viernes, 8 de julio de 2011

De Madrid a la villa de Atapuerca

Capítulo Nº 19
Villa de Atapuerca (Provincia de Burgos)

     El punto de encuentro para ir a Burgos era la Plaza de España.
Y la hora: las nueve de la mañana. Como iba adelantado pasé antes a una cafetería de la Gran Vía a tomarme un café con leche y churros recién hechos. Luego caminé hasta el lugar donde estaba aparcado el autobús que nos llevaría a Atapuerca y Burgos, junto a los jardines de la Plaza de España. 

     Di mi nombre a los organizadores de la Asociación de Corresponsales Extranjeros que eran los anfitriones, me buscaron en la lista y me dieron la bienvenida. Subí al autobús, saludé y charlé un rato con algunos de los invitados que habían llegado antes que yo. Como el autobús todavía tenía muchas plazas sin ocupar, elegí un asiento del lado derecho del vehículo. De esta forma, cuando pasáramos junto a la villa de Lerma, emplazada a pocos kilómetros de Burgos, la podría ver desde el autobús. Después me puse los auriculares para oír un CD de música americana de los años sesenta, cerré los ojos y le di a comenzar. Casualmente la primera canción que sonó era “Sólo el amor puede romper el corazón” de Gene Pitney, una bella pieza musical que me trasladó a un viaje en autobús que hice en una noche de lluvia muchos años atrás, cuando era un adolescente que creía que me iba a comer el mundo. En esa ocasión la canción la oí a través de la megafonía del vehículo. Desde entonces cuando escucho esta canción rememoro aquel viaje que me llevó a un pueblo donde viví unas vacaciones en que pasé días maravillosos junto a familiares, y a chicos y chicas de mi edad.

      El autobús partió a las nueve y cuarto. Justo en ese momento, como por arte de magia, apareció junto a mí Muchosnombres. Guapa como siempre, vestía un pantalón bermudas y una sahariana; ambas prendas de color beige. A modo de diadema traía unas gafas de sol gigantescas y en el cuello un pañuelo con un diseño de piel de leopardo. No sé cómo se las arregló, pero su nombre también estaba en la lista de invitados. Como conozco sus circunstancias ni siquiera me molesté en preguntarle cómo lo había hecho. Cuando me puse de pie para besar sus mejillas noté que había una docena de ojos mirándola. No puedo decir que la miraran sólo con deseo, porque Muchosnombres es una mujer que es mucho más que un cuerpo espectacular y una cara bonita. Tiene también unos ojos que tranquilizan e hipnotizan a la vez. Hay algo en ella, que es como un aura que la envuelve y que la hace especial. Sin embargo su aspecto superficial es una mezcla de ángel y demonio.

     En mitad del trayecto nos detuvimos en una cafetería de la autopista, para que los que no lo habían hecho pudieran desayunar. Muchosnombres y yo nos dedicamos a observar a la gente que abarrotaba el local. Había turistas de varias nacionalidades, pero la mayoría eran jubilados españoles que, aprovechando los planes del Instituto de Mayores y Servicios Sociales de España (Imserso), durante gran parte del año viajan y hacen turismo por España y por el extranjero. Casi todos estaban acompañados por sus parejas y se les notaba que aún tenían rescoldos de amor en sus corazones. Los miraba y pensaba en todos los años que, todos ellos juntos, podrían sumar. Quizás cuántas madrugadas, regañinas injustas, chaqueteos, abusos, envidias y lágrimas habrían tenido que soportar en sus vidas laborales. Por suerte ahora podían disfrutar de algunos años de libertad y bienestar, viajar y conocer las maravillas de su país.

- Tú no lo puedes ver, pero detrás de cada uno de ellos hay historias que podrían ser argumentos de películas dignas del mejor cine que produjo el Neorrealismo Italiano– me dijo Muchosnombres.
- Es que la vida es una obra maestra – contesté yo.
- ¡Mmm!…compruebo que estás aprendiendo, querido Valentino – me dijo Muchosnombres al oído y me mordió en forma tan suave mi oreja derecha que casi me desmayé de la emoción, e hizo que se me erizarán los vellos de mis brazos y que me temblaran las aletas de mi nariz.

     Después de media hora continuamos el viaje. Eran casi las once y media de la mañana cuando asomó la Villa Ducal de Lerma. Le conté a Muchosnombres que sólo en una ocasión había estado visitándola. Aunque estuve sólo horas me había quedado enamorado de su arquitectura, de su historia y de su gastronomía. Recordé que en esa oportunidad acompañaba a una ex compañera de universidad llamada Gela, que estaba haciendo un post grado en arte medieval. Juntos, durante una semana, en que mezclamos amor y cultura, recorrimos los monasterios más importantes de la zona: San Pedro de Cardeña, Santo Domingo de  Silos, San Pedro de Arlanza, Santa María de la Vid, Santa María la Real de las Huelgas; y aprovechando nuestra vuelta a Madrid, visitamos Lerma para reponer fuerzas.

     Entonces era invierno y tanto la ciudad como sus alrededores estaban nevados. Después de visitar su gran plaza y recorrer sus estrechas y bellas callejuelas, ateridos de frío, entramos a un pequeño restaurante donde había una chimenea con un fuego generoso y en cuyo ambiente flotaba una mezcla de olores formada por aceite de oliva, ajo, romero, comino, guindillas, albahaca, clavo, canela y muchas otras especias intensas. Tuvimos la suerte de degustar allí una sopa castellana servida en cuencos de barro que nos devolvió el alma al cuerpo, y un cordero lechal lermeño de oveja “churra”, que nos supo a gloria bendita. Todo regado con un vino tinto Lerma crianza que, según el camarero estaba hecho a medida para las comidas locales. De postre nos azotamos con trufas y “mostachones” preparados por las Monjas Clarisas de la villa. Y para terminar nos servimos unas roscas de dulce bendecidas en el Monasterio de san Blas, regadas con un aguardiente con guindas.

     Mi acompañante de esa visita, me explicó que la historia de Lerma está indisolublemente relacionada con Francisco de Sandoval y Rojas, primer duque de Lerma y valido del rey Felipe III. Valido era el puesto de mayor confianza de un monarca en cuestiones temporales. Era mucho más que un consejero, ya que cuando éste no quería ocuparse de los asuntos del Estado, el valido gobernaba en nombre del monarca. Por esta circunstancia, este hombre, que a caballo entre los siglos XVI y XVII ocupó este cargo durante 23 años, llegó a tener un poder inmenso, tanto como el propio el rey. Este poder le permitió enriquecerse todavía más vendiendo cargos públicos, especulando con propiedades, y traficando con influencias. Gran parte de su fortuna la invirtió en embellecer y hacer más grande la ciudad de Lerma. En 1601 Francisco de Sandoval y Rojas ordenó el inicio la construcción del palacio ducal de Lerma, un magnífico edificio que, tras ser íntegramente restaurado, hoy se conserva como en sus mejores tiempos. Actualmente es uno de los más bellos recintos de la Red de Paradores Nacionales de Turismo de España.

     Lerma, sus sabores y aromas quedaron atrás y cerca del mediodía llegamos al Municipio de Atapuerca, villa de poco más de  200 habitantes, hermanada con la ciudad chilena de Puerto Montt. Tiene sólo unas pocas calles y una media docena de tabernas y restaurantes. Desde hace cientos de años Atapuerca es cruce de caminos de viajantes. Doy fe que sigue siendo así porque desde el autobús vi a varios peregrinos que, caminando, premunidos de un morral y un cayado, hacían una de las rutas del “Camino de Santiago” que llevan a la Catedral de Santiago de Compostela donde, según la tradición, descansan los restos del Apóstol Santiago. La leyenda cuenta que en el año 814, un ermitaño llamado Pelayo, tras ver unas extrañas señales luminosas en el cielo, descubrió la tumba de Santiago. Un obispo llamado Teodomiro consideró el descubrimiento un milagro e informó al rey Alfonso II de Asturias y Galicia, quien hizo construir allí una capilla. A partir de entonces, hombres y mujeres de todo el mundo, creyentes o no, hacen el llamado “Camino de Santiago”, considerado por algunos como un viaje iniciático.

     A menos de un kilómetro de Atapuerca está emplazado el moderno edifico que alberga al “Centro de Recepción de Visitantes”, donde nos esperaba el Alcalde para darnos la bienvenida. Luego de un intercambio de saludos volvimos a nuestro autobús y acompañados de una guía seguimos viaje hasta las excavaciones de la Sierra de Atapuerca, que es una colina donde se han descubierto numerosos restos de animales y de seres humanos, en las llamadas “simas”, que son grandes cavidades o grietas en las que, accidentalmente, a lo largo de cientos de miles de años cayeron animales que quedaron allí atrapados. Estas cavernas naturales fueron utilizadas por hombres de diferentes épocas como cobijo y refugio donde intentaban sobrevivir en medio de la soledad. Durante cientos de miles de años los restos de los animales que estos hombres abatieron o que encontraron muertos, y los suyos propios, fueron quedando allí cubiertos por capas de sedimentos arcillosos que terminaron por cerrar en forma hermética las cuevas. Gracias a que los pasadizos subterráneos quedaron aislados de las inclemencias del exterior estos restos se han preservado en buenas condiciones hasta hoy.

     Cuando íbamos llegando a la zona de excavaciones le recordé a Muchosnombres que me había prometido “un viaje dentro del viaje”.
- No lo he olvidado; ¡alucinarás! – me contestó sonriente.
   




sábado, 25 de junio de 2011

Una velada con Violante

Capítulo 18

     Me gusta ir a las tertulias que organiza Violante. Siempre invita a personas diversas e interesantes: intelectuales, deportistas, toreros, artistas y, sobre todo, buenos amigos. Es una mujer tan altruista que apenas entras en su territorio notas que su generosidad no es fingida, sino natural. Hace muchos años creó una Fundación muy importante en la que invierte gran parte de su tiempo. Parte de su fortuna la destina a varias ONG’s, a promocionar a artistas poco conocidos pero con talento, y también a echarles una mano a amigos en dificultades. 

     Su ático mira hacia el Parque del Retiro. Desde su terraza se puede ver a la gente tendida en el césped, a la sombra de los árboles. La vivienda es hermosa, llena de vegetación, e inmensa. Cuando voy allí pienso en El Jardín del Edén. Ella ama el arte. De hecho, parte de su fortuna la ha hecho comprando y vendiendo arte. En su salón principal tiene dos Úrculos maravillosos. Ambos representan a dos de los hombres que solía pintar este artista, de espaldas y con sombreros, mirando hacia Nueva York. Siempre tiene obras de arte nuevas. Esta vez mi amiga me sorprendió, porque en su biblioteca encontré dos huacos peruanos impecables de la cultura Mochica. Y obras de tres artistas chilenos: un muñeco de papel y masking tape de una talentosa joven que que se llama Cristina Arancibia; un óleo magistral titulado “Flor y botella” de una pintora expresionista llamada Ivonne Berney; y dos piezas soberbias de la serie “Tangos” del grabador Enrique Muñoz.
- Todo lo compré en el último viaje que hice a Iberoamérica; luego te mostraré también unos amates mexicanos llenos colorido – me explicó agregando detalles de las obras que yo devoraba con los ojos.

     La verdad es que mi fin de semana fue redondo. Tan redondo como los pechos de Violante. Lo que me propuso por teléfono, cuando me cursó la invitación, se cumplió con creces. Cerca de la una de la madrugada, y después de despedirnos de la última pareja de rezagados, yo me fui al baño a cepillarme los dientes. Estaba en eso cuando Violante entró como su madre la había traído al mundo. En sus manos portaba una docena de varitas de sándalo encendidas. Apagó la luz y el recinto quedó iluminado sólo por la tenue luz que generaban las finas varas aromáticas y una pequeña lámpara de aceite. Entonces me invitó a que me metiera al jacuzzi con ella. Así, entre penumbras, percibiendo un aroma a maderas orientales y entre el sonido de centenares de burbujas nos metimos al agua a relajarnos y a conversar de nosotros. Siempre que nos vemos comienza haciéndome preguntas acerca de mí. Tiene esa virtud de interesarse en conocer detalles de las vidas de sus amigos. No para coleccionar chismes, sino porque siempre intenta que su interlocutor sea el centro de atención y no ella.  En esta oportunidad me preguntó sobre mi primer amor. Cuando lo hizo mi cerebro se llenó con visiones del verano en que experimenté mi primera ilusión romántica. Le conté que había sucedido en la línea entre mi niñez y mi adolescencia.
- ¿Cómo era ella?
- Era una jovencísima muchacha que cuando la vi me pareció la imagen más hermosa que había visto hasta entonces en mi vida. Ambos nos quedamos como hipnotizados.
- ¿Os besasteis?
- Sólo en una ocasión rozamos nuestros labios, pero no fue necesario, porque nos saciamos de tanto mirarnos a los ojos.

     Después de terminar de contarle más detalles de esa vivencia maravillosa, Violante me abrazó y me dijo. "Quiero que esta noche me mires como lo hiciste con tu primer amor". Mientras nos acariciábamos me contó detalles de su último viaje a la India. Cuando terminó de narrarme sus peripecias le comenté al oído:
- Me voy a secar; te espero en el dormitorio.
- Vale, yo me quedaré unos minutos más – me contestó sin abrir los ojos. Y agregó -  Espérame en la cama, por favor no te duermas. En el cajón del lado izquierdo de mi tocador está el frasco de tu perfume favorito.

        Me sequé y me fui a su dormitorio. Cogí el perfume, me eché una pequeña cantidad en las palmas de mis manos y me lo esparcí por el cuello. Encendí el equipo de música y sus pequeñas luces de color azulado bastaron para darle una atmósfera especial a la habitación. Elegí el CD de la banda sonora de la película “The Eddy Duchin Story”. La estancia se llenó de la melodía de “Manhattan” interpretada por Cavallaro. Luego, flotando entre las notas del piano, me dejé caer a la cama y cerré los ojos. 

     Casi de inmediato Violante entró al dormitorio vestida con el fabuloso baby-doll del que me había hablado el día anterior y la lámpara de aceite en su mano. Mientras la miraba embobado, se acercó a su velador y sacó un objeto.

- Te he traído dos regalos. Primero quiero que abras éste – me dijo entregándome una pequeña caja. A continuación, en un susurro y sonriendo, agregó: “El segundo regalo soy yo”.

     El primer regalo era una hermosa caja de piel de avestruz, envuelta en una tela de seda amarilla.
- Las cuerdas también son de piel de avestruz; pedí que me las trenzaran especialmente para atar tu regalo.

     La desenvolví lentamente, con curiosidad. Era un arca de líneas rectas con una pequeña llave. La abrí. Dentro había un reloj que hacía tiempo quería tener. En realidad no era nada importante; era sólo un capricho mío: un “Hamilton” de acero inoxidable con números arábigos muy grandes. Violante lo había hecho decorar para hacerlo único. En el centro de la esfera había una figura del Micky Mouse de los primeros tiempos de Disney. En la tapa de atrás, junto al número de serie, aparecía mi nombre. Me quedé mirando el reloj con detenimiento y me lo puse en mi muñeca izquierda. Me pareció que Violante me observaba con más atención que el que yo le prestaba a mi regalo.
- No debiste haber gastado tanto dinero en un antojo mío. Es una edición limitada, quizás cuánto te habrá costado.
- ¿Sabes que con tu capricho, como lo llamas tú, indirectamente has ayudado a una ONG? Cada vez que hago una compra con tarjeta, en mi cuenta me carguen un diez por ciento más destinado a favorecer a niños desvalidos.
- Conozco tu generosidad, Violante.
-¿Crees que no me doy cuenta que al cementerio no me podré llevar mi dinero?
- Hay muchos que sí lo creen porque sólo viven para amasar más y más dinero. ¡Pobrecitos, no se dan cuenta que lo corta que es la vida!
- ¿Sabes valentino? Una de las cosas que más me gustan de ti es que sigues teniendo dentro de ti el niño que fuiste. Cuando mirabas el reloj lo hacías como miran los niños un juguete nuevo. Eres un afortunado. A la mayoría de la gente, sobre todo a los hombres, los rasgos y sueños de su niñez los abandonan en la pubertad.

- ¿Cómo sabías que me gusta el ratón Mickey?
- Recordaba que en una ocasión me contaste que cuando eras niño tu camiseta favorita era de color blanco con el dibujo del ratón Mikey pintado en el pecho.
- Es verdad que te lo conté. Tienes buena memoria.
- Pero ¿Cómo conseguiste precisamente un reloj con esta ilustración?
- Primero compré el reloj y luego un artista extraordinario lo pintó de acuerdo a una fotografía que saqué de Internet.
- Gracias – le dije acercándome a ella y le di un beso.

     Pasamos una noche maravillosa. No fue sexo en cantidad, sino de   calidad, sin preocuparnos del tiempo, que es como a ambos nos gusta. Disfrutando de cada segundo y de cada minuto que yacimos juntos.

     Por la mañana me levanté temprano a escribirle a Violante un poema que llamé “Oda a la sensualidad”. Se lo dejé en el primer cajón de su mesita de noche, que es el lugar donde guarda sus documentos importantes. De este modo, me aseguré que lo encontraría una vez que me hubiera marchado.

     Cuando ella se levantó yo ya tenía preparado el desayuno en la terraza. Los dos estábamos contentos hablando de la noche anterior, cuando recibí una llamada telefónica muy dolorosa. Me avisaban que Floren, un amigo mío, había muerto de un infarto. Era su segundo infarto. Cinco años atrás había sobrevivido al primero. Esto aceleró su jubilación. Era un gran artesano. Uno de los mejores tapiceros que quedaban en Madrid. No sólo sentí una gran pena, sino que también una rabia inmensa. Me acordé de la historia de Lázaro e intenté hablar con Muchosnombres pensando profundamente en ella. Casi de inmediato contestó mi llamada telepática.
- ¡Eres una mierda; has matado a Floren! – Le grité sin gritar, sólo pensando lo que le decía.
- Te comprendo Valentino, pero esta historia es así. Debes entenderlo, la vida no es perfecta.
- ¿Por qué has permitido que muriera? – dije yo.
- Valentino, no es como tú crees. La muerte es algo normal. Ocurre permanentemente – Me contestó con unas vibraciones nuevas, que no había experimentado nunca y que me comenzaron a tranquilizar.
- Tu amigo Floren, al igual que tú y que todos los demás seres vivos, fue muchas “cosas” antes de ser el Floren que tú conociste. Ahora era una organización biológica complejísima dotada de un cerebro superior. La evolución es así. Ya sabes que también yo soy evolución. Yo estoy cambiando continuamente. Será así eternamente.
- Sí sí, como eso que llaman “el eterno retorno”.
- No, los que piensan así creen que cada cierto tiempo todo vuelve a ocurrir de la misma forma, que la realidad se repite de manera cíclica. Y no es así, yo soy siempre distinta, soy nuevas combinaciones, nuevos sucesos, mi realidad, o sea el todo, es siempre diferente.
- Lo entiendo, perdona, es que para un humano, la pérdida de un amigo causa muchos estragos emocionales.
- Lo sé. Pero míralo como te he explicado yo más de una vez. Todo en la naturaleza fluye de una forma regular. Aunque yo soy todo, no planifico cada cambio de una célula o de una organización de células. O de una partícula. O de un conjunto de partículas. El cambio constante natural es un atributo que tengo, que tiene el todo, incluyéndote a ti. La materia y la energía están constantemente cambiando. Lo que pasa es que a veces no os dais cuenta. Tú sabes que hay insectos que tienen unos ciclos vitales que duran sólo horas. O sea, en menos de un día nacen, se desarrollan, procrean y mueren. Pero también hay ciclos vitales  temporalmente tan largos que, a veces, para vosotros, son tiempos casi imposibles de entender. ¿Sabes lo que tarda en formarse una galaxia?  Son conjuntos de materia que, aparentemente, permanecen eternamente con la forma que ahora las veis a través de vuestros telescopios. Pero no es así. Incluso las galaxias también nacen y mueren. Se desintegran y pasan a formar otras estrellas. O son engullidas por un agujero negro; incluso parte de esas galaxias que parecen ser eternas, ahora eres tú.
- Te entiendo Muchosnombres. Como solemos decir: “la vida tiene que seguir”.

      Antes de “desconectarse” de mí, Muchosnombres me preguntó:
- Valentino, sé que mañana irás a visitar las excavaciones de Atapuerca y el museo de la Evolución Humana de Burgos. Creo que voy a acompañarte.
- Es verdad, la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera ha
cursado una invitación a los socios del Club Internacional de Prensa. Y yo estoy en el grupo que irá.
- Aunque no me han invitado iré contigo.
- Me encantaría que vinieras ¿Me espera alguna sorpresa?
- ¡Mmmmm! Creo que haremos un largo viaje dentro del viaje.
    
     Y así, con esta frase misteriosa y críptica terminamos nuestro diálogo telepático.

     Cuando la mañana siguiente estaba preparándome para ir a tomar el autobús que saldría desde la Plaza España hacia Burgos, recibí una llamada de “Violante”. Sólo me dijo: “Gracias, tu poema me ha hecho llorar de emoción”.-


lunes, 13 de junio de 2011

Un sábado en Madrid

Capítulo Nº 17. 


     Eran las once de la mañana del sábado cuando me despertó la llamada telefónica de Violante, una amiga divorciada, con la que de vez en cuando solemos ir al teatro, al cine, a caminar por la ciudad, a visitar alguna exposición, y con la que casi siempre terminamos haciendo sexo. Me llamaba para invitarme a ir por la noche a su departamento, a una cena de amigos. Para entusiasmarme me dio los nombres de algunos de los asistentes y agregó que si me portaba bien, me podría quedar a dormir con ella. En medio de un susurro me contó que recién había regresado de la India donde, pensando en mí, se había comprado un baby doll de seda natural color camel.

- Es infartante y lo quiero estrenar contigo – me dijo riendo con la libertad de las personas que tienen la suerte de poder hacer lo que se les ocurra con su vida. Violante es una de estas afortunadas. Todavía es joven, es hermosa, está sana, tiene dinero y es dueña de su tiempo. Naturalmente yo acepté encantado, porque además de ser una excelente anfitriona y preparar unas caipiriñas soberbias, es una maestra en sexo tántrico, gracias a lo cual, tanto ella como sus parejas, aunque en este caso el afortunado sería yo, suelen alcanzar  un grado de placer muy por encima de la media. Confieso que a veces, haciendo sexo con ella, he conseguido ver una luz brillante al final de un túnel y experimentar una sensación de levitación que me ha dejado sonriente varios días.

     De los asistentes al encuentro en su departamento me interesaban especialmente un par de periodistas que habían estado cubriendo el Movimiento 15 M en Madrid y en Barcelona, y un corresponsal que recientemente había regresado de Libia. De los primeros quería sus opiniones acerca del futuro que le ven a esta marea que ha nacido en la Puerta del Sol, que ya se extiende por las principales ciudades de España y del mundo. Y al que venía de Libia que me aclarara cuál era la verdadera situación de la lucha por el poder entre el ejército de Gaddafi y los rebeldes que, como las termitas,  lentamente, al parecer le van ganando terreno al dictador.    

     Cuando colgué el teléfono me di cuenta en que aún tenía casi todo el día para mí. La noche anterior había hecho todo mi trabajo y lo había despachado vía Internet. Aunque tenía hambre preferí no desayunar, sino quedarme un rato más envuelto en la tibieza de las sábanas de mi cama. Cerré los ojos y pensé en qué estaría haciendo el resto del mundo. Sólo cuando me desperecé por completo me bajé y encendí el ordenador. Leí varios periódicos para informarme de los últimos acontecimientos y contesté algunos e-mails que me habían llegado mientras dormía. Luego me fui a la cocina y me comí tres mandarinas con una cucharada de miel de La Alcarria.

     Mientras me duchaba decidí ir a la Puerta del Sol a ver a aquellos idealistas que desde hacía un par de semanas permanecían acampados allí. Pensé: “esto puedo cambiar la historia; no te lo debes perder”.

Apenas estuve listo bajé a la calle de Espalter y caminando enfilé por la Plaza de Murillo, situada entre el Real Jardín Botánico y el Museo del Prado. Luego, bordeando el museo llegué hasta la puerta de Goya. Como siempre, estaba lleno de gente que hacía cola para entrar al museo. Probablemente había turistas de varias nacionalidades, pero lo que más vi fueron grupos de disciplinados japoneses que seguían a sus guías que portaban unas pequeñas varas a modo de astas con unas banderitas de color rojo. Atravesé hasta la terraza/jardín del hotel Ritz y crucé hasta la Plaza de la Lealtad, donde está el monumento A los Caídos por España, con su llama permanentemente encendida. Atravesé La Castellana bordeando la rotonda de la Plaza de Neptuno hasta el Museo Thyssen. Seguí por la Carrera de San Jerónimo por la acera del  Congreso de los Diputados hasta desembocar en la Puerta del Sol, llena de tiendas de campaña y de manifestantes del llamado Movimiento 15 M, también conocidos como “Indignados”. El campamento me pareció un inmenso caldero donde se estaba preparando una nueva ideología. Probablemente si este movimiento tenía éxito podría ser el inicio de un nuevo Renacimiento, de un cambio de actitud del hombre ante la vida en el siglo veintiuno. La Puerta del Sol me pareció una especie de Arca de Noé, donde se estaban concentrando las especies humanas que sobrevivirían a los vaivenes sociales que está viviendo el mundo. Pensé: “Aquí puede generarse una semilla ideológica genéticamente superior”. Entre curiosos, turistas, periodistas, fotógrafos, viandantes como yo, entré por una de las “calles” del campamento y charlé con algunos de los “indignados”. Me explicaron que este tsunami social se generó espontáneamente producto de una necesidad colectiva de cambiar el actual sistema electoral bipartidista; que el paso inicial tuvo lugar el 15 de mayo, cuando veinte mil jóvenes se concentraron en la Puerta del Sol, convocados a través de las redes sociales; que de forma espontánea decidieron acampar allí, donde poco a poco comenzaron a unirse hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales; que su petición inicial fue cambiar el actual sistema electoral bipartidista.

- Estamos concentrados en esta plaza porque queremos una sociedad nueva, que dé prioridad a la vida por encima de los interese políticos y económicos; que se fiscalicen en forma rigurosa las cuentas de los partidos políticos; que se publiquen los patrimonios de los políticos que ocupen cargos elegidos por el pueblo; que se impida que los parlamentarios puedan tener bufetes privados; que se eliminen los  privilegios en las pensiones de los diputados; que se prohiba que los representantes del pueblo reciban regalos superiores a 50 euros; que en caso de una deuda hipotecaria que no pueda pagarse, ésta se considere cancelada con la entrega de la vivienda; y así, como éstas, me enumeraron muchas peticiones y objetivos más.

     A la una y media de la tarde, en medio de un conglomerado de gente que iba y que venía, decidí partir a hacer unas compras al barrio de Chueca. Bajé por la calle Alcalá hasta la esquina del Instituto Cervantes. Giré en la calle Barquillo a visitar un par de tiendas que me habían recomendado. Una era una juguetería pequeñita llamada “Machinine”, especializada en juguetes de muy buen gusto. Buscaba algo diferente de lo que ofrecen las macro jugueterías, para hacer un regalo original al pequeño hijo de un amigo.  El local parecía un pequeño museo lleno de piezas dignas de ser coleccionadas.  Había juguetes maravillosos. Finalmente me decidí por un caleidoscopio.  Cuando salí de “Machinine” caminé 500 metros más hasta “Scotch&Soda”, una franquicia holandesa especializada en ropa casual muy original, atendida por dos chicas encantadoras: Estefanía y Daniela. Me habían hablado de la excelente calidad de sus polos y, efectivamente encontré lo que buscaba. Con mi caleidoscopio y mis polos me fui a comer a un local llamado “San Wich”, sito en la calle Hortaleza 78, donde venden sándwiches y algunos postres chilenos. Pedí un “chacarero” y cerveza. De postre un mote con huesillos. Y el café express más fuerte que tenían.

     Una vez satisfecha mi hambre y mi sed decidí saciar mi apetito de cultura. Caminando regresé a La Castellana para ir hasta el Museo Reina Sofía. Quería ver una exposición titulada El movimiento de la fotografía obrera. 1926 – 1939” de la que había leído  algunas críticas. Me pareció que podía ser una muestra interesante. Son fotografías hechas entre las dos grandes guerras mundiales. Y también, por supuesto, quería volver a ver algunos Dalí y el “Guernica” de Picasso. Cada vez que voy a este museo, igual como en El Prado paso a ver “mis Meninas” de Velázquez, me voy a mirar durante quince minutos esta obra maestra que Picasso pintó entre mayo y junio de 1937. Se lo encargó el gobierno de la República Española para exponerlo en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937. El objetivo es que fuera una especie de “anuncio propagandístico” contra la brutalidad de la Guerra Civil que había comenzado el 18 de julio de 1i936 y había dividido España en dos bandos irreconciliables. Como el bando nacional, también llamado “sublevado” triunfó barrió con la democracia española, el cuadro no fue traído a España. Picasso dispuso que fuera custodiado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York y que, cuando volviera la democracia, el “Guernica” viniera a vivir a su país. Por fin, en 1981 lo pudimos tener entre nosotros.

     Mientras miraba arrobado la magnífica obra de arte, sentí que me decían al oído:
-  Esta es una de las grandes diferencias entre vosotros y los animales inferiores: el hacer arte.
- ¡Muchosnombres! ¿Dónde estás?
- Aunque ahora no me ves, estoy a tu lado, como siempre. Recuerda que tú formas parte de mí, por lo tanto siempre estás conmigo. No somos tú y yo; somos yo y yo.
- Es un poco complejo el concepto, pero lo entiendo.
- Sigue, sigue mirando el Guernica. Recuerda que esta noche tienes tertulia en casa de esa chica que te hace volar sobre los tejados – me dijo en medio de una carcajada.
- ¿Vendrás?
- Puede. Sigue mirando a este exiliado que después de 44 años pudo, por fin, volver a su país.

     Y ahí me quedé yo, absorto, pensando en todos los exiliados “que han sido, que son y que serán”. En todos esos hombres y mujeres que, igual que esta obra artística, no les permiten vivir en los países en que han nacido. En el caso del Guernica, que ni siquiera es un ser humano, tuvo que permanecer en el exilio por ser la representación plástica de un grito de denuncia contra las dictaduras, la sinrazón y la muerte.
“¿Hay algo más doloroso que le impidan vivir en el lugar donde uno ha nacido y tiene todo lo querido?” – pensé y se mi hizo un nudo amargo en la garganta. Así, cabizbajo comencé a caminar hacia mi departamento para descansar, dormir un rato y luego ducharme para acercarme más tarde hasta la casa de Violante a compartir un rato con los amigos de ella y los conocidos míos. Y luego, cuando se fueran todos, hacer el amor con mi amiga hasta quedar exhaustos y perder el sentido de tanto placer.-

http://www.museoreinasofia.es/index.html

martes, 31 de mayo de 2011

En busca de la puesta de sol


Capítulo Nº 16.


     A medida que ascendíamos, todo lo que había abajo, en la tierra, lo iba viendo empequeñecer. Llegó un momento en que los que componían el grupo que rodeaba al camarero desmayado parecían conejos. Luego subimos lo suficiente para ver toda la hermosa ciudad de Valencia. Giré mi cabeza y a mi izquierda vi el mar azul que llegaba hasta el horizonte.


- Síguenos - me dijo Muchosnombres, quien con el cabello flotando por el viento se veía más hermosa aún.
- No temas nada; sólo piensa en que volar es lo más natural del mundo - agregó el señor Destino.
- ¿Natural? ¡Tú estás loco! - farfullé yo con mi corazón a punto de salirse por mi boca.
     Sin embargo, entonces me di cuenta que, efectivamente, todo era natural. Sentía como si desde siempre hubiera volado. Aunque ya lo había hecho en sueños, en este caso me estaba sucediendo de verdad. Además no necesitaba mover ni mis brazos ni mis piernas. Me basta con pensar en ir no sé si hacia el sur o hacia el norte, ni tan siquiera si hacia abajo o hacia arriba para avanzar en un silencio sólo roto por el zumbido del viento en mis oídos.


- ¿Hacia dónde vamos? - le consulté a Muchosnombres.
- Vamos a situarnos a una altura desde la que puedas ver la puesta de sol durante el tiempo que quieras. 


     Nos adentramos en el Mediterráneo hasta las Islas Baleares. Nos situamos justo encima de Ibiza. A mi derecha se veía la pequeña isla de Formentera. Y un poco más lejos se asomaban Mallorca y Menorca. Frente a mis ojos, sobre el horizonte, sin ningún obstáculo que me impidiera la visión, percibí una cinta de luz que parecía un anillo de oro. Después continuamos avanzando a una velocidad que me permitía seguir viendo el sol hundiéndose en el horizonte. Era un espectáculo muy bello y variado, porque a veces el cielo estaba límpido y al rato se comenzaba a llenar de nubes. Después de una hora larga Muchosnombres propuso:
- Ya que estamos volando ¿Os parece que nos alejemos un poco más?
- ¿Adónde? - pregunté yo bastante acojonado, porque aunque mi anfitrión fuera el mismísimo Muchosnombres, notaba que aquello me sobrepasaba.
- Adonde queramos ir - dijo el señor Destino - porque esto no tiene una parada final como las líneas del Metro de Madrid. Esto es infinito infinito infinito.
- Prepárate, porque vamos a salir a la estratosfera - me previno muchosnombres.
- ¿Qué has dicho? - chillé yo espantado.
- Sólo te aviso que superaremos la zona que llamáis atmósfera, pero no te sucederá nada. Ni siquiera lo notarás.
- Por lo tanto saldremos a la estratosfera - agregó feliz el señor Destino.
- Me cago en la leche...¡Esto se avisa, coño!.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué te enfadas?
- Porque este "paseíto"que estamos dando ahora, si subirme a un avión, ni a un helicóptero, ni a un disco volador, sin alas, sin paracaídas, y sin nada de nada que me proteja, está bien y hasta simpático, y será una bonita historia para contar a mis nietos cuando los tenga, pero si salgo a la estratosfera me quedaré seco ipso facto.
- Tranquilo, Valentino, no te pasará nada.
- Si lo hubiera sabido, por lo menos hubiera alquilado un traje de astronauta o de Superman.
- ¡Qué traje de astronauta o de Superman ni pollas en vinagre! ¿Vas a entender de una puñetera vez que si te invito yo no te sucederá nada desagradable? - me reprendió Muchosnombres.
- No sé no sé...mi abuelo me contó que en su pueblo conoció a uno que aseguraba que a voluntad podía separar los átomos de su cuerpo y volverlos a integrar. De modo que si alguien le disparaba una bala no le sucedería nada, porque el proyectil pasaría entre los espacios vacíos de su cuerpo desintegrado.
- ¿Y?
- Que en el pueblo no le creyeron.
- ¿Y?
- Y él insistió en que era como él decía.
- ¿Y?
- Y apostó con lo del pueblo a que le dispararan para poder comprobarlo.
- ¿Y?
- Y como nadie se atrevió a hacerlo, fue a su casa a buscar un revólver del calibre 45. Regresó y, delante de todos, en el bar del pueblo, se puso el cañón de su arma dentro de la boca.
- ¿Y?
- Durante meses estuvieron despegando con pinzas los trocitos de sesos de los muros del local.
- Por favor Valentino, no me cuentes trolas.
- Pero si fue verdad. Me lo contó mi abuelo.
- ¡Jo!... menuda imaginación tenía tu abuelo.
- Ya atravesamos la frontera - avisó el señor Destino.
- ¿La frontera de qué, señor Destino?
- El señor Destino quiere decir que ya estamos en la estratosfera. ¿Ves como no te ha pasado nada? - y esto me lo dijo con el pensamiento, porque aunque gritáramos no existía un elemento que pudiera transportar el sonido de nuestras palabras. 


     Y, efectivamente, en menos de lo que tarda una mosca en entrar y en salir de una boca abierta, dejamos la troposfera detrás y seguimos raudos por la estratosfera, la mesosfera, la termosfera, hasta la exosfera. Luego me informaron que entrábamos al llamado espacio interplanetario exterior puro y duro. Pero todo sucedió en "na de na".


     A pesar de que me sentía en perfectas condiciones físicas, sabía que estaba situado en una zona del espacio en la que no era natural que yo permaneciera allí vivito y coleando. Cualquier ser humano, irremisiblemente, hubiera muerto de frío o con su sangre hirviendo. Pero no me sucedió nada de eso. En cambio tuve la suerte de ver la tierra como se ve en las películas que graban los astronautas que, a bordo del transbordador Endeavour, van hasta la Estación Espacial Internacional, en la que llevan doce años trabajando como hormigas en tiempo de cosecha.


     Muchosnombres se acercó y, con los ojos brillantes, me transmitió:
- ¿Verdad que tu "pequeña gran pelusita de polvo" se ve hermosa desde aquí?  
- Me parece mucho más bella que en las películas y que en las fotos - le contesté eufórico.
- ¿Sabes que allí conviven siete mil millones de seres humanos como tú? Allí están ellos con sus sueños. Y también están la guerra y la paz, la abundancia y el hambre extrema, la cicatería y la generosidad, el frío y el calor, la lucha por sobrevivir y la lucha por vivir mejor, las supersticiones y la ciencia, la injusticia y la justicia, los mitos y las realidades, el odio y el amor.


     Cuando Muchosnombres terminó su discurso me quedé absorto mirando aquella pelota con forma geoide que era mi casa. Estaba sorprendido de lo maravillosa que era nuestra tierra, el tercer planeta del sistema solar, flotando en el espacio infinito, medio cubierto de nubes que dejaban entrever los continentes, los mares y los océanos. Una zona estaba iluminada, y la otra, la opuesta al sol, estaba oscura. "Allí es de noche" pensé. Y como me podían leer el pensamiento, de inmediato, con un poco de sorna, Muchosnombres saltó: 
- Y en la zona iluminada es de día.
- Es realmente guapa - señaló el señor Destino.
- Hay otras mejores - aseguró Muchosnombres.
- ¿Y dónde están? - pensé yo.
- Por aquí y por allá - pensó riéndose Muchosnombres.
- Quiere decirte que por todas partes hay planetas "guapos" - acotó el señor Destino para rebajar el tono de ironía de Muchosnombres.


     Mientras miraba mi pequeño planeta no pude evitar en volver a pensar en el primer recuerdo del que tengo memoria, que es como un destello que quedó grabado en mis neuronas cuando tenía menos de cinco años. Probablemente quedó tan marcado porque fue el primero: me veo sentado en un pequeño piso de madera, en medio del jardín de la casa de mis abuelos, surcado por mariposas, libélulas y saltamontes gigantes. Y abejas y colibríes con plumas tornasoladas que libaban el néctar de las flores de ese vergel.


- Perdona que te interrumpa y te cambie de tema - me transmitió Muchosnombres - ¿Sabes que si la tierra estuviera un diez por ciento más lejos del sol o un diez por ciento más cerca todo hubiera sido distinto? El estar a 149 millones de kilómetros de distancia ha hecho posible que haya existido ese jardín de tu infancia.


     A medida que nos alejábamos de nuestra tierra también nos alejábamos del sol. Pasamos junto a Marte, luego Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, hasta llegar al lejanísimo Plutón. Y al instante cruzamos lo que los astrónomos llaman "Nube de Oort", que tiene unos dos años/luz de extensión. Muchosnombres me dijo que era la frontera de nuestro Sistema Solar. 
- ¿Sabes qué parada viene a continuación? - me preguntó.
- ¿Puerta del sol? - pensé mientras sonreía.
- Un grupo de estrellas que llamáis "Alfa Centauri", que está a más de 4 años/luz de la "Nube de Oort".
- ¿Y luego viene "Ópera"?
- Qué bien que estés de buen humor - me transmitió Muchosnombres - no viene precisamente "Ópera", sino lo que ya puedes ver, que es una estrella binaria bautizada como "Sirio". Hemos avanzado otros cuatro años/luz. Esto significa que estamos a 81 billones de kilómetros de la tierra.
- ¿Quieres ahora comprobar cómo se ve la Vía Láctea a una distancia inimaginable para ti? - me preguntó Muchosnombres.
- Ya que estamos aquí rentabilicemos el viajecito - contesté yo.
     E instantáneamente nos alejamos lo suficiente para ver nuestra galaxia en todo su esplendor. Comprobé que tiene forma entre una lente convexa y una ensaimada. Y desde donde estábamos la veía como uno de esos pequeños fuegos artificiales con el juegan algunos niños haciendo girar su mano. Me parecía casi increíble que en medio de ese cúmulo de cuerpos celestes estaba nuestro sol, y que su tercer planeta, como diría ET, era "mi casa".


     Cuando pasamos cerca de una galaxia con forma elíptica el señor Destino me dijo:
- Mira, esa galaxia tiene muchos planetas con vida inteligente. 
- Me gustaría conocer a esos seres inteligentes ¿Podemos ir a uno de esos mundos? - pregunté.
- En otra ocasión Valentino; ahora dejemos que evolucionen en paz.
- Ni siquiera yo estoy autorizado para visitarlos - me dijo el señor Destino.
- ¿Es que no tienen destino?
- En realidad ellos tienen su propio señor Destino. 
- Pero si tú eres el señor Destino.
- Sólo lo soy de la tierra. Cada planeta con vida inteligente tiene el suyo propio.


     Ya a estas alturas o bajuras, o como se diga cuando uno anda flotando por el espacio infinito, "en la cresta de la loma" como dirían en Chile, me había entrado un poco de pena porque mi casa, el sistema solar y hasta mi galaxia habían desaparecido del mapa, tragados por las enormes distancias interestelares y me sentía muy lejos de todo lo que amaba. Por lo que propuse que volviéramos. No había terminado de pensarlo cuando en medio de la noche, me percaté que estábamos a 200 metros de altura, sobre la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. Desde allí presenciamos el espectáculo llamado "Nit de la Cremá", que consiste en la quema de los monumentos falleros. Cuando la gran falla empezó a arder, podía oír cómo la multitud gritaba y aplaudía. Pensé en que una vez más, como venía sucediendo desde el comienzo de los tiempos, el fuego generado por los propios hombres se convertía en una energía que nos ayudaba a purificarnos...y quizás a ser mejores.





















martes, 17 de mayo de 2011

Una paella valenciana de conejo y pollo.

Capítulo Nº 15.


     Cuando dejamos la Plaza del Ayuntamiento me sentía tranquilo y eufórico a la vez. Como si me hubiera desembarazado de algo que ocupaba mucho espacio en mi cerebro. Notaba que mi corazón había dejado de experimentar aflicción por no tener a mi lado a esa mujer con la que había vivido una historia de amor de unos pocos días. 

     Repetí bajito ese dicho popular que reza: "Después de la batalla todos somos generales". Aunque no lograba entender cómo todo me había resultado  tan fácil, caminaba erguido, con la altivez de un general vencedor. Sin lugar a dudas, el volver a enfrentarme a la causa de mi perturbación anímica y el poder dialogar con ella lo había hecho posible. Eso significaba que Venus había sido sólo una obsesión. No alcanzó a ser amor porque, posiblemente, en su momento, aquello no maduró lo suficiente. ¿Por qué no lo pensé antes así, si ya "pájaras" parecidas las había tenido desde mi adolescencia y se me habían curado solas? Pensaba en cuánta razón tienen quienes, cuando te enfrentas a una situación conflictiva, te aconsejan: "No escondas la cabeza debajo de la tierra como el avestruz". Es verdad. Es mejor enfrentar los problemas cuanto antes, porque por lo menos así uno tiene la posibilidad de solucionarlos con mayor facilidad. De todos modos estaba consciente que había tenido suerte, porque gracias a la ayuda de Muchosnombres y del señor Destino había encontrado a Venus y había hablado con ella mirándola a la cara. De este modo había conseguido alejar, definitivamente de mí, los fantasmas de algo que yo creía que era desamor, pero que mi abuela llamaba "calentura".

- Valentino, nosotros no hemos hecho nada.
     Me dijo Muchosnombres leyéndome el pensamiento.
- Tú has creído que hemos influido, pero no ha sido así - agregó el señor Destino.
- Hemos sido lo que se denomina un placebo - me explicó Muchosnombres.
- Hayáis sido un placebo o no, conmigo ha funcionado. ¿Y sabéis? Lo que más deseo es volver a enamorarme. 
- ¿Volver a enamorarte?  ¿Es que no has aprendido la lección?
- Lo siento, pero creo que no hay mejor estado que estar enamorado. 
¡Viva el amor, mierda! ¿Quién quiere ser mi amor? - voceaba yo a las hermosas mujeres que pasaban por nuestro lado.

     Cuando me calmé un poco pensé en lo complejo que es este sentimiento que llamamos amor. Que a veces nos hace flotar en el aire y en otras hundirnos en una tristeza infinita. Lo que pensaba lo relacioné con el terceto final de ese preclaro soneto de Lope de Vega que casi todo el mundo ha oído o ha leído, y que en este caso me venía como anillo al dedo: "Creer que un cielo en un infierno cabe, dar la vida y el alma a un desengaño; esto es amor, quien lo probó lo sabe". Era así, es así. Quien no haya probado el amor ignora el sabor y el aroma que tiene. Con qué claridad percibió, entendió y vivió Lope de Vega el amor. Aunque es bien sabido que el genial dramaturgo al parecer fue amado hasta la extenuación, para sentir la inspiración que lo llevó a escribir ese maravilloso soneto, probablemente, tuvo que soportar también los dolores causados por algún amor que lo dejó con el corazón colgando de una hilacha. 
       
- Me gusta verte feliz - me dijo con cariño Muchosnombres.
- Y a mí estarlo - grité yo, dando pequeños saltos mientras caminaba en medio del gentío.
- ¿Sólo pasearemos? ¡Yo quiero comer! - demandó el señor Destino.
- Buena idea ¡Vamos a comer! - asentí yo.
- ¡Queremos una paella de conejo y pollo, queremos una paella de conejo y pollo! - canturreaba con gracia Muchosnombres aumentando el grado de jolgorio en que nos habíamos inmerso.

     Por fin dimos con una terraza como la que estaba en nuestros planes. Pertenecía a un buen restaurante y estaba emplazada en una esquina concurrida. Sobre sus mesas había manteles a cuadritos amarillos y rojos. Sin lugar a dudas era un guiño a la bandera de la Comunidad Valenciana, también conocida como "señera coronada".

     Apenas nos sentamos la bella Muchosnombres nos propuso que jugáramos a leernos el pensamiento. Y así lo hicimos. Resultó muy divertido, por lo menos para mí que no tenía este don, pero que por algunos minutos me otorgaba Muchosnombres. Lo mejor fue cuando comenzamos a contarnos chistes sin abrir la boca. Estaba el señor Destino narrando el de la mosca que se disfrazó de Lady Gaga cuando apareció el camarero. Lo miramos y aunque no verbalizamos nada, los tres pensamos lo mismo: que nos prepararan una paella de conejo y pollo. Y él, sin percatarse de lo que sucedía, nos sorprendió porque escribió nuestro pedido sin necesidad de hacernos ninguna pregunta. A continuación, mirándonos en forma simpática nos preguntó: 
- ¿Con qué ensalada quieren servirse la paella de conejo y pollo?
     Cuando nosotros, al unísono, pensamos "con una ensalada de productos de la huerta valenciana", él, como si lo que estaba sucediendo fuera lo más normal del mundo, mientras anotaba, murmuró: "Una ensalada valenciana para tres". Y entonces ocurrió algo divertido. Nos miró y sin mover los labios yo entendí que nos consultaba qué queríamos beber. Los tres nos miramos y le solicitamos, esta vez hablándole: "Tinto de la casa". Y los cuatro nos pusimos a reír.
- Buena elección - nos dijo haciendo un gesto de aprobación levantando el dedo pulgar de su mano derecha - el vino de la casa es excelente.

     Mientras nos servíamos la abundante y deliciosa paella, la marea humana iba y venía. Sin dejar de hacer comentarios jocosos de la gente que desfilaba frente a nosotros atacamos los postres: granizados de chufa y buñuelos de calabaza. 
Luego bebimos café y el restaurante nos obsequió con "chupitos" de licor de cerezas del Valle del Jerte. 


     Posiblemente por la copiosa comida, el vino y los "chupitos", a esas alturas de la tarde yo me sentía exultante.
- Gracias por estos momentos maravillosos que me has regalado - le expresé a Muchosnombres.
- No es nada - me contestó ella con ternura. Y agregó - Ojalá todo el mundo pudiera ser tan feliz como te sientes ahora tú.


     Al notar que la tarde empezaba a caer, la hermosa Muchosnombres me preguntó:
- ¿Te gusta el atardecer?
- Sí, me parece que es el espectáculo más bello del mundo.
- No todas las personas reparan en la belleza de un atardecer ¿Sueles mirarlos?
- Siempre que puedo, esté donde esté, procuro detenerme, dejar lo que estoy haciendo y los miro como si fueran un ballet.
- Si es así formas parte de un número muy bajo de seres humanos que  actualmente lo hacen.
- Lo he leído.
- Pero ¿sabes? ahora a ti te causa placer, pero no puedes imaginarte la angustia que sentían los primeros hombres que poblaron la tierra cuando se acercaba la noche.
- Probablemente creerían que la luz no regresaría nunca más.
- Sí, era el temor a la oscuridad, a lo desconocido.
- Tampoco deben haber encontrado una explicación a las numerosas luces que, al caer la noche, si no estaba nublado, veían encenderse en el cielo.
- Los ocasos dan para mucho. Algunas personas cuando están estresadas se relajan mirando la mezcla de colores del crepúsculo - me comentó Muchosnombres. 
- A mí me sucede. Y ahora que hablamos de esto, recuerdo que cuando era muy niño, en una ocasión tuve que permanecer varios días internado en un hospital. Fue angustiante para mí porque nunca antes me había despegado de mi familia. A pesar de la pena inmensa que me producía estar en un lugar tan hostil, nunca he olvidado un atardecer lleno de colores, que una de esas tardes vi a través de una ventana. Mientras el claroscuro comenzaba a inundar el mundo sentía griteríos de niños, que imaginé serían de mi edad. Cuando ya no quedaba casi luz del día, puede que para despedirse antes de retirarse a sus casas, algunos críos comenzaron a cantar una canción que hizo que me sintiera libre, junto a ellos.
- Una canción que decía: "Mambrú se fue a la guerra..." - me interrumpió el señor Destino.
- Así fue ¿Cómo lo sabes?
- Porque yo te la hice oír. Estabas tan dolorido que te quise hacer ese regalo.
- ¿Sabes que desde entonces, cada vez que oigo esa canción evoco ese atardecer, en ese hospital en que, a pesar que me sentía el niño más solo del mundo, mi espíritu se inundó de algo que, muchos años más tarde, supe que era poesía?  
- ¡Vamos! ¡Arriba, Valentino! - me animó Muchosnombres.
- No te preocupes, ahora me siento muy bien.
- Y vas a sentirte mejor aún. Te voy a invitar a perseguir el sol.
- Te aseguro que es un juego muy divertido - acotó el señor Destino. Y agregó - ¡Camarero! Tráiganos la cuenta, porque nunca mejor dicho, nos tenemos que ir volando. 
- ¿En qué consiste esto de "perseguir el sol"? - inquirí.
- Se trata de volar a la velocidad de la rotación de la tierra persiguiendo el sol. Así podrás ver todos los atardeceres que quieras ver.
- ¿Volar? ¿Cómo Peter Pan?
- Sí, volarás como Peter Pan. Aunque no necesitarás que "Campanilla" espolvoree polvos mágicos en tu cuerpo.
- Mira, es fácil, así se hace. - me explicó el señor Destino, mientras comenzaba a despegarse del suelo.


     Atraídos por el inusual fenómeno, poco a poco comenzó a juntarse un gran gentío alrededor nuestro. Era tanta la gente que nos rodeaba que el camarero tuvo que abrirse paso a codazos para cobrar lo que le debíamos. Como era el señor Destino, que se encontraba levitando por lo menos a un metro del suelo, quien pagaba la cuenta, el mesero, atónito, tuvo que subirse encima de una silla para entregarle el recibo. Después que recibió el dinero, el hombre, al ver que nosotros también empezábamos a ascender, se puso blanco como un papel y, de la impresión, cayó al suelo como saco de patatas en medio de un anillo de curiosos que nos miraban con la boca abierta, mientras nosotros nos alejábamos cada vez más. 


(continuará)