil años de nosotros, en lo que tú llamas futuro, Valentino.
- Pero esto es distinto al lugar que visitábamos.
- Naturalmente, recuerda que la trinchera del ferrocarril la terminaron de hacer sólo a fines del siglo XIX, antes, esto era esta colina. O algo parecido a esto. Ya sabes que la tierra es también algo vivo que va cambiando con el tiempo. Aunque en el caso del desfiladero del ferrocarril no lo hizo la naturaleza; lo hizo tu especie.
- No entiendo ¿Y todo el tiempo que hay en medio de este instante y el tiempo en que estábamos hace un minuto dónde está?
- Está ahí mismo amigo, lo que pasa es que tú no puedes percibirlo.
- Vale que no lo pueda percibir, como dices tú, pero cómo hemos podido trasladarnos hacia atrás como si fuera tan fácil como cepillarse los dientes. No lo puedo entender, Muchosnombres.
- Una vez más con el “no lo puedo entender Muchosnombres”. Ya te he dicho que es normal que no lo entiendas. Nunca vas a poder entenderlo. Te vas a morir sin poder entenderlo.

     Mientras Muchosnombres y yo conversábamos se desencadenó un viento embravecido, el cielo se encapotó más aún y comenzaron a caer copos de nieve. Observé a mi alrededor y, a pesar que estaba con Muchosnombres, me sentí como si hubiera sido el único hombre que en ese momento existía en el universo. La soledad me aplastó tan bruscamente y con tanta fuerza que sentí que mi corazón se encogía y me dieron ganas de llorar.

- ¿Sabes lo que pienso? Ahora me doy cuenta que sin otros seres humanos no vale la pena vivir – le dije a Muchosnombres.
- Pero aunque ahora no los veas hay muchos hombres y mujeres de la familia humana sobre tu planeta.

     Entonces pensé en mis familiares, en los amores de mi vida, en mis amigos, en mis conocidos. Me di cuenta que en ese momento ninguno de ellos había nacido aún. Tampoco mis antepasados próximos. Experimenté una sensación que no había sentido nunca. Emocionalmente me sentía como flotando en medio de la nada, sin ningún cabo que me sujetara a la vida. “Esto se debe sentir cuando uno muere”, pensé.     
- ¿Qué te sucede? – me preguntó Muchosnombres.
- Tengo mucha pena, nunca había estado tan lejos de todo lo querido. Cuatrocientos mil años de distancia son muchos años.
- ¡Qué va! A niveles cósmicos no es nada. 
- Para ti no es nada, pero para mí sólo intentar entenderlo es como repetir un millón de veces el trabalenguas: “El cielo está enladrillado ¿quién lo desenladrillará? el buen desenladrillador que lo desenladrille buen desenladrillador será” sin equivocarme.
- ¡Que trágico te pones a veces!  Cuando algo te parezca complicado simplifícalo, segméntalo en varios ladrillos… ¡ejem! ...digo en varias partes.
- Pero el tiempo no está formado precisamente por ladrillos.
- Claro que no. Lo que te quiero decir es que si comprimes en un año los trece mil setecientos millones de años, que es cuando comenzó el el último big-bang hasta ahora, podrás darte cuenta con más facilidad que estos cuatrocientos mil años que hemos retrocedido son algo así como quince minutos.
- ¿Cómo dice que dijo? – le expresé a Muchosnombres, imitando a un amigo mexicano que suele repetir esta frase cuando no entiende algo. Cuando Muchosnombres oyó mi “¿Cómo dice que dijo?” con acento mexicano y vio mi cara se puso a reír hasta que le dio hipo sin darle importancia a las fieras de la colina que, en busca de algo sólido que engullir, ya se encontraban a pocos metros de nosotros, gruñendo en forma enloquecida de hambre.








viernes, 8 de julio de 2011

De Madrid a la villa de Atapuerca

Capítulo Nº 19
Villa de Atapuerca (Provincia de Burgos)

     El punto de encuentro para ir a Burgos era la Plaza de España.
Y la hora: las nueve de la mañana. Como iba adelantado pasé antes a una cafetería de la Gran Vía a tomarme un café con leche y churros recién hechos. Luego caminé hasta el lugar donde estaba aparcado el autobús que nos llevaría a Atapuerca y Burgos, junto a los jardines de la Plaza de España. 

     Di mi nombre a los organizadores de la Asociación de Corresponsales Extranjeros que eran los anfitriones, me buscaron en la lista y me dieron la bienvenida. Subí al autobús, saludé y charlé un rato con algunos de los invitados que habían llegado antes que yo. Como el autobús todavía tenía muchas plazas sin ocupar, elegí un asiento del lado derecho del vehículo. De esta forma, cuando pasáramos junto a la villa de Lerma, emplazada a pocos kilómetros de Burgos, la podría ver desde el autobús. Después me puse los auriculares para oír un CD de música americana de los años sesenta, cerré los ojos y le di a comenzar. Casualmente la primera canción que sonó era “Sólo el amor puede romper el corazón” de Gene Pitney, una bella pieza musical que me trasladó a un viaje en autobús que hice en una noche de lluvia muchos años atrás, cuando era un adolescente que creía que me iba a comer el mundo. En esa ocasión la canción la oí a través de la megafonía del vehículo. Desde entonces cuando escucho esta canción rememoro aquel viaje que me llevó a un pueblo donde viví unas vacaciones en que pasé días maravillosos junto a familiares, y a chicos y chicas de mi edad.

      El autobús partió a las nueve y cuarto. Justo en ese momento, como por arte de magia, apareció junto a mí Muchosnombres. Guapa como siempre, vestía un pantalón bermudas y una sahariana; ambas prendas de color beige. A modo de diadema traía unas gafas de sol gigantescas y en el cuello un pañuelo con un diseño de piel de leopardo. No sé cómo se las arregló, pero su nombre también estaba en la lista de invitados. Como conozco sus circunstancias ni siquiera me molesté en preguntarle cómo lo había hecho. Cuando me puse de pie para besar sus mejillas noté que había una docena de ojos mirándola. No puedo decir que la miraran sólo con deseo, porque Muchosnombres es una mujer que es mucho más que un cuerpo espectacular y una cara bonita. Tiene también unos ojos que tranquilizan e hipnotizan a la vez. Hay algo en ella, que es como un aura que la envuelve y que la hace especial. Sin embargo su aspecto superficial es una mezcla de ángel y demonio.

     En mitad del trayecto nos detuvimos en una cafetería de la autopista, para que los que no lo habían hecho pudieran desayunar. Muchosnombres y yo nos dedicamos a observar a la gente que abarrotaba el local. Había turistas de varias nacionalidades, pero la mayoría eran jubilados españoles que, aprovechando los planes del Instituto de Mayores y Servicios Sociales de España (Imserso), durante gran parte del año viajan y hacen turismo por España y por el extranjero. Casi todos estaban acompañados por sus parejas y se les notaba que aún tenían rescoldos de amor en sus corazones. Los miraba y pensaba en todos los años que, todos ellos juntos, podrían sumar. Quizás cuántas madrugadas, regañinas injustas, chaqueteos, abusos, envidias y lágrimas habrían tenido que soportar en sus vidas laborales. Por suerte ahora podían disfrutar de algunos años de libertad y bienestar, viajar y conocer las maravillas de su país.

- Tú no lo puedes ver, pero detrás de cada uno de ellos hay historias que podrían ser argumentos de películas dignas del mejor cine que produjo el Neorrealismo Italiano– me dijo Muchosnombres.
- Es que la vida es una obra maestra – contesté yo.
- ¡Mmm!…compruebo que estás aprendiendo, querido Valentino – me dijo Muchosnombres al oído y me mordió en forma tan suave mi oreja derecha que casi me desmayé de la emoción, e hizo que se me erizarán los vellos de mis brazos y que me temblaran las aletas de mi nariz.

     Después de media hora continuamos el viaje. Eran casi las once y media de la mañana cuando asomó la Villa Ducal de Lerma. Le conté a Muchosnombres que sólo en una ocasión había estado visitándola. Aunque estuve sólo horas me había quedado enamorado de su arquitectura, de su historia y de su gastronomía. Recordé que en esa oportunidad acompañaba a una ex compañera de universidad llamada Gela, que estaba haciendo un post grado en arte medieval. Juntos, durante una semana, en que mezclamos amor y cultura, recorrimos los monasterios más importantes de la zona: San Pedro de Cardeña, Santo Domingo de  Silos, San Pedro de Arlanza, Santa María de la Vid, Santa María la Real de las Huelgas; y aprovechando nuestra vuelta a Madrid, visitamos Lerma para reponer fuerzas.

     Entonces era invierno y tanto la ciudad como sus alrededores estaban nevados. Después de visitar su gran plaza y recorrer sus estrechas y bellas callejuelas, ateridos de frío, entramos a un pequeño restaurante donde había una chimenea con un fuego generoso y en cuyo ambiente flotaba una mezcla de olores formada por aceite de oliva, ajo, romero, comino, guindillas, albahaca, clavo, canela y muchas otras especias intensas. Tuvimos la suerte de degustar allí una sopa castellana servida en cuencos de barro que nos devolvió el alma al cuerpo, y un cordero lechal lermeño de oveja “churra”, que nos supo a gloria bendita. Todo regado con un vino tinto Lerma crianza que, según el camarero estaba hecho a medida para las comidas locales. De postre nos azotamos con trufas y “mostachones” preparados por las Monjas Clarisas de la villa. Y para terminar nos servimos unas roscas de dulce bendecidas en el Monasterio de san Blas, regadas con un aguardiente con guindas.

     Mi acompañante de esa visita, me explicó que la historia de Lerma está indisolublemente relacionada con Francisco de Sandoval y Rojas, primer duque de Lerma y valido del rey Felipe III. Valido era el puesto de mayor confianza de un monarca en cuestiones temporales. Era mucho más que un consejero, ya que cuando éste no quería ocuparse de los asuntos del Estado, el valido gobernaba en nombre del monarca. Por esta circunstancia, este hombre, que a caballo entre los siglos XVI y XVII ocupó este cargo durante 23 años, llegó a tener un poder inmenso, tanto como el propio el rey. Este poder le permitió enriquecerse todavía más vendiendo cargos públicos, especulando con propiedades, y traficando con influencias. Gran parte de su fortuna la invirtió en embellecer y hacer más grande la ciudad de Lerma. En 1601 Francisco de Sandoval y Rojas ordenó el inicio la construcción del palacio ducal de Lerma, un magnífico edificio que, tras ser íntegramente restaurado, hoy se conserva como en sus mejores tiempos. Actualmente es uno de los más bellos recintos de la Red de Paradores Nacionales de Turismo de España.

     Lerma, sus sabores y aromas quedaron atrás y cerca del mediodía llegamos al Municipio de Atapuerca, villa de poco más de  200 habitantes, hermanada con la ciudad chilena de Puerto Montt. Tiene sólo unas pocas calles y una media docena de tabernas y restaurantes. Desde hace cientos de años Atapuerca es cruce de caminos de viajantes. Doy fe que sigue siendo así porque desde el autobús vi a varios peregrinos que, caminando, premunidos de un morral y un cayado, hacían una de las rutas del “Camino de Santiago” que llevan a la Catedral de Santiago de Compostela donde, según la tradición, descansan los restos del Apóstol Santiago. La leyenda cuenta que en el año 814, un ermitaño llamado Pelayo, tras ver unas extrañas señales luminosas en el cielo, descubrió la tumba de Santiago. Un obispo llamado Teodomiro consideró el descubrimiento un milagro e informó al rey Alfonso II de Asturias y Galicia, quien hizo construir allí una capilla. A partir de entonces, hombres y mujeres de todo el mundo, creyentes o no, hacen el llamado “Camino de Santiago”, considerado por algunos como un viaje iniciático.

     A menos de un kilómetro de Atapuerca está emplazado el moderno edifico que alberga al “Centro de Recepción de Visitantes”, donde nos esperaba el Alcalde para darnos la bienvenida. Luego de un intercambio de saludos volvimos a nuestro autobús y acompañados de una guía seguimos viaje hasta las excavaciones de la Sierra de Atapuerca, que es una colina donde se han descubierto numerosos restos de animales y de seres humanos, en las llamadas “simas”, que son grandes cavidades o grietas en las que, accidentalmente, a lo largo de cientos de miles de años cayeron animales que quedaron allí atrapados. Estas cavernas naturales fueron utilizadas por hombres de diferentes épocas como cobijo y refugio donde intentaban sobrevivir en medio de la soledad. Durante cientos de miles de años los restos de los animales que estos hombres abatieron o que encontraron muertos, y los suyos propios, fueron quedando allí cubiertos por capas de sedimentos arcillosos que terminaron por cerrar en forma hermética las cuevas. Gracias a que los pasadizos subterráneos quedaron aislados de las inclemencias del exterior estos restos se han preservado en buenas condiciones hasta hoy.

     Cuando íbamos llegando a la zona de excavaciones le recordé a Muchosnombres que me había prometido “un viaje dentro del viaje”.
- No lo he olvidado; ¡alucinarás! – me contestó sonriente.
   




sábado, 25 de junio de 2011

Una velada con Violante

Capítulo 18

     Me gusta ir a las tertulias que organiza Violante. Siempre invita a personas diversas e interesantes: intelectuales, deportistas, toreros, artistas y, sobre todo, buenos amigos. Es una mujer tan altruista que apenas entras en su territorio notas que su generosidad no es fingida, sino natural. Hace muchos años creó una Fundación muy importante en la que invierte gran parte de su tiempo. Parte de su fortuna la destina a varias ONG’s, a promocionar a artistas poco conocidos pero con talento, y también a echarles una mano a amigos en dificultades. 

     Su ático mira hacia el Parque del Retiro. Desde su terraza se puede ver a la gente tendida en el césped, a la sombra de los árboles. La vivienda es hermosa, llena de vegetación, e inmensa. Cuando voy allí pienso en El Jardín del Edén. Ella ama el arte. De hecho, parte de su fortuna la ha hecho comprando y vendiendo arte. En su salón principal tiene dos Úrculos maravillosos. Ambos representan a dos de los hombres que solía pintar este artista, de espaldas y con sombreros, mirando hacia Nueva York. Siempre tiene obras de arte nuevas. Esta vez mi amiga me sorprendió, porque en su biblioteca encontré dos huacos peruanos impecables de la cultura Mochica. Y obras de tres artistas chilenos: un muñeco de papel y masking tape de una talentosa joven que que se llama Cristina Arancibia; un óleo magistral titulado “Flor y botella” de una pintora expresionista llamada Ivonne Berney; y dos piezas soberbias de la serie “Tangos” del grabador Enrique Muñoz.
- Todo lo compré en el último viaje que hice a Iberoamérica; luego te mostraré también unos amates mexicanos llenos colorido – me explicó agregando detalles de las obras que yo devoraba con los ojos.

     La verdad es que mi fin de semana fue redondo. Tan redondo como los pechos de Violante. Lo que me propuso por teléfono, cuando me cursó la invitación, se cumplió con creces. Cerca de la una de la madrugada, y después de despedirnos de la última pareja de rezagados, yo me fui al baño a cepillarme los dientes. Estaba en eso cuando Violante entró como su madre la había traído al mundo. En sus manos portaba una docena de varitas de sándalo encendidas. Apagó la luz y el recinto quedó iluminado sólo por la tenue luz que generaban las finas varas aromáticas y una pequeña lámpara de aceite. Entonces me invitó a que me metiera al jacuzzi con ella. Así, entre penumbras, percibiendo un aroma a maderas orientales y entre el sonido de centenares de burbujas nos metimos al agua a relajarnos y a conversar de nosotros. Siempre que nos vemos comienza haciéndome preguntas acerca de mí. Tiene esa virtud de interesarse en conocer detalles de las vidas de sus amigos. No para coleccionar chismes, sino porque siempre intenta que su interlocutor sea el centro de atención y no ella.  En esta oportunidad me preguntó sobre mi primer amor. Cuando lo hizo mi cerebro se llenó con visiones del verano en que experimenté mi primera ilusión romántica. Le conté que había sucedido en la línea entre mi niñez y mi adolescencia.
- ¿Cómo era ella?
- Era una jovencísima muchacha que cuando la vi me pareció la imagen más hermosa que había visto hasta entonces en mi vida. Ambos nos quedamos como hipnotizados.
- ¿Os besasteis?
- Sólo en una ocasión rozamos nuestros labios, pero no fue necesario, porque nos saciamos de tanto mirarnos a los ojos.

     Después de terminar de contarle más detalles de esa vivencia maravillosa, Violante me abrazó y me dijo. "Quiero que esta noche me mires como lo hiciste con tu primer amor". Mientras nos acariciábamos me contó detalles de su último viaje a la India. Cuando terminó de narrarme sus peripecias le comenté al oído:
- Me voy a secar; te espero en el dormitorio.
- Vale, yo me quedaré unos minutos más – me contestó sin abrir los ojos. Y agregó -  Espérame en la cama, por favor no te duermas. En el cajón del lado izquierdo de mi tocador está el frasco de tu perfume favorito.

        Me sequé y me fui a su dormitorio. Cogí el perfume, me eché una pequeña cantidad en las palmas de mis manos y me lo esparcí por el cuello. Encendí el equipo de música y sus pequeñas luces de color azulado bastaron para darle una atmósfera especial a la habitación. Elegí el CD de la banda sonora de la película “The Eddy Duchin Story”. La estancia se llenó de la melodía de “Manhattan” interpretada por Cavallaro. Luego, flotando entre las notas del piano, me dejé caer a la cama y cerré los ojos. 

     Casi de inmediato Violante entró al dormitorio vestida con el fabuloso baby-doll del que me había hablado el día anterior y la lámpara de aceite en su mano. Mientras la miraba embobado, se acercó a su velador y sacó un objeto.

- Te he traído dos regalos. Primero quiero que abras éste – me dijo entregándome una pequeña caja. A continuación, en un susurro y sonriendo, agregó: “El segundo regalo soy yo”.

     El primer regalo era una hermosa caja de piel de avestruz, envuelta en una tela de seda amarilla.
- Las cuerdas también son de piel de avestruz; pedí que me las trenzaran especialmente para atar tu regalo.

     La desenvolví lentamente, con curiosidad. Era un arca de líneas rectas con una pequeña llave. La abrí. Dentro había un reloj que hacía tiempo quería tener. En realidad no era nada importante; era sólo un capricho mío: un “Hamilton” de acero inoxidable con números arábigos muy grandes. Violante lo había hecho decorar para hacerlo único. En el centro de la esfera había una figura del Micky Mouse de los primeros tiempos de Disney. En la tapa de atrás, junto al número de serie, aparecía mi nombre. Me quedé mirando el reloj con detenimiento y me lo puse en mi muñeca izquierda. Me pareció que Violante me observaba con más atención que el que yo le prestaba a mi regalo.
- No debiste haber gastado tanto dinero en un antojo mío. Es una edición limitada, quizás cuánto te habrá costado.
- ¿Sabes que con tu capricho, como lo llamas tú, indirectamente has ayudado a una ONG? Cada vez que hago una compra con tarjeta, en mi cuenta me carguen un diez por ciento más destinado a favorecer a niños desvalidos.
- Conozco tu generosidad, Violante.
-¿Crees que no me doy cuenta que al cementerio no me podré llevar mi dinero?
- Hay muchos que sí lo creen porque sólo viven para amasar más y más dinero. ¡Pobrecitos, no se dan cuenta que lo corta que es la vida!
- ¿Sabes valentino? Una de las cosas que más me gustan de ti es que sigues teniendo dentro de ti el niño que fuiste. Cuando mirabas el reloj lo hacías como miran los niños un juguete nuevo. Eres un afortunado. A la mayoría de la gente, sobre todo a los hombres, los rasgos y sueños de su niñez los abandonan en la pubertad.

- ¿Cómo sabías que me gusta el ratón Mickey?
- Recordaba que en una ocasión me contaste que cuando eras niño tu camiseta favorita era de color blanco con el dibujo del ratón Mikey pintado en el pecho.
- Es verdad que te lo conté. Tienes buena memoria.
- Pero ¿Cómo conseguiste precisamente un reloj con esta ilustración?
- Primero compré el reloj y luego un artista extraordinario lo pintó de acuerdo a una fotografía que saqué de Internet.
- Gracias – le dije acercándome a ella y le di un beso.

     Pasamos una noche maravillosa. No fue sexo en cantidad, sino de   calidad, sin preocuparnos del tiempo, que es como a ambos nos gusta. Disfrutando de cada segundo y de cada minuto que yacimos juntos.

     Por la mañana me levanté temprano a escribirle a Violante un poema que llamé “Oda a la sensualidad”. Se lo dejé en el primer cajón de su mesita de noche, que es el lugar donde guarda sus documentos importantes. De este modo, me aseguré que lo encontraría una vez que me hubiera marchado.

     Cuando ella se levantó yo ya tenía preparado el desayuno en la terraza. Los dos estábamos contentos hablando de la noche anterior, cuando recibí una llamada telefónica muy dolorosa. Me avisaban que Floren, un amigo mío, había muerto de un infarto. Era su segundo infarto. Cinco años atrás había sobrevivido al primero. Esto aceleró su jubilación. Era un gran artesano. Uno de los mejores tapiceros que quedaban en Madrid. No sólo sentí una gran pena, sino que también una rabia inmensa. Me acordé de la historia de Lázaro e intenté hablar con Muchosnombres pensando profundamente en ella. Casi de inmediato contestó mi llamada telepática.
- ¡Eres una mierda; has matado a Floren! – Le grité sin gritar, sólo pensando lo que le decía.
- Te comprendo Valentino, pero esta historia es así. Debes entenderlo, la vida no es perfecta.
- ¿Por qué has permitido que muriera? – dije yo.
- Valentino, no es como tú crees. La muerte es algo normal. Ocurre permanentemente – Me contestó con unas vibraciones nuevas, que no había experimentado nunca y que me comenzaron a tranquilizar.
- Tu amigo Floren, al igual que tú y que todos los demás seres vivos, fue muchas “cosas” antes de ser el Floren que tú conociste. Ahora era una organización biológica complejísima dotada de un cerebro superior. La evolución es así. Ya sabes que también yo soy evolución. Yo estoy cambiando continuamente. Será así eternamente.
- Sí sí, como eso que llaman “el eterno retorno”.
- No, los que piensan así creen que cada cierto tiempo todo vuelve a ocurrir de la misma forma, que la realidad se repite de manera cíclica. Y no es así, yo soy siempre distinta, soy nuevas combinaciones, nuevos sucesos, mi realidad, o sea el todo, es siempre diferente.
- Lo entiendo, perdona, es que para un humano, la pérdida de un amigo causa muchos estragos emocionales.
- Lo sé. Pero míralo como te he explicado yo más de una vez. Todo en la naturaleza fluye de una forma regular. Aunque yo soy todo, no planifico cada cambio de una célula o de una organización de células. O de una partícula. O de un conjunto de partículas. El cambio constante natural es un atributo que tengo, que tiene el todo, incluyéndote a ti. La materia y la energía están constantemente cambiando. Lo que pasa es que a veces no os dais cuenta. Tú sabes que hay insectos que tienen unos ciclos vitales que duran sólo horas. O sea, en menos de un día nacen, se desarrollan, procrean y mueren. Pero también hay ciclos vitales  temporalmente tan largos que, a veces, para vosotros, son tiempos casi imposibles de entender. ¿Sabes lo que tarda en formarse una galaxia?  Son conjuntos de materia que, aparentemente, permanecen eternamente con la forma que ahora las veis a través de vuestros telescopios. Pero no es así. Incluso las galaxias también nacen y mueren. Se desintegran y pasan a formar otras estrellas. O son engullidas por un agujero negro; incluso parte de esas galaxias que parecen ser eternas, ahora eres tú.
- Te entiendo Muchosnombres. Como solemos decir: “la vida tiene que seguir”.

      Antes de “desconectarse” de mí, Muchosnombres me preguntó:
- Valentino, sé que mañana irás a visitar las excavaciones de Atapuerca y el museo de la Evolución Humana de Burgos. Creo que voy a acompañarte.
- Es verdad, la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera ha
cursado una invitación a los socios del Club Internacional de Prensa. Y yo estoy en el grupo que irá.
- Aunque no me han invitado iré contigo.
- Me encantaría que vinieras ¿Me espera alguna sorpresa?
- ¡Mmmmm! Creo que haremos un largo viaje dentro del viaje.
    
     Y así, con esta frase misteriosa y críptica terminamos nuestro diálogo telepático.

     Cuando la mañana siguiente estaba preparándome para ir a tomar el autobús que saldría desde la Plaza España hacia Burgos, recibí una llamada de “Violante”. Sólo me dijo: “Gracias, tu poema me ha hecho llorar de emoción”.-


lunes, 13 de junio de 2011

Un sábado en Madrid

Capítulo Nº 17. 


     Eran las once de la mañana del sábado cuando me despertó la llamada telefónica de Violante, una amiga divorciada, con la que de vez en cuando solemos ir al teatro, al cine, a caminar por la ciudad, a visitar alguna exposición, y con la que casi siempre terminamos haciendo sexo. Me llamaba para invitarme a ir por la noche a su departamento, a una cena de amigos. Para entusiasmarme me dio los nombres de algunos de los asistentes y agregó que si me portaba bien, me podría quedar a dormir con ella. En medio de un susurro me contó que recién había regresado de la India donde, pensando en mí, se había comprado un baby doll de seda natural color camel.

- Es infartante y lo quiero estrenar contigo – me dijo riendo con la libertad de las personas que tienen la suerte de poder hacer lo que se les ocurra con su vida. Violante es una de estas afortunadas. Todavía es joven, es hermosa, está sana, tiene dinero y es dueña de su tiempo. Naturalmente yo acepté encantado, porque además de ser una excelente anfitriona y preparar unas caipiriñas soberbias, es una maestra en sexo tántrico, gracias a lo cual, tanto ella como sus parejas, aunque en este caso el afortunado sería yo, suelen alcanzar  un grado de placer muy por encima de la media. Confieso que a veces, haciendo sexo con ella, he conseguido ver una luz brillante al final de un túnel y experimentar una sensación de levitación que me ha dejado sonriente varios días.

     De los asistentes al encuentro en su departamento me interesaban especialmente un par de periodistas que habían estado cubriendo el Movimiento 15 M en Madrid y en Barcelona, y un corresponsal que recientemente había regresado de Libia. De los primeros quería sus opiniones acerca del futuro que le ven a esta marea que ha nacido en la Puerta del Sol, que ya se extiende por las principales ciudades de España y del mundo. Y al que venía de Libia que me aclarara cuál era la verdadera situación de la lucha por el poder entre el ejército de Gaddafi y los rebeldes que, como las termitas,  lentamente, al parecer le van ganando terreno al dictador.    

     Cuando colgué el teléfono me di cuenta en que aún tenía casi todo el día para mí. La noche anterior había hecho todo mi trabajo y lo había despachado vía Internet. Aunque tenía hambre preferí no desayunar, sino quedarme un rato más envuelto en la tibieza de las sábanas de mi cama. Cerré los ojos y pensé en qué estaría haciendo el resto del mundo. Sólo cuando me desperecé por completo me bajé y encendí el ordenador. Leí varios periódicos para informarme de los últimos acontecimientos y contesté algunos e-mails que me habían llegado mientras dormía. Luego me fui a la cocina y me comí tres mandarinas con una cucharada de miel de La Alcarria.

     Mientras me duchaba decidí ir a la Puerta del Sol a ver a aquellos idealistas que desde hacía un par de semanas permanecían acampados allí. Pensé: “esto puedo cambiar la historia; no te lo debes perder”.

Apenas estuve listo bajé a la calle de Espalter y caminando enfilé por la Plaza de Murillo, situada entre el Real Jardín Botánico y el Museo del Prado. Luego, bordeando el museo llegué hasta la puerta de Goya. Como siempre, estaba lleno de gente que hacía cola para entrar al museo. Probablemente había turistas de varias nacionalidades, pero lo que más vi fueron grupos de disciplinados japoneses que seguían a sus guías que portaban unas pequeñas varas a modo de astas con unas banderitas de color rojo. Atravesé hasta la terraza/jardín del hotel Ritz y crucé hasta la Plaza de la Lealtad, donde está el monumento A los Caídos por España, con su llama permanentemente encendida. Atravesé La Castellana bordeando la rotonda de la Plaza de Neptuno hasta el Museo Thyssen. Seguí por la Carrera de San Jerónimo por la acera del  Congreso de los Diputados hasta desembocar en la Puerta del Sol, llena de tiendas de campaña y de manifestantes del llamado Movimiento 15 M, también conocidos como “Indignados”. El campamento me pareció un inmenso caldero donde se estaba preparando una nueva ideología. Probablemente si este movimiento tenía éxito podría ser el inicio de un nuevo Renacimiento, de un cambio de actitud del hombre ante la vida en el siglo veintiuno. La Puerta del Sol me pareció una especie de Arca de Noé, donde se estaban concentrando las especies humanas que sobrevivirían a los vaivenes sociales que está viviendo el mundo. Pensé: “Aquí puede generarse una semilla ideológica genéticamente superior”. Entre curiosos, turistas, periodistas, fotógrafos, viandantes como yo, entré por una de las “calles” del campamento y charlé con algunos de los “indignados”. Me explicaron que este tsunami social se generó espontáneamente producto de una necesidad colectiva de cambiar el actual sistema electoral bipartidista; que el paso inicial tuvo lugar el 15 de mayo, cuando veinte mil jóvenes se concentraron en la Puerta del Sol, convocados a través de las redes sociales; que de forma espontánea decidieron acampar allí, donde poco a poco comenzaron a unirse hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales; que su petición inicial fue cambiar el actual sistema electoral bipartidista.

- Estamos concentrados en esta plaza porque queremos una sociedad nueva, que dé prioridad a la vida por encima de los interese políticos y económicos; que se fiscalicen en forma rigurosa las cuentas de los partidos políticos; que se publiquen los patrimonios de los políticos que ocupen cargos elegidos por el pueblo; que se impida que los parlamentarios puedan tener bufetes privados; que se eliminen los  privilegios en las pensiones de los diputados; que se prohiba que los representantes del pueblo reciban regalos superiores a 50 euros; que en caso de una deuda hipotecaria que no pueda pagarse, ésta se considere cancelada con la entrega de la vivienda; y así, como éstas, me enumeraron muchas peticiones y objetivos más.

     A la una y media de la tarde, en medio de un conglomerado de gente que iba y que venía, decidí partir a hacer unas compras al barrio de Chueca. Bajé por la calle Alcalá hasta la esquina del Instituto Cervantes. Giré en la calle Barquillo a visitar un par de tiendas que me habían recomendado. Una era una juguetería pequeñita llamada “Machinine”, especializada en juguetes de muy buen gusto. Buscaba algo diferente de lo que ofrecen las macro jugueterías, para hacer un regalo original al pequeño hijo de un amigo.  El local parecía un pequeño museo lleno de piezas dignas de ser coleccionadas.  Había juguetes maravillosos. Finalmente me decidí por un caleidoscopio.  Cuando salí de “Machinine” caminé 500 metros más hasta “Scotch&Soda”, una franquicia holandesa especializada en ropa casual muy original, atendida por dos chicas encantadoras: Estefanía y Daniela. Me habían hablado de la excelente calidad de sus polos y, efectivamente encontré lo que buscaba. Con mi caleidoscopio y mis polos me fui a comer a un local llamado “San Wich”, sito en la calle Hortaleza 78, donde venden sándwiches y algunos postres chilenos. Pedí un “chacarero” y cerveza. De postre un mote con huesillos. Y el café express más fuerte que tenían.

     Una vez satisfecha mi hambre y mi sed decidí saciar mi apetito de cultura. Caminando regresé a La Castellana para ir hasta el Museo Reina Sofía. Quería ver una exposición titulada El movimiento de la fotografía obrera. 1926 – 1939” de la que había leído  algunas críticas. Me pareció que podía ser una muestra interesante. Son fotografías hechas entre las dos grandes guerras mundiales. Y también, por supuesto, quería volver a ver algunos Dalí y el “Guernica” de Picasso. Cada vez que voy a este museo, igual como en El Prado paso a ver “mis Meninas” de Velázquez, me voy a mirar durante quince minutos esta obra maestra que Picasso pintó entre mayo y junio de 1937. Se lo encargó el gobierno de la República Española para exponerlo en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937. El objetivo es que fuera una especie de “anuncio propagandístico” contra la brutalidad de la Guerra Civil que había comenzado el 18 de julio de 1i936 y había dividido España en dos bandos irreconciliables. Como el bando nacional, también llamado “sublevado” triunfó barrió con la democracia española, el cuadro no fue traído a España. Picasso dispuso que fuera custodiado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York y que, cuando volviera la democracia, el “Guernica” viniera a vivir a su país. Por fin, en 1981 lo pudimos tener entre nosotros.

     Mientras miraba arrobado la magnífica obra de arte, sentí que me decían al oído:
-  Esta es una de las grandes diferencias entre vosotros y los animales inferiores: el hacer arte.
- ¡Muchosnombres! ¿Dónde estás?
- Aunque ahora no me ves, estoy a tu lado, como siempre. Recuerda que tú formas parte de mí, por lo tanto siempre estás conmigo. No somos tú y yo; somos yo y yo.
- Es un poco complejo el concepto, pero lo entiendo.
- Sigue, sigue mirando el Guernica. Recuerda que esta noche tienes tertulia en casa de esa chica que te hace volar sobre los tejados – me dijo en medio de una carcajada.
- ¿Vendrás?
- Puede. Sigue mirando a este exiliado que después de 44 años pudo, por fin, volver a su país.

     Y ahí me quedé yo, absorto, pensando en todos los exiliados “que han sido, que son y que serán”. En todos esos hombres y mujeres que, igual que esta obra artística, no les permiten vivir en los países en que han nacido. En el caso del Guernica, que ni siquiera es un ser humano, tuvo que permanecer en el exilio por ser la representación plástica de un grito de denuncia contra las dictaduras, la sinrazón y la muerte.
“¿Hay algo más doloroso que le impidan vivir en el lugar donde uno ha nacido y tiene todo lo querido?” – pensé y se mi hizo un nudo amargo en la garganta. Así, cabizbajo comencé a caminar hacia mi departamento para descansar, dormir un rato y luego ducharme para acercarme más tarde hasta la casa de Violante a compartir un rato con los amigos de ella y los conocidos míos. Y luego, cuando se fueran todos, hacer el amor con mi amiga hasta quedar exhaustos y perder el sentido de tanto placer.-

http://www.museoreinasofia.es/index.html

martes, 31 de mayo de 2011

En busca de la puesta de sol


Capítulo Nº 16.


     A medida que ascendíamos, todo lo que había abajo, en la tierra, lo iba viendo empequeñecer. Llegó un momento en que los que componían el grupo que rodeaba al camarero desmayado parecían conejos. Luego subimos lo suficiente para ver toda la hermosa ciudad de Valencia. Giré mi cabeza y a mi izquierda vi el mar azul que llegaba hasta el horizonte.


- Síguenos - me dijo Muchosnombres, quien con el cabello flotando por el viento se veía más hermosa aún.
- No temas nada; sólo piensa en que volar es lo más natural del mundo - agregó el señor Destino.
- ¿Natural? ¡Tú estás loco! - farfullé yo con mi corazón a punto de salirse por mi boca.
     Sin embargo, entonces me di cuenta que, efectivamente, todo era natural. Sentía como si desde siempre hubiera volado. Aunque ya lo había hecho en sueños, en este caso me estaba sucediendo de verdad. Además no necesitaba mover ni mis brazos ni mis piernas. Me basta con pensar en ir no sé si hacia el sur o hacia el norte, ni tan siquiera si hacia abajo o hacia arriba para avanzar en un silencio sólo roto por el zumbido del viento en mis oídos.


- ¿Hacia dónde vamos? - le consulté a Muchosnombres.
- Vamos a situarnos a una altura desde la que puedas ver la puesta de sol durante el tiempo que quieras. 


     Nos adentramos en el Mediterráneo hasta las Islas Baleares. Nos situamos justo encima de Ibiza. A mi derecha se veía la pequeña isla de Formentera. Y un poco más lejos se asomaban Mallorca y Menorca. Frente a mis ojos, sobre el horizonte, sin ningún obstáculo que me impidiera la visión, percibí una cinta de luz que parecía un anillo de oro. Después continuamos avanzando a una velocidad que me permitía seguir viendo el sol hundiéndose en el horizonte. Era un espectáculo muy bello y variado, porque a veces el cielo estaba límpido y al rato se comenzaba a llenar de nubes. Después de una hora larga Muchosnombres propuso:
- Ya que estamos volando ¿Os parece que nos alejemos un poco más?
- ¿Adónde? - pregunté yo bastante acojonado, porque aunque mi anfitrión fuera el mismísimo Muchosnombres, notaba que aquello me sobrepasaba.
- Adonde queramos ir - dijo el señor Destino - porque esto no tiene una parada final como las líneas del Metro de Madrid. Esto es infinito infinito infinito.
- Prepárate, porque vamos a salir a la estratosfera - me previno muchosnombres.
- ¿Qué has dicho? - chillé yo espantado.
- Sólo te aviso que superaremos la zona que llamáis atmósfera, pero no te sucederá nada. Ni siquiera lo notarás.
- Por lo tanto saldremos a la estratosfera - agregó feliz el señor Destino.
- Me cago en la leche...¡Esto se avisa, coño!.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué te enfadas?
- Porque este "paseíto"que estamos dando ahora, si subirme a un avión, ni a un helicóptero, ni a un disco volador, sin alas, sin paracaídas, y sin nada de nada que me proteja, está bien y hasta simpático, y será una bonita historia para contar a mis nietos cuando los tenga, pero si salgo a la estratosfera me quedaré seco ipso facto.
- Tranquilo, Valentino, no te pasará nada.
- Si lo hubiera sabido, por lo menos hubiera alquilado un traje de astronauta o de Superman.
- ¡Qué traje de astronauta o de Superman ni pollas en vinagre! ¿Vas a entender de una puñetera vez que si te invito yo no te sucederá nada desagradable? - me reprendió Muchosnombres.
- No sé no sé...mi abuelo me contó que en su pueblo conoció a uno que aseguraba que a voluntad podía separar los átomos de su cuerpo y volverlos a integrar. De modo que si alguien le disparaba una bala no le sucedería nada, porque el proyectil pasaría entre los espacios vacíos de su cuerpo desintegrado.
- ¿Y?
- Que en el pueblo no le creyeron.
- ¿Y?
- Y él insistió en que era como él decía.
- ¿Y?
- Y apostó con lo del pueblo a que le dispararan para poder comprobarlo.
- ¿Y?
- Y como nadie se atrevió a hacerlo, fue a su casa a buscar un revólver del calibre 45. Regresó y, delante de todos, en el bar del pueblo, se puso el cañón de su arma dentro de la boca.
- ¿Y?
- Durante meses estuvieron despegando con pinzas los trocitos de sesos de los muros del local.
- Por favor Valentino, no me cuentes trolas.
- Pero si fue verdad. Me lo contó mi abuelo.
- ¡Jo!... menuda imaginación tenía tu abuelo.
- Ya atravesamos la frontera - avisó el señor Destino.
- ¿La frontera de qué, señor Destino?
- El señor Destino quiere decir que ya estamos en la estratosfera. ¿Ves como no te ha pasado nada? - y esto me lo dijo con el pensamiento, porque aunque gritáramos no existía un elemento que pudiera transportar el sonido de nuestras palabras. 


     Y, efectivamente, en menos de lo que tarda una mosca en entrar y en salir de una boca abierta, dejamos la troposfera detrás y seguimos raudos por la estratosfera, la mesosfera, la termosfera, hasta la exosfera. Luego me informaron que entrábamos al llamado espacio interplanetario exterior puro y duro. Pero todo sucedió en "na de na".


     A pesar de que me sentía en perfectas condiciones físicas, sabía que estaba situado en una zona del espacio en la que no era natural que yo permaneciera allí vivito y coleando. Cualquier ser humano, irremisiblemente, hubiera muerto de frío o con su sangre hirviendo. Pero no me sucedió nada de eso. En cambio tuve la suerte de ver la tierra como se ve en las películas que graban los astronautas que, a bordo del transbordador Endeavour, van hasta la Estación Espacial Internacional, en la que llevan doce años trabajando como hormigas en tiempo de cosecha.


     Muchosnombres se acercó y, con los ojos brillantes, me transmitió:
- ¿Verdad que tu "pequeña gran pelusita de polvo" se ve hermosa desde aquí?  
- Me parece mucho más bella que en las películas y que en las fotos - le contesté eufórico.
- ¿Sabes que allí conviven siete mil millones de seres humanos como tú? Allí están ellos con sus sueños. Y también están la guerra y la paz, la abundancia y el hambre extrema, la cicatería y la generosidad, el frío y el calor, la lucha por sobrevivir y la lucha por vivir mejor, las supersticiones y la ciencia, la injusticia y la justicia, los mitos y las realidades, el odio y el amor.


     Cuando Muchosnombres terminó su discurso me quedé absorto mirando aquella pelota con forma geoide que era mi casa. Estaba sorprendido de lo maravillosa que era nuestra tierra, el tercer planeta del sistema solar, flotando en el espacio infinito, medio cubierto de nubes que dejaban entrever los continentes, los mares y los océanos. Una zona estaba iluminada, y la otra, la opuesta al sol, estaba oscura. "Allí es de noche" pensé. Y como me podían leer el pensamiento, de inmediato, con un poco de sorna, Muchosnombres saltó: 
- Y en la zona iluminada es de día.
- Es realmente guapa - señaló el señor Destino.
- Hay otras mejores - aseguró Muchosnombres.
- ¿Y dónde están? - pensé yo.
- Por aquí y por allá - pensó riéndose Muchosnombres.
- Quiere decirte que por todas partes hay planetas "guapos" - acotó el señor Destino para rebajar el tono de ironía de Muchosnombres.


     Mientras miraba mi pequeño planeta no pude evitar en volver a pensar en el primer recuerdo del que tengo memoria, que es como un destello que quedó grabado en mis neuronas cuando tenía menos de cinco años. Probablemente quedó tan marcado porque fue el primero: me veo sentado en un pequeño piso de madera, en medio del jardín de la casa de mis abuelos, surcado por mariposas, libélulas y saltamontes gigantes. Y abejas y colibríes con plumas tornasoladas que libaban el néctar de las flores de ese vergel.


- Perdona que te interrumpa y te cambie de tema - me transmitió Muchosnombres - ¿Sabes que si la tierra estuviera un diez por ciento más lejos del sol o un diez por ciento más cerca todo hubiera sido distinto? El estar a 149 millones de kilómetros de distancia ha hecho posible que haya existido ese jardín de tu infancia.


     A medida que nos alejábamos de nuestra tierra también nos alejábamos del sol. Pasamos junto a Marte, luego Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, hasta llegar al lejanísimo Plutón. Y al instante cruzamos lo que los astrónomos llaman "Nube de Oort", que tiene unos dos años/luz de extensión. Muchosnombres me dijo que era la frontera de nuestro Sistema Solar. 
- ¿Sabes qué parada viene a continuación? - me preguntó.
- ¿Puerta del sol? - pensé mientras sonreía.
- Un grupo de estrellas que llamáis "Alfa Centauri", que está a más de 4 años/luz de la "Nube de Oort".
- ¿Y luego viene "Ópera"?
- Qué bien que estés de buen humor - me transmitió Muchosnombres - no viene precisamente "Ópera", sino lo que ya puedes ver, que es una estrella binaria bautizada como "Sirio". Hemos avanzado otros cuatro años/luz. Esto significa que estamos a 81 billones de kilómetros de la tierra.
- ¿Quieres ahora comprobar cómo se ve la Vía Láctea a una distancia inimaginable para ti? - me preguntó Muchosnombres.
- Ya que estamos aquí rentabilicemos el viajecito - contesté yo.
     E instantáneamente nos alejamos lo suficiente para ver nuestra galaxia en todo su esplendor. Comprobé que tiene forma entre una lente convexa y una ensaimada. Y desde donde estábamos la veía como uno de esos pequeños fuegos artificiales con el juegan algunos niños haciendo girar su mano. Me parecía casi increíble que en medio de ese cúmulo de cuerpos celestes estaba nuestro sol, y que su tercer planeta, como diría ET, era "mi casa".


     Cuando pasamos cerca de una galaxia con forma elíptica el señor Destino me dijo:
- Mira, esa galaxia tiene muchos planetas con vida inteligente. 
- Me gustaría conocer a esos seres inteligentes ¿Podemos ir a uno de esos mundos? - pregunté.
- En otra ocasión Valentino; ahora dejemos que evolucionen en paz.
- Ni siquiera yo estoy autorizado para visitarlos - me dijo el señor Destino.
- ¿Es que no tienen destino?
- En realidad ellos tienen su propio señor Destino. 
- Pero si tú eres el señor Destino.
- Sólo lo soy de la tierra. Cada planeta con vida inteligente tiene el suyo propio.


     Ya a estas alturas o bajuras, o como se diga cuando uno anda flotando por el espacio infinito, "en la cresta de la loma" como dirían en Chile, me había entrado un poco de pena porque mi casa, el sistema solar y hasta mi galaxia habían desaparecido del mapa, tragados por las enormes distancias interestelares y me sentía muy lejos de todo lo que amaba. Por lo que propuse que volviéramos. No había terminado de pensarlo cuando en medio de la noche, me percaté que estábamos a 200 metros de altura, sobre la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. Desde allí presenciamos el espectáculo llamado "Nit de la Cremá", que consiste en la quema de los monumentos falleros. Cuando la gran falla empezó a arder, podía oír cómo la multitud gritaba y aplaudía. Pensé en que una vez más, como venía sucediendo desde el comienzo de los tiempos, el fuego generado por los propios hombres se convertía en una energía que nos ayudaba a purificarnos...y quizás a ser mejores.