martes, 8 de marzo de 2011

Desayuno en la Plaza Mayor de Madrid

Tercera parte.
Entrega Nº 7.




     Al parecer el camarero que nos atendía debe haber notado que algo extraño había ocurrido en nuestra mesa. Durante las veces que vino a atendernos, más las que pasó cerca de nosotros, vio que éramos dos y, repentinamente,  descubrió que casi por arte de magia había aparecido uno más que él no tenía controlado. Medio descolocado, durante unos segundos se quedó mirando al señor Destino con la boca abierta, como si hubiera visto una aparición, que para él sí lo era.

- Por favor tráigale al señor lo mismo que a nosotros - le ordenó Muchosnombres. Y aunque el hombre algo quiso replicar, al final no dijo ni mu, anotó el pedido, se dio media vuelta y partió raudo hacia la zona de la barra del restaurante donde le entregaban los pedidos que luego servía.

     A los pocos minutos llegó con el bocadillo de calamares para el señor Destino y con una copa de cristal para que bebiera de nuestra botella de Rioja. El pan venía humeante y despedía un aroma que parecía gloria bendita. El señor Destino, que estaba hambriento, de inmediato  le hincó el diente y exclamó: "¡Mmmmm...bocata di cardinale!", queriendo acentuar que estaba exquisito.

     Mientras el señor Destino masticaba el pan con rodajas de calamares fritas en aceite de oliva, el camarero se quedó de pie junto a nosotros, con un gran signo de interrogación en su rostro. Finalmente rompió ese momento glorioso que se produce cuando uno está concentrado saboreando algo delicioso, y le consultó al señor Destino inocentemente:
- ¿Sabe que usted me parece cara conocida?
- ¿Cara conocida? ¿La mía? - le preguntó el señor Destino mientras trituraba el manjar que tenía en su boca.
- Perdone usted, pero creo que lo conozco de algo pero no me acuerdo de qué -
le dijo en forma cándida. Luego entrecerró los ojos. Probablemente intentaba rebobinar algunos recuerdos para conseguir que ese rostro calzara en el puzle que debe haber tenido a medio armar en su cabeza. 
     Muchosnombres acudió en su ayuda para sacarlo de su ensimismamiento, diciéndole en forma gentil:
- A veces también me pasa a mí que una cara me parece conocida y me cuesta acordarme de qué. ¡Ya se acordará, jefe, ya se acordará!.
- Tiene usted razón señor. Espero acordarme antes que se vayan.
     Y el hombre se alejó lentito, repitiendo en voz baja: "¿De qué lo conozco...de qué lo conozco? – Y terminó con un estentóreo - ¿De qué lo conozco, coño?"

     A esas alturas de la mañana la plaza se había llenado de una multitud de gente de toda condición. El murmullo era tan alto que a mí me daba la sensación de tener la cabeza dentro de una colmena de abejas. Pero incluso así alcanzaba a oír los boleros que interpretaba el cantante latino que, acompañado de varios músicos, deleitaba a la concurrencia junto a la estatua de Felipe III.

Mientras el sol acariciaba la piel de mi rostro, pensé que esa situación tan placentera no se repetiría tan fácilmente. Cerré los ojos y comencé a oír la canción "Mar y Cielo", uno de mis boleros favoritos. Pero Muchosnombres interrumpió la sensación de placer que estaba experimentando:
- Valentino ¿Te animas con otro bocata?
- No - le contesté - perdona que haya cerrado los ojos, pero ese bolero me gusta mucho, me transporta a un pasado en que fui muy feliz.
- Si te gusta tanto ¿Por qué te has puesto triste? 
- Porque todo aquello ya no existe.
- Por lo menos existe la canción.
- Sí. Y me trae unos recuerdos que sólo son eso... ¡recuerdos!
- ¡Qué emotivos sois los humanos! - expresó el señor Destino. 
- No sé si lo dices con sorna, pero por lo menos yo sí lo soy. Además esa canción esconde algo que creo que me pertenece, pero no sé lo que es ni tampoco tengo la clave para saber en qué rincón de mi subconsciente está.

     Entonces se produjo un breve silencio que yo aproveché para cambiar de tema, preguntándole al señor Destino:
- ¿Cómo realizas tu trabajo?
- ¡Uf! de muchas maneras; no siempre utilizo la misma técnica.
- Pero a efectos prácticos ¿Cómo la aplicas?
- ¿Quieres que te haga una demostración? Mira - me dijo - observa lo que voy hacer que ocurra ahora.
     Y mientras esto sucedía Muchosnombres se arrellanó en su silla y disimuladamente sonrió en forma socarrona.
- ¿Que va a suceder?
- Ya lo verás.
     Y en el mismo instante en que terminó de decir "Ya lo verás", en una mesa contigua, donde había una pareja de turistas de la tercera edad, sonó el teléfono móvil de la mujer, la que al instante comenzó a chillar.
- ¿Quién?...¿Cómo fue?...¿Seguro?...¡No Dios mío, a ella no! ¡A ella no! Si estaba bien cuando salimos de Buenos Aires.
- ¿Qué sucede, nena, qué sucede? - exclamó con voz temblorosa quien, probablemente, era su marido.

Continuará.

martes, 1 de marzo de 2011

Desayuno en la Plaza Mayor de Madrid (*)

Segunda parte.
Entrega Nº 6.

Plano general de la Plaza Mayor de Madrid

     Después de relajar mis músculos faciales y tras desaparecer la cara de moai que se me puso al contarme el señor Destino la trastada que me había hecho cuando era un crío, tardé varios segundos más en cerrar la boca. Durante todo ese tiempo, mis dos compañeros de mesa continuaron desternillándose de la risa a costa mía. Cuando por fin pude reaccionar, inmediatamente le enrostré al señor Destino:
- Increíble señor Destino...y yo sin enterarme que me has estado jodiendo la marrana desde que nací.
- Efectivamente Valentino, y lo seguiré haciendo hasta que mueras.

     Y la frase "...lo seguiré haciendo hasta que mueras" la dijo sin siquiera arrugar la frente. Como la cosa más natural del mundo. Creo que fue en ese momento cuando entendí más profundamente de qué va este juego de la vida, del destino y de la muerte. Afortunadamente desde hace mucho tiempo yo tengo asumido este proceso de degradación biológica, que unos más aceleradamente que otros vamos sufriendo a lo largo de nuestra existencia. Me parece que no es más que una desorganización lenta de nuestro organismo pero que nos lleva a todos al mismo fin. 

     Todo lo anterior me hizo acordarme de la hermosa Amparo Muñoz quien, en 1974, fue coronada Miss Universo y que acababa de fallecer a los 56 años. Como se suele decir, lo tuvo casi todo y, sin embargo, murió 28 años antes de los 84 años que es la media actual de esperanza de vida de las mujeres en España. Aunque fue bella entre las bellas, como todos, experimentó el proceso de envejecimiento permanente que no ocurre nunca en el sentido inverso, porque mientras vivimos, aunque a veces nos lo parezca, jamás rejuvenecemos.

     Y a su vez la muerte de Amparo Muñoz me hizo desembocar en esa palabra de origen griego que se denomina "entropía". Había estudiado sus varios significados, pero en estadística es algo así como "la tendencia al caos". Esta es probablemente la razón por la que esta palabreja siempre se me viene a la mente cuando pienso en el proceso del envejecimiento y en la muerte. Pero como decía antes, ya tengo la suficiente experiencia y madurez para aceptar esta realidad. Sé que tarde o temprano, como todos, también yo tendré que atravesar el gran lago para seguir formando parte del cosmos, aunque por supuesto en otro estado, de otra forma, posiblemente sin tener conciencia de que pertenezco a algo que no tiene límites y que vulgarmente conocemos como universo. Seré un montón de polvo en un cementerio, o clorofila en una planta, o energía en un rayo de luz. Y casi sin pensarlo, en voz baja me puse a recitar los primeros versos de las "Coplas por la muerte de su padre" de Jorge Manrique, simplemente porque me nació del corazón:
- Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando..." .

     Mientras musitaba esos versos, miraba mi interior. Debo haber puesto de nuevo cara de circunstancia porque el señor Destino me tomó del brazo y me dijo:
- Amigo Valentino, no te pongas tan trágico, tómalo con deportividad. Esto es como un juego. Para que te quedes más tranquilo te aseguro que mi influencia sobre tu vida y las de todos tus congéneres es sólo relativa, yo apenas marco unas pautas. De vosotros depende si conseguís o no conseguís los objetivos y metas que os trazáis.
- Explícate mejor.
- Vale, te lo aclararé. Imagínate que yo hago coincidir tus objetivos con una gran oportunidad en tu vida. Si no diseñas la estrategia y el plan adecuados, si no te esfuerzas lo suficiente, si no luchas, si no eres perseverante, si no eres riguroso, es probable que venga otro más listo que tú y te "pispe" esa ocasión. Y adiós gran oportunidad. ¿Entiendes, querido amigo?
- Entiendo, creo que en este sentido pensamos igual. Pero ¿Por qué dijiste que provocaste mi primer exilio? Que yo recuerde sólo he vivido uno. 
- ¡Hombre...Valentino! Es una manera de decirlo. Me refiero a esa primera separación temprana y brusca de la tierra en que vivías con tus abuelos.
- Tienes razón en llamarlo así, aquello era como un paraíso para mí.
- Exactamente, desde entonces fue tu paraíso perdido.
- ¿Fuiste tú quien me arrebató ese jardín de mi infancia?
- Digamos que yo puse las condiciones, señorito Valentino.

     Cuando dijo "yo puse las condiciones" dejó a un lado la seriedad con que me había hablado durante unos minutos y de nuevo comenzó con sus risas mientras Muchosnombres ahora miraba serio, un poco compungido, como condoliéndose un tanto del dolor que me había empezado a embargar. Lo que me extrañó es que nadie nos mirara mientras manteníamos ese diálogo un tanto áspero con el señor Destino.
- ¡Y cómo lloraste en aquella oportunidad! Fue el período de tu vida en que más lágrimas derramaste. Recuerdo que luego casi caíste en una depresión profunda.
- Yo entonces no sabía lo que era una depresión, pero es verdad, no tenía ganas de nada, todo me daba igual. Sólo quería regresar al lugar de donde mis padres me habían arrancado.
- ¿Te acuerdas que estabas en la playa, en pleno verano, jugando con esqueletos de erizos, con más de 30 grados de calor y, sin embargo, tiritabas de frío?
- No era frío físico, era frío emocional. Entonces tenía mucha pena, se me habían acabado las ganas de vivir.
- No fue para tanto, tú te lo tomaste muy a la tremenda.
- ¿Cómo que muy a la tremenda? ¿Qué harías tú si a los diez años de edad, de la noche a la mañana, te alejan del lugar donde has vivido esos primeros diez años de vida y te llevan a otra ciudad con otra gente?
- Pero Valentino, quienes te llevaron no eran "otra gente", era tus padres, tenían derecho a hacerlo.
- Eso es discutible y prefiero que no lo hagamos ahora.

     En ese momento me distraje un instante y miré en rededor. Me di cuenta que mientras el señor Destino y yo platicábamos sobre mi vida, en medio de la plaza, junto a la estatua ecuestre del rey Felipe III, un conjunto latino interpretaba canciones de amor. Mientras, Muchosnombres aprovechaba la atmósfera romántica para ligar con una guapa chica de color que estaba dos mesas a la derecha de la nuestra. Mi amigo le sonreía y le lanzaba besos en forma descarada. Probablemente a ella debe haberle gustado el juego porque también le hacía guiños con los ojos. Aunque el señor Destino también vio toda la escena no le dio importancia y volvió a retomar el tema en que estábamos enfrascados.
- ¿Sabes Valentino? Debo reconocer que a veces me producías ternura, porque te sentías tan desvalido que hasta llegué a pensar que no serías capaz de remontar el vuelo.
- Pero lo remonté, me costó pero salí adelante.
     Por fin Muchosnombres volvió con nosotros, dejó de lanzarle besitos a hermosa la mujer y dirigiéndose al señor Destino, le espetó:
- Aquí no sólo se viene a dar conferencias magistrales ¿Qué quieres comer y qué quieres beber?
- Lo mismo que vosotros, a mí también me chiflan los bocatas de calamares. Hará por lo menos sesenta años que no los pruebo.
     Muchosnombres llamó al camarero y cuando éste estuvo junto a nosotros permitió que él también pudiera ver al señor Destino.

(Continuará)

*http://es.wikipedia.org/wiki/Plaza_Mayor_de_Madrid






martes, 22 de febrero de 2011

Desayuno en la Plaza Mayor de Madrid

Quinta entrega.
Febrero de 2011.
Artista callejero actuando en la Puerta del Sol de Madrid
     A pesar de ser invierno Madrid había amanecido lleno de sol.
La noche anterior los programas del tiempo de las televisiones regionales y nacionales habían anunciado que al día siguiente se alcanzarían los quince grados de temperatura. Y habían acertado. Esa misma semana en algunos árboles ya habían empezado a nacer las primeras flores blancas y rosadas que anunciaban una primavera adelantada. La temperatura y los primeros árboles floridos, unido a una brisa suave que acariciaba el rostro, aumentaban en la gente las ganas de vivir y de echarse a la calle. Todo eso, unido a la gran cantidad de turistas que inundan todo el año Madrid, hacía que la capital de España pareciera una fiesta.


     El desayuno con Muchosnombres sería en la Plaza Mayor a las diez de la mañana. Como es muy difícil aparcar en esa zona de Madrid, opté por tomar el Metro. Eran las nueve y cuarto de la mañana cuando me bajé en la parada Gran Vía. Cuando salí al exterior, con mucho placer comencé a bajar por la calle Montera que, como es habitual, estaba repleta de prostitutas morenas, la mayoría latinas. También había algunas rubias y altas, algunas tan jóvenes que parecían ser menores de edad. Estas últimas, probablemente, de los Países del Este por el color de su piel y de sus cabellos. 


     Al llegar a la Puerta del Sol me detuve un rato a ver un espectáculo que presentaba un grupo de mariachis mexicanos quienes, impecablemente ataviados y premunidos de guitarras, trompetas, vihuelas, guitarrones y hasta un acordéon, hacían las delicias de un numeroso público tocando y cantando rancheras y corridos de su país. Cuando yo me uní al grupo los charros estaban terminando de cantar en forma impecable "...no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey". Recordé que días antes había leído que esta famosa canción llamada "El Rey" es de un conocido autor llamado José Alfredo Jiménez, considerado el mejor compositor mexicano de música ranchera. A continuación siguieron con "Pénjamo", una antigua ranchera que popularizó Pedro Infante y que yo oía cuando era niño.


Una vez dejé el conjunto de mariachis me encontré con el grupo de "hombres estatuas" que a veces, incluso de madrugada, están allí inmóviles esperando que alguien les dé una moneda para iniciar un movimiento, la mayoría de las veces inesperado y jocoso. Luego tomé por la calle Mayor y seguí por la calle Postas. Al arribar a la hermosa Plaza Mayor de Madrid miré mi reloj. Faltaban cinco minutos para las diez de la mañana. Di una vuelta hasta que vi a Muchosnombres sentado en una terraza con un emplazamiento privilegiado, gracias a lo cual recibía una gran cantidad de sol. Estaba leyendo "El País" en el que la noticia destacada eran los cruentos sucesos que estaban teniendo lugar en Libia.


     Confieso que me desilusionó verlo como en nuestros primeros encuentros y no como esa bella mujer con la que había charlado en el café Gijón, que me había dejado obsesionado con el beso de despedida. Pero inmediatamente me repuse y la verdad es que me acerqué feliz a abrazar a Muchosnombres en su versión yang. Después del saludo me senté y me percaté que estábamos en la terraza que está junto al hermoso edificio que se conoce como "Casa de la Panadería". Es un edificio de cuatro plantas terminado en 1619, con unos frescos de hermosos colores en su fachada, que representan personajes mitológicos que fueron realizados en 1992 por el artista Carlos Franco.


     El gran rectángulo de la plaza, como sucede casi siempre, estaba repleto de centenares de turistas, algunos caminando de un lado a otro, y otros sentados en las sillas de las terrazas de los numerosos restaurantes que dan servicio de hostelería en el lugar. El ritmo era tan frenético que los camareros parecían danzar entre las mesas. Iban y venían trayendo chatos de vino, cervezas, chupitos, bebidas y cafés. Y, por supuesto tapas, pinchos, montaditos, y porciones variadas: de chopitos, de diferentes tipos de paellas, de jamón serrano, de huevos estrellados, de patatas fritas, de patatas bravas, de empanadas y de pulpo a la gallega entre otras delicias gastronómicas.


     Muchosnombres y yo decidimos pedir un bocata de calamares, uno de los bocadillos más típicos y sabrosos que se pueden consumir en la plaza. Y para beber elegimos un tinto de La Rioja que, como se dice vulgarmente, estaba como para resucitar a un muerto.


     Aunque yo intenté dos o tres veces que habláramos del encuentro en el café Gijón en el que quedé prendado de esa mujer maravillosa que me dio el beso más intenso de mi vida, Muchosnombres esquivó hábilmente el tema hablando del tiempo; de los dos pilotos libios que, con sus correspondientes aviones de combate, aterrizaron y pidieron asilo político en Malta. Luego me propuso que jugáramos a calcular cuántas nacionalidades de turistas habría en la plaza. Estábamos en eso cuando Muchosnombres, repentinamente, exclamó:
- ¡Mira quién viene ahí!
- ¿Quién? - pregunté yo, mientras vi que Muchosnombres le hacía señas a un hombre de unos cuarenta años, alto, bien parecido y vestido de manera informal pero elegante.  
- Es el señor Destino - me contestó.
- ¿El señor Destino? Nunca había oído hablar del señor Destino.
- Es raro que no lo conozcas, querido Valentino. El señor Destino es a quien casi todo el mundo conoce y lo tutea llamándolo simplemente "destino". 
- ¿Te refieres al destino destino, a lo que se conoce como fuerzas desconocidas que influyen sobre sucesos de las vidas de los hombres?
- Sí, al mismo, al destino destino, como dices tú. El que hace que tu vida vaya para un lado o para otro sitio, el que hace que tu vida sea feliz o infeliz.
- ¡Ah!... entonces sí lo conozco. Bueno, de nombre. ¿Y tú de qué lo conoces?
- ¡Hoooombre! Eso no se pregunta Valentino. Él trabaja para mí desde siempre.
Es parte de mí igual que tú; recuerda que yo soy todo.
- ¡Fiuuuu! Estoy impresionado. Nunca antes lo había visto. Jamás me imaginé que existiera este personaje y menos que lo iba a conocer en persona.
- Naturalmente que nunca lo habías visto antes porque nadie tiene facultad para verlo; ahora lo ves porque yo te permito que lo veas.
- ¿Sabes? Nunca lo imaginé así.
- ¿Así cómo?
- Tan sencillo, tan cercano, tan humano.
- Jajajá. Recuerda que no tienes que creer en todo lo que ves. No te fíes de tus primeras impresiones. Es peligroso no contrastar. Puedes equivocarte. Nunca de fíes de él, porque cuando menos te lo esperas éste te hace una putada de las gordas.
- ¿Por qué me dices que no me fíe de mis primeras impresiones?
- Porque perteneces a una especie muy peculiar, Valentino. Soléis juzgar por la primera impresión que, como sabrás, incluso por estudios realizados por vuestros propios psicólogos y sociólogos, son altamente fallidas.
- Pero es que casi sin pensarlo, por la pinta, uno hace una primera valoración de la persona que tiene delante.
- Efectivamente es lo que soléis hacer. Pero como sois tan clasistas y racistas, casi siempre la cagáis. Reaccionáis en base a imágenes, a moldes hechos, a estereotipos. 
     Yo le encontré toda la razón. Y de vergüenza de verme retratado así, preferí hacerme el tonto. Pero igual le contesté con una frase hecha.
- Puede ser, pero no todos somos iguales.
- Valentino, eso que acabas de decir es una de las excusas más trilladas del mundo. Sucede algo parecido cuando los militares golpistas que matan y torturan se defienden diciendo: "Sólo cumplía órdenes superiores". Pero volvamos al señor Destino ¿Cómo te lo imaginabas? 
- La verdad es que no lo imaginaba. Pensaba que no era un ente, sino una suma de circunstancias que se mezclaban por azar, como un cruce eterno de caminos en el que cada uno de ellos te lleva a una situación diferente.
- No andas descaminado; algo de eso hay.


     Cuando el señor Destino llegó a nuestra mesa saludó a Muchosnombres en forma efusiva diciéndole "Hola querido, jefe" y le dio un beso en cada mejilla, mientras Muchosnombres lo invitaba a compartir la mesa.
- ¡Siéntate, majo! - le dijo.
     Y sin haberlo imaginado ni soñado me vi sentado junto a una mesa de un restaurante de la Plaza Mayor de Madrid nada menos que con Muchosnombres y con el señor Destino. Ambos ahí, al alcance de mi mano y tratándome de igual igual a mí, pobre mortal. 
     Escruté largamente al señor Destino y me di cuenta que no era diferente a la mayoría de los hombres, a no ser por un lunar con forma de estrella que tenía en medio de la frente.
     Fue entonces cuando Muchosnombres nos presentó.
- Valentino, te presento al señor Destino; señor Destino, te presento a mi amigo Valentino. 
- Encantado de conocerte - le dije yo - mientras le ofrecía mi mano.
- Ya nos conocemos - me dijo él sonriendo - y sé que tu nombre verdadero no es Valentino. Mira te conozco tan bien que te podría contar tu vida mejor que si lo hicieras tú.
- ¿Sí?
- Sí, querido amigo. Y te confieso que a lo largo de tu vida te he hecho pequeñas, medianas y grandes putadas. Y también cosas muy buenas para ti. Lo que pasa es que como no te las he hecho todas a la vez, desde pequeño te has acostumbrado a ellas.
- ¡No jodas!
- Sí ¿Quién crees que provocó tu primer exilio cuando apenas eras un niño? - confesó riéndose a mandíbula batiente mientras Muchosnombres también se carcajeaba hasta las lágrimas.     
     Me golpearon tanto su confesión y sus risotadas destempladas que yo me quedé sorprendido, como de piedra, como moai de la Isla de Pascua, sin atinar a abrir la boca.


(Continuará)

domingo, 13 de febrero de 2011

Encuentro en el café Gijón

Cuarta entrega.
Febrero de 2011.



Cuando esa tarde llegué al centenario café Gijón el ambiente era como un caldo denso formado por un barullo de conversaciones que subían y bajaban de tono.
     Nada más entrar me topé con una mesa donde Pedro Almodóvar y Bibí Andersen hablaban de James dean; comentaban que de estar vivo, el pasado ocho de febrero hubiera cumplido 80 años. Un poco más allá divisé a algunas actrices y actores que conversaban en forma acalorada, probablemente de los Premios Goya (*) que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España entregarían el 13 de febrero en el Teatro Real de Madrid.
     En otra mesa, junto a los ventanales que dan a la calle Recoletos, dos escritores cuyos nombres no recordé y la madura y bella escritora uruguaya Carmen Posadas, gesticulaban ostentosamente con sus manos.
     Sin embargo Muchosnombres, al parecer, aún no había llegado.Después de un par de minutos de escudriñar por todos los rincones, me entretuve en mirarme en un espejo y me di cuenta que me veía enjuto y encorvado. me dije "Cúidate, mira que para ti sí que transcurre el tiempo". Estaba en eso y pensando en que Muchosnombres no acudiría la cita, cuando se me acercó un camarero octogenario que me consultó apresurado:
- Señor ¿Es usted quien tiene una cita con Muchosnombres?
- Sí ¿Por qué? - sin saber porqué contesté a la defensiva, como si hubiera estado siendo observado por una tribu de cazadores de cabezas en plena selva Amazónica.
- Por favor, sígame, le esperan.
Se giró en 180 grados y, de inmediato, comenzó a caminar con un pasito bailado como lo hacen los soldados de la Legión cuando desfilan el Día de las Fuerzas Armadas con cabra incluida, dándome apenas tiempo para seguirlo, hasta que llegamos a una mesa donde había una bella y sonriente joven de edad indefinible, con una minifalda que daba hipo, una cintura de avispa y un escote, como se dice coloquialmente, "demasiado para el cuerpo". Me quedé quieto, observándola con la boca abierta. Entonces la chica se puso de pie, me besó en ambas mejillas y me susurró con voz sensual y acento afrancesado:
- Tonto ¿No me reconoces? Soy yo ¡Muchosnombres! 
- ¿Cómo que eres Muchosnombres si él es un hombre? - pregunté yo incrédulo, y agregué - Además él habla un impecable castellano de Burgos.
     Debo haberme quedado con una cara similar a la de unos amigos míos después de haberse fumado unos pitillos de marihuana en un coffee shop de Amsterdam llamado "Grasshopper", porque muchos me miraron extrañados como si hubiera estado volando a propulsión "canuto".
     La hermosa mujer, o sea Muchosnombres , intentó cerrarme la boca con la mano para evitar continuar llamando la atención y, a la vez sacarme de mi encantamiento. Finalmente me sacudió por los hombros y mirándome fijamente a los ojos me transmitió en forma telepática el siguiente mensaje: "Soy el ying, pero también soy el yang, la dualidad de todo lo existente. Y digamos que hoy me ves como ying. ¡Cálmate!".
- ¿Dónde está la cámara oculta, Dios mío, dónde está? - Balbucee yo por lo bajini mientras buscaba el objetivo por todos los rincones del café.
- Hombre, no hay cámara oculta. Soy tu amigo y no te estoy gastando ninguna broma. Nos conocimos en el Parque del Retiro ¿No me recuerdas?
     En ese momento se acercó el camarero para preguntarnos qué nos serviríamos. Ambos optamos por un café con leche y un cruasán a la plancha. Apenas estuvimos solos yo volví al ataque con toda mi caballería.
- No lo entiendo ¿Es que un día eres hombre y otro mujer? ¿O el cambio va por semana sí semana no? ¿Qué significa esto? - le dije señalando con mi dedo índice sus maravillosas piernas enfundadas en unas medias negras, que terminaban en un liguero con pequeñas florecitas doradas bordadas en forma primorosa.
- Esto que llamas "¿Esto qué significa?" son mis piernas, como puedes ver son largas, bien torneadas y me llegan al suelo. Me parece que a pesar de lo que hemos hablado sigues sin entender nada, mon ami. 
- ¿Pero cómo quieres que entienda, mademoiselle? - argüí yo metiendo en forma forzada una palabra en francés para que se diera cuenta que no estaba hablando con un don nadie, sino con un tío culto como Sánchez Dragó. Y continué - Lo que va a suceder es que me voy a volver loco. Anteriormente Muchosnombres me dijo que él es algo así como Dios, y ahora te presentas tú, una mujer exuberante de los pies a la cabeza, y me dices que eres Muchosnombres. ¡Esto es suplantación de personalidad por partida doble! ¿Por qué ahora tengo que creerte que eres Muchosnombres?
- ¡Merde! Porque soy quien te dice que soy. La semana pasada estuvimos almorzando en el Casino de Madrid donde, por incrédulo, terminaste con tu chaqueta llena de mierda de pájaros y acojonado por la presencia de un Tyrannosaurus Rex que tú mismo me pediste que, a modo de prueba, te hiciera aparecer. ¿Sí o no?
- Este, sí...así fue - dije yo un poco más tranquilo.
     La verdad es que a estas alturas del partido, frente a esa diosa de carne y hueso, yo era capaz de tragarme cualquier camelo. Si me hubiera dicho que yo era Manolete, incluso hubiera sido capaz de torear toros de la ganadería de Miura, ahí en medio del salón. Además estaba tan turbado que no sabía si mirarla con los ojos que se mira a una mujer o con los que se mira a un hombre.
- ¿Y si la próxima vez te presentas con la apariencia del Orfeón Donostiarra? 
- No sea exagerado gâteau. Vamos tranquilízate "gatitó" y deja tus dudas y tus nervios a un lado - Cuando dijo "gatitó", lo dijo ácentuando la letra "o" de una manera tan sexi y poniendo los labios como cuando Sarita Montiel canta "Fumando Espero", que casi me meo de la emoción. Y agregó - Siéntate bandido para que sigamos conversando en forma civilizada como lo hemos hecho en nuestros encuentros anteriores.
- Ya estoy sentado. Pero es que...
- Pero es que...pero es que...mira, para que te convenzas del todo durante tres segundos volveré a tener la apariencia con que me has conocido anteriormente, pero de inmediato volverás a verme como me estás viendo ahora. Abre bien los ojos, cierra la boca y haz trabajar tus neuronas.
     Y así fue. De repente vi como en una instantánea al Muchosnombres de siempre, pero de inmediato volví a verlo como "madre mía qué cosita más rica". Entonces me tranquilicé y poco a poco me fui convenciendo que esa bella mujer era Muchosnombres, aunque con otro aspecto que a mí me empezaba a trastornar.
- ¿Qué tal? - preguntó.
- Todavía con tiritera - exclamé yo.
     Al oír mi respuesta Muchosnombres se echó a reír.
- Qué divertido eres, pillín. ¿Cómo te ha ido esta semana? - me consultó pellízcándome un moflete, con una gracia, que ya la hubiera querido tener Marilyn Monroe cuando cantó a John Kennedy el mítico "Happy birthday mister President".
     Estaba todavía tan turbado que en forma entrecortada le contesté:
- Me ha ido bien ¿Y a ti qué tal? Aunque por buena educación creo que debo preguntarte si te puedo seguir tuteando.
- Pero hombre, si desde el primer minuto que hablamos nos tuteamos ¿Por qué ahora no? En cuanto a cómo me ha ido, te contesto que très bien.
- Claro, es natural ¿Cómo te va ir mal a ti que si quieres puedes ser Bill Gates, Lady Gagá, la Duquesa de Alba o quien se te ocurra?
     Y me miró sonriente, haciéndome un gesto con sus manos, como queriendo
decirme "¿Qué quieres que le haga?".
- ¿Otro café?
- Oui, mon amour - asentí yo sin darme cuenta de lo que balbuceaba. Y continué - ¿Sabes? he pensado mucho en nuestros encuentros anteriores para explicarme esta relación nuestra. Y una de mis teorías es que no son más que sueños míos. Pero por si estas pláticas nuestras fueran reales he hecho una lista de cosas que quiero preguntarte.
- Eso está bien. Una de las cosas que más me gustan de tu especie es el afán por saber más y más.
- Es que para nosotros hay cosas que nos cuesta mucho entender.
- Bueno, no a todos. En honor a la verdad a unos más que a otros.
- Así es. Yo soy del grupo que nos cuesta un poco entender ciertas cosas.
- Puedes preguntar, pero te advierto que como hago siempre, te contestaré sólo lo que yo quiera contestarte.
- ¿Hiciste tú el universo?
- ¡Fiuuuuuuu! - silbó - ¿Cuál universo?
- Ya sabes a que me refiero. Al cosmos. A todo lo que nos rodea, a todo lo que existe. Esto que algunos como mi amigo Richard Appleyard dicen que comenzó con el big-bang
- Voy a repetirte lo que te he dicho en otras ocasiones. Yo no necesito crear el universo porque el universo forma parte de mí. Y yo he existido siempre. En cuanto al último big-bang, fue una explosión que ocurrió hace apenas un poco más de trece mil millones de años. Y para que sepas, y se lo puedes decir a tu amigo Richard, no ha habido un solo big-bang, sino que han habido infinitos big-bang con sus correspondientes infinitos bigs-rips.
- ¿De verdad que te parece poco tiempo más de trece mil millones de años?
- ¡Me parece una mierrrrda! Trece mil millones de años es menos que un instante.
- ¿Cómo que menos que un instante? ¡No seas exagerada!
- Te he repetido más de media docena de veces que para mí todo ocurre a la vez en una especie de singularidad espaciotemporal.
- Pero no puede ser, hay un factor que se llama tiempo y que...
- ¿Ves? Aunque te lo explique trece mil millones de veces no lo entenderías.
- No me ofendas ¿Por qué no puedo entenderlo?
- Porque en esa carcasa de cuerpo que posees no tienes instalado el software necesario para entenderlo. La carencia de este programa es una de las razones por las que casi todos vosotros estáis obsesionados con el antes, con el durante y con el después.
- ¿Es que no es así?
- ¿De nuevo, mon Dieu? Pareciera que es así pero no lo es.
- Pero si la semana pasada, o sea antes de ahora, estábamos comiendo en el restaurante del Casino de Madrid; y hoy estoy aquí conversando contigo, que dicho sea de paso estás como un tren; y mañana tengo cita con el urólogo porque tengo mi revisión anual de próstata. Si fuera ahora al urólogo la secretaria me diría: "El doctor no puede atenderlo hoy, porque su cita es mañana". ¿Te das cuenta que a efectos prácticos todo no ocurre a la vez?
- ¿Y?
- Intento decirte que antes, repito antes, estuvimos en otros lugar; que hoy, repito hoy, estamos aquí; y que mañana, repito mañana, yo estaré en un sitio distinto y tú quién sabe dónde.
- ¿No te has parado a pensar que tus sentidos pueden engañarte?
- Sí, lo he pensado, pero son los que tengo. No tengo sentidos de recambio. Y con estos sentidos que tengo, desde niño he intentado explicarme el infinito y la eternidad y no logro entenderlo. Algo se me escapa.
- ¿Sólo algo?
- Bueno, mucho. Casi todo.
- Mejor no te preocupes más porque nunca lo vas a entender.
- Entonces explícamelo tú.
- ¿Para qué? No lo entenderías.
- Mademoiselle, aunque sólo sea una breve introducción a la eternidad y al infinito.
- ¡Insistente, el "jodío"! Quizá algún día te explique un cachito. Y ojo, estoy usando un término tuyo referido al futuro.
- ¿Cuándo me lo explicarás? ¿Cuando esté muerto?
- Oye, cuando hablas de la muerte lo haces como con un ritintín negativo.
- Es que ésa es otra, a ninguno de los humanos nos gusta morir. 
- ¿Y por qué algunos se suicidan?
- ¡Touché!
- Mejor míralo en forma positiva. La muerte es algo natural. Es pura igualdad. Es lo más justo que existe. La diseñé de manera que nadie se pudiera escapar de ella. Ni los que acumulan dinero, ni los que acumulan poder. Ni tan siquiera los que acumulan sabiduría. Imagínate cómo sería esta selva vuestra si los inmensamente ricos que viven en este grano de arena en que vivís pudieran por ejemplo, comprar 200 años de vida. O mil años de vida. O diez mil años de vida. Y no sólo es que traten de vivir más de una vida, sino que también sueñan con mantenerse sexualmente activos durante todo ese tiempo que anhelan poder comprar. Sobre todo ésos que llamáis famosos. Ésos que durante sus vidas han presumido de haberse acostado con miles de mujeres. Como si eso fuera una hazaña heroica. Sin embargo la mayoría de esos egoístas jamás han hecho algo realmente heroico en sus perras vidas, como salvar otras vidas o disminuir el dolor y el hambre de millones de sus semejantes que padecen y sufren cada día.
- Tienes razón Muchosnombres, si pudieran comprar tiempo de vida sería totalmente injusto - le confesé ya más convencido de su argumentación, aprovechando a echarle un buen repaso a sus meridianos y a sus paralelos corporales.
- Oye...¡jajajá!"...me has mirado de manera libidinosa, como solía mirarme Rodolfo Valentino. ¡Mmmmm! a propósito de Valentino, como no quieres que mencionemos tu nombre verdadero, desde ahora te llamaré Valentino ¿Te parece bien?
     A esas alturas de la tarde invernal, ya con las penumbras afuera, el café Gijón se había llenado hasta los topes. Entre el aroma a café y el calorcillo que lo inundaba todo, acepté que Muchosnombres me llamara como quisiera llamarme.
- Velentino me parece bien. Y me has caído tan en gracia que a ti te lo consiento todo - le contesté arreglándome con coquetería los cabellos de mis sienes.  
     Fue entonces, cuando yo ya estaba como una moto de entusiasmado con ella, que me dijo: "Valentino, tengo que irme". Luego escribió algo en una servilleta, la besó dejando sus labios impresos en ella y me la entregó. Leí el mensaje en silencio y me preguntó:
- ¿Te parece bien el día, la hora y el lugar del próximo encuentro?
     Estuve a punto de contestar "Sí, mi amor", pero me contuve y asentí con la cabeza. Pagué la cuenta y luego salimos juntos hacia la calle mientras que casi todos los hombres me miraban con envidia, probablemente pensando que de ahí nos íbamos directos a acostarnos al hotel Ritz.
Ya en el paseo Recoletos, Muchosnombres sonriente y envuelta en un perfume embriagador, me besó en los labios hasta hacerme estremecer. Luego me dijo adiós y tiró para el lado del Museo Reina Sofía. Y yo con cara de bobalicón y hablando solo y en voz alta, comencé a caminar en dirección hacia el Museo del Prado.-

(*) http://premiosgoya.academiadecine.com/home/index.php


sábado, 5 de febrero de 2011

Conversación en el restaurante "La Terraza del Casino"

Tercera entrega.
Conversación Nº 2 (segunda parte)
Febrero de 2011.


Aún tiritando de frío, estaba intentando limpiarme los churretones de mierda de pájaros que habían caído encima de mi chaqueta en nuestra breve pero intensa estancia en la Antártica, cuando Muchosnombres me preguntó con sorna:
- ¿Alguna prueba más, señor incrédulo?
- Si es por pedir y ya que me lo ofreces, pido algo sencillito: mucha salud, mucho dinero y mucho amor. Y que mi chaqueta vuelva a estar limpia.
     Inmediatamente Muchosnombres cambió el gesto de su rostro y, molesto,  expresó:
- ¡Ya empezamos a pedir favores personales! ¿Ves porqué no puedo tener amigos de verdad? Apenas se enteran quién soy, todos intentan sacar beneficio a costa mía. ¿También tú? - y me lanzó una mirada que me dejó como un flan.
- Tienes razón, perdona, no te pediré más favores personales. Pero ya que me ofreces otra prueba, haz aparecer aquí, junto a nosotros, un dinosaurio. Aunque en la película "Parque Jurásico" parecían reales, por razones obvias nunca he visto uno de verdad. ¿Sabes que dicen que, debido a que cayó un gran meteorito en la tierra, se extinguieron hace unos 65 millones de años?
- ¡Nene! ¿Cómo no lo voy a saber si lo vi todo? Pero vale hombre de poca fe, aunque no entiendo el interés que tienes en ver un bicho de éstos, te traeré hasta aquí un Tyrannosaurus Rex de 8 toneladas. Ojo, ten cuidado, que no es precisamente un perro chihuahua ¿Eh?
     Y de la nada apareció una bestia inmensa, bufando, tirando babas para todos lados; y azotando con su cola, que más que cola parecía el brazo de una máquina de demolición, el mobiliario y las paredes del restaurante. A los pocos segundos el edificio del Casino empezó a temblar tanto, que creí que todo iba a quedar reducido a escombros. La espantosa gritería de la gente antecedió a una huida en desbandada de, por lo menos, una docena de comensales y tres camareros.
- ¡Coño, Muchosnombres! ¡Hazlo desaparecer, por favor! - le supliqué yo.
Porque el cacho de bestia no sólo estaba furioso, sino que también parecía estar muerto de hambre. Tres segundos más y es posible que se hubiera zampado a un grupo de turistas japoneses que estaban al fondo de la estancia chillando como descosidos, porque antes que Muchosnombres lo hiciera esfumarse, el Tyrannosaurus Rex iba relamiéndose derechito hacia ellos.
Por fortuna, igual como apareció se fue y en el restaurante todo siguió como si nunca hubiera danzado esa bestia inmensa en ese hermoso salón. Sin embargo
por el rabillo del ojo pude percatarme que el camarero que nos atendía, aún tembloroso, se estaba meando en sus pantalones.
- ¿Está convencido ahora? 
- Tranquilo, no te molestes Muchosnombres, pero te voy a decir la verdad; convencido lo que se dice convencido no estoy. Sigo sin creer que eres quien dices ser porque soy agnóstico. Estoy seguro que David Copperfield u otro mago de los buenos también podrían hacer un truco parecido al que acabas de hacer tú. Si no es así puede que esté soñando.
- Bien, acepto y entiendo que no me creas, pero aunque tú seas agnóstico podemos ser amigos ¿Verdad?
- Hombre, claro. Y aunque tú no seas Dios también podemos ser amigos. Aunque bien pensado prefiero que no lo seas.
- Bueno, tampoco nos vamos a poner tan quisquillosos por quienes somos.
- De todas maneras te aclaro que el que no crea en ti no significa que no acepte que otros sí crean en Dios o como lo llamen. De hecho la mayoría de mis amigos son creyentes y pertenecen a diferentes religiones.
- Eso está bien, me refiero a tener amistades diversas. Pero es probable que esos amigos tuyos, que según tú profesan distintas religiones, crean en algo parecido a mí por interés. 
- ¿Interés de qué?
- Por ejemplo satisfacer su necesidad de creer que hay una vida después de la que ellos están viviendo. 
- Es probable. Pero a propósito de religiones en plural ¿Cuál es tu religión oficial?
-Ninguna. Yo no tengo nada que ver con las numerosas religiones que vosotros habéis inventado, ni tampoco con ninguna de las religiones que han inventado aquellos  que viven en otros lugares del universo.
     Cuando terminó de decir "...en otros lugares del universo" a mí casi se me cayó la peluca. Porque si era verdad que él era quien decía ser, significaba que no estamos solos en esta aventura. Según numerosos científicos y muchos periodistas, si consiguiéramos tener un contacto en tercera fase, sería una de las noticias más importantes que se podría publicar en la historia del mundo.
- ¿Qué has dicho? ¿Es que no estamos solos en el cosmos? - exclamé yo entusiasmado.
- Vaaaamos, tranquilízate, no es necesario gritar porque no estoy sordo.
- Pero dime ¿Hay "otros" más en otros lugares? ¿Sí o no?
- De eso hablaremos más adelante, en otra ocasión ¿Vale? Es que como especie os habéis pasado de imaginativos respecto a lo que llamáis religión, chaval. Por mí podéis creer en lo que queráis creer. Es un detalle que para mí no tiene importancia.
- Pero ¿Por qué desde hace miles de años existen religiones que adoran, algunas a un solo Dios, y otras a varios dioses? Dicen que cuando el río suena piedras lleva.
- Por lo mismo que te decía antes, porque es una necesidad humana. Algo así como la necesidad de comer, la necesidad de beber, o la necesidad de hacer sexo. ¡Uf! ¡Qué buena está la espaldita de cordero con cebollitas y setas al civet! - exclamó entusiasmado Muchosnombre. Y luego de lamerse sus labios continuó - Perdona, ahora completo mi idea. Entre vosotros los humanos, creer que existe algo superior forma parte de vuestras herencias genética y cultural.
- Puede que sea así, aunque lo que es yo no siento esa necesidad de creer en deidades.
- Ése será tu caso, pero hay otros muchos que necesitan creer. Digamos que creyendo se sienten más seguros. Y, justamente, debido a que tantos necesitan creer, también te digo que desde que el hombre es hombre ha habido mercaderes que, percatados de esta necesidad humana, la han fomentado más aún.
- Eso lo sabe casi todo el mundo. Estos peculiares empresarios se han dado cuenta que existe mucho público objetivo en este mercado y han desarrollado planes de marketing para vender intangibles relacionados con esta necesidad a millones y millones de clientes.
- Y también han creado, desarrollado y comercializados tangibles. No sabes la cantidad de objetos relacionados con las religiones que se fabrican y se venden cada día.
- Sí, me lo imagino: estampitas, medallas, figuras, libros, reliquias, velas, cirios... 
- Pero esas son fruslerías - me interrumpio Muchosnombres -  Yo me refiero a cosas más gordas. ¿Te acuerdas cuando en ese período que llamáis Edad Media, los managers de una determinada iglesia, y no la nombraremos para no hacerle publicidad, crearon y promocionaron bulas pontificias concediendo perdón por delitos horrendos a cambios de pasta gansa?
- Pero no es algo del pasado; actualmente lo siguen haciendo. Pero sí recuerdo un documento llamado "La Taxa Camarae" (*), en la que fijaron una lista de precios por las bulas. Leyéndolo se puede comprobar que, por grave que fuera la falta o el delito, a cambio de dinero y a través de una bula, todo podía ser perdonado al cliente que pagaba. Incluso matar y violar niños.
- Y mejor ni hablemos de la Inquisición que frió a decenas de inocentes. ¿Te das cuenta lo que ciertas personas son capaces de hacer por el poder, usándome a mí como subterfugio, proclamando urbi et orbi que lo hacen en mi nombre? 
- Perdona que insista, amigo, pero en caso de que realmente existas ¿Seguro que ninguno de ellos es tu, digamos, "concesionario oficial"?
- Yo no tengo ni necesito "concesionarios" ni concedo franquicias. ¿Para qué coño voy a necesitar yo concesionarios o representantes si ya te he dicho que soy todo todo y siempre siempre?  Yo no necesito ni  campañas de publicidad ni de relaciones públicas. 
- Pero a lo largo de la historia con algunos de los muchos que se han proclamado tus representantes habrás hablado a calzón quitado, como lo estás haciendo ahora conmigo. ¡Vamos, digo yo!
- Con muchos he hablado, pero como me está sucediendo contigo ahora, ninguno ha creído que hablaba realmente conmigo, porque para creer ellos necesitan verme en altares llenos de oro, en lugares especiales, vestidos de una manera peculiar que ellos mismos han inventado, y participando en rituales complicados.
- Digamos que les importa más la forma que el contenido.
- La puesta en escena, diría yo. Se imaginan que si aparezco tiene que ser entre nubes densas que se abren, acompañado de dos millones de esos seres que llamáis ángeles tocando trompetas junto a mí, con un montón de personas a mi diestra y otro montón a mi siniestra y que, cuando las trompetas cesan sus sonidos, mi voz retumba como un  trueno.
- ¿Sabes que cuando tenía unos cinco años tuve un sueño como la escena que acabas de describir? Recuerdo que en mi sueño sucedió algo parecido y al aparecer tú todos nos caímos al suelo. Entonces desperté, pero fue todo tan real y me impactó tanto que nunca he olvidado ese sueño.
- Seguro que lo soñaste porque oíste muchas historias parecidas a tu sueño. A los cinco años los humanos sois muy influenciables.
- Muchosnombres, y estos que dicen ser tus representantes, cuando dialogan contigo ¿qué te preguntan? 
- Sobre todo por lo que ellos denominan la vida eterna. Están obsesionados por vivir eternamente. Es lejos lo que más les interesa. Pero como es algo que aunque se los explicara no lo entenderían, siempre me callo. ¡No saben el disgusto que se van a llevar!
- ¿Por qué dices que se van a llevar un disgusto? ¿Significa eso que no hay nada una vez que uno deja de vivir? ¿No hay otro mundo, otra dimensión, un cielo, un lugar especial, en fin "algo"?
- ¡Ah...tatatán! Dejémoslo en suspenso ¿Vale mon ami? ¿Te has dado cuenta que para que me entiendas mejor te estoy hablando como hablas tú, a veces en pasado, a veces en presente y a veces en futuro?
     Y como ya estábamos en los postres, de inmediato cambio de tema y empezó a hablar de lo excelente que había estado la comida. La verdad es que todo resulto ser delicioso y con una presentación muy original. Para mí la Crema Catalana fue lo mejor.
- ¿Quedamos para otro día? - me preguntó Muchosnombres mientras bebía un "chupito" de guindas.
- Sí, claro que me gustaría quedar para otro día, porque reconozco que eres una de las personas más interesantes que he conocido.
- A ver a ver - dijo bajito Muchosnombres mientras consultaba su agenda electrónica - ¿Te parece bien el jueves de la próxima semana, digamos a las siete de la tarde en el café Gijón? 
     Para darme importancia yo me hice el que pensaba un rato y le contesté sólo después de un silencio prudente.
- Sí, me va bien. Precisamente el jueves tengo un par de horas libres por la tarde. Además me gusta la idea porque a dicen que a ese café va mucha gente famosa. Un amigo me contó que una vez que fue, entre la multitud, vio a un tertuliano de Canal 5. Me confesó que cuando reconoció su rostro había sentido una emoción indescriptible.
- Amigo - dijo Muchosnombres sonriendo en forma socarrona - creo que con lo que vas a ver el jueves vas a flipar más.- 


(*) Ver la dirección:
 http://www.pepe-rodriguez.com/Mentiras_Iglesia/Taxa/Taxa_Mentiras_Iglesia_taxacamarae.htm

sábado, 29 de enero de 2011

Conversación en el restaurante "La Terraza del Casino".

Entrada nº 2 (primera parte)
Enero de 2011.


Cuando llegué al restaurante "La Terraza del Casino", aunque el cielo amenazaba lluvia y hacía frío, Muchosnombres estaba al aire libre bebiendo un aperitivo, mientras miraba desde la terraza los tejados de los edificios de la calle Alcalá. Después de saludarme de manera afectuosa me preguntó qué aperitivo quería beber.
- Un pisco sour - le contesté yo.
- ¡Mmm!, a mí también me agrada el pisco sour. ¿Su origen es chileno o peruano?
- Da igual cual sea su origen, lo importante es que lo preparen bien. Los he tomado bien  hechos en Chile, en Perú e, incluso, en Francia. 

Muchosnombres llamó al barman, pidió mi pisco sour y volvió a mirar hacia la calle.
- Me gusta mirar los tejados de las ciudades - me dijo en tono melancólico.
- He leído que a Neruda también le gustaba. Cuando vivió en la calle Maruri, allá por el año 1921, en un barrio de Santiago llamado Recoleta, desde la ventana de su habitación solía mirar absorto los atardeceres y los tejados. Allí terminó de escribir su primer libro de poemas. De esa época data una poesía titulada "La tarde sobre los tejados" - le conté yo.  
- Lo sé, lo he leído - me dijo. Y agregó - Me gusta Neruda. Me agrada su poesía. Vivió una vida interesante y amó mucho. Me gusta la gente que ama de verdad.

Yo también me asomé a mirar hacia la calle, porque la verdad es que la vista desde la terraza del Casino de Madrid es hermosa. Es una zona de la ciudad que siempre está llena de vida, de viandantes y vehículos que se entrecruzan como hormigas. Parece hervir la vida por doquier.
- Mira, enfrente, allí a tu izquierda está "El Círculo de Bellas Artes" - le indiqué mostrando el edificio del Círculo.
- Sí, allí está. ¿Has visto la hermosa lámpara que está instalada en el restaurante que llaman "La Pecera"?
- La he visto. Es una lámpara muy original. Aunque yo prefiero sentarme afuera, en la terraza que da a la calle Alcalá. 

En ese momento nos avisaron que nuestra mesa estaba lista. Entramos al salón. Probablemente Muchosnombres había influido para que nos dieran una mesa situada en un lugar privilegiado. Me percaté que desde ella podíamos ver a todos los demás sin que ellos nos vieran. Incluso podíamos escrutar a quienes entraban.
- Hay tres parejas de enamorados - me confidenció Muchosnombres.
- ¿Cómo sabes que hay tres? - inquirí.
- Mira - me dijo. E instantáneamente, en tres lugares diferentes del restaurante, tres parejas comenzaron a llenarse de un halo de luz maravilloso.
- ¡Qué hermosas se ven! - exclamé impresionado.
- Es que el amor es lo más hermoso que existe en mí.
- ¿Cómo que en ti? ¿Qué tienes que ver tú con esos seres afortunados?
- ¿Has olvidado que soy todo todo? Esas parejas también son yo. Y yo también soy el amor.

Aunque me dieron ganas preferí no discutir porque en ese momento nos trajeron la carta del menú y a esas alturas del mediodía yo ya tenía apetito.
- Gracias, vamos a tomar el menú de degustación - 
le demandó Muchosnombres al jefe del comedor.  
- Buena elección - le contestó obsequioso el maître.

A los pocos minutos se acercó el sumiller con la intención de ayudarnos a elegir un vino.
- Gracias señor - le dijo Muchosnombres - pero ya tengo hecha mi elección. Por favor, tráiganos un "Herencia" de Viña Santa Carolina - y agregó dirigiéndose a mí - te va a gustar, es un tinto chileno muy bien conseguido; una mezcla de cepas Carmenere, Malbec y Cabernet Sauvignon.

Apenas nos empezaron a servir los deliciosos aperitivos yo volví a la carga con la pregunta que Muchosnombres no me contestó en nuestra primera conversación. Ya me sentía más en confianza con él y, directamente, mientras probaba las "Nueces de Macadonia al Azafrán", le pregunté si él era realmente Dios.
- Digamos que soy algo parecido a lo que algunas personas llaman vulgarmente Dios. Aunque debes saber que a lo largo de la historia me han llamado con muchos otros nombres, como por ejemplo El Altísimo, Allah, Jeovah, Señor, El Eyón, Divinidad, Elohim, El Olam, El-Roi, El Shaddai, Jah y, en fin, de decenas de maneras más. 
- En realidad el nombre es lo de menos, yo lo que quiero saber es si eres Dios con mayúscula.
- De alguna manera sí, pero no lo que la mayoría de los seres que pueblan este minúsculo planeta entienden por Dios.
- Es difícil para mí creerte - exclamé moviendo negativamente la cabeza.
- ¡Jajajá!. Es probable que te falte fe, como dicen quienes no pueden explicar lo inexplicable.
- ¿Sabes Muchosnombres? aunque he visto cosas increíbles, sobre todo a magos que me han dejado con la boca abierta, nunca he visto a Dios. Tienes que reconocer que es muy difícil para mí aceptar que eres Dios.
- Entiendo que para ti sea difícil creerlo. Pero te repito, no soy lo que la mayoría de los seres humanos entienden por Dios.

"Sí estos es verdad o no es un sueño, es muy fuerte lo que me está pasando; quizás esté realmente conversando con Dios", me dije a mí mismo.

- ¡Mmmm! estos "Tuétanos con caviar" están soberbios - exclamó eufórico Muchosnombres mientras degustaba una tapa - E inmediatamente me soltó -  
Oye, si te sientes incómodo conmigo dímelo ¿Quieres que todo esto no te haya sucedido nunca? ¿O prefieres que hablemos de otra cosa? ¿Te gusta el fútbol?
- No se trata de eso Muchosnombres; tampoco hay que ser tan absoluto.
- Vale vale. Come, se te va a enfriar la comida y está deliciosa.
- Perdona que insista Muchosnombres, pero a ver si me aclaro. ¿Por qué tengo que creerle a un fulano que se me acerca en un parque y que de buenas a primeras me dice que es Dios o algo semejante a Dios?
- Te dije, para que entraras en calor,  que sólo soy algo, digamos, parecido a lo que tú entiendes por Dios. Pero que conste que yo no lo voy contando por ahí, por cada esquina o cada mercado. Te di esa respuesta porque tú me lo preguntaste.
- Es verdad. Además no entiendo por qué acepté hablarte. Recuerdo que el día del parque, incluso, andabas con muy mala pinta.
- Sí, mi traje estaba desplanchado y con la ropa arrugada todos perdemos mucho. Pero si no quieres creer no creas. Si quieres conocer mi opinión, yo en tu lugar tampoco creería de buenas a primeras.
- ¿Sabes Muchosnombres? Te voy a seguir el juego, hazme una demostración de tu poder.
- ¿Cómo qué, por ejemplo?
- ¿Podrías hacer que este restaurante, con toda la gente que está en él, se traslade a la Antártica?
- Vale. Pero que conste que tú me lo has pedido.

Y no había terminado de decir "tú me lo has pedido" cuando me vi en medio de la Antártica, con varios grados de temperatura bajo cero, con un viento de mil pares de narices, en una planicie mitad nieve y mitad hielo, con decenas de miles de pingüinos junto a nosotros. Y un poco más lejos, varios lobos marinos descansando panza arriba.

- ¡Coño! ¡Vale! Es suficiente. Por favor volvamos a Madrid, que de lo contrario nos vamos a congelar. Además mira, se han subido a nuestra mesa tres pingüinos de ojo blanco y están picoteando el pan.


Nota: 
Si quieres dar tu opinión o hacer alguna sugerencia o consulta, pincha el titular que hay debajo de la fecha. En la parte inferior se abrirá una ventana y allí podrás escribir lo que quieras.















lunes, 24 de enero de 2011

Conversaciones con Muchosnombres

Entrada Nº 1.
Cómo conocí a Muchosnombres.
Enero de 2011.


Estaba sentado en el Parque del Retiro, observando a los videntes y titiriteros, cuando un extraño personaje, pobremente vestido, se me acercó. Al principio yo creí que era un vagabundo que quería pedirme una moneda. Pero no fue así. Lo que quería era sentarse y conversar.
- Buenos días, amigo - me dijo en forma cortés.
- Buenos días - le contesté yo.
- ¿Puedo sentarme junto a ti?
- Sí, por supuesto, los asientos del parque son públicos.
- Hace buen día ¿verdad?
- Sí, es un bonito día de invierno.
- Y a pesar de ser invierno, el parque está hermoso. Yo voy mucho a los parques porque me gustan los lugares donde la gente pueda pasear. Juego a adivinar las historias de las vidas que cada uno de los paseantes llevan a sus espaldas.
- La verdad es que a mí, más que mirar el parque, también lo que más me agrada es observar a la gente. Y concuerdo contigo, también en algunos casos me imagino las historias de sus vida.
- Me llamo Muchosnombres - me dijo y estiró su mano para saludarme.
- ¿Muchosnombres? ¿Es un nombre Muchosnombres?
- Bueno, por lo menos es mi nombre. Aunque la verdad, debo reconocer que no es un nombre muy común, pero uno puede llamarse como quiera ¿Verdad? - Y terminó riendo.

Reconozco que aunque era una persona que acababa de conocer, a esas alturas de la conversación me di cuenta que Muchosnombres me empezaba a caer bien. Había algo en él que lo hacía interesante, que denotaba experiencia vital. Parecía ser un "alma vieja", como dice una amiga mía.
- Tienes razón - le contesté - conozco gente con nombres raros, como por ejemplo Eustorgio, Uldarico, Invención. En fin, el tuyo es otro más.
- Lo dices porque la mayoría de la gente se llama María, Pedro o Ana.
- Sí, o también Marilyn o Brigitte - contesté pensando en Marilyn Monroe y en Brigitte Bardot . Y agregué - ¿Y cuál es tu apellido?
- No tengo apellido.
- ¿Cómo que no tienes apellido? Todo el mundo tiene apellido.
- Yo no tengo.
- Pero tendrás un padre y una madre que sí tendrán apellidos y sus apellidos son los tuyos.
- Lo que pasa es que no tengo ni padre ni madre.
- ¡Ah! Entonces eres huérfano. Pero alguien te habrá adoptado y te habrá dado sus apellidos.
- Si te refieres a padres adoptivos, tampoco tengo.
- Pero de alguna parte habrás salido, digo yo. 
- De ninguna parte; soy todas las partes.
- ¿Cómo de ninguna parte? ¿Dónde naciste?
- Yo no he nacido; he existido siempre.
- ¡Vamos! ¿Te quieres quedar conmigo, Muchosnombres?
- No me quiero quedar contigo. Te repito que no he nacido nunca ¿Por qué no me crees?
- Porque lo que me dices es increíble. Que yo sepa todos los que poblamos la tierra hemos nacido alguna vez. Y aunque quisiéramos, nadie puede existir siempre. No se puede existir siempre. Hasta las moscas y los pingüinos, para existir primero deben nacer. Y luego, a su debido tiempo, morir, como también me sucederá a mí...y a todos.
- Tú, las moscas y los pingüinos sí nacen y mueren, porque para ti, para las moscas y para los pingüinos transcurre el tiempo, pero para mí no.
- Vale, suponiendo que es así, que no naciste. Entonces dime ¿Cuándo empezaste, digamos, a existir?
- Ya te dije que he existido siempre. Y además, para complicarte más las cosas, te aseguro que no me extinguiré nunca.
- Pero ¿Cómo puedes engañar al tiempo?
- Yo no engaño al tiempo, simplemente porque el tiempo no pasa para mí. Para ti y para todos, y para todo lo demás, sí pasa el tiempo. Es difícil de creer y entender pero es así, porque yo soy todo siempre. Todos y todo están contenidos en mí. Incluso tú.
- ¿Y eso qué significa?
- Que para mí siempre es presente. De alguna manera también yo soy el tiempo.
- No lo entiendo.
- No te estrujes los sesos amigo, porque ni siquiera Platón, ni Einstein, ni Hawking, ni Penrose ni muchos otros científicos y pensadores, aunque lo han arañado, no lo han llegado a entender. Y perdona mi franqueza, pero te aseguro que estás muy pero muy por debajo de ellos. ¡Ejem! me refiero a coeficiente intelectual.
- Eso lo sé. Creo que tengo apenas un coeficiente intelectual de 120. 
- Hombre, tampoco es de los peores.
- Muchosnombres, si me lo permites volvamos a empezar. Y ahora hablemos en serio. Tú habrás nacido en alguna parte: en una ciudad, en una villa, en un hospital, en una casa, en un taxi. Incluso conozco a una mujer que nació en un avión.
- Ya te dije que yo no he nacido nunca, que he existido siempre. Y eso de "alguna parte" tampoco va conmigo porque, te repito, yo soy todo.
- ¿Cómo de todo?
- ¡Todo!
- ¿Todo todo?
- Sí, todo todo, todo completo, todo para todos lados. Para mí no hay arriba ni debajo, ni delante ni detrás, ni más allá ni más acá, ni antes ni después. Yo soy todo todo y siempre siempre.
- A ver si nos entendemos ¿Pretendes decirme que eres Dios, lo que vulgarmente llamamos Dios?
- ¡Ya tenía que salir el dichoso término!
- Pero ¿Eres o no eres Dios?
- ¿Sabes? Esa pregunta te la contestaré en otra ocasión que nos veamos.   
- Pero ¿Por qué no me contestas ahora? No me dejes con la duda, como cuando terminan un capítulo en las teleseries y lo dejan a uno preguntándose qué irá a suceder en el próximo episodio.
- Sé paciente. ¿Te parece que nos veamos el próximo miércoles a las dos de la tarde en el restaurante "La Terraza del Casino", en Alcalá 15?
- ¿A comer?
- Sí, a comer. El asesor gastronómico es Ferrá Adriá. Me gustaría ver qué tal está esa cocina. Me han comentado que el menú de degustación está muy bien. El conjunto de postres se llama "Pequeñas locuras" y aseguran que es delicioso.
- ¿Pero tienes idea de lo que cobran allí por un almuerzo?
- Descuida amigo, Dios proveerá - me dijo con sorna haciéndome un guiño con su ojo derecho y riéndose a carcajadas en mis narices. Y agregó burlón:
- ¡Ah! Aunque no es necesario que te pongas corbata, sí es conveniente que vayas con traje.